*** Drago***

Su olor a mi lado, sus latidos y gruñidos son los únicos que me hacen dormir, sentir esos movimientos sorpresivos, como ese puñetazo que terminó sacándome de la cama; si no son estos son patadas cuando sueña verse corriendo. Para un humano normal el día sería maravilloso, pero para mí es una agonía; la intensidad del sol molesta y sofoca, obligándome a correr las cortinas y permanecer en la oscuridad. Vuelvo acostarme a su lado, recibiendo su agarre fuerte en mi costado.

— Marcos despierta, prometiste ayudar a Joan, ¡sal ya!, — expreso sin ni siquiera hacer que se mueva. Con resignación uso la técnica que siempre me ha funcionado; voy hasta su cuello y clavo suavemente mis colmillos en él, en segundos sale disparado.

— ¡No me muerdas! — grita semidormido.

— Lo siento es que eres difícil de despertar; además es rico saborearte en la mañana — aclaré

— Idiota, también me gusta saborearte — exclama acercándose, juntando su boca a la mía, para luego salir a toda prisa.

Con la soledad disfruto de lo que él me deja, su esencia, los rastros de su fuerza en mi cuerpo que ya comenzaban a desaparecer; y ese sabor dulce que no ha cambiado en estos 20 años. De tanto pensar en él, mi mente me lleva a recordar por lo que pasamos, todas las fiestas, nuestra música y comida favorita, tristezas cuando el perdió a su abuela y yo a mis padres; pero lo que más marcó fueron nuestros propios cambios. Debido a estos nos separamos, nos jugamos la vida. Fui un estúpido al no notar lo que él era; pero cuando lo supe fue tarde yo también me había transformado.