Capítulo 16
—¿De dónde eres, Jungkook?
Él dirigió la vista hacia el océano.
—De Corea del sur, ahí nací, especificante en Busan. Mi madre es coreana y mi padre cubano. Nos vinimos, mi padre y yo, a Estados Unidos cuando tenía cuatro años. Así que habló coreano, inglés y español con fluidez.
—Es extraño, no tienes un acento marcado para haber vivido en Corea.
Aparte de algunas cicatrices y tatuajes, Jungkook no tenía ningún acento que lo identificara.
—La verdad es que el acento cubano fue el más difícil de erradicar, ya que era el idioma que hablábamos en casa con mi padre.
—¿Y tú madre?¿No vino con ustedes?
—Murió cuando yo tenía tres años.
—Lo siento —dijo Jimin— debió ser terrible para ti.
—No tanto —Jungkook fijó la vista en las olas —era demasiado pequeño. Pero mí padre la echó de menos cada día de su vida.
De repente Jungkook se preguntó porqué le estaba contando todo eso. Él no hablaba de sí mismo con nadie. El hecho de hablar de su vida personal con Jimin era una muestra de su propio aburrimiento.
—¿Cómo murió?
—Ella y mi padre cruzaban la calle cuando un coche la atropelló. Mi padre me contó cómo sintió que su mano se soltaba bruscamente de la de él.
La sonrisa de Jimin se desvaneció y la caña en sus manos se quedó quieta.
—Eso es horrible, Jungkook. ¿Y tú dónde estabas?
Jimin no mostró demasiado sentimentalismo, ni corrió a abrazarlo, eso lo tranquilizó y continuó.
—Cogido de la otra mano de mi padre. Ninguno de los dos salió herido. Ella murió antes de llegar al hospital.
—¿Tú lo recuerdas?
—En realidad no. Tengo un vago recuerdo de unas luces, pero eso es todo.
—Y yo que pensaba que había tenido una infancia difícil.
—¿Porqué fue dificil la tuya? — preguntó Jungkook, contento de cambiar de tema.
—Bueno, en realidad no lo fue tanto. Pero pensaba que sí. —Jimin se miró las manos—. El hermano de mi madre era predicador Bautista, y no era precisamente permisivo. Era de los que no te dejaban beber alcohol, bailar, ni maquillarte, porque eso podía excitar a alguien. Imaginate yo que era homosexual. Para él yo era la muestra andante del pecado. En mi familia tener un tío predicador era como tener al Papa en un hogar católico. Por eso cuando le pedí a Papá Noel que me trajera un pintalabios y sombra de ojos, nadie en mi familia sonrió. Tenía quince años cuando me pillaron bebiendo y mi familia se escandalizó. Mi madre estaba convencida de que había heredado los genes anormales de la familia de mi padre. El tenía unos primos que bebían como esponjas y fornicaban como marineros de permiso.
Jungkook se rió con ganas de esto último.
—Supongo que convertirte en modelo de ropa interior no ayudó mucho.
—Al principio no, pero cuando sorprendieron al tío predicador con una chica detrás del púlpito... — Jimin se encogió de hombros— ... la chica quedó embarazada, así que su esposa abandonó la iglesia. Después de eso la familia se comportó como las ratas que abandonan el barco que se hunde. Y de repente mi trabajo no les parecía tan malo —Jimin sonrió— debo decirte que me alegró mucho no ser el peor pecador del mundo.
Jungkook lo observó y se dio cuenta que ya no lo veía como el insoportable modelo de ropa interior. Ahora era algo más que un hombre hermoso con un estupendo cuerpo. Ahora veía alguien con sentido del humor, capaz de reírse de él mismo.
—¿Hermanos o hermanas?
—Una hermana mayor. Ella siempre fue perfecta. Tiene cinco hijos perfectos, un marido perfecto y es una esposa perfecta.
Por un momento a Jungkook le pareció que envidiaba a su hermana.
¿Park Jimin, el famoso modelo, quería un matrimonio, hijos? ¿Envidiaba a una simple ama de casa? Imposible.
—No me digas que quieres tener cinco niños.
—No, sólo dos. Pero primero debo encontrar un marido que quiera embarcarse conmigo en la adopción o vientre de alquiler. Eso significa que tengo que empezar a salir al mercado nuevamente. Pero atraigo hombres posesivos, o, peor aún, a hombres increíblemente necesitados a quienes acabo cuidando yo —hizo una pausa para respirar —¿Tú quieres tener hijos?
Niños era lo último que Jungkook quería.
—No.
Jimin estudio su rostro un momento.
—Parece que te hubiera preguntado si quieres tener dolor de muelas, ¿no te gustan los niños?
Los niños le parecían bien, siempre y cuando fuera ajenos.
—¿De verdad quieres que crea que no sales con nadie? —preguntó Jungkook en vez de responder.
Jimin lo notó pero lo dejó estar.
—Hay una diferencia entre salir a cenar con alguien y desear que sea el padre de tus hijos. —La caña en sus manos empezó a temblar —¡Creo que he pescado algo!
Como era de esperar, Jimin le estaba demostrando que era mejor pescador que él.
—¡Date prisa y trae una red! —lo apremió Jimin.
Jimin sacó dos peces. Uno de ellos pesaba alrededor de seis kilos, pensó Jungkook cuando regresó con la red.
—Hay que sacarles los anzuelos y ponerlos en un recipiente con hielo. Puedes limpiarlos ahora, si quieres.
Jungkook abrió los ojos incrédulo. Esos no eran sus pescados.
—¿No dijiste que pescabas con tu abuelo?
—Así es, pero él sacaba los anzuelos y los limpiaba.
—¿Y tú único trabajo es sacarlos del agua?
—Claro —le contestó como si Jungkook fuera tonto.
Pero Jungkook no era tonto en absoluto y se daba cuenta de que Jimin establecía las reglas sobre la marcha. Meneando la cabeza le sacó el anzuelo a uno y lo dejó en cubierta.
-¿No son preciosos? —exclamó Jimin con orgullo, como si fueran su creación.
—Están bien —sacó el otro anzuelo —en Malasia durante una misión, disparé a una cobra y me la comí para desayunar.
—¿Y exactamente porqué me cuentas eso?¿Es qué mi habilidad para la pesca amenaza tu ego?
—Tesoro, mi ego está estupendamente. Hace falta más que tu pequeño logro para que me sienta amenazado.
—Pareces celoso.
Quizá lo estaba un poquito, pero nunca lo reconocería.
—¿De estos dos pescaditos? En otra vida quizás.
Baby saltó del banco y se acercó a los peces. El más grande sacudió la cola y el perro retrocedió de un salto.
—Vigila a Baby mientras busco un recipiente con hielo —le dijo Jimin yendo a la cocina.
—No seas tan mariquita —dijo Jungkook en voz baja —vamos — se negaba a llamar al perro por su ridículo nombre —acércate, B.D. y enséñales quién manda aquí.
Animado por esas expresiones de aliento, Baby se acercó a la cabeza del pez, lo olisqueó un par de veces y le lamió un ojo.
—¡Muy bien!¡Buen chico! —lo elogió Jungkook.
—¡Baby! - Jimin salió de la cocina y miró ceñudo a Baby y a Jungkook —creí que lo vigilabas.
Jungkook no recordaba haberse comprometido a nada.
—Tú perro no oye demasiado bien.
Jimin entrecerró los ojos.
—El hielo artificial fue lo único que hallé —levantó la vista hacia Jungkook y ordenó —vamos, ponlos adentro.
Jungkook tampoco recordaba haber aceptado ser su criado.
—Ese honor es todo tuyo.
—A tí las manos ya te huelen a pescado —lo miró— además mi ropa es blanca.
—Ajá.
Jungkook resignado se arrodilló al lado de la nevera y metió los pescados. Entonces notó que su silla se movía.
—¡Diablos! —exclamó levantándose. Asió la caña de pescar y empezó a enrollar el sedal.
—Tráeme la red —le gritó a Jimin.
Jungkook levantó la caña, dando vueltas al carrete como loco. El pez que había atrapado pesaba como un tractor.
En cuanto lo visibilizaron, Jimin recogió la red y Jungkook lo ayudó inmediatamente a izarlo. Estudio al brillante besugo. Pesaba como mínimo, once kilos.
—Fíjate en eso —dijo mientras se arrodillaba y lo extendía sobre la cubierta. Era lo más bonito que había visto en mucho tiempo, con sus pequeñas escamas rojas y sus delicadas aletas.
—Es sólo un pez —dijo Jimin restándole importancia.
—Pero es enorme.
Jimin cruzó los brazos.
—Bueno, pero yo he pescado más que tú.
—Tus dos pescaditos juntos no pesan ni la mitad del mío.
—¿Nunca has oído eso de que el tamaño no cuenta?
Jungkook se volvió hacia él.
—Tonterías —Jungkook rió al ver a Jimin con los labios apretados —sólo un tipo con el paquete pequeño se creería eso.
—Jimin frunció el entrecejo con fuerza.
—Yo sé que es verdad.
Jungkook rió con ganas.
—Puedo demostrarte que estás equivocado.
—Gracias, para otra vez será.
—Cuando quieras Jiminito.
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