Capítulo 20
Cada año, cuando el calendario marca el 19 de mayo, la imponente mansión de los Rabell se convierte en el escenario de una gran gala. No es una simple fiesta, sino un evento social de alto calibre, una exhibición de poder y conexiones donde son invitadas personalidades de renombre, apellidos distinguidos que resuenan con influencia en la alta sociedad. Los salones se inundan con la presencia de las familias más prominentes de Houston. La gala es una tradición familiar, y se dice que fue elegida esa fecha ya que es el día exacto en donde el padre del el señor Alex, adquirió la mansión. Es como un aniversario.
Para mi desgracia, el señor Alex ha decidido contratar al personal del restaurante Barrington, donde trabajo como camarera. Esto significa que esta noche me veré obligada a servir a los invitados de la fiesta. La mera idea de tener que interactuar con tantas caras conocidas me llena de ansiedad; son personas con las que he compartido momentos incómodos y recuerdos que preferiría olvidar. No obstante, es mi deber, y no tengo más remedio que cumplir.
***
Acabo de salir de la universidad, donde he tenido una conversación alentadora con el director del centro. Me felicitó por mis buenas calificaciones y me informó que si continúo así, hay una alta probabilidad de que sea una de las afortunadas seleccionadas para recibir una beca en Inglaterra, lo que me permitiría continuar mis estudios allí. La idea de viajar y dejar a mi madre aquí me aterra; la sola perspectiva de separarme de ella me provoca un nudo en el estómago. También reconozco que esta es una oportunidad de oro, una posibilidad de comenzar una nueva vida sin tener que depender de la amabilidad de Alex, que a menudo se siente más como una carga que como un regalo.
***
Mis dedos temblaban ligeramente mientras presionaba el timbre de la casa, un gesto simple que parecía cargar con el peso de mis nervios. La espera se sintió interminable, y tras unos segundos, la puerta se abrió, revelando la figura del chico. Sus cejas se alzaron, sorprendido al verme.
-Hola, Zack- murmuré.
No habíamos tenido contacto desde nuestra última conversación, y estos últimos tres días no había ido a trabajar. Necesitaba verlo, explicarle lo que había sucedido; no quería que nuestra relación terminara de forma negativa.
-Hola- respondió él, su tono era neutral.
-Sé que no deseas verme ni hablarme- comencé, sintiendo cómo las palabras luchaban por salir-, pero he notado que no has ido a trabajar estos días y...- tomé un respiro profundo, intentando calmar la tormenta de emociones dentro de mí- Solo quería aclararte lo que pasó.
-Como te dije la última vez que nos encontramos, no tienes que explicarme nada, Hayla. No me debes absolutamente nada- enfatizó, pero esta vez su tono era más sereno, desprovisto de rencor.
-Aun así, siento la necesidad de hacerlo. Me trataste de manera increíble y yo arruiné todo- expuse.
Una leve sonrisa se asomó en sus labios, lo que me tomó por sorpresa y me dejó completamente confundida.
-Vaya, sigues siendo la misma intensa de siempre- comentó, sacudiendo la cabeza con un tono burlón que me era tan familiar. Vi destellos del Zack juguetón y divertido que había conocido.
-Zack, lamento tanto lo que pasó. Yo...- mis pensamientos se entrelazaban y no sabía cómo organizarlos- Tienes razón en lo que dijiste aquella noche; no sé lo que quiero ni a quién realmente quiero. Mis sentimientos están tan revueltos que a veces actúo sin pensar. Pero eso no justifica lo que hice. En ese momento, me sentí tan avergonzada de mí misma que decidí culpar a Magnus. No quería aceptar que te había engañado, pero la verdad es que así fue.- solté todo de golpe, incapaz de sostener su mirada.
-¿Él te gusta mucho, verdad?- preguntó de repente, y su pregunta me golpeó directamente en el pecho, obligándome a buscar sus ojos.
¿Me gustaba Magnus? Sin duda. Me atraía tanto como lo despreciaba. Aunque no quisiera admitirlo, tenía que aceptar que existía una atracción física hacia él.
-Es complicado- fue lo único que logré responder.
-Lo suspuse- mencionó con un suspiro- En cuanto a lo que sucedió, todos cometemos errores; nadie es completamente bueno en este mundo. A veces, es necesario ser egoístas y enfocarnos en nosotros mismos, aunque eso pueda herir a otras personas. Pero siempre es importante ser conscientes de nuestras acciones y no evadir la responsabilidad. No estoy enojado; aunque al principio me molestó, reflexioné sobre la situación como tú lo hiciste. A pesar de todo este intento de tener algo más que una amistad, seguimos siendo amigos.
La última frase que pronunció Zack iluminó mis ojos con un destello de esperanza.
-¿Estás seguro de que quieres seguir siendo amigos? -le pregunté, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de mí.
-¿De verdad pensaste que te ibas a librar de mí tan fácilmente? -replicó con diversión y chispa -De eso nada, Spellman.
Una amplia sonrisa se dibujó en mi rostro al darme cuenta de la posición en la que se encontraba Zack; era un alivio inmenso saber que nuestra amistad sobreviviría. Después de unos minutos, Lily apareció acompañada de su niñera. La emoción en sus ojos me recordó la promesa que le había hecho de venir a ver películas juntas, y eso fue exactamente lo que hicimos. Zack me invitó a quedarme, y así nos sumergimos en un mar de risas y alegría durante las siguientes cinco horas, viendo películas animadas y devorando palomitas, hasta que el sonido de mi móvil interrumpió nuestra burbuja de felicidad. El nombre de Carly brilló en la pantalla, recordé de golpe el evento que nos esperaba esa noche, y una punzada de nerviosismo recorrió mi cuerpo.
♤♤♤
Me desplazo a través de los invitados con la bandeja en mano, repartiendo las copas de champán. El corazón de la mansión, el salón, está lleno de personas y decorado de forma magistral. Los invitados están envueltos en trajes de noche impecables y vestidos de gala. Aquel lugar estaba hermosamente decorado con candelabros de cristal que proyectaban una luz brillante y cálida sobre las paredes adornadas con espejos y pinturas clásicas. La música que se escuchaba en el ambiente es suave, producida por un cuarteto de cuerda, creando una atmósfera elegante, mientras que el murmullo de las conversaciones se filtraba con ella en el lugar.
El flujo constante de invitados continuaba, cada uno traspasando el umbral de la imponente puerta principal. Entre la marea de personas, divisé a Bruno Anderson, el padre de Catalina, un hombre cuya sola presencia irradiaba poder y autoridad. Alex lo recibió con una sonrisa cálida y un apretón de manos, mientras que Leticia, creyéndose la reina de Inglaterra, extendió la suya para que el señor la besara en el dorso de esta.
Bruno es un magnate de los negocios, especialmente en los círculos empresariales de Houston, sin duda es una de las figuras más imponentes en la fiesta.
Mis pies siguieron avanzando, llevándome a través del salón, y mis ojos, cómo brújulas desorientadas, rastreaban cada rincón, hasta que choqué abruptamente con su presencia. Mi agarre en la bandeja de cristal, se tensó ante la visión de Magnus Rabell. ¿Por qué mis ojos en cualquier circunstancia tienen que dar con él? Es cómo si tuviéramos un hilo invisible que nos une, que me arrastrara hacia él, sin importar el lugar o la situación. Me permití un momento para observar su atuendo, se veía un cambio notable en su estilo habitual. Hoy vestía un traje azul marino de corte impecable, y, para mi sorpresa, lucía una corbata, un accesorio que lo hace parecer aún más influyente y destacado. A su derecha, se encontraba una joven de belleza deslumbrante. Un escalofrío recorrió mi garganta cuando la vi sonreírle con una seductora insinuación, mientras sus palabras fluían en un murmullo cómplice. La chica vestía un vestido de color nácar, adornado con sutiles destellos que competían con el brillo de su cabello rojizo, que caía suelto sobre sus hombros, dejando su escote delicadamente expuesto.
Una punzada de desagrado que no supe de dónde surgió, me asaltó ante la presencia de aquella joven. No me agradaba su aura, su presencia, ni su forma de moverse. Magnus tras un breve vistazo al salón, posó sus atención en mí, sus ojos, duros, tentadores, desafiantes y abrasadores, un contacto visual que podía quemar o cautivar; esa fue justo la mirada que le devolví. La pelirroja se giró en mi dirección con curiosidad, lanzándo una expresión de superioridad. Se volvió a su compañero y se acercó más a él, su presencia aún más íntima, lo que provocó que mis nudillos se volvieran blancos.
Decidí centrarme en mi trabajo y dejar de prestar atención a aquellas personas que realmente no la merecían, dedicándome a atender a los invitados que se agolpaban en el salón.
Mientras me movía entre la multitud, sentí el peso de todas las miradas dirigidas hacia la entrada. Los murmullos inquietos y las expresiones alarmadas de los asistentes me hicieron girar la cabeza. Ari se estaba abriéndo paso entre la gente, luciendo un vestido de un suave tono malva que se deslizaba con elegancia por sus curvas. Pero lo que realmente capturó la atención de todos no fue solo su belleza, sino el joven que la acompañaba, un chico de cabello rojizo que caminaba a su lado.
Busqué a Leticia entre la multitud, y no pude evitar soltar una risa al ver su rostro casi descompuesto por la sorpresa. Ari estaba haciendo exactamente lo que le había pedido que no hiciera: llamar la atención.
La chica avanzaba con despreocupación y una ligera sonrisa en los labios, mientras algunos invitados la saludaban en su camino hacia donde se encontraban sus padres y hermanos. Decidí acercarme un poco más para escuchar cómo se desarrollaría esta inesperada contienda.
Leticia tomó el brazo de su hija de una manera sutil pero firme.
-Ariana, ¿qué estás haciendo? ¿Quién es este chico?- susurró la mujer entre dientes, con un tono de preocupación apenas disimulado.
-Este chico, madre, se llama Luka-respondió Ari con una sonrisa deslumbrante, despegándose de su madre y entrelazando sus brazos con los de Luka- y es mi novio.
La sorpresa en mi rostro fue igual que la de todos los presentes, pero no podía evitar sentirme complacida al observar la expresión de incredulidad que se dibujó en el rostro de la señora Rabell al escuchar esas palabras salir de la boca de su hija.
-Mucho gusto a todos-saludó Luka con amabilidad, intentando romper la tensión en el aire.
Leticia miró al chico con desdén, mientras Alex e Ierek intercambiaban miradas confusas.
-¿Qué estás diciendo, niña?- volvió a interrogar Leticia, mirando a su alrededor y percatándose de las miradas curiosas y los murmullos que comenzaban a crecer- Nos estás dejando en ridículo.
-¿Ridículo?- cuestionó Ari con una sonrisa amarga- ¿Por qué haría eso, madre? Solo te estoy presentando a mi novio- enfatizó estas últimas palabras con más fuerza, asegurándose de que más personas las escucharan.
-¡Cállate! ¡Dios sabrá dónde encontraste a este fulano!
-Señora, usted no me conoce, así que le pido respeto- respondió Luka con firmeza.
Justo cuando Leticia estaba a punto de estallar, su marido le tomó el brazo con suavidad pero firmeza, deteniéndola.
-Leticia, están armando un espectáculo. Este no es el momento ni el lugar para discutir- sentenció Alex, volviéndose hacia su hija y el chico-. Mucho gusto, Luka. Soy Alex, el padre de Ariana- le extendió la mano, que él aceptó con una sonrisa. -Espero que ambos disfruten de la velada. Luego tú y yo tenemos que hablar- le susurró a Ari con un tono serio.
Después de unos instantes, Ierek se presentó y Magnus se acercó para averiguar qué estaba ocurriendo.
A pesar del revuelo, la gala continuó como si nada hubiera pasado, aunque las miradas y los murmullos persistían en el aire, como ecos de un drama que aún no había terminado.
***
Magnus:
Cinco minutos, llevo cinco minutos aquí, escuchando a mi padre discutir sobre negocios, y ya me siento a punto de explotar.
-La sostenibilidad es algo que me preocupa en todos mis negocios, Alex. ¿Estás considerando materiales de construcción más ecológicos y procesos que minimicen el impacto ambiental?-planteó Kenji con interés. Según tengo entendido es un empresario Japonés reconocido por su cadena de restaurantes y cafeterías, no sólo en Japón sino también en los Estados Unidos y otros países.
Mi padre comenzó a hablar sin parar, como un papagayo parlanchín, y yo no pude hacer más que desviar la mirada, sintiendo cómo el peso de su voz llenaba el ambiente mientras todos a su alrededor le prestaban atención con interés.
Y en medio de esa multitud, mis ojos se posaron en la única persona que realmente deseaba ver: Hayla Spellman. Ella lucía un vestido de camarera en tonos negro y blanco, un atuendo que desde el momento en que comenzó la gala había despertado en mí un deseo incontrolable de despojarla de él. <<Sé que debía reprimir esos impulsos, al menos por ahora.>>
He estado intentando ignorarla en los últimos días, pero mi esfuerzo ha sido en vano. A pesar de mis intentos de mantenerme distante, mi ego clamaba por venganza, y mis instintos me insitaban a acercarme a ella. La frustración y el anhelo se entrelazaban en mi pecho, creando una tormenta de emociones que no podía controlar. Estaba enfadado y deseaba tenerla de nuevo a mi lado, una mezcla tóxica que me consumía.
Quería darle una lección por lo que sucedió en el cumpleaños de Ari; primero se fue detrás de aquel chico en la fiesta y luego se marchó con Ierek y me dejó tirado.
En un arranque de ira y necesidad de reafirmar mi control, la hice arrodillarse ante mí, dejándole claro quién mandaba en esa dinámica entre nosotros. Aunque intentara negarlo, sabía que lo que había hecho era una venganza, un intento deliberado de hacerla sentir la misma rabia que ella había provocado en mí. Quería que experimentara ese desasosiego, tanto como ella lo había hecho conmigo.
Fruncí el ceño al verla entrar al salón. Muchos no lo notarían, pero yo la conocía lo suficiente como para darme cuenta de que estaba asustada. Caminaba rápidamente por el centro del salón, sin fijarse en lo que la rodeaba, hasta que chocó con alguien. Mi mandíbula se tensó al darme cuenta de quién era. Comenzaron a hablar y ella intentó alejarse, pero él la agarró del brazo y murmuró algo que me hizo desear tener un oído superdotado para escuchar.
Lo que realmente me puso en alerta fue cuando comenzaron a subir juntos las escaleras hacia la segunda planta de la mansión, con ella delante de él. ¿Qué demonios está haciendo? ¿Qué le habrá dicho ese idiota? La frustración me invadió más rápido de lo que esperaba al no tener respuestas a esas preguntas. ¡Maldita sea!
《♤》《♤》《♤》
Minutos antes
Hayla:
¿Alguna vez han oído hablar de la suerte? ¿Sí? Bueno, permítanme decirles que yo no tengo ni una pizca de ella.
Hoy, por ejemplo, me han derramado una copa de champán, arruinando mi uniforme. Por lo que, estoy de camino a mi habitación para cambiarme.
La gala se limita a los jardines, la sala principal, el salón y el comedor. Las demás áreas de la casa permanecen desiertas, salvo por la cocina, lo que me brinda una oportunidad perfecta para escapar del bullicio. Necesito un respiro, alejarme de las interminables conversaciones sobre la marca del vestido que llevan puestas todas esas mujeres o el exorbitante precio del bolso que lucen.
Mientras camino hacia mi cuarto, paso junto a la sala de juegos y un murmullo llamativo capta mi atención. Proviene del pasillo que lleva al estudio, lo cual me parece inusual, ya que se supone que todos están disfrutando de la fiesta. Decido adentrarme en ellos y a medida que me acerco al estudio, la certeza de que hay más de una persona allí se hace más fuerte.
-No puedo creer la vergüenza que me ha hecho pasar Ariana hoy -reconocí esa voz tan familiar-. Esa niña no tiene límites. Le ordené que se mantuviera al margen en esta gala y me sale con esto. Estoy segura de que es ese chico con el que engañó a Luciano, pero no voy a permitir que tire por la borda todos esos años que tuvieron una relación y arruine nuestros negocios con la familia Beaufort.
-Leticia, tu hija es joven; seguramente solo es un capricho estar con ese muchacho. Eventualmente volverá con su novio -la segunda resonó, dejándome aún más confundida.
-Por supuesto que es un capricho; tiene que serlo. No voy a aceptar a ese pobreton en mi familia.
Intenté abrir un poco la puerta para visualizar lo que estaba sucediendo dentro y formar una imagen mental del escenario.
-No conoces al chico -replicó la segunda voz.
-No hace falta conocerlo para saber que no tiene dinero. Su traje lo decía todo, gastado y de mala calidad. Además, para eso estarás tú, amor. Vas a investigar sobre ese chico y me vas a traer toda la información posible.
Contuve un gemido cuando vi cómo ella se acercaba sigilosamente al hombre, casi como si fueran a tocarse los labios.
-No soy tu investigador personal, querida -gruñó él con un tono seductor y amenazador.
Yo seguía observando sin poder creer lo que estaba presenciando detrás de esas cuatro paredes.
-Si no quieres hacerlo, no lo hagas; buscaré a alguien más que me ayude -ella se encogió de hombros como si no le importara y, por un momento, me alarmé al ver que se dio la vuelta para salir por la puerta. Pero él la detuvo.
-Lo haré -accedió-. Pero eso, por supuesto, no será gratis.
-No esperaba que lo fuera; nunca lo es. -respondió ella con una sonrisa cómplice.
Sus labios se encontraron con los de una figura que no era su esposo, Alex Rabell. Era Bruno Anderson, el padre de Catalina. Me quedé paralizada, atrapada en un torbellino de incredulidad mientras intentaba procesar la escena que se desplegaba ante mis ojos. Leticia, esa manipuladora, estaba traicionando a Alex con Bruno, su socio y supuesto "amigo" de toda la vida.
-Basta, debemos ser discretos. Tengo que regresar a la fiesta con mi marido -susurró ella, separándose de él con una mezcla de urgencia y desdén.
-¿Te parece poco más de veinte años de discreción? -replicó él
. La revelación me golpeó en el pecho ¡llevaban siendo amantes durante años!
-No empieces con tus idioteces ahora, Bruno. Siempre has sabido cuál es tu lugar -siseo la mujer, con un tono despectivo resonando en la habitación.
-Sabes que si no hubiera sido por mí, la empresa de tu marido probablemente ya habría quebrado -murmuró él.
-Y te he agradecido más que suficiente por eso. No tienes que recordármelo cada vez que nos vemos. -articuló Leticia, con una voz fría como el acero.
-Es para que no lo olvides. Además, recuerda que compartimos algo más que una cama. - usó un tono burlón en aquella frase.
Un murmullo en el pasillo interrumpió mi atención, y mi corazón comenzó a latir con fuerza, inundado por el pánico. Retrocedí rápidamente, tumbando un adorno de una repisa cercana.
-¿Escuchaste eso? -preguntó Bruno con la voz tensa.
-Hay alguien afuera -afirmó la mujer, revelando una inquietud que antes no había mostrado.
¡Estoy en problemas! Las palmas de mis manos se empaparon de sudor mientras mi mente se llenaba de pensamientos caóticos. Antes de que pudieran abrir la puerta, me lancé a correr por el pasillo, moviéndome con la velocidad de un rayo. El miedo y la confusión me impulsaban a seguir adelante sin detenerme. No permití que mis piernas se detuvieran hasta que finalmente me encontré en la sala llena de invitados, chocando accidentalmente con alguien en mi camino.
-¿Pero qué demonios...? -escuché una maldición masculina que resonó en el aire. Él me observó por un instante, con una expresión de confusión pintada en su rostro.
-¿Haya? -preguntó, como si no pudiera creer que fuera yo. Era comprensible; la última vez que me vio, era solo una niña de ocho años.
-Nick -susurré,
Nick, un viejo amigo de Magnus. Su apariencia había cambiado drásticamente; ya no era el chico regordete con pecas que recordaba. En su lugar, había un hombre con un cuerpo bien tonificado y un rostro que, aunque aún llevaba algunas pecas, se veía mucho más maduro y atractivo. Pero su presencia me incomodaba; mis recuerdos de él estaban teñidos de momentos no tan agradables.
-Sí, soy yo -confirmé, sintiendo que mis palabras se deslizaban por la atmósfera tensa entre nosotros.
Sus ojos se abrieron como platos al escuchar mi respuesta, y me recorrió con la mirada, su expresión extasiada me hizo sentir nerviosa. Una ola de vergüenza me invadió al darme cuenta de lo ajustado de mi traje.
-Vaya, estás muy guapa. ¿Quién diría que aquella pequeña niña se convertiría en este mujerón? -comentó, su tono lleno de admiración, pero sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
-Gracias, pero debo... -intenté despedirme rápidamente, deseando escapar de esa conversación incómoda.
-Así que sí, terminaste como sirvienta de los Rabell. ¡Joder, envidio tanto a esos hermanos! -su comentario hizo que mi cuerpo se tensara al instante.
-Bueno... sí... debo ponerme a trabajar - di un paso hacia atrás para alejarme de él, pero me detuvo con un agarre firme en mi muñeca.
-Oye, no seas tan pesada y charla un rato conmigo. Hace tiempo que no nos vemos. -me ofreció una sonrisa amplia, pero conocía lo suficiente de él para saber que no era genuina.
-Lo siento, pero debo... -intenté nuevamente zafarme de su agarre, pero él me interrumpió.
-Aún no puedo creer que seas tú. Eres una muñeca. Por cierto, perdón por todas las veces que te fastidié, especialmente aquel día en que rompí tu osito de peluche -se disculpó, pero su tono sonaba más a burla que a remordimiento.
Me recorrió con la mirada, envolviendo cada rincón de mi figura con su atención. La incomodidad se apoderó de mí y deseé con todas mis fuerzas poder escapar de esa situación. La conversación se tornaba cada vez más pesada y quería terminarla de inmediato.
-No te preocupes, no hay problema. Lamento tener que irme, pero como bien dijiste, ahora trabajo para los Rabell y tengo responsabilidades que cumplir-intenté justificarme. Mis palabras estaban impregnadas de una mezcla de nerviosismo y determinación.
-Antes de que te vayas, ¿podrías indicarme dónde está el baño, Hayla?
-Está pasando el comedor, en el segundo pasillo.
-¡Oh, no! Es probable que los baños de la planta baja estén ocupados. Si no me equivoco, en la planta de arriba hay tres. ¿Podrías acompañarme? No tengo muy claro dónde quedan.
-Lo siento, pero realmente no puedo. Tengo que trabajar- intenté mantener firmeza en mi voz a pesar de la creciente tensión.
-Hayla, parece que no comprendes la situación-dio un paso hacia mí, acercándose más de lo que me gustaría-. Soy un invitado en esta fiesta y tú eres simplemente una empleada. Eso significa que estás aquí para atender mis necesidades. Si te pido que me lleves al baño porque no sé dónde está, debes hacerlo.
Mis manos se cerraron en puños, sintiendo cómo la rabia comenzaba a burbujear dentro de mí. Ya decía yo que tantas amabilidad no podía ser posible por parte de Nick.
-Pídeselo a alguien más.
-Quiero que seas tú quien me lleve-sus labios se curvaron en una sonrisa hipócrita-. Además, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. Podríamos aprovechar para charlar y ponernos al día.
Maldito Nick. Nunca me había caído bien; siempre había sido un arrogante que le gustaba humillar a los más vulnerables, como si eso pudiera ocultar su propia inseguridad por ser objeto de burlas debido a su apariencia. A pesar de los años que han transcurrido, siguen siendo unos tontos, tamto él cómo Magnus.
-No tengo interés en ponerme al día contigo, Nick- intenté pasar a su lado, pero él se interpuso en mi camino.
Se llevó una mano al pecho de manera exagerada, como si estuviera actuando en una obra de teatro.
-Eso me duele, pequeña Hayla- tensé los músculos; solo Magnus solía llamarme así-. Con lo bien que nos llevábamos cuando éramos niños.
-No puedo quedarme aquí desperdiciando mi tiempo contigo, tengo que irme.
-Parece que tendré que informarle a Leticia sobre el mal servicio en la fiesta-respiré hondo tres veces para calmar mi enojo.
Su expresión burlona me irritaba aún más.
-Está bien, es por aquí- no tuve más remedio que aceptar. No quiero más complicaciones y sé que si Nick le dice algo a esa bruja, acabaré involucrada en sus problemas.
Ascendimos por las escaleras hasta llegar al segundo piso. El lugar estaba vacío, lo que me provocó una sensación amarga al darme cuenta de que solo estábamos Nick y yo en esos pasillos.
—Ves que no era tan complicado acompañarme—se burló a mis espaldas, pero seguí caminando en silencio.
—Oye, espera—me agarró del brazo para detenerme y obligarme a mirarlo.
—¿Qué haces? ¡Suéltame!—no sé si era paranoia, pero lo empujé con fuerza y me alejé de él.
—¿Qué te ocurre?—la furia en sus ojos era evidente—Solo te toqué el brazo.
Intenté calmarme.
—No lo vuelvas a hacer—fue lo único que conseguí decir.
—Vamos, Hayla—susurró en un tono amenazador mientras se acercaba—No te hagas la chica decente, sé que deseas que te toque.
—¿Qué?—fue lo único que logré pronunciar antes de que sus manos se encerraran alrededor de mi cintura.
Sabía que esto iba a acabar mal.
—¡Nick, suéltame ya!—se aferró a mí con más fuerza mientras yo pataleaba intentando liberarme.
—Vamos, Hayla, tú también quieres esto. Si no, ¿por qué viniste?— se acercó demasiado a mi cara.
—Yo no quería, prácticamente me obligaste. ¡Déjame o gritaré!
Me inmovilizó las manos y las puso por encima de mi cabeza. ¡Dios mío!
—¡Cállate! ¿Piensas que voy a creer en tus excusas? Sólo buscas hacerte la difícil —gruñó, lleno de rabia—No te resistas, Hayla. Vas a disfrutar esto. No tienes que fingir que no eres la zorrita fácil de los Rabell. Seguro que le haces un excelente servicio a Alex; después de todo, él paga tu colegio y tu universidad. ¿Quién fue el segundo? ¿Ierek o Magnus? Seguro que Ierek han vivido bajo el mismo techo desde pequeños. Dime, ¿ya tuviste algo con Magnus?—Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas por la situación y las palabras que decía— Seguro que sí, llegó hace dos meses y dudo que se haya resistido mucho en introducir su miembro en ese hoyo.
Nick me resultaba repugnante; no entendía cómo alguien podía sentirse bien al humillar a otros.
—¿Te imaginas si los tres se juntan a discutir a quién le hiciste mejor el favor? Suena bastante sucio, ¿no?
Le mordí la mano y él la retiró de un tirón, haciendo una mueca de dolor.
—No soy la zorra de nadie.
Lo empujé y levanté mi rodilla hacia su entrepierna. Se quejó y se apartó, adolorido por mi reacción. Aproveché para salir corriendo, pero apenas di un par de pasos antes de que me atrapara de nuevo.
—¡Eres una maldita, perra, Hayla!—exclamó con furia—. ¿Sabes qué? También quiero probar a la chica de los Rabell.
Volvió a sujetar mis manos y comenzó a besarme el cuello. Su roce me daba ganas de vomitar.
—¡Nick, suéltame! ¡Déjame en paz!—la presión en mi pecho se intensificaba mientras sentía su mano libre recorriendo mi cuerpo, al igual que su boca.
Pude inhalar profundamente solo cuando su cuerpo se separó de mí de manera repentina. Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos, tan veloz que ni siquiera tuve tiempo de asimilar lo que estaba sucediendo. En un instante, Nick estaba sobre mí, y al siguiente, lo veía tambalearse con la nariz manando sangre y los labios lesionados.
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