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Capítulo 23

¿Qué es lo primero qué vas a hacer cuando nos rescaten? —le
preguntó Jungkook.

—Llamar a papá y mamá. Se que estarán locos de preocupación
por mí —contestó Jimin— luego conseguiré quitar esas fotos de
internet.

—¿Cómo piensas hacerlo?

—Contrataré a alguien para que chantajee a Sam y lo obligue a
cerrar esa página web.

Jungkook pensó que probablemente existían formas más directas de hacerlo, pero no le sugirió ninguna porque, una vez que fueran rescatados, Jimin ya no sería asunto suyo.

—¿Y tú? —preguntó Jimin— ¿qué es lo primero que vas a hacer?

—Comerme unas buenas costillas.

—¿Antes de llamar a tu padre?

—Mi padre murió cuando yo tenía veintiuno.

Jimin se quedó en silencio y se oyó el martilleo de la lluvia contra la puerta y las ventanas.

—Lo siento, Jungkook. ¿Cómo murió?

—Era alcohólico. Y créeme, no es una buena forma de morir.

Su padre era la persona a quien Jungkook había tratado más desesperadamente de salvar. Lo había intentado y había fracasado, y Jungkook no necesitaba un psiquiatra que lo analizara y le explicara porqué vivía de la forma en que lo hacía, porqué arriesgaba la vida por gente que no conocía y por un gobierno que lo utilizaba según sus propias necesidades. Él ya lo sabía.

—Sé lo que las drogas y el alcohol pueden hacer —dijo Jimin interrumpiendo sus pensamientos— a veces no hay nada que hacer para ayudarlos.

Jungkook se rió con más amargura de la que pretendía.

—Dios sabe que lo intenté, pero nada de lo que hice cambió el final. Cuando yo era pequeño, él pasaba la mayor parte del tiempo borracho. Es difícil vivir así para un niño.

—¿Qué hacías tú cuando él bebía?

—Esos son recuerdos tristes — murmuró Jungkook. Recuerdos de los que no quería hablar, ni con Jimin, ni con nadie. Jungkook tomó la mano de Jimin, enfocó la palma de su mano con la luz de la linterna y se la acarició con el pulgar. En ese momento el yate escoró (se ladeó) a estribor y Jungkook le apretó la mano con fuerza. —Jugaba mucho con los niños del barrio —dijo— cuando fui lo bastante mayor, me alisté en la Marina.

—¿Porqué la Marina?

Jungkook sonrió en la oscuridad.

—Me gustaba el uniforme. Pensé que ligaría más si llevaba
uniforme.

Una vez alistado, Jungkook se metió de lleno en el programa de
fuerzas especiales. Parecía hecho para él. Mientras estuvo en la
Marina se licenció en ciencias políticas y empresariales con
honores. Cuando estaba a punto de ser ascendido a capitán de
corbeta, lo obligaron a renunciar.

—¿Funcionó?

—Sí —Jungkook se llevó la mano de Jimin a los labios y le besó los
nudillos. Luego lo miró a los ojos—ya te dije, soy un chico
encantador.

Jimin sonrió débilmente.

—Seguramente menos de lo que tú crees.

Jungkook le pasó la lengua entre los dedos.

—Tienes suerte de que no pueda demostrarte cuán encantador puedo llegar a ser —murmuró sobre la piel humedecida por su boca.

La respuesta de Jimin no pudo ser formulada, un violento cabeceó del yate lo inclinó y por más que Jungkook afianzó los pies resbaló. Los crujidos del yate eran alarmantes. Debía ponerse serio. Debía informar a Jimin lo que podría suceder. No podía aplazarlo más. Gateó hasta donde Jimin y Baby se encontraban y los iluminó con la linterna. Jimin lo miró con los ojos abiertos de par en par por el terror.

—Jimin —empezó mientras se arrodillaba a su lado —¿Cuánto puedes aguantar la respiración?

—¿Porqué?

—¿Cuánto tiempo, Jimin?

—Quizá un minuto.

—Si el yate vuelca no se hundirá de inmediato. Tendrás que encontrar una bolsa de aire y buscar por donde salir. La puerta de la cocina puede estallar y las ventanas romperse, debes salir por donde puedas. Llevas puesto el chaleco salvavidas, así que en cuanto salgas flotaras.

—¿Vamos a volcar?

—Es una posibilidad. El problema es que el yate se está colocando en posición perpendicular al viento y las olas. Debes recordar no dejarte llevar por el pánico.

—Demasiado tarde.

—Lo digo en serio. Cuando esto se llene de agua, será la situación más difícil de tu vida, pero no debes darte por vencido. Tienes que salvarte. Y no lo harás si el pánico te domina.

—¿Y tú?

—Estaré justo tras de tí. Cuando lleguemos a la superficie, desplegaré el bote inflable y nos subiremos a él —no le dijo la poca fe que le tenía al bote.

—¿Y Baby? Él no lo conseguirá — Jimin sujetaba al perro con una mano y con la otra se tapó la cara.

Probablemente estaba en lo cierto, y como si Baby lo hubiera comprendido se liberó del brazo de Jimin y se acercó a las rodillas de Jungkook. Con su lengua rosada le lamió los pantalones y el brazo.

—Me aseguraré de que B.D. sobreviva —soltó antes de poder contenerse.

Jimin se incorporó y como pudo se deslizó al sofá y apoyó la espalda.

—Gracias, Jungkook.

Ese gracias se le clavó como un cuchillo, y Jungkook tuvo que desviar la mirada. Si no fuera por él, Jimin ni baby se encontraría en situación de perder la vida. Estarían en casa, a salvo en una cama mullida. Quizá Jimin diseñando su lencería masculina.

—Jimin, siento haberte metido en esto —dijo.

—Yo también. Y yo siento haber destrozado el barco. De verdad lo siento.

Jimin aún en estás circunstancias era capaz de compartir la culpa, pensó Jungkook. Y eso clavó el cuchillo más profundamente en su pecho. Esa era una de las cosas que le gustaba de Jimin, que no eran pocas cosas. Jimin le gustaba más de lo que nunca admitiría. Agarró a Baby y se acercó a él.

—Para ser un modelo de ropa interior lo has hecho bastante bien.

—¿Eso es un cumplido?

—No. Es una constatación.

—Que bueno. Porque no me ha parecido tan encantador como aseguraste que eras —la proa se elevó y Jimin resbaló hacia él —para ser un Steven Segal de pacotilla, tampoco lo has hecho mal.

Jungkook soltó una carcajada seca y forzada.

—Steven Segal es un alfeñique a mi lado.

—Sabía que dirías algo parecido.

Jungkook le tomó la mano otra vez y la sujetó con firmeza.
Cuando Jimin recostó su cabeza en su hombro le apoyó la cara
en su pelo. Olía a flores y agua de mar. Como un jardín en la
playa.

Park Jimin no era como él se lo había imaginado al ver su carné
de conducir. No era frívolo ni histérico. No era un modelo
consentido cuya única preocupación era su cuerpo. Era más que eso. Era una persona que se enfrentaba a sus miedos. Era un superviviente, eso sí, uno de piel suave y fragante. Era un
luchador.

Jimin estaba terriblemente asustado. Jungkook lo notaba en el modo en que le apretaba la mano. Aún así, controlaba su
miedo. Jungkook, no podía menos que apreciar y admirar la
fortaleza de Jimin.

El océano continuaba azotando el Dora Mae. En la oscuridad
del interior del yate, Jungkook sujetaba la mano de Jimin y
escuchaba el sonido de su voz, que saltaba de un tema a otro.
Le habló de su negocio, de su familia, de cuando expulsaron a
Baby de la escuela para perros. Y a cada momento, el cuchillo
en el pecho se le hundía con más fuerza. Cada vez le costaba
más no tomarlo en sus brazos y hundir su rostro en su cuello.
Por mucho que intentara evitarlo, cada contacto, cada sonido de su voz y cada suspiro de él penetraban su corazón.

El barco se ladeada a babor y en más de una ocasión Jungkook pensó que no recuperaría su posición. Mantuvo la mano de Jimin entre las suyas. El tacto de su cálida palma le resultaba más íntimo que las innumerables veces que había tenido sexo. Continuó sujetando esa mano hasta que los vientos se aplacaron y el mar se calmó. Entonces lo estrechó en sus brazos mientras él dormía con la cabeza reclinada sobre sus costillas adoloridas. Cuando los primeros rayos de sol penetraron al fin por las ventanas, Jungkook lo tendió en el suelo, le colocó un cojín debajo de la cabeza y salió a comprobar los daños que había sufrido el barco.

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