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Capítulo 21

Mis ojos se posaron nuevamente en la figura que había intervenido y, al ver a Magnus frente a mí, una oleada de alivio invadió mi ser. La tensión en el aire se sentía densa. Magnus lanzó otro puñetazo con una ferocidad que hizo que Nick se tambaleara aún más.

-¿Qué demonios te pasa, Magnus? ¿De verdad te duele tanto que haya tocado a tu zorra?-vociferó Nick, impregnado de incredulidad y rabia.

Magnus no se contuvo, avanzando hacia él. Cuando Nick intentó contraatacar con un puñetazo, Magnus lo detuvo con rapidez, sujetándole la muñeca con una presión tal que escuché el crujido del hueso al romperse. El grito desgarrador de Nick resonó en el ambiente. Nunca imaginé que Magnus pudiera llegar a ser tan agresivo.

-Lávate la boca con desinfectante antes de hablar de ella- su tono fue bajo pero cargado de furia.

Le propinó una patada en el estómago que lo dejó sin aliento. Nick chocó contra la pared con un impacto que resonó en el aire, y en un movimiento rápido, Magnus lo atrapó del cuello con una fuerza inhumana.

-¡Magnus, basta! ¡Déjalo!-grité, dándome cuenta de que la situación había escalado fuera de control.

Pero no me prestó atención, su mirada estaba fija en el chico, como si el resto del mundo no importara. El terror comenzó a apoderarse de mí, y mi instinto de proteger a Nick se activó. Tiré de su brazo, tratando de separarlo, pero no se movió ni un centímetro.

-¡Detente! ¡Lo vas a matar!-exclamé, alterada. -Él es tu amigo.

Magnus volteó a verme, dándome una mirada helada.

-Esta escoria no es nada mío.

-Pero no puedes matarlo. ¡Basta ya!-repetí, sintiendo que mi desesperación crecía mientras él continuaba ignorándome.

-Magnus, por fa-vor-murmuró el chico con la cara completamente enrojecida y su voz temblaba, pidiendo clemencia.

La confusión y el miedo se entrelazaban en mi mente; nunca había visto a Magnus tan desenfrenado, tan decidido a llevar a cabo un acto de violencia. Sin saber qué más hacer, rodeé su espalda con mis brazos y lo abracé con fuerza, dejando que las lágrimas fluyeran.

-Por favor, para-imploré, sintiendo el calor de su cuerpo, su musculatura endurecida temblando ligeramente ante mi súbita y emotiva acción.

-Si vuelves a tocarla, no solo te romperé la muñeca -amenazó, y su respiración agitada transmitía una ira tan intensa que me erizó la piel-. Te arrancaré las costillas y te las clavaré una a una en la yugular.

Escuché los gemidos de Nick mientras luchaba por recuperar el aliento, lo que me hizo deducir que, al fin, Magnus lo había soltado. Me separé de él lentamente, sintiendo una mezcla de deseo de permanecer a su lado y la necesidad de dar espacio a la situación.

Magnus volvió a agarrar a Nick por la chaqueta que llevaba, alzándolo en el aire como si no pesara nada.

-Agradece a ella, porque si fuera por mí, ya te habría matado-gruñó con desdén, y la desesperación en la mirada de Nick era evidente.

Nick comenzó a asentir rápidamente, evidentemente aterrorizado.

-¿Qué esperas? Dile que lo sientes y dale las gracias.

El pelirrojo se volvió hacia mí, su rostro estaba pálido.

-Lamento haberte tocado sin tu consentimiento, Hayla-su barbilla se estremeció, intentando contener el miedo-. Gracias por evitar que me mate.

-Así me gusta-me sentí aliviada al ver que finalmente lo soltó-. Ahora lárgate por la puerta de servicio, no quiero ver más tu repugnante rostro en mi casa.

Nick dio un paso atrás y salió, caminando mientras intentaba soportar el dolor de su brazo roto, dejándonos a Magnus y a mí en un silencio lleno de tensión.

-¿Qué demonios te pasa?-exclamé, cargada de incredulidad y temor-. Estuviste a punto de matarlo.

Rodeé su figura para encararlo de frente, mis ojos fijos en los suyos, buscando una respuesta que me diera algo de sentido a la brutalidad que acababa de presenciar.

-Te estaba haciendo daño, ¿eso te parece poco?

-Esa no es excusa-insistí-. Estuviste a punto de matarlo, Magnus, ¿entiendes lo que eso significa? Las consecuencias que pudo haber traído.

-Y lo habría hecho si no me hubieras detenido-afirmó con una determinación que me heló la sangre. Su mirada se endureció, destellando una mezcla de rabia y frialdad-. Me importa una mierda las consecuencias. En lugar de reclamarme, ¿por qué no me explicas qué rayos hacías tú con él aquí?

Bajé la mirada hacia su figura, recorrí su cuerpo de arriba abajo. Los nudillos de su mano estaban ensangrentados, marcas de la violencia que acababa de desatar y su traje se encontraba arrugado y desordenado.

-¿En qué momento te volviste tan violento?-murmuré, mi voz apenas audible, casi para mí misma-. Siempre fuiste problemático, sí, pero nunca al punto de intentar matar a alguien.

Alcé nuevamente la vista hacia su rostro, y fue entonces cuando me di cuenta de la proximidad entre nosotros. Su cuerpo estaba tan cerca del mío que podía sentir el calor que emanaba.

-Supongo que las personas pierden el control cuando hieren a alguien que les importa-pensó en voz alta, las palabras resonaron en el aire.

Una chispa se encendió dentro de mi pecho, dejando una descarga eléctrica recorriendo cada nervio de mi cuerpo. Mi corazón palpitaba con fuerza, reaccionando a la cercanía de Magnus.

-Ayer dijiste que no te importaba, que solo era una simple empleada-una punzada amarga me atravesó el pecho al recordar ese momento, la crueldad en sus palabras.

-Digo muchas cosas cuando estoy molesto, pero eso no significa que sean verdad-el sonido de sus palabras acarició mi piel. Sintiendo que el alma se me sale del cuerpo.

Sus nudillos acariciaron mi mejilla, un tacto que se sentía tan cálido y a la vez tan peligroso. Cerré los ojos para experimentar plenamente la sensación, intentando entender el miedo y el deseo que despertaba en mí.

-¿Cómo se atrevió ese imbécil a tocarte?-dijo.

-Suena irónico que seas tú quien lo diga, cuando te la pasas tocándome sin mi consentimiento.

Una sonrisa ronca emergió de su garganta, un sonido que me provocó un escalofrío.

-Pero lo hago porque sé que, en el fondo, me deseas-dio un paso hacia mí, provocando que retrocediera hasta chocar contra la fría pared-. Y anhelas mi tacto tanto como yo el tuyo, ¿o no es así, pequeña Hayla?

Cada respiro se volvía una batalla contra el deseo que sentía. Sus palabras me desarmaban, dejando al descubierto esa vulnerabilidad que tanto me negaba a reconocer.

-¿Sabes algo?-musitó, mientras sus dedos recorrían suavemente mi brazo.

-¿Qué?-apenas fui capaz de concentrarme en su voz seductora.

-Ese vestido te queda increíblemente sexy-susurró, su aliento cálido acarició mi oído.

Un suspiro se escapó de mis labios cuando sentí cómo sus dientes atrapaban suavemente el lóbulo de mi oreja, y al mismo tiempo, sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura, atrayéndome hacia él.

-Es un vestido de camarera, Magnus-contesté, intentando restarle importancia.

-¿Y qué?- tomó un mechón de mi cabello con una mano, forzando a que mi cuello se arquease hacia atrás, mientras comenzaba a repartir suaves besos por mi piel expuesta. No pude hacer más que entregarme a sus caricias, permitiéndole todo el acceso-. Me gusta más que los vestidos de elegantes que usan las chicas ricas de afuera.

La sensación de sus labios en mi carne era completamente diferente a los besos de Nick. Con cada roce, mi piel se estremecía, y una oleada de deseo pulsaba entre mis piernas, como un latido ansioso que pedía ser atendido.

Su lengua exploró mis labios, provocando que se entreabrieran de manera involuntaria, dejándome llena de un anhelo voraz por besarlo. Me incliné hacia Magnus, ansiosa por unirlos, pero él se echó hacia atrás, negándome la satisfacción. Se echó a reír, ese sonido provocador fue el detonante de la batalla que estalló entre nosotros. Fue el quien avasalló, y nuestros labios se encontraron en una lucha deliciosa y apasionante. Besaba con tal fervor que podría haberme quedado allí eternamente y aún así sentir que no me bastaba.

Una de sus manos subió por mi muslo y, con una firmeza, lo alzó. Dejó de bombardearme con sus besos y comenzó a trazar una línea de caricias ardientes que bajaron por mi cuello y se detuvieron en mis pechos. Gemí al sentir cómo sus dientes mordían mis senos por encima del vestido, cada pequeño roce enviaba olas de placer a través de mi cuerpo,

-Esto me estorba- apartó la tela que cubría mi pecho, dejándolo al descubierto. Sin perderme de vista, su lengua se deslizó sobre el pezón, provocando que un gemido involuntario escapara de mis labios, una mezcla de sorpresa y placer que me hizo morderme el labio, ansiosa por contener mis gritos. Cubrió completamente mi seno con su boca.

Sus dedos se hundieron en la carne blanda de mis muslos, y mis gemidos se intensificaron al sentir la mano libre deslizarse hacia mi entrepierna, comenzando a frotar sobre la tela empapada, el contacto era electricamente estimulante.

-Magnus...-jadeé, sintiéndome extasiada.

Regresó a asaltar mi boca, mientras me alzaba, envolviendo su pelvis con mis pies, afianzando mi posición. Comencé a sentirme como una hoja arrastrada por el viento, cuando de repente él comenzó a caminar, sin que yo supiera exactamente a dónde. Abrió una puerta y la cerró con un golpe de pie, adentrandonos en una habitación. Cuando me di cuenta, ya estaba sentada sobre una superficie sólida y, con un movimiento brusco, rasgó la parte superior de mi vestido, dejándome vulnerable y expuesta.

-¡Oye!-le reclamé, sintiéndome sorprendida por su repentina y atrevida acción.

-Estoy seguro de que no lo extrañarás-respondió con una sonrisa amplia y desafiante.

Me arrastró hacia el borde de la mesa, haciendo que me apoyara con las manos, incapaz de pensar en otra cosa que no fuese el momento. Comenzó a besar y a mordisquear mis pechos, y el aire se quedó estancado en mis pulmones.

-Son perfectos-dijo, contra mi piel-. Como todo en ti.

No me quedé quieta; la necesidad en mi interior era abrumadora. A medida que nos besábamos, mis manos comenzaron a quitarle el traje, desabrochando los botones de la camiseta, uno por uno, dejándolo solo con la corbata. Recorrí su tórax con mis manos, disfruté de la sensación de tener el músculo de su abdomen bajo mis dedos. Tomé la tela que colgaba de su cuello y lo atraje hacia mí, perdiéndome en lengüetazos ardientes, mientras la otra mano seguía bajando, deslizando a lo largo de su cinturón, pero él agarró mi muñeca.

-Si continúas, no voy a poder controlarme, y no dudaré en abrirte de piernas, tumbarte contra el escritorio y follarme ese delicioso y pequeño coño que tienes-advirtió en un tono que enviaba olas de calor por todo mi ser.

Una sonrisa cínica se dibujó en su rostro, su mirada era un combustible que avivaba las llamas de mi deseo.

-Pero veo que eso no te desagrada-deslizó su pulgar por mi labio, lo que me llevó a soltar la parte interior de él que estaba mordiendo, perdida en la turbulencia de emociones que me atravesaban.

-¿Quieres que te folle, pequeña?- tomó un puñado de mi cabello, inclinando mi cabeza hacia atrás, exponiendo mi cuello. Rozó su nariz contra él, fue ascendiendo y hizo lo mismo con mi mejilla, dejando una caricia ligera antes de estampar un beso suave sobre ella.

No pude evitarlo, mis caderas se movieron instintivamente sobre la mesa, un movimiento involuntario que dejaba claro el efecto que sus palabras tenían en mí. La simple idea de lo que estaba proponiendo me hacía arder por dentro.

-Porque si continúas con lo que pretendías, eso haré.-continuó-. Me hundiré en ti, saciando mi hambre contigo. No dejaré de embestirte hasta que la mesa se rompa, y tú con ella. Responde, ¿quieres eso?

En lugar de palabras, un simple asentimiento escapó de mi. ¡Madre mía! ¿Qué demonios estaba haciendo? Me sentía al borde del abismo, pero una parte de mí estaba desesperada por saltar.

-Sí... sí quiero-su sonrisa se expandió ante mi rendición.

Con un movimiento brusco, tomó mi cuello y me besó con una urgencia que cortaba el aliento. Sus labios se movieron sobre los míos con una voracidad insaciable.

-¿Qué esperas para sacar mi polla, Hayla?-ordenó, ronco y dominante.

Mis manos se dirigieron de manera automática hacia su cinturón, desabrochando la hebilla y bajando la cremallera. Metí la mano en su interior y liberé su miembro con torpeza. Pude sentir cómo su cuerpo se tensaba con mi tacto, el calor que irradiaba de su virilidad elevó la temperatura de la habitación. Su gran monumento se extendió ante mis ojos, una visión que me dejó encimismada. Las venas sobresalían marcadas, y la punta rosada y gruesa brillaba con el líquido preliminar.

-¿La quieres?-me trajo de vuelta a la realidad, pues me encontraba embobada por la magnitud de su masculinidad.

Asentí de nuevo, mi mente se dividía en dos. Una pequeña voz coherente gritaba un ¡No puedes hacer esto! mientras que mi cuerpo se rendía ante el deseo, ante la certeza de que, tarde o temprano, caería en su juego.

-Entonces, quiero que a cambio te masturbes para mí.-la petición, lejos de desanimarme, avivó aún más el fuego que quemaba en mi interior-. Abre las piernas, Hayla.

Luego de pronunciar esas palabras, tomó mi mano y la guio hacia mi sexo, ayudándome a frotar la zona con una suavidad que me hizo jadear. Se apartó y me dejó continuar, apoyándome en la mesa, mientras él corrió una silla a un metro de distancia y se sentaba, sus ojos oscuros y penetrantes sin dejar de observar cada uno de mis movimientos. El placer creció exponencialmente en mi interior, y la mirada de Magnus haciendo de espectador, la convirtió en una sensación más intensa y perversa.

En un acto impulsivo, intenté apartar la tela de mis bragas, ansiosa por sentir la fricción directamente sobre mi piel, pero la voz de Magnus me detuvo en seco.

-No, frótate por encima de las bragas, sin contacto directo. Quiero verlas mojarse más de lo que ya están.-lo que dijo fue una tortura para mí que él disfrutaba.

Obedecí a su demanda, comenzando a friccionar con mayor intensidad sobre la tela. No pasaron ni tres segundos antes de que los gemidos de placer escaparan de mis labios. Al mismo tiempo, Magnus cerró sus dedos alrededor de su miembro, comenzando a masturbarse suavemente sin dejar de repararme.

Me perdí en su acto, mis ojos recorriendo cada detalle de su cuerpo mientras se daba placer. Era una visión tan hipnótica que me dejó quieta.

-¿Te gusta lo que hago, Hayla?.-poseía la respiración entrecortada.

-Sí-susurré, y mi mano se movió con más urgencia sobre mi clítoris, la necesidad de romper las barreras textiles, se volviéron casi insoportable.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro al percatarse de mi cambio de ritmo.

La velocidad de su mano aumentaba, su respiración cada vez era más agitada, sus labios entreabiertos comenzaron a soltar pequeños jadeos y su cabeza inclinó hacia atrás en puro extasis. ¡Oh, por todos los cielos! Verlo darse placer era una visión tan obscena como erótica, sentí que mi centro se comprimía hasta casi explotar, antes de liberarse en temblores.

-Magnus...-gemí. Abrió los ojos y sonrió al posar la mirada en mis piernas. Yo también lo hice, encontrando las bragas totalmente empapadas-. Por favor, no aguanto más.

-¿Quieres la polla de un carbón, imbécil, idiota, capullo dentro de ti, pequeña Hayla? Según tengo entendido, así me llamas-vaciló con burla, haciendo que mi deseo creciera aún más.

-Sí, sí la quiero-respondí desesperada-. Ven aquí y tengamos sexo de una vez.

Su carcajada resonó en la habitación, cargada de una excitación que me hacían estremecer.

-Ya estamos teniendo sexo- el tono de su voz evocador y cruel a la vez-. Pero, por primera vez, cumpliré tus órdenes.

Se levantó de la silla con un movimiento fluido y se dirigió hacia mí, agarrando mis piernas y tirando de ellas con fuerza para bajarme de la mesa. Me volteó y tumbó mi torso contra la superficie, dejando mis manos como único apoyo. Con un movimiento rápido, se quitó la corbata y la enrolló alrededor de mi cuello, tirando de ella como si fuera una correa. ¡Maldición! Subió mi vestido, dejando mis glúteos al descubierto, sentí sus ojos recorrer la extensión de mi piel.

La palma de su mano impactó contra una de mis nalgas, lo que me hizo chillar. Sus labios comenzaron a repartir besos húmedos, desde mi nuca hasta mis glúteos, y su lengua pasó por la piel enrojecida, haciéndome sentir cada centímetro de mi cuerpo en alerta.

-Tenía tantas ganas de morder estás nalgas-eso fue lo que hizo, enterró sus dientes sobre mi carne para luego dejar un beso.-Te enciendes rápido- dijo, al observar la zona enrojecida.

Sus manos se deslizaron por mis piernas, llegando hasta el borde de mi ropa interior, la cual quitó con delicadeza dejándola caer al piso. Me encontraba totalmente expuesta ante él, cada centímetro de mi cuerpo clamaba por su tacto.

Giré la cabeza, mi curiosidad venciendo mi timidez, para ver con atención lo que Magnus haría a continuación. Llevó sus dedos hasta su boca, donde los dos del medio se adentraron en la oscuridad húmeda, para luego salir de ella, relucientes y empapados con su saliva. Un gemido escapó de mis labios cuando, de repente, esos mismos dedos se introdujeron en mí, deslizándose a través de mi entrada.

Comenzó a moverlos dentro de mi canal, y con un movimiento brusco, tiró de su corbata, provocando que mi cuello se arqueara hacia atrás, mientras el pedazo de tela se enrollaba alrededor de mi garganta. Su rostro se hundió en mi cabello, inhalando mi aroma, mientras yo me deshacía ante la maestría de sus dedos.

-¿Te gusta, bebé?- habló en mi oído, mientras seguía llevándome al límite- ¿Te excita que el gilipollas de Magnus Rabell te manosee donde no se debe?

Sus dedos me estimulaban con una habilidad que superaba cualquier expectativa. Era como si conociera cada centímetro de mi cuerpo, cada punto sensible que me hacía perder la cabeza. Sentía que mi corazón latía con tanto vigor que en cualquier momento podría estallar, entregándome a la vorágine del extasis que Magnus ofrecía. Estaba a punto de de terminar cuando...

El golpe seco de la puerta abriéndose resonó como un disparo en el silencio de la habitación, sacudiéndome hasta la médula. El calor del cuerpo de Magnus se desvaneció cuando sus dedos se retiraron de mi interior, dejándome con una sensación de vacío y la punzante necesidad de recomponerme. Con el corazón latiéndome como un tren a todo motor, me incorporé de inmediato, un torbellino de pánico y vergüenza me recorrió. Traté de juntar los pedazo de tela rasgados para cubrir mi desnudez. La tensión sexual que había estado a flor de piel se evaporó, cuando dos figuras irrumpieron en la habitación, ajenas a la escena que acababan de interrumpir. Sus labios estaban pegados, sus cuerpos apretados como si estuvieran perdidos en una tormenta de necesidad. Fue cuando se dieron cuenta de nuestra presencia. La confusión y la sorpresa se pintaron en sus rostros

-¿Carly?- escudriñé a mi amiga de arriba abajo, tenía el pelo alborotado, los tirantes del vestido de camarera resbalando por sus hombros... <<Al menos ella parece más decente que yo>>

-¿Hayla?-Carly me devolvió la mirada, con los ojos desorbitados por la sorpresa. Su mirada recorrió mi figura hasta detenerse en Magnus y, en particular, en un punto entre sus piernas. -¡Vaya!- exclamó, dejando escapar un silbido de admiración ante la evidente virilidad del hombre. Magnus, con un movimiento rápido, se cubrió con lo que pudo de su ropa.

-Y yo me llamo David- añadió el chico que acompañaba a mi amiga, con un tono burlón que no hizo más que tensar el ambiente. ¿Carly y David? La idea me dejó atónita. ¿Desde cuándo...?

-¿Desde cuándo están juntos?-la interrogante salió de mi boca sin pensar, con un tono de incredulidad que no pude disimular.

-No estamos juntos, solo tenemos sexo de vez en cuando- dijo David con naturalidad.

-¿Pretendías follar en el despacho de mi padre?-habló Magnus cargado de sarcasmo. La vergüenza me golpeó de nuevo cuando me di cuenta de dónde estábamos, el despacho de su padre, de todos los sitios posibles.

-Espera, ¿estaban teniendo sexo en el despacho de tu padre?-David soltó una sonora carcajada. Magnus se encogió de hombros con indiferencia, mientras que yo, por mi parte, solo podía moverme de manera incómoda, sintiendo que el rubor me subía por el cuello.-Joder, que perverso... y exitante.

-Creo que Carly y yo deberíamos irnos. Tenemos que trabajar- expuse, sintiéndome más pequeña de lo que ya era. Miré a Magnus de reojo, esperando que dijera algo, que participara en la conversación, pero su silencio me molestó de una manera que no entendía-¿No es así?.

Le hice una señal a mi amiga para que asintiera.

-Sí, es cierto. Concuerdo con Hayla.

Sin darle oportunidad a que alguien dijera una palabra más, tomé a Carly del brazo y la saqué de la habitación, tirando de ella con tanta fuerza que casi la hago tropezar.

-Oye, Hayla, espera-me detuvo una vez que estuvimos en el pasillo, con una sonrisa picarona en el rostro.-¿Desde cuándo te estás tirando a Magnus Rabell? Por lo que veo, se lo estaban pasando de maravilla -señaló mi vestido roto con una mirada seductora.

-No me lo estoy tirando, ¿de acuerdo? .

-Claro, claro. Y el amigo estaba ahí fuera, a punto de reventar, solo para echar una ojeada al paisaje y tomar aire.-comentó con sarcasmo-Venga, Hayla, suelta la sopa, ¿desde cuándo?

-Ha habido algunos... encuentros, pero lo de hoy ha sido el primer intento de ir a más.

-Lo siento muchísimo, te he cortado el rollo. Qué desastre. Debes estar deshecha, yo lo estaría. Perder la oportunidad de echar un polvo con semejante Adonis es horrible. -su reacción, tan exagerada, me hizo sonreír-Por cierto, menuda joya tiene el carbón entre las piernas.

Reí.

-¿Y tú también tienes muchas cosas que contar, verdad?-contraataqué, arqueando una ceja.

-Unas cuantas- soltó unas carcajada que retumbó en el silencio del pasillo, haciéndome sentir un poco mejor a pesar de todo.

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