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Rhea Ripley y Jey Uso eran inseparables. La relación había nacido de forma inesperada, pero ambos compartían un vínculo tan fuerte que ni los comentarios del vestuario ni las críticas en redes podían romper. Jey le daba a Rhea la calma que no sabía que necesitaba, y ella a él la fuerza para ser quien realmente quería ser. Pero no todos estaban felices con su unión, especialmente Roman Reigns.
Para el Jefe Tribal, Jey no podía permitirse distracciones. Su camino era la Bloodline, y cualquier cosa fuera de eso era un problema. Una noche, Roman llamó a Rhea a un rincón del estadio, donde la esperaba con una mirada implacable. Buddy Murphy, casualmente presente, se apoyaba en una pared cercana, como si supiera exactamente lo que venía.
—Rhea, eres un problema —comenzó Roman, su voz tan firme como un martillo golpeando un yunque—. Jey no puede enfocarse en su destino mientras tú estés en su vida.
Rhea cruzó los brazos, desafiante.
—No te metas en nuestra relación, Roman. Jey y yo estamos bien.
Roman sonrió, pero no había calidez en sus ojos.
—Eso es lo que crees. Pero déjame ser claro: si no lo dejas, destruiré todo lo que tiene. Su carrera, su lugar en la Bloodline... incluso su legado. Y tú sabes que puedo hacerlo.
Rhea sintió que el aire se volvía pesado, pero no respondió. Roman, al ver su silencio, añadió:
—Buddy tiene una idea para resolver esto.
Buddy, que había estado observando con una sonrisa burlona, dio un paso adelante.
—Subo una foto, y todos creerán que tú y yo hemos vuelto. Jey no querrá saber nada más de ti después de eso.
Rhea quiso negarse, quiso enfrentarse a Roman y Buddy, pero sabía que Roman no mentía. El destino de Jey estaba en juego, y no podía arriesgarlo.
Buddy subió una foto antigua de cuando andaba con Rhea a sus redes sociales.
La noticia se esparció como fuego. Los comentarios estaban divididos entre sorpresa y odio hacia Rhea, pero el peor golpe llegó cuando Jey vio la imagen.
Rhea no estaba lista para enfrentarlo. Cada vez que intentaba llamarlo o escribirle, sus manos temblaban. ¿Cómo podía explicarle que había hecho todo para protegerlo? ¿Que había roto su propio corazón para que Roman no destruyera el de él?
Rhea, rota por dentro, sabía que el día en que tuviera que enfrentarlo llegaría. Pero no hoy. No mientras el dolor fuera tan crudo y Roman y Buddy siguieran teniendo tanto control. Solo podía esperar el momento adecuado para explicarle todo... si es que Jey estaba dispuesto a escucharla.
Jey Uso estaba en el vestidor, con el teléfono en la mano, viendo fotos de Rhea. Su sonrisa, su mirada, todo en ella lo tenía atrapado. Amaba a esa mujer como nunca había amado a nadie.
De repente, su celular vibró con muchas notificaciones. Le habían enviado una publicación.
Jey abrió el enlace y su corazón se detuvo. Era una foto. No cualquier foto. Buddy Matthews, el ex de Rhea, había subido una imagen donde estaban juntos. El recargado en los glúteos de Rhea.
El estómago de Jey se revolvió. La foto era reciente.
Jey no soporto ver la foto, estaba roto. Necesitaba respuestas, necesitaba escuchar de sus propios labios qué estaba pasando. Tal vez había una explicación, algo que pudiera aliviar el peso que sentía en el pecho.
Encontrarla no fue difícil. Rhea estaba en el gimnasio, sola, golpeando un saco de boxeo con tanta fuerza que parecía querer destruirlo. Jey se quedó un momento observándola, tratando de encontrar las palabras correctas, pero la imagen de la foto con Buddy lo carcomía.
—¿Por qué? —fue lo único que dijo, su voz cargada de emociones reprimidas.
Rhea se detuvo, dejando que el saco se balanceara. No se giró de inmediato, pero al escuchar su voz, supo que este momento era inevitable. Se limpió el sudor de la frente y se giró lentamente hacia él, su expresión endurecida como una máscara.
—¿Por qué qué? —respondió con frialdad, fingiendo no entender.
Jey dio un paso más cerca, su mirada buscando algo en sus ojos.
—No juegues conmigo, Rhea. La foto. Tú y Buddy. ¿Qué significa eso?
Ella suspiró, cruzando los brazos. Había decidido que tenía que alejarlo para protegerlo, y si eso significaba romperle el corazón, entonces sería cruel si era necesario.
—Significa exactamente lo que parece, Jey. Volví con Buddy.
La declaración golpeó a Jey como un puño. Su mandíbula se tensó, pero no retrocedió.
—¿Así, sin más? Después de todo lo que pasamos juntos, ¿simplemente decides volver con él?
Rhea sostuvo su mirada, aunque su corazón latía con fuerza. Tenía que mantenerse firme, incluso si cada palabra que decía la destrozaba por dentro.
—Sí. Buddy es... diferente. Me entiende de una manera que tú nunca podrías. Lo que tú y yo teníamos fue divertido, pero ya pasó.
Jey dio un paso hacia atrás, como si las palabras lo hubieran empujado.
—¿Eso es todo? ¿Solo fui "diversión"?
—Exacto. —Rhea forzó una sonrisa fría, aunque su garganta se sentía como si ardiera—. No sé qué esperabas, Jey. Nunca iba a ser algo más.
Jey se quedó en silencio, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Pero lo que más dolía no era la frialdad de sus palabras, sino la mirada en sus ojos. Algo en ellos no encajaba con lo que decía. Había una sombra, algo que le decía que esto no era toda la verdad.
—No te creo. —Finalmente habló, su voz baja, casi un susurro—. Algo está pasando, y tú no me lo estás diciendo.
Rhea apretó los puños, luchando contra las lágrimas que amenazaban con traicionarla.
—Cree lo que quieras, Jey. Pero esto se terminó. Vete.
Jey se quedó un momento más, esperando que ella se rompiera, que dijera algo, que le diera una razón para quedarse. Pero Rhea se giró hacia el saco y lo golpeó con furia, ignorándolo por completo.
Finalmente, Jey dio media vuelta y se fue, con el corazón hecho pedazos.
Cuando estuvo segura de que se había ido, Rhea dejó caer los puños y se cubrió el rostro con las manos, dejando que las lágrimas que había contenido cayeran libremente. Había sido cruel, más de lo que jamás pensó ser, pero lo había hecho por él. Aunque sabía que Jey probablemente nunca la perdonaría.
Jey estaba sentado en el silencio de su habitación, las luces apagadas y una botella a medio vaciar frente a él. Su mente no dejaba de reproducir la imagen de Rhea y Buddy juntos en esa maldita foto. Todo lo que habían construido, todo lo que habían compartido, parecía desmoronarse en un instante.
Había intentado enfrentarse a ella. Había ido a buscar respuestas, pero lo único que recibió fueron palabras frías y crueles que perforaron su alma. ¿De verdad había significado tan poco para ella? ¿Había sido tan fácil reemplazarlo?
Jey pasó una mano por su rostro, tratando de calmarse, pero era inútil. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de Rhea. Su risa, sus ojos brillantes cuando estaban juntos, la manera en que lo hacía sentir invencible... Ahora todo eso parecía una mentira.
Golpeó la mesa con frustración, el ruido resonando en la habitación vacía.
—¿Por qué? —susurró para sí mismo, su voz quebrada.
Había intentado no creer en lo que veía. Había ido con la esperanza de que Rhea le explicara que todo era un malentendido, que la foto no significaba nada. Pero su actitud, su frialdad, la manera en que dijo que solo había sido "diversión"... Esa palabra seguía atormentándolo.
"¿Cómo pudo decir eso? ¿Cómo pudo fingir tan bien?"
Jey se levantó y comenzó a caminar por la habitación, incapaz de quedarse quieto. Sus pensamientos estaban enredados en un torbellino de confusión, rabia y dolor. Quería gritar, quería golpear algo, pero más que nada, quería entender qué había salido mal.
Él no era un hombre fácil de romper, pero Rhea lo había hecho. Y lo peor de todo era que, a pesar de todo, todavía la amaba. Esa era la parte que lo mataba. Por mucho que quisiera odiarla, por mucho que intentara convencerse de que no la necesitaba, su corazón seguía aferrándose a los recuerdos de lo que habían tenido.
Jey agarró su teléfono, contemplando si debía llamarla de nuevo. Quería gritarle, exigirle que le dijera la verdad, que le explicara por qué había hecho esto. Pero no tenía fuerzas para escuchar más mentiras.
Finalmente, soltó el teléfono y se dejó caer en la cama, mirando el techo. Las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a caer silenciosamente. Había perdido más que a su pareja; había perdido a la persona que le daba fuerza, a la mujer que lo hacía sentir que podía enfrentarse a cualquier cosa.
En el fondo, algo en su corazón le decía que no todo era lo que parecía. Que Rhea estaba ocultando algo. Pero el dolor de su traición era demasiado fresco, demasiado profundo, para que pudiera pensar con claridad.
Jey cerró los ojos, tratando de apagar los recuerdos, pero no podía escapar. Estaba destrozado, y no sabía si alguna vez volvería a ser el mismo.
Había pasado una semana, después de la ruptura. El ambiente en el backstage de RAW estaba tenso esa noche. Rhea Ripley caminaba con la cabeza en alto, su mirada fija hacia adelante, intentando mantener su máscara de frialdad intacta. Desde la noche en que había herido a Jey con sus palabras, había evitado cualquier confrontación directa con él. Pero el universo tenía otras ideas.
Jey Uso dobló una esquina justo cuando ella lo hacía desde el otro lado, y se toparon de frente. El tiempo pareció detenerse. Sus ojos se encontraron, y Rhea sintió que su corazón se detenía por un segundo. Él no apartó la mirada, aunque sus ojos estaban llenos de algo que iba más allá de la rabia: dolor.
Rhea tomó aire, intentando mantener la compostura.
—Jey... —comenzó a decir, pero su voz sonó más débil de lo que esperaba.
—No me vengas con eso —interrumpió Jey, su tono cortante, pero bajo. No quería que nadie más los escuchara.
Ella tragó saliva, manteniendo su postura.
—No vine a buscar problemas.
—¿Ah, no? —respondió él, dando un paso más cerca, lo suficiente para que sus palabras llegaran solo a sus oídos—. Porque eso parece todo lo que haces últimamente. ¿Qué fue, Rhea? ¿Un juego para ti? ¿Una distracción mientras volvías con él?
Rhea apretó los labios, sintiendo cómo su corazón se encogía con cada palabra. Quería gritarle que nada de lo que decía era cierto, que lo había hecho para protegerlo, pero sabía que no podía arriesgarse a decir la verdad allí, con Roman posiblemente escuchando.
—Lo que pasó entre nosotros ya no importa, Jey —respondió finalmente, su voz más firme de lo que esperaba—. Sigue con tu vida.
Jey se echó a reír, pero no había nada de humor en su risa.
—¿Seguir con mi vida? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? Después de todo lo que compartimos, ¿me dices que lo deje ir, como si no fuera nada?
Ella sintió que sus defensas comenzaban a derrumbarse. Sus ojos se llenaron de lágrimas que se negó a dejar caer.
—Sí, Jey. Eso es lo que te estoy diciendo.
Él la miró un momento más, buscando algo, cualquier señal de que lo que decía no era cierto. Pero Rhea mantuvo su expresión estoica, aunque cada palabra que decía le rompía más el corazón.
Finalmente, Jey negó con la cabeza, retrocediendo un paso.
—Sabes, pensé que te conocía. Pero ahora... no sé quién eres.
Rhea sintió que esas palabras la atravesaban como una daga, pero no mostró ninguna reacción.
—Entonces será mejor que sigas sin mirar atrás, ¿verdad? —respondió con frialdad.
Jey no dijo nada más. Solo se giró y se alejó, su postura rígida, pero su dolor era evidente en cada paso que daba.
Rhea se quedó quieta por un momento, luchando contra el impulso de correr tras él. Pero no podía. Roman y Buddy aún tenían control, y cualquier movimiento en falso podría arruinar a Jey. Así que, mientras lo veía desaparecer en el pasillo, supo que acababa de perderlo aún más. Y esta vez, no sabía si habría un camino de regreso.
Cuando Jey desapareció por el pasillo, Rhea no pudo contenerlo más. Su respiración comenzó a acelerarse, y el nudo en su garganta finalmente cedió. Se giró rápidamente hacia la pared, apoyando una mano contra ella para no derrumbarse por completo.
Las lágrimas comenzaron a caer, calientes y traicioneras, mientras apretaba los dientes, tratando de sofocar cualquier sonido que pudiera delatarla. Todo el autocontrol que había mantenido frente a Jey se desmoronó en cuestión de segundos.
No podía sacarse de la cabeza la forma en que la había mirado, como si fuera una completa desconocida, como si todo lo que habían compartido no hubiera significado nada. Y, lo peor de todo, sabía que era su culpa. Ella lo había empujado lejos, obligada por circunstancias que nunca podría explicarle. Pero eso no hacía que el dolor fuera menos insoportable.
Damian Priest apareció por el pasillo en ese momento, y al verla, detuvo sus pasos. Había visto a Rhea fuerte, desafiante, incluso furiosa, pero nunca así.
—Rhea... —dijo suavemente, acercándose a ella.
Ella se giró de golpe al escuchar su voz, intentando limpiarse las lágrimas rápidamente, pero ya era demasiado tarde. Damian ya lo había visto todo.
—No, Damian. No ahora —intentó decir, su voz temblorosa.
Pero él ignoró sus palabras y se acercó más, colocándole una mano en el hombro.
—Rhea, no puedes seguir así. Te estás destruyendo.
Ella negó con la cabeza, retrocediendo un paso.
—No entiendes, Damian. Lo estoy haciendo por él. Si me acerco, si trato de explicarle... Roman va a arruinarlo todo.
—¿Y mientras tanto qué? ¿Te destruyes a ti misma? ¿Dejas que él piense que nunca significaste nada? —Damian la miró con una mezcla de frustración y compasión—. Rhea, esto no es solo sobre Jey. También es sobre ti.
Ella volvió a apoyarse contra la pared, deslizando una mano por su rostro mientras las lágrimas seguían cayendo.
—No sé cuánto más puedo soportar esto, Damian. Lo miro y... lo único que quiero es decirle la verdad. Quiero abrazarlo, quiero... —Su voz se quebró antes de poder terminar.
Damian dio un paso más cerca y la obligó a mirarlo.
—Entonces encuentra la manera, Rhea. No puedes seguir mintiéndole. No puedes seguir fingiendo que no te importa. Porque esto, todo esto, no está funcionando.
Rhea asintió débilmente, sabiendo que tenía razón, pero aterrorizada de lo que podría pasar si desafiaba a Roman.
—Necesito tiempo... —susurró.
Damian suspiró y asintió.
—Está bien. Pero recuerda algo: Jey merece saber la verdad. Y tú mereces ser feliz. No dejes que Roman o Buddy te roben eso.
Ella no respondió, pero las palabras de Damian quedaron grabadas en su mente. Mientras lo veía marcharse, supo que no podía seguir así para siempre. Pero enfrentarse a Roman significaba arriesgarlo todo. ¿Estaba lista para dar ese paso?
Rhea pasó el resto de la noche con las palabras de Damian retumbando en su mente. Sabía que tenía razón, pero también sabía que desafiar a Roman era un movimiento peligroso. La sombra de su amenaza seguía pesando sobre ella, pero con cada segundo que pasaba lejos de Jey, sentía que se hundía más en un abismo del que no podría salir.
Mientras tanto, Jey estaba en su propio infierno. Esa misma noche, había intentado enfocarse en su trabajo, pero todo le recordaba a Rhea. Cada esquina del backstage, cada comentario de un compañero, incluso los fans en redes sociales que no dejaban de mencionar la foto de ella con Buddy. Se sentía atrapado en un ciclo interminable de confusión y dolor.
Cuando terminó su segmento en el ring, Jey regresó al vestuario, donde encontró a Jimmy esperándolo. Su hermano no dijo nada al principio, simplemente lo observó con esa mirada preocupada que Jey odiaba.
—¿Vas a seguir guardándote esto o vas a hablar conmigo de verdad? —preguntó Jimmy finalmente, rompiendo el silencio.
Jey dejó caer su toalla sobre el banco y se pasó las manos por el rostro.
—¿Qué quieres que te diga, Jimmy? Que estoy destrozado, que no puedo sacármela de la cabeza aunque debería odiarla.
Jimmy suspiró y se sentó junto a él.
—Mira, sé que te duele, y no voy a fingir que entiendo todo lo que pasó, pero... ¿has pensado que algo más podría estar pasando?
—¿Algo más? —repitió Jey, mirándolo con el ceño fruncido.
—Sí. Hermano, Rhea no era de esas que juegan con los sentimientos de alguien. Tal vez hay algo que no sabes, algo que ella no está diciendo.
Jey quiso reírse de lo absurdo que sonaba, pero una pequeña parte de él quería creer que Jimmy tenía razón.
—Si hay algo más, ¿por qué no me lo dijo? —preguntó Jey, frustrado.
—Tal vez porque piensa que está protegiéndote. O tal vez alguien está manipulando todo esto. —Jimmy hizo una pausa, su mirada volviéndose más seria—. Sabes que Roman es capaz de cualquier cosa, ¿no?
Jey levantó la vista, y algo en su interior hizo clic. Había estado tan cegado por el dolor que no había considerado la posibilidad de que Roman estuviera detrás de todo. Pero ahora, al pensarlo, todo encajaba.
—¿Crees que Roman...?
Jimmy asintió lentamente.
—Solo digo que no sería la primera vez que hace algo así. Y tú sabes cómo es Buddy. Haría cualquier cosa por salirse con la suya.
Jey se quedó en silencio, procesando las palabras de su hermano. Si Roman estaba involucrado, entonces todo lo que Rhea había hecho podría tener una razón. Y si eso era cierto, necesitaba averiguar la verdad.
Mientras tanto, Rhea estaba en el gimnasio, tratando de distraerse, pero cada golpe al saco de boxeo solo la hacía sentirse peor. Pensaba en Jey, en su mirada llena de dolor, y sabía que no podía seguir así. Finalmente, se detuvo, con el corazón latiendo con fuerza y las lágrimas amenazando con salir de nuevo.
En ese momento, sintió su teléfono vibrar en el bolsillo. Lo sacó y vio un mensaje de Damian:
"Si necesitas enfrentar a Roman, no lo hagas sola. Llámame."
Rhea apretó los labios, sosteniendo el teléfono con fuerza. Sabía que no podía seguir postergándolo. Era hora de enfrentar a Roman, sin importar el costo.
Nota: Capítulo algo largo 😮💨👀
¿Qué pasará?
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