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Secretos al Descubierto


"La verdad es a menudo más compleja de lo que parece. En un mundo donde las apariencias pueden ser engañosas, la búsqueda de esta requiere una mente abierta y un espíritu perseverante. Cuestionar lo que damos por sentado y escarbar más allá de las capas superficiales nos permite descubrir una realidad más profunda y rica. Al final, la verdad es un tesoro que solo aquellos dispuestos a explorar lo desconocido pueden encontrar."

Capítulo 22

A la mañana siguiente, mi rutina matinal se llevó a cabo en piloto automático. Me deslicé en mi uniforme escolar y me dediqué a maquillarme, aunque sin entusiasmo. Cada paso era un recordatorio constante de que la vida debía seguir adelante, independientemente de los dramas personales que enfrentaba.

Cuando salí de mi habitación y caminé por el pasillo hacia el comedor, que al tener un concepto abierto, conectaba con la sala y la cocina al mismo tiempo y desde ese punto, todo era observable. Así que, me detuve en seco al vislumbrar las imágenes que parpadeaban en la pantalla del televisor. Las palabras del presentador resonaron en el aire, y una oleada de emociones me azotó con fuerza. La noticia mostraba las imágenes de la dolorosa derrota que había sufrido, y cómo Pellusa, con su valentía y habilidad, me había rescatado de una situación desesperada.

Un nudo se formó en mi garganta mientras observaba la secuencia de acontecimientos en la pantalla. La realidad de mi derrota, mi vulnerabilidad, se manifestó de una manera tan cruda que no pude evitar sentir aquel nudo en mi garganta. Pude haber muerto. Además, la televisión estaba mostrando mi propia debilidad, y me enfrenté a ella de manera tan directa que me hizo tambalear.

El orgullo herido y la frustración se mezclaron con la vergüenza. A pesar de todo lo que había enfrentado en mi vida, de todas las pruebas y desafíos, esta derrota era una de las más importantes. Atrajo mi atención de una manera que nada más lo había hecho, mostrándome que incluso la "invencible" Andrea no era inmune al dolor. Y esa era la debilidad que se estaba demostrando. 

Miré fijamente la pantalla, asimilando cada imagen, cada gesto, cada grito de la multitud. Pellusa se había convertido en mi salvadora. Estaba feliz por ese hecho, pero también era un amargo trago de humildad que no esperaba necesitar.

—Tuviste una mala racha —comentó Calev, mirando de reojo la televisión, a mi lado. 

Me mordí el labio, consciente de que debía enfrentar la conversación que se avecinaba. Asentí, y caminé directo hacia el comedor.  El aroma del café y el pan tostado llenaba la estancia, y mi madre se movía con rapidez de un lugar a otro en la cocina. Calev se sentó a mi lado, con la mirada fija. 

—Andrea,  anoche te vi llegar sin una sola herida. ¿Cómo es posible? —Calev realmente estaba interesado en esa posibilidad—. Quise preguntarte anoche, pero con todo el drama de Dilan, la profesora Daisy y Robín, no creí que fuera el momento. 

Respiré hondo, sabiendo que no podía evitar aquella pregunta.

—Monique vino a la ciudad solo para hablar conmigo, porque alguien le dijo que estaba mal por lo de Dilan —le recriminé aquella culpa a él, porque no había nadie más que pudiera decirle sobre el tema—. Ella, decidió venir a la ciudad para animarme, para hablar, peor también para presentarme a Amunet —Le miré directamente, sus ojos verdes buscando los míos. La sinceridad fluía de mis palabras—. Una mujer con habilidades sobrenaturales como nosotras, una especie de sanadora, que resultó convertirse en alguien más que me ayudó a recuperarme. De otro modo, estaría cubierta de heridas o mucho peor.

Calev asintió con seriedad, procesando la información, pero tan sorprendido como cualquiera podría estarlo. 

—¿Una sanadora? —preguntó y yo volví a asentir—. Eso es increíble, Andrea —dijo con admiración y preocupación en su voz. Pero pronto, su expresión se ensombreció—. Sin embargo, ayer fue... una situación peligrosa. Tuviste suerte de que Pellusa y Amunet te salvaran.

Mi madre se acercó, dejándonos café a ambos, mientras regresaba a la cocina. Tomé un sorbo de café antes de responder, sopesando mis palabras con cuidado.

—Calev, entiendo tus preocupaciones, pero he tomado una decisión. Quiero seguir siendo una superhéroina. —Mi mirada se encontró con la suya, y en mis ojos reflejé la determinación que sentía—. No puedo dar un paso atrás. Esta es mi lucha y mi elección.

Calev suspiró, y me miró fijamente durante un momento antes de asentir, aceptando mi determinación.

—A veces, me arrepiento de haberte impulsado en convertirte en una —se sinceró—. Una cosa era enfrentar el crimen menor, pero... ¿villanos? con super poderes capaces de desintegrarte. No es algo que, precisamente estuviera en mi mente. Creí que tu eras la única con este tipo de poder. 

—Pues ahora ves que hay muchas cosas que desconocemos. Ni siquiera sé, porque tengo estas habilidades, Calev —respondí, respirando con fuerza ante lo abrumadora realidad d eno saber nada.  

Justo en ese momento, Georgina, pareció notar que Calev y yo estábamos teniendo una conversación seria. Curiosa, dejando el desayuno en la mesa, preguntó: 

—¿Qué están hablando? —Con el interés pintado en su rostro.

Calev y yo compartimos una mirada cómplice, y él rápidamente intervino con una excusa.

—Nada importante, solo estábamos planeando ver una película para esta noche. ¿Te unes, mamá?

Mi madre sonrió y se negó: 

—Lo siento, hoy llegaré un poco tarde, porque estoy trabajando en la colección de verano. Y estoy hasta el tope con esto. Nueva York es una ciudad demandante con el tema de la moda —aclaró, evidenciando su propia frustración.  

—Sé que podrás hacerlo —dijo Castrel, detrás de ella, mientras le daba un beso en la nuca—. Buenos días, hijos...

Así, en la tranquilidad de nuestra mañana, Calev y yo dejamos atrás el tema de mi reciente derrota y mi vulnerabilidad expuesta, al menos por un momento. Pero en mi interior, la sombra del dolor y la incertidumbre se mantenía latente, recordándome que el precio de ser una superhéroina era alto, y que, aunque me negara a retroceder, cada paso que daba estaba teñido de peligro y sacrificio.

Por supuesto, comí poco y sin ganas, como solía hacer en los días oscuros. Mis padres notaron mi cambio en el apetito, pero yo simplemente les decía que estaba preocupada con los deberes escolares. 

Para empeorar las cosas, recibí un mensaje de Robín. Me dijo que pasaría a recogerme, y aunque no estaba de humor para socializar, no podía evitar sentir que debía cumplir con mis compromisos. Después de todo, yo misma me había metido en ese embrollo.

Esperé en la salida, y cuando llegó, se comportó como un caballero, abriendo la puerta del auto para mí. Aunque aprecié el gesto, me sorprendió el beso que me plantó en los labios. Fue un beso en el que no sentí nada más que sorpresa. Mi mente estaba en otro lugar, atormentada por mis pensamientos y preocupaciones, y el romance adolescente no era precisamente mi prioridad en ese momento. Era triste, porque la parte amarga de mí se la estaba llevando un chico increíble. 

Durante el trayecto hacia la escuela, Robín no dejó de hablar sobre lo afortunado que se sentía de que yo fuera su novia. Siendo sincera, Robín era un chico encantador, pero no podía corresponder sus sentimientos de la misma manera. En mi interior, sabía que mi corazón no estaba en esa relación, pero no quería herir sus sentimientos. Así que sonreí y asentí, tratando de ocultar mi verdadera confusión.

Al llegar a la escuela, me dirigí directamente a mi casillero, Robín y yo nos despedimos con otros beso, y aunque me incomodé de que el asunto se volviera público en el colegio,  fue mucho peor al sentirme atrapada por las expectativas de Kyle y Tatiana, que me esperaban como siempre para entrar juntos a la primera clase. Sus sonrisas amigables en ese momento, no eran un consuelo de mi vida adolescente. 

Estaba aliviada por saber que Robín no estaría en esta clase, pero no fue algo que comentara. 

—¡No! ¡Echa todo para fuera en este momento, Andrea! —chilló Tatiana, con los ojos bien abierto, mientras intentaba ignorar, precisamente ese hecho dejando cosas en mi casillero y sacando otras. Kyle estaba detrás, con el semblante serio y los brazos cruzados. 

—Así que tú y Robín... 

—No  tengo porque contarles nada —me defendí, mostrando mi enojo evidente. 

Tatiana no podía ocultar su entusiasmo, pero su mirada escandalizada e impresionada lo decía todo.  

—Pero... ¿por qué no estás contenta? Luces como si hubieras muerto —Tatiana no era, precisamente, sutil en sus expresiones.

Kyle, por otro lado, añadió un comentario irónico.

—Seguro le dio un beso y la mató.

Las risas se desataron, y finalmente, me vi obligada a responder. No podía dejar que mis amigos siguieran especulando.

—No es nada.

—Andrea, cuéntanos la verdad. ¿Qué te sucede? No hemos visto una sonrisa tuya en semanas —Tatiana no ocultó su disgusto por mi actitud—. Si es por lo de Dilan, ya es historia. Robín es mucho mejor partido, y... Bueno contemporáneo con tu edad.

La miré por primera vez directamente a la cara, no podía creer que finalmente dijera aquello. Como si fuera idiota, y no supiera la problemática que representaba la edad.  

—La verdad estoy de acuerdo con Tatiana —argumentó Kyle, como si estuviera esperando aprobación de ellos. 

Me escandalicé por aquellas sugerencias.

—¡No, no! No es por eso. Dilan... Dilan ha estado ocupado, saliendo con la profesora Daisy. ¡Además! No es como estuviera esperando algún tipo de aprobación de ustedes sobre mi vida —debía aclararlo—. Es solo que las cosas no me han salido como he querido. Ayer, incluso compartimos una cita doble.

La sorpresa se apoderó de sus rostros ante mi revelación.

—¡Noooo! —Tatiana abrió los ojos como, si ahora entendiera la razón de mi amargura—. Ahora veo....

—¡De verdad! Dilan sí que se las trae. La profesora Daisy es muy guapa —Kyle parecía emocionado con la idea, pero ignorante de cómo eso me hacía sentir. 

Pero mi respuesta fue más amarga de lo que esperaba.

—No lo creo. No es tan genial como parece. Todo ha estado patas arriba últimamente, y Robín... bueno, Robín es encantador pero... No sé, chicos, las cosas están un poco complicadas. —Miré a mis amigos, tratando de expresar en mi mirada todo lo que no podía decir con palabras, la confusión y la ansiedad que me consumían.

Kyle y Tatiana se miraron sin entender aquella respuesta, pero entendieron que debían hacer silencio. 

A mi pesar, mi desánimo pareció haberme hecho olvidar que la clase de hoy era de Matemáticas, justo con la profesora Daisy. Cuando entré al aula, su sonrisa alegre al saludarme desde su escritorio me tomó por sorpresa. Me senté en mi puesto con una sonrisa irónica, sintiendo que el mundo se burlaba de mis desventuras.

Claro, no ayudó el hecho de haber entendido que los chicos siempre tenían razón. La profesora Daisy era, de hecho, hermosa. Era inteligente, elegante y, sin duda, ganaba un buen salario, al menos eso sugerían las prendas de alta calidad que siempre llevaba. 

Pero, ¿qué estaba pensando? Yo también era atractiva, y muchos chicos habían mostrado interés en ser mi novio. Además, tenía clase, me vestía con estilo, era "Galica" aunque nadie lo supiera, y solía ser divertida. Aunque, en ese momento, mi sentido del humor parecía haberse perdido en algún lugar.

La clase se extendió como si el tiempo se hubiera estirado en mi contra. Cuando finalmente terminó, salí de allí casi corriendo, deseando escapar del aula y de mis propios pensamientos.

Mientras caminaba hacia la cafetería, noté que algunas chicas me señalaban y murmuraban entre ellas. Hice como si no las hubiera visto, aunque en el fondo me molestaba. Sabía por qué lo hacían; seguramente ya habían averiguado que era la novia del capitán del equipo de fútbol, y eso solo añadía más peso a mi confusión y descontento.

Al llegar al cafetín, por un lado noté a Kyle, Tatiana, Calev y Clear y por el otro noté a Robín, que me hizo señas para que me sentara con él y sus amigos. Era un gesto dulce, pero mis pensamientos estaban lejos de sentirme agradecida. Lo que realmente quería era a Dilan, no a Robín. Y, tampoco deseaba sentarme con los otros, así que opté por lo lógico para mí ene se momento, unirme a la mesa donde estaban Robín y sus amigos del equipo de fútbol. 

Me había preparado un lugar, y aunque era un gesto amable, la amargura seguía recorriendo mis venas. Mi corazón anhelaba a Dilan.

Robín, sin importarle que estuviera rodeada de sus amigos, me saludó con un beso en los labios. Aquello me tomó por sorpresa, otra vez. De alguna manera, parecía disfrutar de mostrar a todo el colegio que yo era su novia, y estaba claro que la noticia de nuestra relación se había esparcido como los chismes, propios del colegio. Por supuesto, aquel gesto suyo me hizo sentir una mezcla de vergüenza y molestia.

Estando allí, no podía evitar sentirme como una intrusa. Robin y sus amigos, estaban enfrascados en una conversación animada. ¿Y qué creen? El capitán del equipo, era el centro de atención, y no dejaba de hablar sobre nuestra relación.

—Ya les he dicho, chicos, que tengo a la chica más guapa del colegio. ¡Ella es mi novia! —presumía Robin, con un tono de voz alto y una sonrisa autosuficiente en su rostro. Miraba alrededor, esperando la aprobación de sus amigos.

Sus amigos asentían, alabando su suerte y dándole palmadas en la espalda. Todos estaban impresionados, y a juzgar por sus expresiones, no me consideraban solo otra chica más. Me sentí observada y evaluada, y no me gustaba esa sensación en absoluto. Lo que más me irritó fue que no se contentaba con que supieran que era su novia; al parecer, necesitaba vociferarlo para que todos lo escucharan.

Robin no paraba de contar anécdotas sobre nosotros, exagerando los detalles para hacerlos más emocionantes. No parecía importarle lo incómoda que me sentía. Aparentemente, quería mostrar ante todos que era el chico exitoso y envidiable que tenía a la chica más linda del colegio como novia. Eso solo hablaba de sus propias inseguridades dentro del colegio. 

Otra vez, mis ojos se fueron hacia Kyle, Tatiana, Calev y Clear en una mesa más apartada, y me sentí mal por haberme sentado con Robin y sus amigos. No solo me sentía fuera de lugar, sino que también me sorprendía cómo el comportamiento de Robin con sus amigos del equipo de fútbol era completamente diferente al que tenía cuando estábamos solos. Era como si se convirtiera en un chico arrogante e insoportable.

Mi corazón anhelaba estar con Dilan y mis amigos, donde podía ser yo misma sin tener que soportar la presión de ser la "novia del capitán de fútbol." La sensación de malestar y deseo de alejarme de la mesa de Robin no hacía más que aumentar. Se estaba portando como un idiota. 

Mientras caminaba por el pasillo, con el brazo de Robin rodeando mis hombros, no podía evitar pensar en cómo me gustaría estar en otro lugar en ese momento. Fue entonces cuando me encontré con Daisy, otra vez, y me felicitó por mi relación con Robin. Su comentario hizo que deseara que el día terminara cuanto antes.

Y después de lo que pareció una eternidad, finalmente sonó la campana que indicaba el fin de las clases. Robin, lleno de entusiasmo, se dirigió hacia mí, con la intención de llevarme a casa. Aunque mi estado de ánimo no estaba en su mejor momento, asentí y accedí a acompañarlo.

Pero resulto ser, que este me llevó a un lugar distinto. Desde la carretera, el pasto se extendía en un manto verde y ondulante, como un mar de hojas esmeraldas mecidas por la brisa. Cada espiga parecía danzar al ritmo del viento, creando un paisaje sereno y vivo que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, pintando la tierra con la frescura de la naturaleza en su estado más puro.

Nos encontrábamos en un lugar inusual, muy distinto al ajetreo de la ciudad. Claro, estábamos fuera de ella. La belleza del entorno me impresionó. Cuando se detuvo, en un campo abierta y aun lado de la carretera, Robin extendió una manta en medio del campo.

—¿Dónde estamos? —Le pregunté, entre una mezcla de curiosidad y extrañeza. 

—Solía venir aquí con mis padres. Era uno de nuestros lugares especiales —comentó con la mínima energía que podía tolerar. Diferente a cuando estaba con sus amigos, que parecía llenarse de testosterona al limite. 

—Es precioso —comenté, mostrándole, por primera vez, una sonrisa sincera. 

—De noche lo es aún mejor —mencionó indicándome que me sentara con él sobre la manta. Lo hice, y nos acostamos para observar el cielo. Una cálida brisa nos acariciaba, y mientras mirábamos las nubes—. Veníamos a ver las estrellas y disfrutar de la tranquilidad. Pero eso acabó cuando yo tenía 8 años, mi madre falleció. Fue un golpe muy duro para mí y mi padre. Desde entonces, este lugar ha estado vacío, hasta ahora. Quería compartirlo contigo porque eres especial, Andrea —Su voz se llenó de emoción y sinceridad.

—Lo lamento mucho —dije, sinceramente, pues yo sabía el significado del dolor ante las pérdidas—. ¿De qué murió? 

—Cáncer —respondió—. Fueron momentos duros, pero me alegra que pueda volver a este lugar contigo. Creí que nunca podría volver estar aquí.   

Me quedé sorprendida por su historia. Definitivamente, Robin era un buen chico. A pesar de todo, no había hecho nada malo. Comprendí que él estaba emocionado de tenerme como su novia y que quería gritarlo al mundo. Y ese fue el motivo, por el que pensé, que, a lo mejor, debía darle una oportunidad para que las cosas cambiaran entre nosotros.

Pasamos cuatro horas conversando y disfrutando el momento. A pesar de lo agradable que fue, no pude evitar pensar en cómo habría sido estar en ese lugar con Dilan. Sabía que era cruel de mi parte, pero mis pensamientos no podían evitar divagar hacia él en momentos como ese.

Al final, decidimos regresar, y Robin me llevó de vuelta a casa. Cuando nos despedimos, sabiendo que se venía un beso, esta vez no me sentí ajena o llena de sorpresa, lo acepté y lo disfruté. Y aunque nos despedimos con una sonrisa y realmente lo había pasado bien, en mi interior, la confusión y la nostalgia por Dilan seguían presentes.

Al llegar a casa, como de costumbre, me dirigí directamente a mi habitación, donde recogí mi celular. Para mi sorpresa, tenía una avalancha de mensajes de Monique, algunos con su toque característico de humor, otros con comentarios sarcásticos sobre mi cita con Robín. Respondí a uno de sus mensajes y, en cuestión de segundos, mi teléfono sonó con su llamada. Durante la conversación, le conté todo lo que había sucedido, mientras Monique, en su sabio estilo, me recordaba que el tiempo tenía el poder de curar heridas. Aunque sus palabras eran ciertas, la idea de esperar pacientemente no era precisamente lo que ansiaba.

Cuando terminamos de hablar, en eso, llega un mensaje  de Dilan, diciendo:

"Hola espero que estés bien... Me he enterado lo tuyo con Robín y solo quería darte las felicitaciones. Espero que te vaya muy bien."

Pero ¿qué le pasaba? ¿Acaso creía que también esperaba su aprobación? Además, ¿Daisy no podía solo callarse la boca sobre mí?

"Vamos estas seguro que quieres decir eso.", respondí. O sea, por favor.

"Si... por qué no desear lo mejor a una buena amiga.", contestó, sin saber en qué momento habíamos pasado a ser amigos, realmente. 

"¿No estarás celoso?", le recriminé con toda intención. Esa palabra "Amiga" resonó en mi cabeza, como un eco desgarrador.

"Veo que no cambias, sigues siendo la niña de siempre. ¿Por qué he de estarlo si tengo a Daisy?"

Leer aquello, me molestó de tal manera. ¿Qué le ocurría? ¿Por qué me decía eso? Me enojé, porque en el fondo, seguía esperando que su mensaje reflejara un rastro de afecto. Era un idiota. No veía que su actitud me lastimaba aún más. Me sentí tonta, por aferrarme a la esperanza de que todavía le importaba. Era un cúmulo de emociones y malentendidos que se entrelazaban, creando una tormenta de confusión en mi interior.

Frustrada, dejé el celular a un lado, sin responderle. Yo también podía ignorarle y hacerle entender que tenía mi propio valor.  Así que decidí tomar una ducha. 

Cuando terminé, recibí una llamada de Robín, pero mis respuestas consistían principalmente en monosílabos. Me dolía actuar de esa manera, pero no tenía el ánimo para nada más en ese momento.

Decidí dirigirme al cuarto de mi hermano, y para mi sorpresa, lo encontré en una situación bastante íntima con Clear. Cerré la puerta abrumada por la vergüenza, y mi hermano salió rápidamente del cuarto, luciendo apenado y con una toalla debajo de él. Traté de sonreír, pero la incomodidad persistía.

—Hermana, lo siento, ¿necesitas algo? —preguntó Calev.

—No te preocupes, solo cerraba la puerta, la encontré abierta. No quería interrumpirlos —expresé, sintiéndome incómoda.

Clear salió del cuarto, con las mejillas sonrojadas, pero sin mostrar pudor alguno. Comentó con su característica franqueza.

—Vamos, Andrea, no te hagas la tímida. Ven aquí, no pasa nada. Total, ya no pasará nada. 

Decía eso último viendo a Calev.

—De verdad no quiero molestarlos —Insistí, realmente avergonzada como si hubiera sido yo al encontrada en aun escena como esa.

—Ven ya... entra hablemos —agregó Calev, con mucha calma. Una que no entendía cómo podía tener. 

—Solo si cambian las sábanas —añadí finalmente, intentando romper la tensión con un toque de humor. Ellos rieron, y entré en la habitación.

Nos acomodamos en el suelo para ver televisión, y aproveché la ocasión para hablarles sobre Dilan. Mis amigos me aconsejaron que rompiera con Robín, ya que continuar con esta relación podría hacerle mucho daño. Les expliqué que no sabía cómo hacerlo, y ahora, con todos al tanto de nuestra relación, me sentía insegura.

—Saben qué, mejor salgamos —dijo Calev, finalmente, al ver que ninguno estábamos prestando atención al televisor. 

A pesar de mi dilema, decidí aceptar salir los tres a dar un paseo y comprar helados.

Mientras caminábamos, no pude evitar tocar el tema de los anticonceptivos y el cuidado durante el embarazo. Clear parecía incómoda con el tema, mientras Calev trataba de silenciarme.

Finalmente, nos sentamos en la plaza central, disfrutando de nuestros helados. Clear alababa mis zapatos y comentaba lo mucho que le gustaban. 

Sin embargo, nuestra conversación se vio interrumpida por un inesperado accidente. Un coche chocó contra un árbol en la plaza, llevando a bordo a una familia: dos niños y sus padres.

Los niños lloraban mientras los padres parecían inconscientes. Alrededor, la multitud gritaba y observaba con impotencia. Algunos intentaban abrir el vehículo, pero este se mantuvo cerrado. Sin perder tiempo, hice contacto visual con Calev, y él comprendió mi señal. Salí rápidamente de la multitud, y detrás de un pequeño quiosco, me cambié con rapidez, aprovechando que todos estaban distraídos por el accidente y no prestaban atención a mis acciones.

Surgí en medio de la multitud, y todos a mi alrededor se apartaron al verme.

Sin más, con mi telequinesis quité la puerta que previamente nadie pudo abrir, y con la misma, logré rescatar a los niños que lloraban, y a sus padres. En un abrir y cerrar de ojos, una ambulancia llegó y el equipo médico comenzó a atender a la familia accidentada. 

Noté a Clear visiblemente impresionada, mientras Calev parecía nervioso. Sin embargo, no me permití quedarme en el lugar. Corriendo lejos de las miradas curiosas, me elevé con mi telequinesis sobre los edificio, y en una de aquellas azoteas,  me cambié, y en minutos después,  volví a aparecer en el parque.

Clear, como un rayo, corrió hacia mí y se manifestó con determinación.

—¿Por qué no me habías dicho nada?

—¿De qué estás hablando, Clear? —Miré a mi amiga con perplejidad.

—Ya so lo he explicado. Ella cree que tú eres Galica —Calev agregó, un tanto ansioso.

—¡Qué ocurrencia! —respondí con sarcasmo—. Creo que estás confundida por toda la situación que ocurrió. Deberíamos irnos, no tiene sentido continuar con esto.

Clear no se dejó engañar tan fácilmente y reforzó sus argumentos.

—Ambos no pueden engañarme. Si no eres Galica, entonces explícame cómo ella usaba exactamente los mismos tacones que tú, y por qué desapareciste del lugar y luego volviste como si nada.

Fingí sorpresa y negación, preguntando una vez más:

—¿De qué estás hablando?

Clear se mantuvo firme en su demanda.

—No lo diré a nadie, prometido. Solo díganme la verdad.

—Está bien, Clear, sí tienes razón, sí lo es... pero prométeme que esto quedará entre nosotros. —Concluyó Calev, visiblemente desesperado.

Miré a mi hermano atónita y, incrédula, me quejé:

—Calev, ¿por qué no te quedaste callado?

—Créeme, Andrea, Clear no se detendrá hasta averiguarlo. Y tú sabes que es detallista. ¿Por qué no tuviste más cuidado con tus zapatos? ¿O acaso has olvidado que ella fue la primera en descubrir tu relación con Dilan? —Calev habló con determinación, consciente de que la verdad saldría a la luz tarde o temprano.

Clear, visiblemente indignada, añadió:

—¿Qué pasa, chicos? ¿No confían en mí? Saben que no diré una palabra a nadie.

—No es que no confiemos en ti, Clear. Es solo que no podemos arriesgar que más personas se enteren, podrían estar en peligro. Sería mejor que nos marchemos. —Concluí con un suspiro, sintiéndome exhausta.

Evidentemente Clear tenía muchas preguntas, peor no se las respondería yo. Ya que Calev abrió su bocota, entonces el debía encargarse de todas sus incógnitas. En mi vida, me sentía tan estúpida, enojada y estresada, como esa vez. Todo se derrumbaba delante de mí.

Al llegar a casa, Calev decidió llevar a Clear a la suya, así que subí sola al departamento. Me cambié y me tumbé en la cama. Al revisar mi celular, me sorprendí al ver que tenía siete llamadas perdidas de Dilan. ¿Qué podría querer con tanta urgencia?

Le envié un mensaje diciendo que había dejado el celular, y él me respondió con frialdad que no importaba. Su actitud distante me lastimó profundamente. Todo había comenzado de nuevo, y esta vez parecía haberme metido en un lío aún mayor.

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