Capítulo 10
Con los binoculares y el espejo en una mano, y con el perro
en la otra, Jimin subió al puente de mando en busca de sus
sandalias. Una estaba quemada y la otra rota así que las dejó y
empezó a mirar con los prismáticos.
No vio más que cielo azul. Estuvo tanto tiempo así, que Baby
aburrido lo dejó. Se enjugó con las manos el sudor que le corría
por las sienes y el cuello. Odiaba la sensación de sudar y
además sospechaba que debía oler mal. Ni una cosa ni otra
mejoraban su humor.
Jimin era un hombre de acción y no estaba acostumbrado a
quedarse quieto esperando que algo sucediera. Se sentía
inquieto, nervioso, pero no tenía nada más que hacer asi que se
quedó en el puente con su espejo y prismáticos.
Jimin no sabía cuánto tiempo llevaba en el puente, pero cuando el cuerpo empezó a dolerle y el estómago a quejarse, abandonó su puesto.
Encontró a Jungkook en la cubierta, sentado con una caña de pescar sujeta al brazo de la silla y una cerveza en la mano.
Parecía un hombre relajado, cuya ocupación más importante
fuese terminar esa cerveza. Su camiseta y sus jeans estaban
tendidos en la parte trasera del barco junto a unos calzoncillos
de algodón gris marengo. Jimin no quiso mirar que llevaba
puesto, o que no llevaba, pues temía ver algo más que una caña
de pescar. A pesar de eso, miró.
Llevaba unos pantalones cortos de nylon de cintura elástica
ceñidos justo por debajo del ombligo. Se había vuelto a colocar el vendaje alrededor de las costillas. Extrajo un trozo de salmón ahumado de la lata que sostenía sobre el muslo, lo colocó
encima de una galleta y se lo llevó a la boca. Luego metió dos
dedos en la lata y sacó un pequeño trozo de pescado para
dárselo a Baby, que estaba sentado a su lado.
Baby abrió las fauces y lo engulló sin masticar. Si Jungkook creía que podía ganarse el corazón del perro a través del estómago, estaba en lo cierto, aunque sólo hasta cierto punto. Baby era esclavo de su apetito por los bocados prohibidos, pero
por encima de eso, era prisionero de su complejo de Napoleón.
Unos trocitos de salmón no lo harían olvidar su misión de
derrotar al perro grande.
—Creí que odiabas a mi perro.
Jungkook se llevó la cerveza a los labios y bebió un trago.
—Así es —contestó sin mirarlo — sólo lo estoy engordando un poco
por si más adelante necesito comérmelo.
Jimin no supo si lo decía en broma.
—Vamos, Baby —y con un gesto, indicó al perro que lo siguiera al
interior del barco, pero Baby se negó a obedecer y prefirió
quedarse con el hombre que lo estaba alimentando.
Se sintió ligeramente traicionado, así que fue a ver si sus boxer
de color rosa se habían secado. Tenían un poco húmedo el
elástico, de modo que se los puso. Buscó algo de comer en la
cocina, encontrando un poco de queso, un plátano y unas pocas
uvas. Ya que Baby había optado por quedarse en cubierta tenía
que ir y asegurarse de que no comiera demasiado salmón y se
pusiera enfermo.
Se sentó entre los pantalones húmedos y la camiseta de
Jungkook. Necesitaba un cuchillo para cortar el queso y, de
repente, como si Jungkook le leyera el pensamiento, le alargó el cuchillo.
—Te dejas esto por todos lados.
Jimin abrió la boca para darle las gracias, pero se contuvo. No
necesitaría ese cuchillo para nada si no fuera por él. Cortó un
trozo de queso y se lo comió acompañado de dos uvas. Jungkook le acercó la caja de galletas y eligió una de centeno.
—Por favor no le des más pescado a Baby. Se va a enfermar.
Jungkook no contestó, pero se comió el resto del salmón solo.
No le ofreció ni una lonja a Jimin, lo cual le pareció bastante
desconsiderado, aunque él no esperaba la más mínima muestra de cortesía por parte de Jungkook. Detestaba reconocerlo, pero ese hombre lo ponía nervioso, con su cara magullada y todos esos músculos. Mientras mordía su plátano, se fijó en su cepillo de dientes, que sobresalía de un soporte para la caña de pescar.
—¿Qué hace mi cepillo ahí?
—Lo he utilizado.
Entonces lo miró directamente a la cara magullada, a los ojos
negros. Tragó el trozo de plátano.
—¿Para qué? —le preguntó.
—Para lavarme los dientes.
—Dime que es una broma.
—No.
—¿Has robado mi cepillo de dientes?
Jungkook negó con la cabeza.
—Lo he requisado.
—¡Que asco!
—Lo he empapado en ron para matar los gérmenes.
—¿Qué gérmenes? —Jimin boquiabierto, se quedó mirándolo, observando la ligera hinchazón bajo el ojo izquierdo, el pómulo ennegrecido y la venda fría sobre la frente —eso es absolutamente asqueroso... y...V... mientras tartamudeaba, se
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absolutamente asqueroso... y... y... —mientras tartamudeaba, se
levantó, con el cuchillo en una mano y el plátano en la otra. El
queso cayó al suelo y Baby se abalanzó sobre él. Jímin no le
hizo caso. —¡Es asqueroso y vomitivo!
Jungkook dirigió una mirada al cuchillo que Jimin empuñaba.
—Bueno, tampoco me he cepillado el culo con él.
—¡Como si lo hubieras hecho!
—¿Porqué te pones así? —el también se levantó y señaló el
cepillo —lo coloqué ahí para que se esterilizara con el sol.
Jimin no podía creer que hablara en serio.
—¡Me raptas, me retienes en medio del océano, utilizas mi
cepillo de dientes! ¡Y me preguntas porqué me pongo asi!¿Qué te pasa? ¿Te comías la pintura de las paredes cuando eras niño o qué?
Jungkook no contestó esa pregunta.
—Date un respiro —le aconsejó— no te he raptado, y fuiste tú quien nos dejó inmovilizados en medio del océano.
Pero Jimin no estaba de humorpara asumir la culpa.
—¿Qué harás ahora? ¿Me robaras la ropa interior?
Jungkook paseó la mirada por la parte delantera de la horrible
camisa, tomó un trago de cerveza mientras miraba su entrepierna con cerezas estampadas.
—No lo sé —dijo despacio - ¿La tienes todavía tendida en el baño, o deberé arrancártela?
—No, ya no está tendida —le informó Jimin, apretando los
dientes.
Jungkook lo miró a la caray sonrió.
Bueno, puedes quedártela. El rosa no es mi color favorito.
Ahora al darse cuenta que tal vez él había tocado su ropa interior, se dio cuenta que de haber sido capaz habría matado «al bueno de Jungkook». Gustosamente.
—No sé porqué te pones tan rígido. Tampoco voy a contagiarte nada.
—¿Qué? ¿Se supone que tengo que creerte? —Jimin dio un paso
atrás —ni siquiera sé quién eres.
—Ya te lo dije.
Una gota de sudor le resbaló a Jimin por el cuello. Se la secó
con un gesto del hombro. Le dolía la cabeza, le picaban los ojos y necesitaba un baño. Se sentía tan mal que no podía tenerse en pie. Lo único que quería era una cama limpia y dormir hasta que esa pesadilla terminara.
—Lo dijiste, pero no puedes probarlo.
—Eso es cierto. Debes confiar en mí palabra.
—Estupendo —Jimin enfundó con cuidado el cuchillo mientras
întentaba desesperadamente controlarse y no ponerse a llorar
como un histérico delante de él —se supone que tengo que
confiar en la palabra de un tipo que ha robado un objeto de mi
propiedad y que ha amenazado con comerse mi perro.
Jungkook se encogió de hombros.
—No tienes otra opción.
—Yo siempre la tengo. Y mi opción es no creer nada que salga de tu boca.
—Como quieras, pero no es conveniente que discutas conmigo por algo tan trivial como un cepillo de dientes.
—No te tengo miedo.
—Pues deberías. Te supero en peso y tamaño, y puedo tener
peores intenciones de las que piensas.
—Tú no te imaginas las malas intenciones que puedo tener yo.
En ese momento, Jimin tenía muy malas intenciones.
Realmente malas.
Jungkook echó la cabeza hacia atrás y se rió, divertido. Jimin
olvidó su miedo de golpe, dio un paso adelante y le hincó el
indice en el pecho.
—¡No te rías de mí!
—¿Y qué vas a hacer ¿Agujerearme el pecho con tu dedo?
—Que te dé un puñetazo en el ojo bueno y te lo deje a juego con
el otro —la sola idea le habría arrancado una sonrisa de no ser
porque estaba mnuy enfadado.
Jungkook le agarró la mano y apartó el dedo.
—Lo más probable es que no te lo permita — Jimin intentó
soltarse, pero Jungkook aumentó la presión de su mano —no si
lo veo venir.
Jimin intentó liberarse de nuevo, pero en lugar de soltarlo, el
avanzó un paso, reduciendo la distancia.
—Y si lo intentó ¿qué?¿Me atarás de nuevo o algo así?
Jungkook bajó la mirada hacia su mano, que todavía sujetaba la
de Jimin y era lo único que lo separaba del pecho de Jimin.
—Algo así —dijo en voz muy baja y miró los labios de Jimin —
seguro que se me ocurre algo. Algo un poco más divertido que
un ojo morado.
De repente, Jmin reconoció una textura áspera en su voz. Un
destello de deseo en esos ojos negros. Lo había percibido
muchas veces en su vida. Pero ahora no sintió la más mínima
chispa interior, ni el menor interés, ni siquiera repugnancia,
hecho que lo sorprendió por completo.
—No te exprimas el cerebro —le replicó al tiempo que conseguía
soltarse y retroceder unos pasos —nunca seré un voluntario en
tus perversas fantasías.
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