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Nota: Esta actualización no tiene nada que ver con la historia, solamente me gusto como quedo, así que se los dejare por aquí 🙊 y mañana continúo con el maratón 👀
Y disculpen si no actualizo tan seguido como antes, pero termino súper cansada, en fin :(( pero aquí les dejo esto 💙💜.
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La Playera del Chico YEET.
Eran las 6 de la mañana y el sol apenas comenzaba a colarse por las cortinas de la habitación. Ella revisaba su bolsa deportiva, asegurándose de no olvidar nada antes de salir al gimnasio. En medio del caos de su maleta , se dio cuenta de que no tenía una playera limpia para entrenar.
—¡Joshua Fatu! —gritó desde la habitación—. ¿Tienes una playera que me prestes?
Jey, que aún estaba medio dormido, señaló con un gesto hacia su lado del armario. Ella abrió el cajón y, después de rebuscar, encontró una playera... pero era rosa. No cualquier rosa, era un tono brillante, casi neón, con el logo de "YEET" en tono blanco con azul.
Ella arrugó la nariz. Nunca había sido fan del color rosa. Siempre prefería tonos más oscuros, más neutrales, algo que combinara con su actitud seria y su estilo como luchadora. Pero no tenía tiempo para ponerse quisquillosa.
Se la puso. La playera le quedaba un poco grande, pero se ajustaba de una manera cómoda. Bajó al comedor, donde Jey ya estaba sirviendo café. Cuando la vio con su camiseta, una sonrisa enorme se dibujó en su rostro.
—¿Esa no es mi playera rosa? —preguntó, tratando de contener la risa.
—La única que tenías limpia —respondió ella, encogiéndose de hombros—. No hagas un drama.
—Te ves... diferente. —La miró de arriba abajo, todavía divertido.
—¡Ni empieces! —dijo ella, apuntándolo con el dedo—. Es solo para entrenar.
Llegaron juntos al gimnasio, como siempre. Pero lo que no esperaba ella era que todos sus compañeros notaran la playera.
—¡Mira nada más! —bromeó Jimmy—. Nunca pensé que la veríamos usando algo rosa.
—Sí, claro —dijo ella, rodando los ojos—. Ríanse mientras puedan.
Jey, por su parte, no podía dejar de sonreír. Había algo especial en verla con su camiseta, aunque fuera un detalle pequeño.
Después de un par de horas de entrenamiento intenso, ella se estaba quitando sus guantes, Jey se le acercó, todavía con esa sonrisa en el rostro.
—¿Sabes? Creo que el rosa no se te ve tan mal.
—No te emociones —dijo ella, aunque no pudo evitar sonreír un poco—. Pero admito que es cómoda... aunque sigue sin ser mi estilo.
—¿Y qué tal si te consigo una en negro con el mismo diseño?
—Eso sí suena más como yo. Pero no creas que me vas a convencer de usar rosa otra vez.
Sin embargo, en el fondo, no podía negar que había algo agradable en llevar algo suyo, aunque fuera de un color que nunca habría elegido.
Y Jey, satisfecho, sabía que aunque fuera una sola vez, ella había cedido un poco... por él.
Jey la miró fijamente, aún con esa sonrisa que parecía no desvanecerse. Ella arqueó una ceja, notando cómo sus ojos recorrían cada detalle de la playera rosa que llevaba puesta.
—¿Qué miras tanto? —preguntó, con tono desafiante, aunque en el fondo sentía una pequeña chispa de nervios.
—Te ves increíble —respondió él, dando un paso más cerca—. Aunque te quejes, el rosa te queda... y además, es mío.
Ella resopló, cruzando los brazos.
—¿Ah, sí? No es para tanto, Jey. Sólo es una camiseta.
—Sí, pero es mi camiseta... y ahora está en ti. —La tomó suavemente de la cintura, mirándola con esos ojos que siempre lograban desarmarla.
—¿Qué haces? Estamos en el gimnasio —susurró, mirando rápidamente alrededor, aunque ya habían terminado su sesión y el lugar estaba casi vacío.
—Nada que no quieras hacer —murmuró él, inclinándose hacia ella.
Antes de que pudiera decir algo más, Jey la besó, profundo y cálido, con una mezcla de ternura y pasión que hizo que el mundo desapareciera por un instante. Ella, aunque un poco sorprendida, se dejó llevar. Sus manos terminaron apoyadas en el pecho de él, sintiendo su corazón latir rápido.
Cuando se separaron, él sonrió como siempre, encantador y seguro de sí mismo.
—Ahora, además de mi camiseta, también llevas un poco de mí.
Ella se quedó callada por un segundo, intentando esconder el leve rubor que subía por sus mejillas. Finalmente, rodó los ojos y lo empujó suavemente por el pecho.
—Eres un cursi, Jey.
—Y tú me amas por eso —respondió él, guiñándole un ojo.
Ella abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo, Jey tomó su rostro entre las manos y la besó. Fue un beso suave al principio, lleno de ternura, pero pronto se volvió más intenso. Sus manos bajaron a su cintura, atrayéndola más cerca, mientras ella instintivamente enredaba sus dedos en su cabello.
La temperatura parecía subir con cada segundo. El beso dejó de ser un simple gesto cariñoso y se transformó en algo más apasionado. Sus labios se movían con urgencia, como si ambos estuvieran intentando comunicar todo lo que sentían el uno por el otro.
Jey deslizó una mano por la curva de su espalda, y ella no pudo evitar un leve suspiro contra sus labios. Él se detuvo un momento, sus ojos oscuros encontrándose con los ojos azules de ella, como si estuviera buscando permiso para continuar.
—¿Qué estás haciendo? —susurró ella, aunque su tono estaba más lleno de anhelo que de reproche.
—Lo que debería haber hecho desde que te vi con mi playera —respondió él, con una sonrisa traviesa, antes de besarla de nuevo.
Sus cuerpos estaban tan cerca que parecía que el mundo entero se desvanecía a su alrededor. Nada más importaba. Sólo ellos dos, juntos, en ese momento.
—Jey... —murmuró ella entre besos, pero sus palabras se perdieron cuando él la levantó ligeramente, haciendo que sus piernas se entrelazaran alrededor de su cintura.
Ambos se quedaron en silencio, respirando con dificultad, sus frentes apoyadas la una contra la otra.
—Creo que debemos parar —dijo ella, con una sonrisa tímida, todavía sin aliento.
— Quizás tienes razón —respondió él, dándole un beso rápido en los labios antes de bajarla con cuidado—. Pero prometo que terminaremos esta conversación más tarde.
Ella rio suavemente, ajustando la playera rosa que ahora estaba algo arrugada. Tal vez el color no era tan malo después de todo... si significaba vivir momentos como este.
Mientras caminaban por el pasillo hacia la salida, ella notó las miradas de algunos Fans. La playera rosa, no era algo que usara Rhea Ripley así que era imposible de ignorar.
—¿Te importa que todos nos vean así? —susurró, sintiéndose un poco expuesta, aunque intentaba mantener su tono desafiante.
—¿Así cómo? —respondió Jey con una sonrisa tranquila, pasando un brazo alrededor de su cintura.
—Como si me hubieras "marcado" con tu ropa.
Jey se detuvo un momento, mirándola con una mezcla de diversión y orgullo. —Bueno, no puedo evitar querer que todos sepan que eres mía.
—Eres un posesivo, ¿lo sabías? —dijo ella, pero no pudo evitar sonreír mientras continuaban caminando.
—Y tú, una consentida —replicó él, inclinándose para besarla suavemente en la frente antes de abrirle la puerta de salida.
La noche afuera estaba fresca, y la brisa le hizo estremecerse ligeramente. Jey lo notó al instante. Sin decir una palabra, se quitó la chaqueta y se la colocó sobre los hombros.
—¿Y ahora qué? ¿También quieres que use tu chaqueta? —preguntó, arqueando una ceja.
—Obviamente. Combina con mi playera rosa —dijo él, con una risa ligera.
—Ridículo —murmuró, aunque no se quitó la chaqueta.
El trayecto al estacionamiento fue tranquilo, pero ambos sentían que la tensión de lo ocurrido en el vestidor seguía flotando entre ellos. Al llegar al auto,Jey la ayudó a subir al asiento del copiloto, pero antes de cerrar la puerta, se inclinó hacia ella.
—¿Estás lista para continuar lo que dejamos pendiente? —preguntó, con esa sonrisa traviesa que hacía que el corazón de ella latiera con fuerza.
—¿Aquí? —replicó, fingiendo indignación, aunque su voz sonaba más emocionada que molesta.
—No, preciosa. En casa. Y no te preocupes, ya encontré mi excusa perfecta.
—¿Qué excusa?
Jey sonrió, cerró la puerta y se dirigió al asiento del conductor. Al encender el auto, la miró con una expresión cargada de intención. —Te tengo que enseñar a amar el rosa.
Ella soltó una carcajada, pero el calor en sus mejillas delataba que estaba más que dispuesta a dejar que él lo intentara.
Esa noche, la playera rosa se convirtió en mucho más que un simple pedazo de tela; se transformó en un símbolo de su conexión, de su pasión y de lo que ambos significaban el uno para el otro. Y aunque ella nunca lo admitiría en voz alta, desde entonces, el rosa dejó de parecerle tan terrible. Al menos, cuando estaba acompañada de Jey.
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