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26



La tensión en el aire era palpable mientras Jey Uso esperaba a Rhea Ripley en el camerino que compartían tras bastidores. Su mente estaba llena de dudas y confusión, las palabras de Roman resonando como un eco insoportable. Cuando finalmente la puerta se abrió y Rhea entró, sonriendo como si no hubiera nada fuera de lugar, Jey sintió un nudo en el estómago.

—Hey, cariño —saludó Rhea, dejando su mochila en el suelo—. ¿Qué pasa? Pareces... tenso.

Jey la miró con los ojos entrecerrados, intentando controlar la tormenta de emociones que amenazaba con estallar.

—Tenemos que hablar —dijo con un tono grave, cruzando los brazos.

Rhea lo miró con una mezcla de confusión y preocupación.

—¿De qué se trata?

—De ti... y Buddy Matthews —soltó de golpe, observando cuidadosamente su reacción.

Rhea se quedó inmóvil por un segundo, sorprendida por la mención del nombre. Sin embargo, rápidamente recuperó la compostura.

—¿Buddy? ¿Por qué lo mencionas?

—Roman me dijo que te vio con él —su voz temblaba ligeramente, aunque trató de mantenerse firme—. Dijo que estaban juntos después del show, que no parecían estar hablando de trabajo.

Los ojos de Rhea se endurecieron de inmediato, su actitud pasando de la sorpresa a la defensiva.

—¿Roman? ¿De verdad estás confiando en lo que él te dice? —su tono era gélido, casi acusador—. Sabes que siempre está buscando manipularte.

—Esto no es sobre Roman —replicó Jey, elevando la voz—. Es sobre lo que está pasando entre nosotros. Quiero saber la verdad, Rhea. ¿Hay algo entre tú y Buddy?

Rhea suspiró, visiblemente frustrada.

—No puedo creer que me estés preguntando eso. Te dije que Buddy y yo terminamos hace mucho tiempo.

—Entonces, ¿por qué estabas con él? —exigió Jey, dando un paso hacia ella—. ¿Por qué no me dijiste nada?

—Porque no hay nada que decir —respondió Rhea, alzando la voz también—. Solo estábamos hablando, ¿ok? No quería preocuparme por tu reacción exagerada.

—¿Exagerada? —Jey soltó una risa amarga—. ¿Así es como lo ves? Estoy aquí, tratando de confiar en ti, y tú ocultas cosas.

Rhea se cruzó de brazos, claramente irritada.

—¿Sabes qué, Jey? Estoy cansada de esto. Estoy cansada de que actúes como si siempre tuviera que justificarme.

—¿Justificarte? —gritó Jey, incapaz de contenerse—. ¡Eres tú quien me está dando razones para dudar! ¡Todo esto parece exactamente lo que Roman dijo que era!

Rhea lo miró con furia, su paciencia finalmente agotada.

—¡Pues tal vez Roman tiene razón en una cosa!

El silencio cayó sobre ellos como una losa de piedra. Jey parpadeó, incrédulo.

—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Rhea dio un paso hacia él, su mirada llena de amargura.

—Significa que tal vez no soy la mujer que necesitas, Jey. Tal vez deberías escuchar a Roman y dejar de preocuparte tanto por mí, porque claramente nunca confiaste del todo en mí.

Las palabras de Rhea golpearon a Jey como un balde de agua helada. Su corazón se encogió, sintiendo que todo lo que habían construido juntos se estaba derrumbando frente a sus ojos.

—Eso... eso es cruel, Rhea —murmuró, su voz quebrándose.

—¿Cruel? —repitió Rhea, señalándolo con el dedo—. ¿Cruel es que tengas a Roman llenándote la cabeza de mentiras sobre mí y que tú le creas sin siquiera hablar conmigo primero?

Jey la miró con los ojos llenos de dolor, sintiendo que algo dentro de él se rompía.

—Yo te amo, Rhea. Solo quería la verdad porque todo esto me estaba matando por dentro. Pero ahora... ahora no sé si pueda seguir haciendo esto.

Rhea retrocedió un paso, sorprendida por la intensidad en su voz. Pero en lugar de suavizarse, endureció su expresión.

—Tal vez tampoco yo, Jey.

El silencio volvió a inundar la habitación mientras ambos se quedaban quietos, enfrentándose pero sintiéndose más alejados que nunca. Finalmente, Rhea tomó su mochila y se dirigió hacia la puerta.

—Cuando estés listo para confiar en mí, házmelo saber.

Y con esas palabras, salió del camerino, dejando a Jey completamente destrozado, sintiendo que las heridas de esa discusión tardarían mucho en sanar, si es que alguna vez lo hacían.

——————————-

Rhea Ripley salió del camerino con pasos rápidos y pesados, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. La discusión con Jey había sido más intensa de lo que esperaba, y aunque su orgullo la había mantenido firme mientras estaba con él, ahora sentía el peso de sus propias palabras y de la distancia que se había creado entre ambos.

Doblando una esquina en el pasillo vacío, Rhea se apoyó contra la pared y cerró los ojos, respirando profundamente para no quebrarse. Pero por más que lo intentara, los recuerdos de la discusión seguían invadiendo su mente.

—"Tal vez tampoco yo, Jey."

Sus propias palabras se repetían como una sentencia en su cabeza. ¿De verdad había sido tan cruel? Sabía que estaba molesta, sabía que Jey también había dicho cosas que dolieron, pero nunca imaginó que ese enfrentamiento terminaría así.

—Rhea.

La voz profunda y familiar de Damian Priest la sacó de sus pensamientos. Abrió los ojos rápidamente y trató de recomponerse, pero ya era demasiado tarde. Damian había notado su expresión vulnerable, algo poco común en ella.

—¿Qué pasó? —preguntó Damian, dando un paso hacia ella con preocupación en el rostro.

—Nada, estoy bien —respondió Rhea con la voz temblorosa, evitando mirarlo directamente.

Damian no le creyó ni por un segundo. Sin decir nada más, se acercó y se cruzó de brazos, bloqueando su camino como si estuviera dispuesto a quedarse allí hasta que ella hablara.

—Rhea, no puedes engañarme. ¿Qué está pasando?

Rhea apretó los labios, tratando de mantener su fachada fuerte. Pero al ver la mirada comprensiva de Damian, sintió cómo sus defensas comenzaban a derrumbarse.

—Es Jey —admitió finalmente, su voz quebrándose—. Tuvimos una pelea horrible.

Damian frunció el ceño, su preocupación transformándose en una mezcla de empatía y molestia.

—¿Qué dijo? ¿Te hizo algo?

Rhea negó con la cabeza, dejando escapar un suspiro pesado.

—No, no es eso. Es que... él piensa que estoy viendo a Buddy otra vez. Roman le metió esa idea en la cabeza, y ahora Jey no confía en mí.

Damian dejó escapar un bufido, claramente irritado por la mención de Roman.

—¿Roman? Ese tipo siempre está metiéndose en la vida de los demás. ¿Por qué demonios Jey le creyó?

—No lo sé —respondió Rhea, finalmente permitiéndose deslizarse contra la pared hasta quedar sentada en el suelo—. Yo pensé que lo entendía, que confiaba en mí. Pero ahora... ni siquiera sé si esto tiene arreglo.

Damian se sentó a su lado, sin dudarlo ni un momento. Su imponente figura parecía ofrecerle una especie de refugio silencioso.

—Rhea, escúchame. Jey es un buen tipo, pero si dejó que Roman lo manipulara de esa forma, es porque está inseguro. Eso no es tu culpa.

—¿Y si lo es? —susurró Rhea, bajando la mirada—. ¿Y si no soy lo suficientemente buena para él? Tal vez debería haberle contado que hablé con Buddy, pero no lo hice porque sabía que reaccionaría así. Ahora parece que lo estoy perdiendo.

Damian se inclinó hacia adelante, apoyando los antebrazos en las rodillas mientras pensaba en sus palabras.

—Mira, todos cometemos errores, incluso tú. Pero eso no significa que tengas que cargar con toda la culpa. Si Jey no puede ver quién eres realmente y confiar en ti, entonces... tal vez él no es el indicado para ti.

Rhea levantó la mirada, sus ojos brillando con lágrimas que se negaban a caer.

—Damian... yo lo amo. No quiero perderlo, pero... no sé si puedo seguir luchando contra esta desconfianza todo el tiempo.

Damian colocó una mano en su hombro, su expresión sincera y reconfortante.

—Entonces necesitas hablar con él, de verdad. No pelear, no discutir, sino hablar. Si él está dispuesto a escuchar, tal vez puedan arreglarlo. Y si no lo está... bueno, tú eres más fuerte de lo que crees, Rhea. Lo superarás, como siempre lo haces.

Rhea dejó escapar una risa amarga y sacudió la cabeza.

—Siempre sabes qué decir, ¿verdad?

Damian le dio un leve empujón en el hombro, haciéndola sonreír un poco más.

—Eso es porque soy el más listo del grupo.

La respuesta la hizo reír ligeramente, aunque sus emociones aún eran un torbellino dentro de ella. Damian se puso de pie y le ofreció una mano para ayudarla a levantarse.

—Ven, vámonos de aquí. Tómate un respiro, piensa bien las cosas, y cuando estés lista, enfréntalo otra vez. Pero esta vez, no dejes que Roman o nadie más se meta entre ustedes.

Rhea aceptó su mano y se levantó, sintiendo que, aunque seguía cargando con el peso de la discusión, tenía a alguien en quien apoyarse. Mientras caminaban juntos por el pasillo, Rhea se prometió a sí misma que encontraría una forma de arreglar las cosas con Jey.

Maratón 5/5

Nota: perdón por la tardanza, feliz año ♥️

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