↠ Preludio. ↞
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Preludio:
Inicio de clases.
—Minie recuerda portarte muy bien, eres mi único cachorro y debes ser el ejemplo de los demás niños, ¿Entiendes mi vida?
Un hombre relativamente joven y absolutamente apuesto despedía a su pequeño, frente a su salón de clase. El menor estaba abrigado casi por completo; ya que había caído una llovizna y su padre temía que fuese a contraer un resfriado o algo peor. El niño no debaja de sonreírle a su hermoso padre Omega, y no se quejaba de los abrazos imprenados de su adictivo aroma.
—Sí, papá. Prometo portarme, muy, muy bien —sonrió abrazando por quinta vez a su padre.
—Sé que el primer grado puede ser tenebroso al principio, pero eres un niño listo y te irá bien, mi pequeñín —Jinyoung pronuncía con suavidad tratando de darle más ánimos a su hijo, y también para disfrazar su notable preocupación.
La cual fue fácil de identificar para el niño.
—¡Lo sé! Además, nada va a pasarle a Minie —asegura el menor como sí hablase de alguien más.
El niño cuyo nombre real es Jimin, pero respondía con alegría al apodo "Minie" de su progenitor, se colocó de puntitas, alzando su diestra junto a su siniestra con emoción, en dirección al rostro de Jinyoung.
—¡Cuenta, cuenta! Uno, dos, tres, cuatro, cinco y ¡Seis! ¿Ves, papá? ¡Minie es un niño grande! —exclamó muy orgulloso, enseñando sus palmas, la derecha con todos sus dedos extendidos y la izquierda con nada más el dedo índice.
Jinyoung fingió asombro y no resistió la tentación de cargar a su cachorrito, apretándolo otra vez en un gran abrazo, las ganas de llorar lo invadieron, no obstante se había hecho la promesa de no soltar ni una sola gota en presencia de su niño; por lo cual tuvo que contenerse.
—¡Ya estás muy grande! Con seis años, ya eres todo un caballerito, mi vida —pellizcó su mejilla haciéndolo reír.
Regresando a su Minie al suelo cuando escuchó la queja de "¡Papá!".
Una vez que soltó al menor, este se alejó a una distancia considerable de su padre, sin dejar de sonreír. Jinyoung no quería dejarlo solito en aquel sitio, pero ya había postergado por mucho tiempo la educación de Jimin.
Derrotado, se puso de cunclillas frente a él.
—Bien, bien, ya me voy mi niño grande... Pero, ¿Y mi beso de despedida? —hizo un pequeño puchero, y no pudo contener la una risa al ver la carita sonrojada de su bebé. Giró un poco su cara y señaló su mejilla derecha.
Jimin con pasos torpes, camino hasta llegar a Jinyoung, él sabía perfectamente que ya estaba grande para eso de los besitos, pero también conocía que su papi necesitaba todo el amor posible; ese cariño, su manía por cuidar a las personas... Eran algunas cosas que lo caracterizaban y estando lo suficiente cerca estampó sus abultados labios en la mejilla de su padre, tan rápido que a Jinyoung le quedó un cosquilleo en ese lugar.
—¡Adiós, papi!
El mayor vio a su tierno castaño, alejarse corriendo directamente a donde le esperaban su nueva maestra rodeada de sus nuevos compañeritos de clase. Aquello, fue suficienre para traer tranquilidad a su agitado corazón. Park Jinyoung, siendo un Omega de veintisiete años, sin una familia a la que visitar, sin amigos con quienes pasar el rato y sin un alfa que le ame incondicionalmente; los momentos con Jimin valían más que cualquier valor codiciable.
Y para él no existía nada mejor.
¿Ser un solitario Omega, divorciado y con un niño pequeño? No le molestaba en ningún sentido. Ni su pasado, donde él tomó la decisión de criar solo a su bebé; lejos de los estereotipos y prejuicios de sus padres de mente cerrada o cualquier tema relacionado con su exmarido, individuo perverso y manipulador. A pesar de haber rechazando la herencia de su familia, optó por quedarse con el apellido "Park", y ponerle el mismo a su hijo. Mudándose de Busan a la Capital del país donde iniciaría de cero. El lugar que brindaría más que una oportunidad para ambos Park.
Jinyoung abandonó la institución con una sonrisa que fue decayendo mientras avanzaba, sintió como su pecho se oprimía, hasta que cruzó la calle quedándose estático ante el reflejo de una ventana, quedándose estático al notar lo obvio.
Ojos cristalizados y mejillas rojas.
Estaba llorando en la calle, sin haberlo notado.
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—¡Oído al tambor! Buenos días, estudiantes. Guarden silencio por favor, hoy tenemos la dicha de tener a un nuevo compañero con nosotros —dice la maestra Beta con voz cantarina y risueña.
Ganando la atención de la clase, ya que en esas cuatro paredes todos se conocían entre sí, porque había cursado la misma sección desde el preescolar o el jardín de niños. Por eso, la noticia de un compañero nuevo, les tomó por sorpresa y despertó su curiosidad.
—Quiero que sean amables con él, no quiero ningún cometario negativo, ni nada parecido —agregó fingiendo una voz severa, que provocó una risitas por parte de los demás niños.
Jimin escondía sus manos detrás de su espalda. Intercambiando miradas desde su maestra y sus compañeros. Nunca lo admitiría en voz alta, pero estaba poniéndose nervioso.
—¡Vamos tesorito! Preséntate sin miedo —le animó la Beta.
El castaño tragó grueso, dio un par de pasos para quedar en el centro del salón, sintiendo las miradas fijas en su persona de cada estudiante. Manteniendo sua manos atrás, exhaló y finalmente habló.
—Un gusto conocerlos a todos. Mi nombre es Park Jimin. Tengo seis años, nunca había ido a una escuela antes y me gustan los pancakes con moras azules ¡Por favor, permitan que los cuide a todos, soy un niño grande! —declaró con sus mejillas ruborizadas.
Las risas reinaron en el aula, acompañadas de sonrisas sinceras y amables. Jimin sintió un calorcito infiltrarse en su pecho; se sintió muy bien. La maestra Beta quedó atónita ante la pequeñísima confesión de Jimin, pero hizo la vista gorda y aplaudió la valentía del castaño.
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A partir de ese día, Park Jimin se hizo amigo de su maestra y de toda su clase. Con la sencillez de la inocencia y los problemas aislados, la felicidad se sentía cada vez más alcanzable. Sin embargo, con la prepotente madurez, los obstáculos del proceso, el descubrimiento de las verdades de su universo, traerían conceptos que Jimin ignoraba en ese tiempo.
Nadie sospecharía que ese pequeñín y tierno niño, crecería para ser un Alfa hecho y derecho, ni mucho menos que tendría un futuro tan... Insoportable.
Tan frustrante, tan prohibido como único, el cual tenía nombre y apellido.
Jung Hoseok.
Sí, ese niño, mayor que él, quien no podía defenderse así mismo. Aquel que el pequeño Jimin, juraba que sería un Omega, uno adorable e increíble. Jamás le cruzó por su cabecita que él, sería el ser que hurtaría su corazón y a quien le correspondería sin lugar a ninguna duda ni temor. Por muy difícil que resultanse, su Alfa andaría agitando la cola hacia su mismo rango.
Así es, otro Alfa.
El Alfa que su Alfa amaría eternamente.
Por muy insoportable que este fuese.
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[N/A]
Notita vieja:
Hi!
Aquí, reescribiendo lo que anteriormente titulé como "P R Ó L O G O", pues me quedó más largo y un poco mejor.
Esto es en vista de las 700 leídas de "Insoportable" que yo ni idea de que tenía el fic 👀💘🙇
Iré reescribiendo los capítulos, porque me la pasé leyéndolos, y me di cuenta que la coherencia la dejé botada a lo desgraciao'.
¡Gracias por tanto y perdón por tan poco!
Y vamos por más Hopemin/Jihope, uwu.
Pd: Resumiendo esto antes de arrepentirme nwn.
⎯ɴᴇᴄʜɪ.
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