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✨ 045 ✨ |Capítulo narrado|

Ya casi eran las 8:00 y Samuel ya estaba más que listo para la fiesta.

Estaba emocionado, pues al fin conocería a Guillermo. En Instagram parecía una persona maja, además de adorable, claro está, pero Samuel tenía intriga de saber si sería así en persona.

Cuando el reloj marcó las 8:00, tomó sus cosas y salió de su casa a toda leche. Él no era de las personas que llegara temprano a las fiestas, pero esta no era cualquier fiesta, así que debía estar puntual.

Guillermo estaba arreglando los últimos detalles de su atuendo. Quería estar presentable para... para nada, en realidad. Que su ex novio se fuera a presentar en la fiesta no tenía nada que ver, y menos el hecho de que esa misma noche, en ese mismo lugar, fuera a conocer a Samuel.

A eso de las 8:27 salió de su casa, acompañado de Frank, quién desde hace unos dos días se había quedado a dormir ahí.

—¿Emocionado, compi? —preguntó Frank, mientras cerraba la puerta de la casa.

—¿Por qué debería estarlo? —respondió Guillermo—, es sólo una fiesta.

—Sí, claro —dijo Frank con sarcasmo.

Ambos chicos caminaron hasta el lugar en el cual se efectuaría la fiesta, ya que estaba remotamente cerca de su posición actual.

—¡Willy, Frank! —dijo Abel en cuanto los vio entrar, llevaba en la mano un vaso rojo con lo que parecía ser Vodka.

—¡Abel, cara caja! —gritó Frank, seguido de una sonora risa, la cual fue acompañada con la risa escandalosa de Abel. Guillermo sólo rió entre dientes.

Frank y Abel se enfrascaron en una conversación muy animada, pero Guillermo se sentía fuera de lugar. Los veía pero no los escuchaba. Era cómo sí él estuviera ahí, pero su mente estuviera en otro sitio.

Poco a poco se fue alejando de ellos, y se dirigió a la barra, en donde pidió un ron con coca, para calmar un poco sus nervios.

—Hola, enano —dijeron desde detrás.

Guillermo se giró sobre sus talones y, al estar frente a frente con el dueño de aquella voz, sonrió con sinceridad.

—Etni, viniste —dijo, todavía con la sonrisa pintada en los labios.

—Hombre, claro —respondió obvio—. No quería romper tu corazón.

Ambos chicos se unieron en un cálido y familiar abrazo. Guillermo, aún entre los brazos de Etni, cerró los ojos. Había olvidado lo bien que se sentía entre ellos.

Pero, cuando los abrió, se encontró con una penetrante mirada.

Como si lo hubieran descubierto haciendo algo malo, soltó de golpe a Etni y se arregló la camisa, todo sin apartar la vista de aquel chico.

Samuel lo vio. En brazos de, quien supuso, sería aquel molesto chico de Instagram. Pero no importaba mucho, aquí lo importante era que al fin lo había visto. Con paso decidido, se acercó a ellos. Su objetivo era Guillermo, el otro chico no importaba.

—Willy... —dijo Samuel en cuanto estuvo frente a frente con el menor.

—Ve-Vegetta —tartamudeó Guillermo. Samuel sonrió.

—¡Vegettita, macho! —gritó Frank. Samuel se giró a verlo y lo estrechó en un amigable abrazo—. ¿Y tú? —le dijo a Etni—. Fuera de aquí. Esta es Zona Wigetta.

Después de decir aquello, Frank tomó a Guillermo y a Samuel de las muñecas y los jaló a una mesa, en la cual estaba sentado con Abel.

—Espera, dejé mi vaso —dijo Guillermo, tratando de volver hacia la barra.

—No te preocupes, pide lo que quieras —dijo Frank—. Esta noche es especial, así que yo invito.

—Hombre, pues gracias.

Todos pidieron sus respectiva bebidas y se dispusieron a charlar. Aunque, de nuevo, los únicos que hablaban eran Frank y Abel. Guillermo y Samuel simplemente estaban ahí, mirándose el uno al otro. Samuel sonreía y Guillermo trataba con todas sus fuerzas no ruborizarse.

—Chicos, ¿una foto? —preguntó Frank.

Samuel fue el primero en asentir a modo de respuesta, así que pasó su brazo por los hombros de Frank y ambos sonrieron a la cámara. Después se hicieron una foto con los otros dos, para después postearlas en Instagram.

—Willy, ¿quieres bailar conmigo? —preguntó Samuel.

Guillermo abrió la boca para responder, pero algo lo detuvo. Unas manos lo tomaron por los mofletes y le hicieron girar su cara hacia la derecha. Antes de que pudiera poner resistencia, unos labios se encontraban sobre los suyos. Abrió mucho los ojos y se encontró con la mirada divertida de Etni.

Después de unos segundos, Guillermo correspondió aquel beso.

Etni abrió los ojos y miró a Samuel, como demostrando algo.

Frank y Abel estaban flipando con aquella escena. ¿Samuel? Samuel estaba que echaba humo por las orejas.

—Bueno, ya estuvo, ¿no? —gritó Samuel, empujando a Etni, haciendo que se separara de Guillermo.

—¿Ya estuvo qué, cabrón? —gritó Etni.

—Quítale las manos de encima —dijo Samuel, con los dientes apretados.

—¿O si no qué?

Frank, al ver que Samuel estaba con todas las intenciones de golpear al chico, se acercó y lo rodeó por la cintura, tratado así, de que no hiciera algo de  lo cual pudiera arrepentirse.

—¡Mierda, suéltame! —gritó Samuel.

—¡Samuel, no! ¡No hagas una tontería! —dijo Frank.

—Chicos, ya basta —dijo Guillermo.

—No tengo la culpa de que prefieras besarme a mí, y no a él —dijo Etni socarrón.

—¡Ahora sí lo mato! —gritó Samuel.

En un movimiento rápido, Samuel se escapó del agarre de Frank y fue directo a por Etni.

Él, al darse cuenta de lo que se avecinaba, tiró un puñetazo en su dirección, estampándolo justo en el pómulo de Samuel.

Guillermo, al darse de cuenta de aquello, empujó a Etni. Ya se estaba empezando a cabrear. Antes de que Samuel pudiera golpearlo de regreso, Guillermo se puso en medio de ambos.

—¡Yo flipo! ¡FLIPO! —gritó Guillermo—. Es mejor que te vayas —le dijo a Etni.

Él sonrió y se acercó para besar sus labios. Un simple beso de menos de un segundo, como despedida.

—Adiós, Samuel —dijo riendo.

—Maldito hijo de p... —dijo, pero Guillermo lo interrumpió.

—Ya cállate.

—Pero...

—Cállate. Ven conmigo.

Tomó a Samuel de la mano y lo condujo hasta el baño. Le dijo que se sentara en la barra frente al espejo y después salió de ahí. Regresó segundos después con una botella de agua, un trapo blanco y varios hielos.

Dejó las cosas a un lado de Samuel y se posicionó entre sus piernas para estar más cerca de la zona afectada. Tomó algunos hielos y los envolvió con el trapo, para después mojarlos un poco.

—Debiste dejar que lo matara —dijo Samuel con los dientes apretados, mirando hacia otro lado.

—Las peleas no me gustan —respondió Guillermo, poniendo el hielo envuelto sobre el pómulo de Samuel—. Y de todos modos, ¿por qué querrías matarlo? Él no te hizo nada.

—Nada, dice —dijo Samuel con indiferencia—. No sabía que fuera tu novio.

—Si fuera mi novio, ¿realmente crees que estaría aquí contigo? No seas tonto, no es mi novio.

—¿Entonces por qué te besó? —preguntó Samuel—. ¿Por qué te dejaste?

—Supongo que estaba borracho. Igual, ¿a ti que te importa?

—Estaba borracho... —Guillermo asintió. Quitó el hielo envuelto del pómulo de Samuel y lo volvió a mojar, para después acercarlo de nuevo a su rostro—. Entonces, si te beso y digo que estoy borracho, no te importaría.

—Cállate ya.

—No. No me quiero callar. No cuando se trata de ti.

Samuel tomó la mano de Guillermo y le quitó los hielos para dejarlos a un lado. Con su mano libre, tocó su clavícula. Guillermo tensó su cuerpo al instante, pero no se alejó. Samuel fue subiendo su mano, pasando por su cuello hasta llegar a su mejilla.

Con su dedo pulgar, delineó el labio inferior de Guillermo, sintió su alieno caliente sobre su piel.

Guillermo miró a Samuel directo a los ojos, pero luego bajó su mirada y la clavó en sus labios.

—Es una grosería que mires mis labios y no los beses —dijo Samuel en voz baja.

Y, sin pensarlo dos veces, Samuel bajó su mano hasta la nuca de Guillermo, atrayéndolo hacia sí.

Era ahora o nunca.

Cuando sus labios estuvieron juntos, Samuel abrió la boca, lo que hizo que Guillermo mordiera su labio inferior, juguetón. Cuando Samuel sintió los dientes del menor sobre su labio, sonrió y se acercó más.

—Veamos si la foto que me mandaste es real —dijo Guillermo entre el beso, mientras desabotonaba la camisa de Samuel.

—Es real chiqui —dijo Samuel, bajándose de la barra en la que estaba sentado.

Samuel tomó a Guillermo de la cintura y lo hizo girar para que le diera la espalda. Ahora ambos se miraban a través del espejo. Samuel empujó levemente a Guillermo para que quedara inclinado hacia la frente y pegó su pelvis al trasero del chico.

—Mi erección también es real —dijo con la voz gruesa—. Siéntela...

—Ahhh —gimió Guillermo.

—Mmm... Te gusta, ¿eh? —dijo, y volvió a restregar el bulto en su pantalón en el trasero del menor.

—Aahhh —volvió a gemir, esta vez mordiéndose el labio inferior.

Samuel coló una de sus manos al bulto que ya empezaba a formarse en el pantalón de Guillermo. Lo apretó mientras que con su otra mano sostenía el cuello de Guillermo, todo sin dejar de mover sus caderas sobre su trasero.

Guillermo tomó la mano de Samuel, que estaba en su cuello, y se metió el dedo índice a la boca.

—Necesitas algo en la boca, ¿eh? —dijo Samuel—. Ya tendrás algo en la boca, tranquilo.

Guillermo se irguió y giró para quedar frente a frente con Samuel. Puso su mano en su pecho y la fue bajando hasta llegar a su cinturón. Miró aquella zona y luego miró a Samuel.

Sin qué nadie lo pidiera, se puso de rodillas mientras se deshacía del cinturón. Se acercó a la bragueta y lamió por sobre la tela del jean, haciendo que Samuel hiciera su cabeza hacia atrás.

Con dedos ágiles, desabrochó el pantalón del mayor y lo bajó con todo y bóxer, dejando libre aquella dolorosa erección. Guillermo la miró y se relamió los labios.

Primero pasó su lengua por el meato, para después irla bajando hasta la base, justo donde están los testículos.

—Mmmm —dijo Samuel con los ojos cerrados, mientras enredaba sus dedos en el cabello del menor—. Eso se siente tan bien.

Protegiendo sus dientes con sus labios, Guillermo metió el falo de Samuel a su boca. Primero lento, pero luego fue aumentando la intensidad.

Guillermo miraba a los ojos al mayor mientras realizaba la felación. Samuel encontraba aquello tan sexy... Ver la mirada de Guillermo mientras lo penetraba por la boca...

—Mierda, ahhhh, mierda... —gruñía Samuel—. Lo haces tan bien...

En el baño solo se escuchaba el ruido de la respiración acelerada, gruñidos y maldiciones por parte de Samuel, y el sonido que hacía el pene del mayor llegando a la garganta de Guillermo.

Sin avisar si quiera, Samuel se corrió en la boca de Guillermo, quien lo saboreó mientras tragaba.

El menor se puso de pie y sonrió mientras se mordía el labio inferior.

Samuel lo tomó por la cintura y lo hizo girarse, para que quedara nuevamente mirando al espejo.

—Quítate el pantalón —ordenó.

Guillermo lo miró a través del espejo y sonrió al ver que Samuel empezaba a pasar su mano por toda su longitud mientras lo miraba.

—¿Te habían dicho antes lo delicioso que sabes? —preguntó Guillermo, mientras se quitaba el pantalón.

—Oh, mierda, si sigues hablando así, me correré de nuevo...

Una vez que ambos tuvieron el pantalón abajo, Guillermo acercó su trasero a la erección de Samuel, haciendo que este sonriera. El mayor puso la mano en su espalda y lo empujó hacía el frente, haciendo que quedara en cuatro, con su trasero a su merced.

Samuel comenzó a pasar su pene sobre la entrada de Guillermo, haciendo que este gimiera. Poco a poco fue introduciéndolo, para no lastimar a Guillermo.

—Eres tan estrecho, joder —gruñó Samuel.

Después de algunos segunos, los cuales parecieron interminables para Guillermo, el falo de Samuel estaba completamente dentro de él.

—Iré lento, bebé —dijo Samuel en voz baja—. No te quiero lasti...

—¡Qué me cago en todo, tío! —se molestó Guillermo—. Sólo hazlo de una vez. Fuerte, me gusta fuerte.

Al terminar de decir aquello, Guillermo se movió hacia atrás con brusquedad, haciendo que Samuel entrara aún más profundo. El mayor apretó fuertemente las caderas de Guillermo, clavando sus uñas en ellas.

—Ahh, joder —gimió Guillermo.

Samuel sonrió malicioso y se agarró con fuerza a las caderas del menor. Comenzó a salir y entrar en él, haciendo que cada maldito roce se sienta como el mismísimo cielo.

Estocadas fuertes, rudas...

—¡Oh, mierda, Guille! —gruñó Samuel, sin dejar de penetrar al menor.

—Mmmh, coño.... ¡Ahh! —gemía.

Guillermo se aferró con fuerza a las baldosas de la barra del baño. Trataba con todas sus fuerzas de no caerse, pero sus piernas ya comenzaban a temblar, en espera del clímax.

Ambos cuerpos estaban perlados por el sudor, ambos tenían el cabello pegado a la frente.

La mano derecha de Samuel dejó su posición y se fue colando hacia el pene de Guillermo, el cual tomó y acarició, dándole a Guillermo una doble placentera sensación. Mientras que su mano izquierda se encargaba de agarrar sin pudor el trasero del más joven.

Guillermo se irguió y pegó su espalda al pecho de Samuel. Giró su cabeza hacia la derecha y buscó con desesperación la boca del mayor. Samuel subió su mano izquierda al cuello del chico, en un agarre posesivo, mientras que su otra mano la ponía en su abdomen, tratando así de sostenerlo y de impedir que callera.

El menor subió ambas manos y las enredó en el cabello del mayor.

—Me encantas —susurró Samuel.

Unas cuantas penetraciones más, y ambos llegaron a la cúspide del placer. Habían llegado juntos. Y Samuel realmente esperaba que se quedarán juntos ahí.

—Me encantas, mierda... ¡Me encantas! —dijo Samuel, con la respiración acelerada—. Gracias por esta bonita noche.

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