Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El Suceso del Baño

Afrontar secretos y desafíos del pasado es esencial. Compartirlos, fortalece relaciones y alivia cargas emocionales. La apertura es clave, incluso si parece que llevamos una vida exitosa.


Capítulo 23

—¡No puedo creer que me hayas vencido en ajedrez otra vez, Andrea! —exclamó Robín, agitando su cabeza de manera dramática, mientras movía el celular una y otra vez—.¿Tienes trucos secretos o algo así?

Reí ante su comentario, y le guiñé un ojo con picardía. No sabía que Robín fuera tan malo para el ajedrez y estaba sorprendida por eso.Claro, jugábamos en línea, pero creí que siendo capitán del equipo debía ser un buen estratega. Y que equivocada estaba.  

Las risas compartidas nos hacían parecer amigos de toda la vida en lugar de novios. Pero, de lo que no podía negarme, era ver su sonrisa y la intensidad de su mirada hacia mí. 

—Bueno, algunos secretos tengo, pero los revelaré si me prometes no contarlos a nadie —le respondí, con las mejillas enrojecidas de tanto reírme. 

Por supuesto, el sol en ese momento, brillaba en el cielo azul de Manhattan, mientras estábamos sentados en el patio del colegio, disfrutando de un rato de relajación después de las clases. Calev y Clear se encontraban a nuestro lado, contagiados por nuestra alegría, pero con rostros sorprendidos, tanto como Tatina y Kyle, quienes estaban justo detrás de nosotros. Yo sabía que la sorpresa se debía al hecho de que no podían creer lo mucho que había cambiado mi ánimo, desde que había decidido darle una oportunidad a Robín. Ni yo misma me lo creía. 

Aunque eso no significaba que había superado a Dilan.

Robín se inclinó hacia adelante, simulando que estaba interesado: 

—Habla, estoy dispuesto a escuchar todos tus secretos de ajedrez.

—Bueno, el único secreto que tengo, es que eres realmente malo para ser un capitán de futbol, se supone que deberías ser un buen estratega —solté sin remedio. 

—Bueno, para que veas que tengo formas de sorprenderte —agregó, con otra risotada. 

—¿Y si en vez de jugar no comparten más con nosotros? —Preguntó Tatiana, con una ceja levantada. No lo decía de mala manera, pero de igual forma todos le observamos. 

—Creo que alguien está celosa de que no se le preste atención —añadió Kyle, haciendo que Tatiana le mirara con un gesto de "cállate no seas imprudente", por ese comentario. 

—Como sea, creo que tendremos que darte unas lecciones de ajedrez —dijo Calev, removiéndose un poco para que Clear apoyara su cabeza sobre su regazo. 

—¿Realmente crees que eso ayudaría? —preguntó Clear, haciendo que yo soltara más risas. 

—Ves, es tu culpa —me dijo Robín, mirándome con ojitos de perro regañado. 

—Lo siento, para la próxima creo que te dejaré ganar —dije, mientras me levantaba y me sacudía un poco el uniforme. 

—Ni creas que voy a dejar que lo hagas —agregó él, con extrañeza al ver que me había levantado. 

—Entonces, necesitarás esas clases con Calev —respondí, con un ademán de suficiencia—. Necesito ir al baño, así que, seguro nos veremos luego. 

Admití, tomando mis cosas. 

Un mes más había transcurrido, y ya comenzaba a hacer calor en Nueva York. Estábamos a principio de Junio, y solo faltaban un par de semanas para que oficialmente acabara la escuela e iniciaran las vacaciones de verano.  Sí, Robín y yo aún éramos novio, aunque lo veía más como mi amigo. Y si no fuera por sus besos, pensaría eso. 

Cada día que pasaba, Kyle sentía una creciente aversión hacia Robín, lo cual me parecía increíble, ya que comprendía las razones detrás de ese resentimiento. No obstante, no tenía derecho a recriminarme nada, considerando que él estaba comprometido con Tatiana. Además, con el tiempo, era evidente que Tatiana se mostraba más enamorada de Kyle y no era justo para ella tampoco. Por otro lado, Lana se había ganado una reputación cuestionable en la escuela, gracias a sus diversas relaciones con varios chicos, que llegaban desde primera base hasta home. Esta fama no hacía más que provocarme repulsión cada vez que pensaba en ella.

Clear, a su vez, se había convertido en una verdadera confidente, guardiana de mi secreto, y nuestra amistad crecía día tras día. Lo cual lo hacía más fácil, por el hecho de que siguiera con mi hermano. Daisy, en cambio, cada vez me resultaba tan insoportable como Lana. Cada encuentro era una oportunidad para alabanzas interminables sobre Dilan, su asombroso novio. A veces, sentía deseos de arrancarle el cabello y decirle que yo sabía perfectamente lo asombroso que podía ser.

Y hablando de la ciudad, el crimen en Nueva York había disminuido significativamente gracias a mi intervención, un hecho que era celebrado en las noticias y las encuestas. Atrás quedaban los días en que la ciudad parecía acechada por el crimen en cada esquina. 

sin embargo, lo que realmente me tenía la cabeza un poco loca, era el baile de fin de curso. Por supuesto, iría con Robín. Demostró ser todo un caballero al presentarse en mi puerta para pedírmelo. Incluso, mi madre estaba tan emocionada, que prometió confeccionar mi vestido ella misma. Además, sé que le emocionaba que fuera con Robín, debido a su edad, porque lo consideraba apropiado para mí. Pero si algo había aprendido, era que la edad no siempre determinaba lo que sentías en el corazón. Eso era trabajo del tiempo y de revelarlo.

Finalmente, había llegado al baño de chicas, cercano al pasillo. Después de usar el W.C. y comenzar a retocar mi maquillaje, vi a un hombre a mi espaldas en el espejo, como hacía meses atrás. Ya sabía que no era Lastter, era otra presencia, una sombra en la penumbra del lugar, acechándome constantemente. El terror se apoderó de mí, recordándome que no estaba tan segura como creía, pese a que no le conocía y que Lastter nuevamente no había vuelto a aparecer.

No podía ver su rostro, y con voz temblorosa, pregunté:

—¿Quién eres? ¿Qué quieres?

El hombre se giró lentamente hacia mí, su rostro oculto bajo aquel manto de oscuridad, solo sus ojos, fríos e implacables, destellaban malicia. Cada palabra que pronunciaba parecía arrastrar el miedo consigo:

—Sólo un admirador tuyo, al cual le fascina verte sufrir —respondió con voz áspera, su risa macabra resonando en el pequeño espacio.

—¿Por qué haces esto?

El eco siniestro de sus palabras me estremeció. Su sonrisa malévola se hacía evidente en su tono.

—Por diversión. No sé tú, pero yo me estoy divirtiendo demasiado. No creas que tu secreto es tan oculto como crees.

—¿Qué quieres decir?

El sudor frío recorría mi espalda mientras mis piernas apenas sostenían mi peso. Su mirada penetrante perforó mi alma:

—Sé lo tuyo, lo de Monique, tu aventura con Dilan y cómo te ha abandonado, y tu nueva conquista; sé lo del accidente en donde debiste morir junto con tu novio y tus amigas.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, y un nudo en la garganta me impedía hablar. Como un botón de emergencia, fui presionada hasta mi límite. La revelación de este extraño me golpeó como un martillo en el pecho, desatando un torbellino de emociones incontrolables. Sin pensarlo, lancé una onda psíquica hacia él, pero como un espectro, desapareció en un parpadeo. La furia y la angustia recorrían cada fibra de mi ser, y sin control, mi poder se volvió una fuerza destructiva. La tierra vibró, y con el chillido de los vidrios romperse y un sonido estruendoso, el baño quedó en ruinas, un desastre total que se sumió en la oscuridad.

En el exterior, se oyeron los gritos horrorizados por el estruendo espeluznante. Sabiendo que, a ojos de otros, lo que había ocurrido hubiera parecido una explosión. Me di cuenta de que debía huir. Si alguien me veía aquí, pensaría que era un ataque terrorista, y eso solo empeoraría las cosas.

Al salir al pasillo, efectivamente la gente corría del lugar y solo me sumé en el desespero d elos estudiante, tratando de disimular que, al igual que ellos, estaba aterrada. Y lo estaba, pero por otras circunstancias. Busqué desesperadamente a Robín y lo divisé en el cafetín. Con señas urgentes, lo hice correr hacia mí. Y cuando estuvo lo suficientemente cerca, lo tomé por el rostro y lo besé con frenesí, como si quisiera depositar en él toda la frustración y el miedo que sentía en ese momento. Cuando finalmente logré separarme de sus labios, jadeante y aterrada, murmuré:

—Tenemos que irnos... ¡Ahora! ¿Podrías sacarme de aquí?

Robín, aún aturdido por la explosión y el caos, parecía no procesar del todo lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, el pánico en los rostros de los estudiantes lo sacudió de su atontamiento. La amenaza de un ataque terrorista era palpable.

—Pero aún hay clases... —murmuró, aunque su voz mostraba la misma ansiedad que se reflejaba en sus ojos.

—Por favor te lo pido, quiero alejarme de aquí —le rogué, mi voz temblorosa. Los gritos y la confusión se intensificaban a nuestro alrededor—. ¿Qué si lo que sea que esté pasando sigue rondando?

Robín me miró, compartiendo mi angustia, y asintió.

—Está bien, salgamos de aquí. No podemos quedarnos en medio de esto.

Me abrazó con fuerza, y por un momento, en medio del caos, sentí un atisbo de consuelo y seguridad.

 Gracias a Dios, había una salida de emergencia por el cafetín. Cuando salimos, vimos el aglomerado de estudiantes en el patio, todos llorando y asustados, creyendo que pudo haber sido un estudiante loco quien hubiera hecho eso. La policía llegó, y helicópteros policiales y del noticiero también aparecían. Sería otra noticia destacada ese día.  Robín miró hacia la distancia, observando a los demás estudiantes mientras hablaban acaloradamente sobre lo que acababa de ocurrir.

—¿Qué opinas sobre todo esto, Andrea? ¿Quién crees que pudo haber sido? —preguntó, con esa mezcla de preocupación y curiosidad en su voz.

Mi mirada se desvió hacia el tumulto de voces que llenaba el lugar, y por un momento, me sentí perdida en mis pensamientos.

—No tengo idea de quién pudo haber sido, Robín, y la verdad es que eso no es lo que me hace llorar.

Hubo un breve silencio mientras él asimilaba mis palabras. Parecía como si estuviera conteniendo algo. Entonces, al llegar al estacionamiento, subimos al auto y nos dirigimos hacia aquel prado que había conocido. 

Vi este bañado por el sol del verano, y como se extendía como un vasto mar de oro. Las flores silvestres desprendían su aroma dulce y fresco, y la hierba se mecía con gracia bajo la brisa cálida, que acariciaba incluso mi piel con una caricia cálida. El zumbido de insectos y el canto de pájaros llenaban el aire. Robín se apoyó en el capó del auto, mirando hacia el horizonte. 

Como una niña buscando protección, me apoyé sobre él, rodeándome con sus brazos. El sol se sentía caliente, pero no era molesto en aquel momento en el que bañaba todo a nuestro alrededor. A pesar de la belleza del lugar, las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Robín me abrazó con fuerza. 

Después de desahogarme y recobrar la compostura, Robín rompió el silencio:

—¿Qué te pasa, Andrea? Desde que llegaste y desde que estamos juntos, te he visto diferente. Me encantas y te quiero mucho, pero extraño a la chica alegre y carismática que solías ser. Parece que siempre estás triste y actuando de manera automática en todo lo que haces, incluso cuando intento animarte. Sé que has mejorado, pero no eres la misma.

Me volví para verlo, y me di cuenta que ese era lo que estaba conteniendo. Lo tenía guardado y ahora había aflorado. Por supuesto, me sentí vulnerable en ese momento, con la mirada de Robín clavada en mí. Pero sabía que no podía ocultar más lo que estaba sintiendo:

—No es por ti, de verdad. Siento que no estoy viviendo la vida, como si solo coexistiera en un rincón del mundo.

—Andrea, estoy tratando de ser fuerte aquí y de apoyarte en lo que sea que estés pasando. Pero esto no es solo sobre lo que acabó de ocurrir en el baño, ¿verdad? Algo te está afectando profundamente, y necesito saber qué es porque he intentado todo lo posible para hacerte sentir mejor.

—No eres tú... es que.... pensé que en Nueva York encontraría la oportunidad de que mi vida cambiara y que volviera a sentirme plena, como antes —confesé sin más—. Y siento que una vez la tuve, pero la volví a perder... es como si algo estuviera en mi contra. Primero Dan y Selena, y luego...

Robín abrió tanto los ojos como la boca, para luego transformar su rostro en decepción. Y completó la frase, entendiendo el peso de lo que se avecinaba:

—Dilan...

—¿Qué quieres decir? —pregunté, sintiendo la vergüenza de admitirlo.

Robín me miró, con una expresión sincera.

—No necesito ser un experto para entenderlo, Andrea. Solo dime que no es cierto, y lo aceptaré.

No pude negar la verdad, sabía que Dilan había sido una parte importante de mi vida. Así que, solo hubo un silencio. Lo menos que esperaba, era que justo él se diera cuenta de todos mis conflictos. 

—Sé que es por él, Andrea, y no estoy seguro de poder competir en su contra, ya que tengo todas las de perder pues él ha vivido y experimentado lo mismo que tú. ¿Cómo compites contra alguien que tiene mucha más afinidad con su chica?

—¿De dónde has sacado eso?

—Por favor... —su voz sonaba en súplica—. No vayas a mentirme. No te conviertas en esa clase de persona. No necesito tener una excelente vista o ser psíquico para saber que es por eso. Solo dime que es mentira y que nunca tuviste algo con él y lo aceptaré como si nada hubiera ocurrido.

Lo miré fijamente, sabía que no lo diría; no podría negar a Dilan. Así que solo me quedé callada mientras este sonreía, decepcionado.

—No puedo negar que hubo algo entre nosotros, pero estoy haciendo todo lo posible para amarte. Dame tiempo —dije finalmente, tragando grueso y llena de mucha pena. Tampoco podía negar que sentía miedo de saber cómo terminarían las cosas.

Robín asintió, sin cambiar su expresión anterior.

—Así que tiempo... —murmuró, pensando en lo que había dicho—. Bien, sí eso es lo que necesitas, te doy tiempo, Andrea, pero también te pido que lo intentes con más fuerza. No conozco toda tu historia, pero trato de ir a tu ritmo.

Tenía razón, pero había cosas que debían permanecer ocultas. Suspiré y me sumergí en los recuerdos, contándole a Robín todo lo que había vivido antes del accidente. Le hablé de mis amigas, de Dan, y todo sobre Dilan, aunque omití ciertos detalles delicados. Estaba claro que no le diría nada acerca de Galica. Era suficiente que mi hermano, Clear, Monique y Dilan conocieran ese secreto. Robín, como siempre,  escuchó con paciencia y atención.

Horas después, cuando la tarde se convertía en noche, regresamos a la ciudad. Me sentía considerablemente más tranquila y relajada después de haber compartido mis secretos más profundos. De hecho, en el auto, bromeamos como nunca. Esta faceta divertida y juguetona de Robín era una novedad para mí, y debía admitir que me agradaba.

Una vez en mi habitación, decidí darme una ducha para relajarme y limpiar mi mente de las tensiones del día. Luego, como solía hacer a escondidas de mis padres, me convertí en Galica. Con la ayuda de Clear, había adquirido una elegante moto negra que me encantaba. Con ella, exploraba la ciudad y lidiaba con los problemas locales de una forma que nadie más sabía. Esta noche en particular, había frustrado los planes de una pandilla que intentaba robar una tienda de electrodomésticos. Era mi pequeña contribución para mantener la paz en la ciudad.

Como era mi costumbre, no solía alejarme de la escena hasta que vislumbraba la llegada de las patrullas de policía. Pero esa noche, mientras observaba los destrozos causados por la banda que intentó robar, una figura conocida se aproximó. 

Dicha persona no era otra que el mismo oficial que me había sorprendido en una situación similar cuando detuve al Maestro de las Sombras. El mismo oficial que me había robado un beso, desencadenando una serie de eventos que terminaron con mi relación con Dilan. En otras palabras, el auspicio de mi mala suerte estaba de nuevo en escena.

Las luces de la ciudad se reflejaban en su cabello rubio perfectamente peinado, con un mechón rebelde que caía sobre su frente. Sus ojos azules, brillantes y alegres, lo delataban como el mismo hombre que conocí antes. Su rostro expresaba amabilidad, pero también un toque de coquetería. Su mentón cuadrado y su uniforme ceñido a su figura atlética completaban el cuadro.

De inmediato, me puse a la defensiva y me preparé para lanzar una onda psíquica, en caso de que fuera necesario.

—Detente —le espeté con firmeza.

El oficial alzó las manos en un gesto de rendición, su expresión ahora mostraba sorpresa y precaución.

—No te haré daño —aseguró, su voz teñida de cautela.

—El único trato que tendré con usted, oficial, y con todos sus colegas, es el de la distancia. Yo atrapo a los delincuentes y ustedes los encierran. Así que, si no le importa, necesito irme. Espero que eso quede perfectamente claro, a menos que quiera experimentar de nuevo la sensación de estar presionado contra su propio auto.

Mi voz sonaba inquebrantable, y la tensión entre nosotros era palpable en el aire. Sabía que no tenía ningún deseo de verlo involucrado en mi mundo de caos, superhéroes y villanos. Lo último que necesitaba en mi vida era un oficial de policía coqueteando conmigo mientras trataba de hacer lo correcto en una ciudad gobernada por el crimen y la oscuridad.

—¿Contra mi auto? —Se preguntó confundido. 

Y sin previo aviso, con el uso de mi telequinesis, lo aprisioné contra el auto. 

—Sí, contra su auto —le reafirmé, severamente. 

La tensión entre el oficial y yo era palpable. Una situación incómoda por donde se miráse. 

Sus amigos, los otros oficiales, observaban la escena boquiabiertos, sorprendidos por mi demostración de poder y mi amargura contra el oficial. Josh Clinton, parecía atrapado y abrumado por la fuerza de mi telequinesis, sus palabras apenas salían de sus labios presionados contra el auto.

—Entendido, solo quería pedirte disculpas por lo que ocurrió la vez anterior. No sabía que iba a causar tanto revuelo —dijo, su voz reflejando la dificultad de la situación mientras sus ojos se encontraban con los míos. En ese instante, pude ver la sinceridad en su mirada. Su aliento tembloroso marcaba su inquietud—. Pasaron meses en los que la prensa y acosadores me perseguían solo por conocerte. Hay dinero de por medio solo por descubrir quién eres, ¿lo sabes? —asentí, consciente de que mi identidad era un secreto valioso en manos equivocadas—. También quería presentarme, me llamo Josh Clinton.

—Mucho gusto, Josh Clinton. Gracias por la disculpa, aunque eso no corrige las consecuencias que tuve que vivir después de eso —respondí, manteniendo una actitud firme. La cicatriz en mi memoria aún estaba fresca—. Deberías recordar que el poder que poseo es peligroso cuando se abusa de él.

Sin soltarlo, usé mi telequinesis para liberarlo y lo dejé en el suelo con cuidado, permitiéndole recuperarse. Antes de que pudiera acercarse de nuevo, desaparecí entre los techos de los edificios circundantes. La sensación de levitar por el aire me reconfortaba, y pronto llegué a donde había ocultado la moto. Era un escondite perfecto, un local clausurado y abandonado que Clear había conseguido gracias a sus conexiones.

Mientras recorría las calles de la ciudad, me sentía libre. La brisa nocturna acariciaba mi rostro, y el zumbido del motor de la moto resonaba en mis oídos, llenándome de energía y emoción. Era en esos momentos que me sentía más viva que nunca, protegiendo mi ciudad y enfrentando los peligros ocultos en las sombras.

Finalmente, cuando regresé a mi habitación, encontré una bonita caja dorada sobre la cama. Reconocí el logo en la caja como el de la marca de moda de mi madre. Sabía lo que eso significaba, y no pude evitar una sonrisa mientras la abría.

Mi madre me había diseñado un vestido especialmente para mí. Era una muestra de su amor y su deseo de verme feliz. El vestido, de un elegante color blanco, llegaba hasta las rodillas y tenía una falda suelta y aireada, sin tirantes, tipo corpiño. Era simple pero elegante, justo como me gustaban las cosas. Sus detalles mostraban su cuidadoso diseño y su toque personal. La suave tela y la caída del vestido sugerían comodidad y elegancia al mismo tiempo.

Este gesto de mi madre me recordó que, a pesar de mis luchas y desafíos, había personas que me amaban y se preocupaban por mí. 

La emoción llenó mi corazón mientras sostenía el vestido en mis manos, apreciando su belleza y la conexión con mi madre que simbolizaba. Era un recordatorio de que, aunque llevaba una doble vida llena de secretos y peligros, aún tenía a mi familia y amigos que me apoyaban en todo momento. 

Para cuando me quité el traje, tomé mi celular justo cuando una videollamada de Monique iluminó la pantalla. Su rostro apareció en el dispositivo, radiante y llena de vida, como siempre:

—¿Cómo has estado, lindura? —preguntó Monique, su tono animado y pícaro.

—La verdad, excelente... a pesar de todo, estoy bien y acabo de terminar mi jornada de trabajo —respondí, con una amplia sonrisa, contagiada de su ánimo.

—Yo igual, aunque solo encontré a un bobo queriendo robar a una anciana. Espero que tú hayas tenido más suerte que simplemente lidiar con rateros comunes —comentó con una expresión de desdén por la delincuencia callejera.

—Solo una pandilla con ganas de hacer un poco de compras gratuitas: televisión, lavadora, y quién sabe, tal vez hasta una cocina —reímos las dos como adolescentes traviesas antes de continuar—. Eres la única que busca una amenaza mayor. Me hubiera gustado rescatar a unas pobres ancianitas. Eso me habría permitido llegar a casa mucho más temprano.

Monique miró hacia atrás, donde parecía que su madre le decía algo. Luego, volvió su atención a la cámara.

—Quizás... pero amo la adrenalina —dijo con una mirada traviesa en sus ojos—. Oye, Andrea, te dejo. Estoy bastante cansada y mi madre insiste en que me acueste temprano. Solo necesito un día completo de sueño, ¿sabes?

Hice una mueca resignada y añadí: —Bueno, en ese caso, creo que deberíamos despedirnos por hoy. Estoy realmente agotada. Prometo mostrarte el nuevo vestido para el baile pronto.

—¡Espera! ¿Un baile? —Monique preguntó, su voz llena de emoción.

—Adiós, Monique —canturreé con un guiño pícaro.

—¡No! ¡Andrea! ¡Me muestras cómo te queda el vestido, no puedes usarlo sin que sea la primera en verte con él puesto! ¡Andrea!...

Con una sonrisa en los labios, colgué la llamada y dejé escapar una risita. Las emociones del baile me invadieron, y, ansiosa y risueña, me dejé caer sobre mi cama. No me llevó mucho tiempo conciliar el sueño, envuelta en la dulce anticipación de una velada especial que se avecinaba.

Por supuesto, no había dejado de pensar en el hombre del baño. Pero mi noche se volvió tumultuosa cuando recordé que habían cámaras en los pasillos, para ese momento, todos habrían sabido que salí del baño justo después del supuesto ataque. ¿Qué iba hacer?


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro