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—¡Paw! —bramó, derribando una torre de bloques de madera con su muñeco de Iron Man.

   Las múltiples figurillas rectangulares y coloridas cayeron estruendosamente sobre el suelo, desparramándose y haciendo brillar los grandes ojos del niño que, tumbado panza abajo, desplazaba al superhéroe a diestra y siniestra por el aire.

—¡Bien! ¡Idon* Man ha salvado el día otra vez!

   De pronto, un carrito arremetió contra el desastre esparcido, deteniéndose frente a su rostro.

—No tan rápido —objetó el conductor, un pequeño y pelirosa jovencito, agravando su medianamente aguda voz a propósito—. Aún no has acabado conmigo.

   Sonrió, sentándose con las piernas cruzadas, de modo que el muñeco pudiese estar de pie cómodamente frente a su nuevo enemigo.

—¡No eres dival* para mí! —gritó heroicamente, embistiendo al coche.

   Ambos niños impactaban los juguetes sin patrón aparente, exclamando frases al azar que iban de destruirse a competir por quién era el más fuerte.  El rubio intentaba atacar desde el aire, mientras que su amigo, obviando las leyes de la física, ejecutaba la misma acción.  Y así transcurrieron algunos minutos, hasta que el más alto, en un abrupto empuje, hizo volar al muñeco hacia algún rincón de la sala, lejos de los deditos de su dueño.  Sus grandes e iracundos ojos observaron a su antagonista festejar la victoria.

—¡Eso es trampa, Kimizuki! —le reclamó, incorporándose de un salto.

—¡No, no lo es! ¡Yo gané! ¡Tú perdiste!

—¡No, no perdí! —alegó, manifestándose en su boquita un pequeño puchero de pura impotencia.

—¿Vas a llorar? —se burló con una maliciosa sonrisa, aun dirigiéndole la mirada desde el suelo.

—¡No voy a llorar! —musitó a punto de las lágrimas.

   Estas se hubiesen desbordado de sus desamparados ojitos, si no fuese porque un grito excesivamente agudo los obligó a voltear la cabeza.

—¡Mikaaa, ¿puedo jugar contigo?!

   Un niño demasiado menudo y bajito se acercaba en su dirección, apachurrando a su Iron Man entre sus macizos bracitos.  Junto a él, divisó a dos muñecos extras que no tenían ni pinta de ser de su agrado.  Frunció el ceño en cuanto lo vio llegar a su costado, enseñándole esa molesta gran sonrisa que provocaba que sus enormes cachetes gordos y rosados le redondearan aún más el contorno de su carita.  Su mirada suplicante le influyó un gruñido y ser acercó a él sólo y exclusivamente para arrebatarle a su posesión.

   El niño sobrante se retiró en silencio, sonriendo porque a fin de cuentas, él había quedado como vencedor.  Desapareció de escena resbalando las ruedas del coche por el mármol y realizando estruendosos sonidos de motor con la boca.

—No, no puedes.

—¿Por qué no? —puchereó—. Hoy traje a mi Barbie favorita para que podamos jugar a la boda —vitoreó en plena felicidad.

   Pero Mika lo último que sentía era aquello.  Tomó asiento en el suelo pesadamente, revisando que su superhéroe estuviese en óptimas condiciones para confeccionar su revancha a Kimizuki.  Arrugó el entrecejo de nueva cuenta al sentir a Yuu ocupando lugar demasiado pegado a él, por lo que, impulsándose con las piernas en un rápido movimiento, se apartó por lo menos treinta centímetros de distancia.

—¿Qué te parece si tú eres Iron Man y yo soy Barbie y jugamos a que nos casamos? —dijo, estirando los brazos para tomar al muñeco de Mika, aunque este lo retuvo para evitar que se lo quitase por completo.

—¡No! A Idon* Man no le gustan las niñas.

   Yuu parpadeó incrédulo.

—¡Oh! Entonces... —detrás de su espalda, descubrió a su muñeco Ken y sonrió, enseñándoselo—. ¿Un niño?

—¡No! ¡A Idon* Man no le gusta nada! ¡Idon* Man no tiene tiempo para eso! ¡Él debe salvar al mundo!

—Pero, Mika... —se quejó, arrimándose nuevamente para intentar despojarle al juguete, el cual era sujetado por su dueño.

—¡Suéltalo!

   Ambos tironearon los estáticos brazos de plástico, mientras Yuichiro explicaba sus motivos para tomarlo y Mika le gritaba que los dejase en paz.

   Finalmente, la fuerza del más pequeño lo hizo ceder, por lo que el azabache hacía con su pobre Iron Man lo que quería.  Él sólo se fue a cruzar de brazos hacia una esquina de la sala, mirando a sus demás compañeritos divertirse y a la maestra acompañar a alguno de ellos en sus travesuras.  El sitio era un cúmulo de risas, juguetes, alegría y diversión, mientras que él era la definición de frustración y molestia; el único que parecía no encajar allí.  Sus grandes y azules ojos clavaban dagas invisibles al cuerpo rellenito del fastidioso niño, quien simulaba el casamiento de su heroico juguete con una de sus muñecas espantosas, los cuales apodaba con sus propios respectivos nombres.

—Entonces, Mika —miró al superhéroe—. ¿Aceptas casarte con Hyakuya Yuichiro para toda la eternidad? —completó, observando esta vez a su Barbie, quienes al mismo tiempo yacían frente a frente suspendidos por las gorditas manos del susodicho—. Sí, acepto —habló, imitando la voz del rubio y moviendo al juguete a los lados.

—¡No, no voy a casarme contigo porque no me gustas! —le gritó él desde su lugar.

—¡Pero tu Iron Man ya dijo que sí y también me dijo que le gusto mucho!

   Sin saber cómo refutarle más nada, comenzó a patalear, presionando los dientes y bufando sin control.  Cerró los ojos con fuerza y mantuvo en alto la profunda arruga en su frente, la cual no se desvaneció ni siquiera cuando fue la hora de salir al patio o cuando su madre lo vino a buscar para volver a casa.  Se instaló en el asiento del copiloto con la misma mueca furibunda y los brazos cruzados, sin prestarle atención a su amado juguete, el cual tuvo que ser arrastrado por su madre junto con su mochila, ya que este se negaba a desenredar sus extremidades del pecho.  Y aunque la mujer insistía en saber el porqué del malhumor de su pequeño hijo, este no abrió la boca hasta que estuvieron en el interior del hogar y tuvo la completa libertad de descargarse con sus otros juguetes tirados en la sala.

—Yuu siempre toma mis cosas, me saca mis juguetes y no me deja estar tranquilo, mamá, ¡es un niño insoportable!

   Los ojos de la mujer se abrieron enormemente ante la frustración que su retoño expresó en una sola oración.  Su boca levemente abierta se transformó en una sonrisa enternecida y se acercó a él, sentándose en la alfombra para acariciar sus lacios cabellos platinados, completamente consiente de lo empalagoso que su lindo compañerito podía llegar a ser.  Las veces que lo veía deambular por la casa, se lo comprobaban.

—Pero Yuu es un niño muy adorable.

—No, no lo es, es molesto —apretó los puños, mirando hacia el robot que su padre le construyó con Legos—. Hoy quiso que yo me case con él, pero yo no quería, entonces agarró a Idon* Man y hizo* que se case con su muñeca fea.

   La mujer dio todo de sí para no soltar una carcajada.

—Pero eso es muy tierno, ¿no te gustaría casarte con Yuu cuando seas grande?

   Mika negó exageradamente con la cabeza, asentando sus pupilas, ahora, en su madre.

—¡Yo no quiero casarme con él, es feo!

   Ella hizo una mueca, alzando las cejas.

—¡Claro que no! Yuu-kun es muy lindo.

—¡No! —gritó, haciendo un puchero y bajando la cabeza al mismo tiempo que cruzaba los brazos por tercera vez en el día, propinando otro berrinche.

—Está bien, está bien —suspiró rendida, levantándose del suelo y ayudando a su hijo a retirarse el uniforme del jardín—. Pero y, ¿qué pasa si cuando eres grande él te gusta?

—No me va a gustar —aseguró—. Quiero ser un superhéroe como Idon* Man y salvaré al mundo, así que no tengo tiempo para eso.

   Su madre no evitó reír esta vez, tomando el pequeño guardapolvo azul del pequeño entre sus manos para colgarlo y así evitar que se arrugara.

—¿Dónde aprendiste a decir esas cosas?

   Él sólo se encogió de hombros, tumbándose en la alfombra boca abajo para agarrar algunos cochecitos y hacerlos andar por ella.

—Pero Yuu no me va a gustar.

   Con la mirada retadora, ladeó una esquina de su boca.

—Te recordaré estas palabras, pequeño diablillo. ¿Me oíste?

   Otro encogimiento de hombros fue su respuesta.

   La brillante sonrisa de la mujer no se borró en todo lo que restó del día, por lo que, al caer la noche y finalmente tener un tiempo a solas con su esposo, le relató la anécdota con mucha emoción, compartiendo risas y suposiciones a futuro.  Porque ella tenía un fuerte presentimiento, el cual, varios años después y para no sorpresa de la familia, se haría realidad.






















capítulo dedicado a la hermosa -HyeWon- que siempre me anda apoyando uwu💕 te adoro~

si alguien más quiere dedicatoria , comenten aquí⚠

porfa cuídense mucho que la situación está bastante fea u.u , los quiero mucho

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