Capítulo 15
Jungkook paseó la vista por las pantorrillas de Jimin hasta el
chal rojo, que había vuelto a llevar atado a las caderas. Se había quitado la camisa mojada y se había puesto de nuevo la camisa blanca, que estaba empapada por delante y por detrás debido al pelo húmedo. Jungkook se preguntó si habría tendido sus boxers rosa en el lavabo como el día anterior.
Jimin se había puesto una gorra de béisbol. Tenía una caña de pescar entre las manos. Ató dos anzuelos a cierta distancia uno del otro, y los dejó caer al agua. Después de soltar el hilo unos diez segundos, accionó la palanca para frenar el carrete.
Jungkook le observó el perfil, tenía los ojos entrecerrados
detrás de las gafas de sol y una expresión decidida. Era obvio
que intentaba demostrarle que sabía pescar mejor que él.
Jungkook se mordía la lengua antes de admitir su derrota.
Jungkook pensó que esos cebos atraerían la atención de algún
bacalao, algún besugo, o lo que fuera que viviera allí abajo.
Con naturalidad, Jungkook recogió su sedal, haciendo girar el carrete, hasta que el cebo apareció.
—¿Has cogido algo? —preguntó Jimin burlón.
—Sólo han mordido un poco el cebo —dijo a regañadientes y se
dirigió a la caja de pesca.
Jimin levantó el extremo de la caña y volvió a bajarlo.
—¡Ah!¿Puedo hacerte una sugerencia?
—No —contestó Jungkook. Cortó el cebo de su sedal y buscó alguno de esos anzuelos emplomados que Jimin había atado al suyo —pero si necesito algún consejo sobre como hacerme ropa interior, te lo pediré.
A pesar de ser un lanzador excelente, Jungkook había pescado exactamente dos truchas de agua dulce en toda su vida. Veinte minutos antes no había tenido interés especial en pescar nada. En el yate había comida suficiente para unos cuantos días. Pero ahora se sentía retado y no estaba dispuesto a dejarse superar por un chico como Jimin.
Jungkook era todo un hombre. Un hombre carnívoro. Jimin era un modelo y tenía un minúsculo perro chillón. ¿Qué dificultad podía tener pescar un pez más grande que Park Jimin?
Jungkook depositó la caña nuevamente en el soporte de la silla y como su cabello estaba casi seco, se fue a vestir con los pantalones cortos que llevaba el día anterior. Pasó a la cocina por unas uvas y las últimas barritas de cereales y salió a cubierta.
Cuando se acercó, tanto Jimin como Baby giraron la cabeza hacia él. Mientras Jimin seguía pescando, el perro saltó del asiento y siguió a Jungkook hasta la silla. Cuando se sentó, Baby se le subió a las rodillas.
—¡Eh! —exclamó Jungkook, y apartó el perro a su muslo izquierdo. Se sacó del bolsillo las barritas de cereales y le lanzó una a Jimin. A continuación abrió la otra, partió un trocito y se lo dio a Baby. No soportaba el hambre. Ni siquiera el hambre de ese ridículo perro que se encontraba en su regazo.
—¿No me dijiste ayer que estabas en Nassau por un asunto del gobierno?
Jungkook lo miró. Jimin dio un mordisco a su barrita.
—Sí —contestó él.
Jimin prosiguió el interrogatorio.
—Pero hoy me has dicho que te obligaron a retirarte de la Marina.
—Exacto —Baby masticó, tragó y pidió más —hace cuatro años.
Jimin se giró hacia él.
—¿Cómo es posible? Si la Marina te ofreció dos opciones, retirarte o ir a prisión, ¿cómo puede ser que trabajes para ellos?
Jungkook depositó al perro en cubierta y le dio otro trozo de barrita. Baby se lo tragó rápidamente y acto seguido se subió al asiento, listo para una agradable siesta. El chapuzón lo había dejado exhausto.
—Tu perro come como un tiburón.
—Mi perro tiene nombre.
—Sí, y es vergonzoso para él también —repuso, aunque el chucho empezaba a caerle bien.
A pesar de todo, el nombre le parecía absolutamente ridículo y Jungkook no pensaba pronunciarlo, ni siquiera si lo amenazaban con morderlo o torturarlo.
—Estás evitando contestar mi pregunta.
—No lo estoy evitando. Simplemente no te contesto.
—¿Eres una especie de espía?
—No. No trabajo para la CIA.
La visera de la gorra de Jimin proyectaba una sombra sobre la mitad de su rostro.
—¿Eres un agente secreto?
—Ves demasiada televisión.
—Y tú cambias de tema cada vez que te pregunto algo.
—Cada vez, no. Solamente cuando me preguntas algo que no puedo contestar.
—Qué no quieres contestar.
—No quiero y no puedo.
Jimin se terminó la barrita de cereales.
—¿Estás casado? —continuó.
—No.
—¿Divorciado?
—No.
—¿Has engañado a alguna chica para que sea tu novia?
—Ya te lo dije. Yo no me involucro en relaciones sentimentales.
—Cierto. ¿Porqué?
-¿A qué viene tanta pregunta?
Jimin se acercó un poco, y, con un gesto le pidió unas cuantas uvas.
—Perdí los prismáticos y el espejo, así que lo único que puedo hacer ahora es pescar. Me aburro, y ya que me has secuestrado, lo mínimo que puedes hacer es distraerme para que deje de pensar en cómo moriré en este barco.
Jungkook le alargó un racimo y paseó la mirada por su brazo.
—No te he secuestrado, y todavía tenemos comida y combustible. Así que no es probable que mueras, de momento.
—A lo mejor me muero de aburrimiento. Estoy acostumbrado a mantenerme ocupado, y necesito algo que me distraiga.
Jungkook lo observó mientras se llevaba la uva a los labios.
—¿Qué propones? —le preguntó, aunque él tenía algunas ideas de cómo distraerlo que no tenían nada que ver con charlar. Ojalá nunca le hubiera confesado que imitaba a Linda Lovelace.
—Háblame de tí —le pidió Jimin llevándose otra uva a la boca.
Jungkook se levantó de la silla con tanto ímpetu que nuevamente le dolieron las costillas. Cogió la caña de pescar y se giró de espaldas a Jimin, ya que tenía un bulto en los pantalones. Los sentimientos nada tenían que ver con la dirección que estaban tomando sus pensamientos, pero era imprescindible que esa dirección cambiara inmediatamente.
—¿Qué quieres saber?
Jungkook lo miró, miró sus labios carnosos, sus pómulos altos, su largo y estilizado cuello, sus largas piernas. Jimin era un imán, cierto. Decididamente, le inspiraba pensamientos impuros.
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