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Capítulo un poco largo
Disfruten ♥️

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POV JEY USO


Jey Uso estaba sentado solo en uno de los rincones más oscuros del vestuario, con la cabeza entre las manos. La discusión con Rhea seguía repitiéndose en su mente como una película en bucle, cada palabra, cada mirada, cada acusación clavándose en él como un cuchillo. Había pensado que confrontarla le daría claridad, pero todo lo que había conseguido era empeorar las cosas.

—"Yo te amo, Rhea."

Había pronunciado esas palabras con toda la sinceridad de su corazón, pero ahora se sentía como si las hubiera tirado al vacío, como si ella no las hubiera escuchado. ¿Cómo habían llegado a este punto? ¿Cómo había dejado que las dudas sembradas por Roman lo hicieran cuestionar a la mujer que amaba?

El vestuario estaba en completo silencio, salvo por el eco lejano de los ruidos del estadio y el ocasional crujido del suelo bajo sus pies. La soledad parecía amplificar el peso en su pecho. Cerró los ojos, tratando de calmarse, pero en lugar de paz, solo encontraba más culpa.

—Tal vez Roman tiene razón. —La voz de Rhea resonó en su mente.

Había sido esa frase, más que cualquier otra, la que lo había destrozado. ¿De verdad ella pensaba que él no confiaba en ella? ¿Que no la valoraba? Porque si eso era cierto, entonces tal vez había fallado más de lo que estaba dispuesto a admitir.

—Tú la empujaste a decirlo —murmuró para sí mismo, pasando las manos por su rostro—. La atacaste en lugar de escucharla.

Había dejado que sus inseguridades lo controlaran, y ahora, no sabía si era demasiado tarde para arreglar las cosas.

—Jey.

La voz grave de Jimmy lo sacó de sus pensamientos. Levantó la cabeza y vio a su hermano gemelo parado en la entrada, mirándolo con una mezcla de preocupación y curiosidad.

—¿Qué haces aquí solo, Uce? —preguntó Jimmy, entrando y cerrando la puerta detrás de él.

—Nada... solo pensando —respondió Jey, su tono apagado.

Jimmy se sentó frente a él, apoyando los codos en las rodillas mientras lo observaba de cerca.

—¿Esto tiene algo que ver con Rhea?

Jey no respondió de inmediato, pero su mirada perdida fue suficiente para que Jimmy entendiera.

—¿Qué pasó?

Jey suspiró profundamente, luchando con las palabras. Finalmente, decidió ser honesto.

—Tuvimos una discusión. Fue... mala, hermano. Roman me dijo que la vio con Buddy Matthews, y yo... no pude sacarme eso de la cabeza. La confronté, y todo se salió de control.

Jimmy frunció el ceño, claramente molesto por la mención de Roman.

—¿Roman? ¿Por qué sigues dejándote llevar por lo que él dice? Sabes cómo es,Uce.

—Lo sé, lo sé —dijo Jey, alzando las manos con frustración—. Pero en el momento, no pensé en eso. Solo pensé en lo que podría significar.

—¿Y qué dijo Rhea? —preguntó Jimmy, inclinándose hacia adelante.

—Dijo que no está haciendo nada con Buddy, que solo estaban hablando. Pero también dijo que estaba cansada de esto... de mí.

Jimmy asintió lentamente, procesando las palabras de su hermano.

—¿Y tú? ¿Crees que te está diciendo la verdad?

—Quiero creerle, pero... no sé. Todo lo que dije, todo lo que hice, la hizo sentir como si no confiara en ella. Y ahora creo que la he perdido, Jimmy.

Jimmy le dio una palmada en el hombro, su manera de ofrecer consuelo.

—Escucha, Jey. No puedes dejar que esta pelea sea el final. Si la amas de verdad, tienes que luchar por ella, pero no como lo hiciste hoy. Tienes que ir y hablar con ella, sin gritar, sin acusaciones. Solo hablar.

Jey dejó escapar un suspiro tembloroso, asintiendo con lentitud.

—¿Y si ya no quiere escucharme?

Jimmy se encogió de hombros.

—Ese es un riesgo que tendrás que tomar, Uce. Pero al menos sabrás que lo intentaste.

Jey se quedó en silencio por un momento, contemplando las palabras de su hermano. Finalmente, se levantó, sintiendo que aunque el peso en su pecho seguía allí, tenía una pequeña chispa de esperanza.

—Gracias, Jimmy.

Jimmy se puso de pie y le dio un leve empujón en el hombro, sonriendo.

—Para eso estamos, Uce. Anda, ve a arreglar esto antes de que sea demasiado tarde.

Jey asintió, saliendo del vestuario con la determinación de hacer las cosas bien. Aunque no sabía cómo sería el encuentro con Rhea, estaba dispuesto a demostrarle que, a pesar de sus errores, su amor por ella seguía siendo real.

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Jey caminaba por los pasillos del estadio, su corazón latiendo a un ritmo frenético mientras buscaba a Rhea. Sabía que las palabras que le había dicho en su última conversación todavía flotaban en el aire entre ellos, y el miedo de perderla lo estaba consumiendo. Había intentado buscarla en el vestuario, pero ella lo había evitado a toda costa. Cada vez que la veía, ella giraba y se alejaba, como si quisiera alejarse de él más y más.

Finalmente, la encontró. Rhea estaba caminando por el pasillo, mirando al suelo y completamente concentrada en su propio mundo. Jey se acercó, con la esperanza de que ella lo escuchara, pero cuando levantó la mirada, Rhea se dio cuenta de su presencia y giró rápidamente en la dirección opuesta. Un nudo se formó en el estómago de Jey, pero no iba a rendirse tan fácilmente.

—¡Rhea! —gritó, corriendo para alcanzarla.

Ella lo escuchó, pero no se detuvo. Jey, desesperado, aceleró el paso y, en un impulso, la alcanzó justo cuando estaba a punto de entrar en su camerino. Sin pensarlo, bloqueó la puerta con su cuerpo, impidiéndole el paso.

—No vas a escapar de mí esta vez —dijo con la voz tensa, su respiración agitada.

Rhea lo miró fijamente, con los ojos llenos de furia, pero también de tristeza. No parecía sorprenderle que él estuviera allí, pero su presencia la hacía sentir una mezcla de frustración y dolor. Se cruzó de brazos, mirando al suelo.

—Jey, suéltame. No quiero hablar contigo —respondió con un tono frío, intentando evitar el contacto visual.

Jey la miró, sintiendo cómo cada palabra de rechazo le atravesaba el pecho. No podía permitir que todo se desmoronara, no sin luchar por ella.

—No, no te voy a dejar ir hasta que me escuches —dijo, su voz más suave pero firme—. Tienes que escucharme, Rhea. No quiero perderte.

Rhea levantó la cabeza, encontrando sus ojos. Por un segundo, pudo ver el dolor en su rostro, el mismo que ella sentía. Pero la rabia que llevaba dentro la hizo hablar con dureza.

—¿Qué quieres, Jey? ¿Qué esperas que te diga? ¿Que todo está bien? No es así. Yo no sé si puedo seguir confiando en ti después de todo esto.

Jey respiró hondo, tratando de calmarse, pero sus palabras salieron con la urgencia de un hombre que siente que se le escapa la oportunidad más importante de su vida.

—Te amo, Rhea. Te amo más de lo que puedo poner en palabras. —Hizo una pausa, dándose cuenta de que su voz temblaba—. Yo no quería hacerte daño, no quería que pensaras que no confío en ti. Lo que más quiero en este mundo es estar contigo, y el solo hecho de pensar que te estoy perdiendo me está matando por dentro.

Rhea cerró los ojos, su cuerpo tenso, como si tratara de resistirse a sus palabras. El silencio entre ellos era ensordecedor, pero Jey no iba a ceder. Dio un paso hacia ella, acercándose lentamente.

—Lo único que quiero, Rhea, es ser el hombre que mereces. Sé que cometí un error, sé que dejé que mis inseguridades me controlaran, pero te juro que lo único que deseo es que todo esto termine bien, que no sea el final para nosotros.

Rhea lo miró, los ojos brillando de emoción, pero sus labios seguían sellados en una línea recta. Ella sabía lo que sentía, pero también sabía lo que había pasado y la herida que eso había causado.

—Jey, no es tan fácil. No se trata solo de lo que tú quieras. Yo también tengo mis propios miedos, mis dudas. ¿Cómo puedo confiar en ti si me siento como si siempre estuvieras esperando que algo malo sucediera? Si no confías en mí, ¿cómo podemos seguir adelante?

Jey bajó la cabeza, sintiendo el peso de sus palabras. Cada uno de sus reclamos parecía justificar su dolor. Pero no podía rendirse, no ahora.

—Sé que cometí un error, Rhea. Y te pido perdón. Pero si me das una oportunidad, te prometo que nunca más dejaré que la desconfianza o el miedo nos separen. Eres lo más importante para mí, más que cualquier cosa que haya hecho en el pasado. No quiero que eso nos destruya.

Rhea lo observó, su expresión cambió, y por un breve momento, los muros que había levantado parecieron desmoronarse. Aun así, no podía permitir que su corazón se abriera completamente sin estar segura de que Jey entendía lo que eso significaba.

—¿Y si esto pasa de nuevo, Jey? ¿Y si otra vez piensas que estoy haciendo algo que no debo? ¿Y si otra vez dudas de mí sin darme el beneficio de la duda?

Jey sintió que su corazón se encogía, pero su mirada era decidida, segura de su amor por ella.

—Nunca más —dijo con firmeza, acercándose un poco más, hasta estar frente a ella—. Te lo prometo. Y si alguna vez lo vuelvo a hacer, puedes alejarte de mí. Pero te juro que todo lo que quiero es ser lo que necesitas. Lo que mereces.

Rhea tragó saliva, mirando sus ojos, buscando una verdad que solo ella podía encontrar. Finalmente, suspiró, dejando ir la tensión que había acumulado en su cuerpo.

—Está bien, Jey —dijo en un susurro, con la voz quebrada por la emoción—. Pero esto no va a ser fácil. Necesito tiempo para sanar también.

Jey la miró, aliviado pero sabiendo que esto era solo el principio de un largo camino.

—Lo que sea que necesites, lo haré. Lo único que quiero es estar a tu lado, Rhea.

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Jey estaba nervioso mientras ajustaba los últimos detalles de la cita. Había pasado días pensando en cómo podía demostrarle a Rhea lo mucho que significaba para él y lo dispuesto que estaba a recuperar su confianza. Quería algo especial, algo que mostrara cuánto la amaba sin necesidad de palabras. Y ahí estaba el piano, en el centro del plan que había ideado.

Había reservado una pequeña sala privada, lejos del bullicio del estadio, con luces suaves y una decoración sencilla pero elegante. Un ramo de rosas negras, las favoritas de Rhea, adornaba la mesa. Había velas encendidas que llenaban el lugar con un aroma cálido y reconfortante. Y en un rincón, un piano de cola negro brillaba bajo la tenue luz.

Cuando Rhea llegó, vestida con su estilo característico, una mezcla perfecta de fuerza y elegancia, Jey sintió que el corazón le latía con fuerza. Ella parecía curiosa pero también cautelosa, como si todavía no estuviera segura de qué esperar.

—¿Qué es todo esto, Jey? —preguntó con una ceja levantada, mirando alrededor.

Jey se acercó, nervioso pero decidido.

—Quería hacer algo especial para ti. Algo que te recordara cuánto significas para mí.

Rhea cruzó los brazos, su mirada fija en él, como si intentara descifrar si esto era un gesto genuino o un intento desesperado.

—¿Y el piano? —preguntó, señalándolo con la barbilla.

Jey sonrió tímidamente, frotándose la nuca.

—No soy un pianista profesional ni nada, pero aprendí a tocar una canción para ti. Es algo que siempre he querido hacer, pero nunca encontré el momento. Hasta ahora.

Rhea parpadeó, sorprendida. No esperaba algo así de él, y por un momento, sus muros empezaron a tambalearse.

—¿Tú... aprendiste a tocar una canción? ¿Para mí?

—Sí —respondió Jey, su tono sincero—. No es perfecta, pero espero que puedas escuchar lo que intento decirte con ella.

Sin esperar su respuesta, Jey la tomó suavemente de la mano y la guió hasta el pequeño sofá junto al piano. Rhea se sentó, aún algo incrédula, mientras él se acomodaba frente al instrumento. Respiró hondo, dejando que sus dedos descansaran sobre las teclas.

—Esta canción... —dijo, mirándola de reojo—. La elegí porque cada nota me recuerda a ti. A lo fuerte, hermosa y única que eres.

Rhea no dijo nada, pero su mirada suavizada hablaba por sí sola.

Jey comenzó a tocar. La melodía era sencilla pero cargada de emoción. Cada nota parecía resonar en la pequeña sala, llenándola de una calidez que Rhea no había sentido en días. Aunque él no era un experto, tocaba con el corazón, y eso hacía que la música llegara directamente a ella.

Mientras tocaba, Jey se dejó llevar por los recuerdos: las risas que compartieron, las noches en las que hablaron de todo y nada, los momentos en los que Rhea fue su refugio. Cada tecla que presionaba era un recordatorio de cuánto la amaba y de lo desesperado que estaba por enmendar las cosas.

Cuando terminó, el silencio llenó la sala por unos instantes. Jey levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Rhea, que brillaban más de lo habitual. No podía decir si era por las velas o por las lágrimas que ella intentaba esconder.

—¿Y? —preguntó, su voz temblorosa por los nervios—. ¿Qué te pareció?

Rhea se levantó lentamente, caminando hacia él. Jey se puso de pie, preparado para lo que fuera. Ella lo miró fijamente durante unos segundos que parecieron una eternidad antes de hablar.

—No puedo creer que hayas hecho todo esto por mí —susurró, su voz casi inaudible.

—Lo hice porque te amo, Rhea. Porque eres lo más importante para mí, y no voy a dejar que mis errores nos separen.

Rhea dio un paso más cerca, sus ojos clavados en los de él.

—Esto no significa que todo esté arreglado, Jey —dijo con firmeza, aunque su tono era más suave que antes—. Pero significa que estás dispuesto a intentarlo, y eso... eso significa mucho para mí.

Jey asintió, sintiendo una pequeña chispa de esperanza encenderse en su interior.

—Un paso a la vez —respondió, recordando las palabras de ella en el camerino.

Rhea esbozó una ligera sonrisa, algo raro en ella últimamente, y se acercó lo suficiente como para rodearlo con sus brazos.

—Gracias por esto, Jey. En serio.

Jey la abrazó con fuerza, como si temiera que ella desapareciera si la soltaba. En ese momento, supo que aunque todavía tenían un largo camino por recorrer, habían dado un paso importante hacia la reconciliación.

Y esa noche, mientras las velas seguían iluminando la pequeña sala, Rhea y Jey compartieron una paz que hacía tiempo no sentían, con la melodía de la canción aún resonando en sus corazones.

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@rhearipley_wwe "No todas las palabras pueden arreglar un corazón, pero algunas melodías pueden intentarlo. Gracias por no rendirte"
👤@uceyjucey

♥️ 73830, 7929 💬 7382

@beckylynchwwe Esto es hermoso Rhea 🥹

@biancabelairwwe oww, demasiado tierno 🥹

@jhea Necesito un Jey en mi vida 🥹

@americannightmarecody Oww 🥹

@yaonlylivvonce 🙄🙄🙄🙄

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