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Capítulo 3

—Suélteme y me sentaré, como usted me pidió.

Jungkook no le creyó. No confiaba en que él no intentaría
cualquier cosa y, en su estado actual, ni siquiera lo vería venir.
Había pasado por demasiadas cosas esa noche como para
permitir que él le diera el tiro de gracia. Entornó los ojos y
consiguió que el doble mundo que lo rodeaba se unificara en
una sola imagen. La luz de la popa del velero pasó de largo sin
ningún incidente y, para sosiego de Jungkook, el mundo no
volvió a desdoblarse.

—¿Quién es usted? —le volvió a preguntar aquel insidioso
hombre.

—Soy uno de los chicos buenos de la película.

—Bien —dijo él, pero no se veía muy convencido. Más bien
intentaba apaciguarlo.

—Le estoy diciendo la verdad.

—Un chico bueno no va por ahí robando barcos y secuestrando
gente.

Eso tenía sentido, pero estaba totalmente equivocado. A veces,
la diferencia entre un chico bueno y un chico malo era tan
borrosa como su vista.

—No he robado este barco. Lo he requisado. Y no lo he
secuestrado.

—Entonces llévame de nuevo al puerto.

—No.

Jungkook se había entrenado con lo mejor que los militares
podían ofrecer.

Excluyendo el fiasco de esa noche, era capaz de disparar y
llevarse el botín mejor que muchos. Era capaz de trepar a
cualquier instalación y volver a tiempo para sentarse a la mesa
a comer, pero sabía por experiencia que sólo bastaba un hombre histérico para conseguir que la situación se convirtiera en un infierno.

—No voy ha hacerle ningún daño. Solamente necesito poner
alguna distancia entre Nassau y yo.

—¿Quién es usted?

Pensó en darle un nombre falso, pero como lo más probable
era que lo averiguara cuando intentara que lo arrestaran por
secuestro, le dijo la verdad.

—Soy el capitán de corbeta Jeon Jungkook —explicó, pero no se
trataba de toda la verdad. No mencionó que se había retirado
del servicio militar y que actualmente trabajaba para un
organismo del gobierno que no existía sobre papel.

—Suélteme —le pidió otra vez.

Jungkook miró sus manos borrosas, que sujetaban todavía sus muñecas. Tenía los nudillos incrustados en su pecho, y de
repente sintió la delgada espalda de él pegada a su tórax. El
redondo trasero del hombre se encontraba apretado contra sus
testículos y una llamarada de deseo se mezcló con el dolor de
sus costillas. Se encontraba disgustado y sorprendido en igual medida por el hecho de sentir algo más que dolor. Sintió la presencia del hombre en todo su cuerpo, así que obligo esa
tontería a retroceder y lo enterró en los rincones más oscuros,
donde enterraba todas sus debilidades.

—¿Vas a volver a pegarme? —le preguntó.

—No.

Lo soltó y él se alejó con tanta rapidez como si estuviera
envuelto en llamas. A través de la oscuridad de la cabina,
Jungkook distinguió la figura que desaparecía tras la esquina
luego volvió a centrarse en los mandos.

—Ven aquí, Baby.

Jungkook se giró convencido de que no había oído bien.

—¿Qué?

El recogió a su perro del suelo.

—¿Te ha hecho daño, Baby Doll?

—¡Jesús! —masculló Jungkook con cara de asco.

Al perro le había puesto Baby Doll. Estaba claro porqué el
chucho era tan insoportable. Volvió a centrarse en el GPS y
apretó el botón. La pantalla se iluminó con unas líneas grises
borrosas y unos números temblorosos. Le resultaba imposible leer las coordenadas, pensó que si se dirigía hacia el noroeste llegaría a las costas de Florida por la mañana.

—Si de verdad usted es capitán, enséñeme sus credenciales.

Aunque no le hubieran quitado todos los documentos cuando
lo capturaron, a él no le habría servido de mucho. Había
llegado a Nassau con un nombre falso, y todos sus papeles,
desde su pasaporte y carné de conducir, estaban a nombre de
Eduardo Rodriguez.

—Siéntese, señor. Esto habrá terminado antes de que se de
cuenta —le dijo, porque no tenía otra cosa que decirle, por lo
menos, nada que él creyera.

Los ciudadanos americanos vivían más tranquilos sin tener
noción de la existencia de hombres como Jungkook, hombres que operaban en las sombras, sin dejar rastro. Hombres que reunían información, frustraban las acciones de terroristas y
quitaban de circulación a los chicos malos, mientras el
gobierno negaba toda relación con ellos.

—¿Adónde vamos?

—Hacia el oeste —esa era toda la información que él necesitaba.

—Exactamente, ¿hacia dónde del oeste?

Jungkook no necesito mirarlo para saber, por el tono de su voz,
que era de la clase a la que le gustaba mandar. Un absoluto
tocacojones. Ni siquiera en las mejores circunstancias Jungkook
permitía que nadie le tocara los cojones. Y porsupuesto, no
estaba dispuesto a que le jodiera la noche más de lo que ya se
la habían jodido.

—Exactamente hacia donde yo decida.

—Tengo derecho a saber adónde me lleva.

Normalmente Jungkook no disfrutaba intimidando a la gente, pero que no disfirutara no significaba que tuviera reparos en hacerlo. Ralentizó el motor hasta alcanzar una agradable
velocidad de veinte nudos, accionó el control del crucero y se plantó delante del hombre con su perro.

La luz de la luna lo iluminó. Él debió verlo, porque contuvo el
aliento y se encogió todavía más en el rincón donde se hallaba.
Bien. Mejor que le tuviera miedo

—Escúchame con atención —dijo Jungkook poniendo las manos
en jarras y acercándose con expresión amenazadora— puedo
facilitarte las cosas, pero también puedo ponértelas realmente
difíciles. Tienes dos posibilidades: sentarte y disfrutar del crucero o enfrentarte a mí. Si decide hacer eso último, te juro que no ganarás. Bien, ¿qué decide?

El no dijo ni una palabra, pero el perro salió disparado de sus
brazos y clavó los dientes en el hombro de Jungkook como un
murciélago rabioso.

—¡Mierda! —Jungkook agarró al chucho.

—¡No le haga daño! ¡No le haga daño a Baby!

¿Hacerle daño? Jungkook pensaba aplastarlo hasta convertirlo en un montón de pellejo. Tiró del perro y la camisa se rasgó. La bestia gruñona abrió las mandíbulas y Jungkook lo dejó caer al suelo. El perro chilló y huyó.

—¡Eres un malnacido! —gritó— ¡Le has hecho daño a mi perro!

Sólo cuando sintió su puño en contacto con su cabeza se dio
cuenta de que lo había atacado por su lado débil. Los oídos
comenzaron a zumbarle, la vista se le nubló todavía más y dijo
unas cuantas maldiciones.

Fue a darle otro puñetazo, pero Jungkook le agarró la muñeca
antes de que lo consiguiera. Le puso una zancadilla, y el
hombre cayó al suelo con un fuerte golpe. Jungkook se había
cansado de jugar limpio. Lo obligó a ponerse boca abajo y se
arrodilló sobre su espalda. Él se debatió y peleó mientras le
decía insultos patéticos.

*Créditos al creador

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