Capítulo 9
Siento cómo las gotas de agua caen por mi rostro a medida que abro los ojos y veo mi reflejo en el espejo. Tomo la toalla que tengo a un lado y hundo la cara en ella secandola. Después, giro la perilla de la puerta y salgo del baño.
Se preguntarán qué ha pasado en estos últimos días después del inolvidable suceso que protagonicé en la fiesta del sábado. Pues bien, les contaré, todo ha seguido su curso habitual, aunque me siento un poco incómoda cada vez que me encuentro con Magnus. Siempre trato de evitarlo y él hace lo mismo. Sin embargo, no pierde la oportunidad de humillarme cuando se le presenta. Afortunadamente, solo conviví con él durante tres días después de ese suceso, ya que tuvo que viajar a Italia por asuntos de la empresa.
Sinceramente, le agradezco a Dios por eso, en esta última semana he recuperando toda la paz que tenía antes de que él volviera aparecer, antes de que sus ojos grises se posaran en mí, antes de que regresara.
A pesar de que ha pasado un tiempo, sigo reflexionando sobre lo que sucedió esa noche. El recuerdo del sabor de sus labios y la forma en que me tomaba. Quién hubiera pensado que aquel chico de cabello oscuro y ojos felinos, que en mi infancia no sabía si amar u odiar, años más tarde estaría drenando mis labios con su sabor. Cada vez que pienso en él, mi corazón se acelera, mi mente se llena de dudas y emociones encontradas. Pero, a pesar de todo, trato de mantener la calma y olvidar todo lo sucedido.
Magnus es un idiota que solo piensa en si mismo y no merece que gaste un minuto de mi tiempo teniéndolo en mis pensamientos. Después de todo, ese beso quedó ahí, solamente en aquellas paredes.
Una vez que llego al cuarto de servicio dejo el delantal en uno de los percheros que están colgados de la pared y tomo mi bolsa. Cierro los ojos soltado un suspiro para desvíar mis pensamientos en otra dirección a medida que me adentro en la cocina.
-¿Ya terminaste tú turno?-Carly se dirige hacia mí.
-Sí. Gracias a Dios.-afirmo.
-Que suertuda eres, yo tengo que hacer horas extras.
-¿Porqué?.
Ella encoje los hombros.
-El alquiler de la casa no se va a pagar solo. Además, necesito comprarle más medicamentos a mi padre, a empeorando.
Un atisbo de preocupación se aloja en mi pecho al escucharla.
-¿Alfonso, está bien?-pregunto por su padre y una lijera expresión de tristeza se asoma en su rostro.
-La quimioterapia lo tiene demasiado débil.-menciona.
-Sabes que puedes contar conmigo siempre que lo necesites.- le froto uno de sus brazos alentándola.
-Claro- me dedico a una sonrisa triste.
Carly es una chica realmente extraordinaria, su personalidad divertida, graciosa y a veces un tanto loca no pasa desapercibida. Su melena corta y castaña resalta su belleza, al igual que sus ojos marrones que destacan sus rasgos faciales perfectamente. Con labios gruesos, nariz fina y pestañas largas, complementa su cuerpo bien proporcionado y unas curvas envidiables a pesar de su estatura un poco menor a la mía.
Lamento mucho lo que está atravesando en estos momentos, la noticia del cáncer de pulmón de su padre hace dos años ha sido un duro golpe para ella. Afortunadamente, cuenta con el apoyo incondicional de su hermana Alva y su sobrino Alan, quienes la acompañan y ayudan en todo momento a pesar de que no viven en la misma casa siempre están al pendiente del señor Alfonso.
-¡Oye, Carly! ¿Qué haces ahí parada? La orden no se va a servir sola-expresa Ryan desde el otro extremo de la cocina.
-Cómo usted diga, señor. -menciona Carly para molestarlo y acto seguido me susurra "Luego nos vemos" antes de irse.
-Adiós, chicos.-me despido de mis compañeros. Pero, justo cuando volteo para irme me encuentro con una cara conocida.
-Veo que no soy el único que ha terminado temprano su turno.- menciona Zack con una encantadora sonrisa dibujada en su rostro.-¿Ya te vas?.
-Estaba de salida.-menciono.
- Y yo me interpuse en tu camino, perdón.- se echa hacia un lado con una expresión divertida en el rostro.
-¿Tú no te vas también?- no puedo evitar preguntar.
El asiente con la cabeza.
-Puedes hacerme compañía hasta la salida.-propongo y él no se opone, para luego dirigirnos a la puerta de servicio.
-Me sorprende que hayas llegado temprano hoy. - comenta él abriendo la puerta para que yo pase.
-Incluso yo me sorprendí por eso. Realmente tengo que agradecer a mi padre en paz descanse, porque si no fuera por él, Rick ya me habría despedido desde hace tiempo.
-¿Tu padre conocía a Rick?- pregunta Zack, un poco confundido.
-Eran amigos en el pasado. ¿Por qué crees que Rick ha sido tan paciente conmigo?
-Eso lo explica todo.-dice en tono burlón.
Una vez afuera, nos detenemos para seguir conversando.
-¿Tienes algo que hacer ahora? ¿O estás libre?-desvío la mirada hacia él para responder a su pregunta.
-No tengo nada más interesante que ir a casa y ponerme a estudiar.-suspiro cansado.
-Entonces, creo que te vendría bien un momento para relajarte. ¿Te gustaría tomar un café?
-Creo que un café me vendría fenomenal.-acepto su invitación y veo cómo la sonrisa que se había desvanecido vuelve a aparecer en su rostro.
***
-Entonces, tu sueño es tener tu propio restaurante, ¿verdad? -deduzco mientras llevo la taza de café a mis labios.
-Sí, tengo un proyecto para el futuro. No quiero quedarme como chef en un restaurante toda mi vida. Quiero tener mi propio negocio. Sé que no es fácil, pero estoy haciendo todo lo posible para lograrlo. Además, quiero asegurarme de que mi hermana no quede desprotegida si algo me llegara a pasar.
-Ah, sí, recuerdo que tienes una hermana. Es bonito que pienses en ella de esa manera.
-Mi hermana lo es todo para mí. -sus ojos muestran un destello de tristeza.
-¿Podrías mostrármela? -él sale de su ensimismamiento y murmura un "claro" mientras saca el teléfono del bolsillo de su chaqueta.
-Mira, ella es Lily, mi hermana.-me inclino hacia adelante para ver la pantalla del celular, donde aparece una foto de una niña en medio de la nieve. Sonrío al notar el parecido que tiene con Zack. Lleva un gorro de Navidad y un suéter con dibujos de unicornios, su cabello castaño y ondeado cae sobre sus hombros contrastando con sus bellos ojos negros mientras muestra una sonrisa reluciente con su pequeña dentadura.
-Es muy linda. ¿Cuántos años me dijiste que tenía? -vuelvo mi atención a él mientras guarda su teléfono nuevamente.
-Nueve, le tomé esa foto en Navidad. -agrega.
-Se parece mucho a ti.
-No te creas, tiene un temperamento bastante fuerte, es muy obstinada. -su rostro se ilumina con una sonrisa.
-Debe haber sido muy duro perder a sus padres a esa edad. -comento y me arrepiento al ver cómo la expresión de tristeza vuelve al rostro de Zack.
-Es muy difícil afrontar una pérdida, para todos. -murmura.
-Pero al menos te tiene a ti, eres un hermano increíble. -lo animo un poco.
-Sí, pero a veces no sé si lo estoy haciendo bien.
-Es normal sentirse así. A veces tenemos miedo de no hacer las cosas bien, especialmente cuando se trata de personas que queremos. Pero el hombre valiente no es el que no tiene miedo, sino el que lo domina y sabe cómo lidiar con él en cualquier situación. Y no hay nada más valiente que criar a un ser humano.
Zack me mira por unos segundos antes de reír.
-Eres increíble, Hayla. -se inclina hacia delante apoyando los codos en la mesa y quedando más cerca de mí.
-Solo digo lo que pienso. -justifico encogiéndome de hombros.
-Y eso es lo que me encanta de ti, tu espontaneidad. -concluye.
-Gracias.- murmuro al sentir su penetrante mirada sobre mí.
-Ahora cuéntame de ti, Hayla. Creo que ya he hablado bastante de mí. Quiero escucharte.-me anima
-No tengo mucho más que decir, aparte de lo que ya sabes.-respondo, sin encontrar otras palabras para agregar.
-¿Cuál es tu sueño, Hayla?-me observa detenidamente mientras formulo la respuesta en mi mente.
-Creo que... graduarme, ejercer mi profesión y brindarle una vida mejor a mi madre.-expreso sin titubear.
Una sonrisa se dibuja en sus labios.
-Se nota que amas mucho a tu madre, ¿verdad?.
-Es lo más importante para mí en este mundo. Así como tú buscas lo mejor para tu hermana, yo busco lo mejor para ella.
-Entiendo. ¿No tienes a nadie más, ningún otro familiar?-pregunta con curiosidad.
-Sí, tengo un tío, Rafael, hermano de mi padre. Pero no mantenemos mucho contacto. Él vive con su esposa en Brasil y no lo veo desde hace más de cinco años. Se mudó allí poco después de la muerte de mi padre.
-Así que no tienes una relación cercana con él.-concluye.
-Exacto.-confirmo.
-Yo también tengo una tía en circunstancias similares.-agrega-Creo que nos parecemos mucho.
-Al parecer, sí.- digo llevándo la tasa de café nuevamente a mis labios.
Justo cuando Zack va a decir algo, es interrumpido por el sonido de su teléfono, que vibra en el bolsillo de su chaqueta con un tono corto y repetitivo. Él saca su celular y observa el número que lo está llamando.
-Perdón, es Zayra, la niñera de Lily. -informa deslizando el dedo por la pantalla y acercando el teléfono a su oído.
-¿Pasó algo, Zayra? -él se queda unos segundos en silencio, al parecer escuchando a la persona al otro lado de la línea mientras sus facciones se contraen.
-¿Pero, está bien? ¿Ya vieron a un doctor? -menciona un poco histérico, echando su silla hacia atrás como si fuera a levantarse.
-¿En qué hospital están? -se queda en silencio esperando una respuesta-Vale, enseguida voy para allá. -concluye la llamada levantándose del asiento.
-¿Qué sucedió? -no puedo evitar preguntar al ver lo alterado que está.
-Al parecer Lily está enferma, tiene fiebre y Zayra la llevó al hospital.
-¿Es algo grave? -
-No sé, Zayra no me dio muchos detalles. Oye, lo siento pero... -lo interrumpo.
-Tranquilo, te entiendo, ve a ver a tu hermana. -lo animo.
-Puedo llevarte a la mansión... -vuelvo a interrumpirlo.
-No es necesario, Zack. Seguro quieres ver a tu hermana. Si me llevas, vas a tardar. -insisto.
-¿Estás segura? -cuestiona nuevamente.
-Voy a tomar el autobús, estaré bien. -lo tranquilizo.
-Vale, cuando llegues a tu casa me avisas. -menciona sacando la billetera de uno de los bolsillos de su pantalón.
-No es necesario, yo puedo pagarlo.
-De ninguna manera, señorita. Yo fui quien te invitó. -deja los billetes encima de la mesa.
-Pero... -esta vez fui yo la que se quedó a mitad de la frase.
-Vamos a hacer algo, para la próxima tú me invitas y pagas la cuenta. -extiende la mano para cerrar el trato con una expresión divertida en el rostro.
-Acepto su propuesta, señorito. -expreso estrechando la palma de mi mano contra la suya y sonrío ampliamente.
***
Mis ojos se desvían hacia arriba, observando el cielo oscuro y pesado a medida que las nubes grises se acumulan, expandiéndose por todo el horizonte. Suelto un suspiro y aumento el paso para llegar a la parada del autobús, que está a tres cuadras. El viento empieza a aumentar su intensidad y pequeñas gotas empiezan a caer desde el cielo. Tan bien que iba el día.
Sin parar de caminar, me quito la chaqueta que llevo puesta y la sostengo encima de mi cabeza, como si fuera un paraguas para cubrirme de la lluvia. Unos segundos después, las gotas empiezan a surgir con más frecuencia sobre mí. ¡Maldita sea!
Mi respiración se acelera a medida que camino sobre los charcos que se van formando por el camino debido a la lluvia. Siento cómo el agua se filtra por mis zapatos, empapando las medias que traigo puestas. Observo el semáforo que cambia al color verde y me apresuro para cruzar la calle lo más rápido que puedo, pero justo cuando voy a subir la acera, pierdo el equilibrio cuando uno de mis zapatos se atasca en una de las alcantarillas. ¡Fantástico! ¡Lo último que me faltaba!
Trato de sacar mi pie de ahí pero no lo logro.
-¡Mierda! -maldigo enojada, intentando de nuevo a medida que el semáforo cambia de color y los autos empiezan a transitar nuevamente.
-Por favor, sale. -murmuro para mí misma, intentando sacar el zapato de la alcantarilla, dándome cuenta de que si no me apresuro voy a perder el autobús-. ¡Demonios!.
Estoy tan inmersa en mi enojo que apenas me doy cuenta de que un auto se ha detenido justo a mi lado. Me detengo un segundo para mirarlo y, a pesar de la visión borrosa por la lluvia, reconozco perfectamente el Maserati gris frente a mí. Mis ojos se posan en el vidrio de las ventanas que se va bajando lentamente, revelando la figura de Ierek en el interior del vehículo.
-¡Sube al auto! -resuena su voz potente y masculina por encima del sonido de la lluvia.
-Pero es que... -intento hablar, pero él me interrumpe.
-¡Sube, no tengo todo el día, Hayla! -insiste.
-Pero, mi zapato se atascó en una de las alcantarillas. -explico.
-¡Bueno, quítatelo y sube al auto! -ordena en un tono autoritario.
-¡No puedo, los zapatos son nuevos! ¡He ahorrado para comprarme este par, no puedo dejarlo aquí así como si nada! -elevé mi voz para que me escuchara.
-Hayla, ¿me estás diciendo que prefieres quedarte aquí bajo la lluvia intentando sacar el calzado de la alcantarilla, en vez de venir conmigo? ¿Sabes lo ridículo que suena eso? -cuestiona.
Al verlo desde ese ángulo, admito que suena un poco absurdo. Además, el tiempo estaba empeorando y los truenos se hacían presentes.
-Hayla, es mejor que subas -insiste Ierek. Suelto un suspiro frustrado, quitándome el zapato y dejándolo atascado allí mientras me dirijo al vehículo.
Al abrir la puerta y entrar en el coche, el aire frío del aire acondicionado impacta sobre mi piel, haciéndo que mis pelos se pongan de punta y provocando un escalofrío que recorre todo mi cuerpo. Me aparto los mechones de cabello húmedo que se pegan a mi rostro y los coloco detrás de mis orejas para mejorar mi visión. No puedo evitar abrazarme a mí misma, ya que el frío que siento al estar empapada es abrumador. Mis labios tiemblan al ritmo de mi cuerpo y aprieto mis manos tratando de resistir.
-Será mejor que te cambies-escucho la voz de Ierek y le doy toda mi atención.
Él se quita la chaqueta color gris de su traje y me lo ofrece. Yo lo observo un tanto confundida ¿Cambiarme delante de Ierek y que me vea en brazier? Ni en mis más descabelladas ideas se me había ocurrido tal cosa.
-¡No voy a cambiarme delante de ti!-es lo único que se me ocurre decir ante esa posibilidad.
-Hayla, esa ropa está completamente empapada. Acaba de caerte un aguacero encima. Sería mejor que te cambies pronto, podrías resfriarte -expresa con seriedad en su rostro.
-Pero es que... -no me deja terminar la frase.
-Si quieres, puedes ir a la parte trasera del auto -me ofrece el saco nuevamente-. No te preocupes, no necesito mirar.
Lo observo dudosa reparando la frase "No necesito mirar" lo cual por su tono de voz es un claro "Tengo a otras chicas más guapas que tú detras de mi, no tengo porque obsevarte".
Acepto el traje y me levanto del asiento intentando pasar al compartimento trasero del auto. Echo un vistazo al espejo retrovisor para asegurarme de que Ierek no me esté mirando. Aunque sé que no lo hará, primero, porque no le intereso en absoluto y segundo, porque me dijo que no lo haría, y a pesar de sus muchos defectos, ser incumplido no es uno de ellos.
Desabrocho los botones de mi blusa uno a uno, y al final me deshago de ella. Al sentir mi torso desnudo, no puedo evitar volver a mirar por el espejo retrovisor y observo cómo Ierek cumple su palabra, concentrado en ver la lluvia a través de la ventana. Aunque debo admitir que, de todos los momentos incómodos que he tenido con él, este ha sobrepasado los límites.
Me pongo la chaqueta de Ierek, sintiendo cómo la suave seda del traje se desliza sobre mi piel, no puedo evitar inhalar con fuerza al percibir su perfume impregnado en la tela. Abrocho los cuatro botones del saco y luego arreglo un poco mi cabello.
-Listo -digo, tratando de volver al asiento del copiloto.
Cuando termino de acomodarme en el asiento, volteo a ver a Ierek, quien ya me estaba mirando sin decir una palabra. Sus ojos recorren todo mi cuerpo, deteniéndose por unos segundos en el escote que deja al descubierto el traje. Me muevo incómoda al sentir el peso de su mirada sobre mí.
-Te devolveré el traje lo antes posible -siento la necesidad de hablar para romper este ambiente tan extraño que se ha creado entre nosotros.
Él asiente con la cabeza y pone el auto en marcha
***
Desde la ventana del coche, observo cómo las rejas automáticas de la mansión se abren lentamente, dando paso al vehículo de Ierek. El coche se detiene y veo en silencio cómo el hombre a mi lado baja la ventanilla. Aparece una figura familiar, Franck, uno de los guardias de la mansión que vigila la entrada. Lleva un paraguas para protegerse de la lluvia, que aunque es menos pesada, todavía persiste.
-Hayla-saluda Franck al darse cuenta de mi presencia en el coche. Respondo con una sonrisa y un gesto de cabeza, sintiéndome algo cohibida por estar en el coche de Ierek y entrar con él a la mansión. No quiero que piensen cosas que no son.
-Necesito que dejes el coche en el garaje cuando entre-le pide Ierek a Franck.
-Así lo haré-Tras recibir esta respuesta, Ierek arranca el coche.-Que tenga buena tarde, señor.- es lo último que oímos de Franck al atravesar las rejas y adentrarnos en el camino del jardín que conduce a la puerta principal de la mansión.
Al llegar a la entrada, el chico a mi lado estaciona el auto. Observo cómo saca un paraguas negro y lo abre una vez fuera del coche. Ierek rodea el vehículo hasta llegar a mi puerta y la abre. Al bajar, mi torpeza se hace evidente cuando tropiezo al dar el paso. Rápidamente, una de mis manos se apoya en el hombro de Ierek, mientras la otra se aferra a su camiseta blanca.
Me doy cuenta de lo cerca que estamos y siento su mano sosteniendo suavemente mi cintura. Volteo a ver sus ojos y respiro profundamente al tenerlo tan cerca.
¡Dios mío! ¿Qué estás haciendo? Eres un desastre. ¡Apártate de él ya!
-Lamento eso-decido hacer caso a mi voz interior y me separo antes de que estas extrañas emociones avancen.
-Deberías tener más cuidado- murmuró. Me enderezo, volviendo a mi lugar.
-Tienes razón, lo siento-Tanto él como yo sabemos que mi torpeza es algo con lo que tendré que vivir toda la vida, es una especie de maldición.
-Será mejor que entremos, el clima está empeorando-sugiere. Observo el cielo mientras las gotas de lluvia aumentan su intensidad.
-Debo usar la puerta de servicio- le recuerdo, sabiendo que su madrecita prefiere que el personal ingrese por allí en lugar de la entrada principal.
-Hayla, conozco perfectamente las reglas de esta casa y sabes que me gusta seguirlas. Pero en estas circunstancias tenemos que hacer una excepción, no te llevaré por la puerta de servicio ni permitiré que vayas sola bajo la lluvia por una regla absurda que a impuesto esta sociedad.
-De acuerdo -decido aceptar-Pero no quiero meterme en líos.-aclaro.
-Tranquila, no lo harás-sé que cuando Ierek promete algo es porque verdaderamente está seguro de lo que dice, así que decido confiar en él. Subimos los pequeños escalones que separan la puerta principal del suelo y una vez que Ierek la abre nos adentramos en la casa.
Observo todo el lugar, el cual es bastante espacioso. No me sorprende todo el lujo que posee, ya que estoy cansada de pasearme por esta habitación. Ubico los dos ventanales que permiten la entrada de luz natural, aunque en estos momentos se encuentran cerrados. Hay cuatro sofás muy lujosos traídos de Francia tapizados con las mejores telas y mesas decorativas que alegran el ambiente. Podemos encontrar varios cuadros colgados de las paredes: fotos familiares y pinturas excepcionales que cuestan una fortuna. A la derecha de la habitación se encuentra un piano, bastante grande, que solo toca Ierek. La verdad es que lo hace muy bien.
Lo reparo percatándome de que aún se encuentra de espaldas cerrando la puerta. Luego se voltea y me presta atención. Sus ojos recorren cada parte de mi figura sin decir absolutamente nada, detallando con sus intensos ojos cómo se ve su traje en mi cuerpo. Me remuevo un poco ante este silencio abrumador.
-Gracias por traerme y recogerme en medio de la lluvia. -A pesar de que yo me haya decidido a hablar, él continúa con su recorrido hasta llegar a mis pies, donde se queda mirando por varios segundos.
-Lamento lo de tus zapatos-menciona posando sus ojos en lo míos.
Miro hacia bajo, y me percato de lo ridícula que me veo con un zapato puesto y el otro pie descalzo. Además, ahora que lo pienso, mi imagen se debe ver deplorable en estos momentos.
-Sí. Ahora tendré que ahorrar para comprarme otro par. Así es la vida de los que no nacen en cuna de oro.-Noto que su mandíbula se tensa, como si mis palabras le hubieran molestado. Pero me da igual, es la verdad.
-Lo siento.-aunque lo oigo decir eso, no creo que lo sienta realmente. Solo lo dice para quedar bien.
En ese momento me pica la nariz. Me tapo la boca con la mano y estornudo sin más.
-Perdón-digo.
-Creo que sería mejor que te retires. Tienes deberes que hacer.-Oigo a Ierek.
-Claro. Lavaré tu traje y te lo devolver.-respondo, porque estoy segura de que es una de las cosas que espera que haga.
-Eso es lo de menos, Hayla. Deberías ducharte con agua caliente para no resfriarte y, por lo que sé, tienes que estudiar para un examen el viernes.-parpadeo un par de veces mientras lo veo dar dos pasos hacia mí hasta que estamos a solo un metro de distancia. Me sorprende un poco lo que acaba de decir. No pensé que le importara ningún detalle de mi vida.
-¿Cómo lo sabes?-No puedo evitar preguntar.
-¿Qué?-Se hace el desentendido, pero sabe a qué me refiero.
-Lo de mi examen-informo.
-Ari me lo dijo-se limita a decir.
Me sorprende mucho que yo sea un tema de conversación para ellos dos. Como dije anteriormente, pensé que Ierek ni se percataba de mi existencia.
-¿Por qué te dijo eso, Ari?-la pregunta sale de mi boca al mismo tiempo que se formó en mi cabeza.
Ierek se queda en silencio por unos instantes. Mis ojos reparan cada detalle de su rostro, notando un leve esbozo de sonrisa que solo se podía apreciar con mucha atención.
-Siempre fuiste demasiado curiosa, ¿no, Hayla?-no fue una pregunta lo que ha dicho, fue una afirmación.
Repasé mentalmente los últimos momentos y es cierto, sin darme cuenta no he parado de preguntar.
-Lo siento...-comencé a disculparme, pero él me interrumpe dándole respuesta a la interrogante que le había planteado anteriormente.
-Ariana planeaba invitarte a salir el jueves, pero me dijo que no podrías porque tenías que estudiar para un examen el viernes.
-De acuerdo-obviamente que a Ierek no le interesaba nada con respecto a mi vida, solo sabía eso porque Ari se lo comentó.-Bueno, creo que ya debo retirarme...
-¿El clima está perfecto hoy no creen?-una voz gruesa y varonil se escucha a mi espalda.
Mi cuerpo se contrae al poder distinguir de quién se trata. Poco a poco me volteo, y mi estómago se revuelve cuando ubico a la persona que se adentra en la sala mediante pasos firmes. Observo su figura, paseando mis ojos por el conjunto que lleva puesto: unos pantalones negros ajustados, que le sientan increíblemente bien, un pullover blanco que combina perfectamente con sus zapatos del mismo color, mientras luce una chaqueta negra.
No puedo evitar sentirme incómoda ante esta situación. No veo a Magnus desde hace dos semanas, dos semanas hermosas sin su presencia perturbando mi vida, y ahora al parecer ha vuelto de nuevo. Maldigo internamente por eso.
Sus ojos se posan en mí haciendo una radiografía, sin perderse ni un detalle de mi envoltura, lo que hace que mi piel arda. No sé qué es lo que tienen sus ojos que cada vez que me observa de esa manera siento que me devora con la mirada, mi cuerpo se estremece y un extraño cosquilleo surge en mi estómago. Sus ojos finalmente llegan hasta mis pies y levanta las cejas para luego volver a mi rostro mirándome como si me viera totalmente ridícula, y sí, sé que estoy hecha un desastre, otra de las cosas que maldigo en este momento.
-No sabía que habías llegado -Ierek es el primero en hablar, dirigiéndose a su hermano.-Pensé que regresabas mañana.
-Sí. Pero decidí adelantar el viaje. Tengo asuntos pendientes aquí. -contesta Magnus, para luego echarme un vistazo nuevamente.
Cuando escuché esas últimas palabras, mi incomodidad creció aún más.
No sé por qué en ese momento siento la necesidad de mirar a Ierek, quien está a mi lado. Es entonces cuando me doy cuenta de que estoy prácticamente en medio de los dos hermanos, y mi mente solo grita una cosa"¡Sal de ahí!".
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro