Capítulo 17
Hayla:
Había pasado un rato buscando a Ari, pero fue en vano, porque no estaba por ningún lado en la fiesta. La llamé tres veces pero no contestó, así que decidí enviarle un mensaje. Unos minutos después, Luciano me informó que la había encontrado en los jardines, tal vez salió a tomar un poco de aire fresco. Mis necesidades fisiológicas se hicieron presentes en ese momento. Le pedí a Zack que me esperara y me retiré de su lado. El baño principal estaba lleno de gente, así que no tuve más remedio que ir al que estaba fuera del área de la fiesta.
Atravesé el marco dorado de la puerta y dejé atrás el salón, adentrándome en los pasillos de mármol. Este lugar era como un palacio, con escaleras en espiral que se elevaban cómo serpientes hacia lo alto. Obligándome ascender escalón por escalón para llegar a mi destino.
Al salir de éste y comenzar a bajar, presté atención a la lámpara de oro que colgaba del techo. Era enorme, voluptuosa, con un brillo hipnótico y segador.
Mis ojos volvieron al frente y tras esa acción, mis pies se congelaron en un escalón. Sentí un sudor frío recorrer mi cuerpo, mi pecho se contrajo, presentiendo que algo malo iba a suceder. No para él, sino para mí.
¿Qué hace aquí?¿Acaso me estaba siguiendo el muy cretino?. Por supuesto, él siempre estaba al acecho.
Divisé a Magnus parado en un escalón más abajo que él mío. Podrían ser diez o doce, los que tendría que cruzar para llegar hasta mi lugar. Lo cierto, es que sus zancadas eran lo suficiente rápidas y contundentes como para llegar hasta mí en un pestañéo, pero en vez de eso solo se limitó a observarme.
-¿Ahora te dedicas a seguirme? Eso se llama acoso, Magnus. ¿Lo sabes? - mi voz se alzo firme, aunque por dentro estaba hecha un nudo de nervios.
La pesadilla que tanto temía se materializó ante mis ojos. Magnus decidió continuar subiendo. Para mi sorpresa, sus pasos, aunque decididos y firmes, eran lentos. Su mirada, fría y penetrante, no se apartó de la mía ni por un instante, como si tuviera un imán que me atraía hacia él, y yo, incapaz de resistir su fuerza.
-Según tengo entendido estás escaleras conducen a los baños. Uno tiene necesidades ¿comprendes?- dijo con un tono burlón, mientras seguía subiendo.
Podría haber corrido escalera arriba, alejándome de su presencia, pero mi cuerpo se negaba a obedecer. Mis pies permanecieron inmóviles, como si fueran anclas clavadas en las profundidades del mar, incapaces de moverse.
Su sombra se extendió sobre mí, creciendo a cada paso que daba, hasta que finalmente no quedó ni un solo escalón entre nosotros. Tuve que inclinar la cabeza hacia arriba para poder mirarlo, su altura era tan imponente que incluso estando en un soporte que me elevara, apenas alcanzaba la punta de su nariz.
-Aunque, debo admitir, que es una agradable sorpresa encontrarte por aquí, Hayla- la malicia se asomaba en el tono de su voz. Su sonrisa se curvó de manera astuta, como un zorro maquiavélico tramando un plan.
-Lamento no poder decir lo mismo. Ahora, si me permites, necesito regresar a la fiesta.-intenté rodearlo, pero él se interpuso, bloqueando mi camino.
-¿Para qué deseas regresar? ¿Para seguir buscándome en los labios del tonto que trajiste?- gruñó cerca de mi rostro.- Si es así, déjame decirte que mis besos son inrremplazables, mocosa.
Decidí ofrecerle una sonrisa irónica, amarga y fría como la cerveza.
-¿De verdad crees que tienes tanta relevancia en mi vida, Magnus? Deberías considerar que ese chico me gusta y disfruto de sus besos.- expuse con desdén.
La expresión burlona de su rostro se desvaneció, dejando a la vista un semblante severo, con la mandíbula tensa, rebosando de rabia que lo hacía parecer un toro a punto de embestir.
-Tal vez, pero es mi toque el que tu cuerpo clama a gritos.- susurró, acercándose peligrosamente a mi rostro. Hice un esfuerzo titánico para no dar un paso atrás. -¿Sabes cómo lo sé? Basta con mirarte, Hayla- continuó, dando un paso hacia el escalón donde me encontraba, lo que me obligó a retroceder hasta que mi espalda se topó con el frío mármol del barandal de la escalera.
-Me importa una mierda lo que pienses, Magnus. ¡Déjame pasar!.- le di un pequeño empujón para que se quitara, pero fue inútil, ya que ni se movió de su sitio. Se apagó más a mí, apricionando mis dos manos con las suyas.
-Magnus, suéltame...- intenté sonar severa. Me removí queriendo safar mis manos de su agarre, pero solo obtuve que las apretara aún más.
Sus ojos realizaron un recorrido que me hizo sentir expuesta, deslizando sus iris por casi toda mi figura, deteniéndose en mis pechos antes de volver a encontrar mis ojos.
-Esa mirada que no podías dejar de sostenerme mientras estabas con él.- siguió hablando, ignorando mis palabras -Te encontrabas allí, entre sus brazos, bailando al son de una melodía asquerosamente romántica, y sin embargo, tus ojos me buscaban, me observaban a mí - una de sus manos se atrevió a apartar un mechón de cabello de mi mejilla, su tacto es electrizante-¿Sabes por qué? Anhelabas que fuera yo quien te envolviera, deseabas sentir mi pecho contra el tuyo y mis dedos acariciando tus hombros desnudos.- a medida que hablaba, comenzó a materializar sus palabras, su mano recorrió suavemente el área, provocando un escalofrío que me removió hasta el alma- Y, por más mojigata que te muestres, sé que imaginabas mis manos en tu trasero, apretándolo con la misma intensidad con la que ansío verte temblar sobre mí.
Mi boca se abrió en varias ocasiones, lista para protestar, pero ni yo misma era capaz de definir qué era lo que quería decir. Los susurros de su voz se deslizaron suavemente en el aire, provocando que mi sangre comenzara a fluir rápidamente bajo mi carne, como un río caudaloso. Sentí una avalancha de centellas estallar en mi pecho, atravesando mi torso y descendiendo por mi estómago, hasta llegar a un punto ardiente entre mis piernas, donde el cosquilleo se intensificaba y comenzaba a humedecer esa zona. ¡Dioses! ¿Por qué tiene que resultarme tan excitante? No era solo el contenido de sus palabras, sino el timbre de su voz, sus gestos, y la ferocidad de su mirada; cada aspecto de él sembraba en mí un deseo abrasador e incontrolable que se apoderaba de mi cuerpo.
No pude articular una sola palabra. Miles de sensaciones me invadían, un torbellino de emociones que se alojaban en mi estómago. Sus ojos se posaron en mi pecho, observando el frenético ritmo de mi respiración. Magnus esbozó una sonrisa ligera, cómo si eso le divirtiera. ¡Qué imbécil! Me odié a mí misma por sentirme tan atraída por él, ya que sí, esa sonrisa me encantó.
-Tu respiración se ha disparado, Hayla. ¿Estarás enojada, o quizás excitada? - expresó acorralandome, pegando su cuerpo al mío. - Voy a optar por lo segundo.
- ¡Basta! - murmuré, tratando de resistirme. Pero mis pies permanecieron congelados, solo pude girar la cabeza para evitar el contacto visual.
Su mano tomó mi mentón, obligándome a volver a mirarlo. Sus ojos, grises como el humo, polarizados. Parecía un cielo nublado, advirtiendo una tormenta.
-Tomaré tus labios y me saciaré. Succionaré todo su sabor, los morderé, besaré y lameré. Así que dime que pare, si quieres que me detenga - dijo, fijando su mirada en mi boca.
<< ¡No, no te detengas! >> gritó una voz dentro de mí, pero no permití que se oyera en el exterior.
-Si te digo que pares, ¿lo harás? - pregunté de forma ingenua.
-Para nada - respondió sin dudar.
-Entonces no lo hagas.
Una sonrisa satisfactoria se dibujó en sus labios antes de tomarme por la cintura y apretarme contra él. Se sentía tan bien.
Su cara se acercó a mi cuello, aspirando mi aroma, rozando la punta de su nariz. Comenzó a dejar besos por esa zona. ¡Hayla, no puedes caer, no lo hagas! La voz de la razón resonó en mi mente, pero se desvaneció al sentir la presión de sus dientes en el lóbulo de mi oreja tirando de él. Una de sus manos comenzó un viaje exploratorio hacia mis senos, apretándolos con una firmeza que envió una corriente de placer por todo mi cuerpo. Tomó un fragmento de tela de mi vestido y lo hizo a un lado, revelando la mitad de mi pecho a la vista. Allí, posó sus labios con suavidad, lamiendo mi piel mientras daba pequeñas mordidas, cada una más electrizante que la anterior. Sus dedos se enredaron en mi cabello, tirando de él hacia atrás con delicadeza y fuerza al mismo tiempo, lo que me hizo arquear el cuello, dándole libre acceso a Magnus, quién no dudó en posar su boca ahí, nuevamente.
Volvió a su posición inicial, y su dedo índice rozó mis labios, provocando que entrabriera mi boca. Magnus se acercó a mí con intención de besarme. Me incliné hacia delante, pero nuestros labios a penas se tocaron. Él hechó la cabeza hacia atrás, con una sonrisa maliciosa, negándome aquel beso, como si quisiera torturarme con ese gesto, dejando mi boca ardiendo.
Justo cuando mi mente empezaba a pensar que todo era un juego para hacerme sentir ridícula, él comenzó a negar con la cabeza.
-No en ese lugar- murmuró con voz grave- No son esos labios los que quiero tomar ahora.
¡Madre Mía! <<Tomaré tus labios y me saciaré. Succionaré todo su sabor, los morderé, besaré y lameré.>>. Mi estómago se contrajo al sentir sus dedos acariciando mi muslo. No podía creer lo que había oído, él quería... él deseaba... ¡Oh, qué locura! Mi piel se volvió sensible solo de pensarlo.
-No tienes idea de cuánto anhelo recorrer cada centímetro de tu piel con mi lengua ‐ me dió un beso ligero en el hombro- Abrirte de piernas y sumergirme entre ellas, saborearte y degustarte. Sentir cómo te derrites en mi boca cuando llegue a tu clítoris y lo chupe una y otra vez hasta que te deshagas en mis labios gritando mi nombre.
Si antes estaba ardiendo, ahora estaba peor; sus palabras fueron un detonador para mi cuerpo, que causó estragos en mi sexo. Me sentía como un río deseando que navegue en él.
Magnus fue perdiendo altura ante mí, nuestras miradas se mantuvieron fijas a medida que se agachaba. En el proceso, su barbilla rozó mis senos, quedando su cabeza al nivel de mi vientre. Sus manos también descendieron por todo mi cuerpo hasta quedar ahí, de rodillas ante mí. Mis ojos hicieron una rápida inspección, verificando que no haya nadie en los alrededores que pueda ver la escena, pero solo estábamos los dos, a solas en esas escaleras. No era el lugar más apropiado para hacer éste tipos de actos, aunque aparentemente, a él, no le importaba en absoluto.
-Mírame- ordenó. Volví a centrar mi atención en él.
Colocó sus labios en mi muslo, ascendiendo con besos húmedos que encendían mi piel. Su mano acarició mi tobillo y comenzó a subir, al igual que su boca por el interior de mis piernas.
-Ábrete un poco más para mí, pequeña- manifestó cuando llegó a mis rodillas y no pudo continuar
Dudé un instante, pero finalmente accedí, ardía por dentro y necesitaba liberarme.
Todas mis convicciones, mis pensamientos y las palabras que solía expresar con firmeza, donde aseguraba que no cedería ante su influencia, ante sus caricias o la vehemencia de sus besos, que jamás le permitiría ejercer dominio sobre mi cuerpo, todo eso se desvaneció como un susurro en el viento, a medida que mis piernas se extendieron, brindándole acceso a partes de mi cuerpo que muy pocos hombres habían tenido el placer de ver.
Sonrió con amplitud, y sus dedos siguieron su camino hasta mi entrepierna. Solté un jadeo al sentir el calor de su mano donde lo único que separaba nuestras pieles era la fina tela de mis bragas.
-Hayla, tienes la tela completamente empapada.- fingió un asombro dramático, como si no comprendiera la magnitud de lo que ocurría dentro de mí. -¿Quieres que friccione mis dedos? Te hará sentir mejor.
No dudé en asentir con mi cabeza, el deseo se apoderaba de mí, necesitaba liberar ese calor que amenazaba con consumir mi ser por completo. Sus dedos comenzaron a explorarme delicadamente, deslizándose de arriba hacia abajo, trazando círculos que intensificaban mi deseo. En ocasiones, me sorprendía con palmadas suaves en mi centro, un juego entre el placer y la tortura.
La fricción, más que aliviarme, avivaba las llamas que se encontraban en mi interior. Mis caderas comenzaron a moverse con un impulso propio, buscando más contacto, más intensidad, mientras mi espalda reposaba en la fría baranda de mármol. Mis manos se aferraban a ella en busca de apoyo, y él seguía, metódico, creando una sinfonía de sensaciones que recorrían mi cuerpo, pero todavía anhelaba más. Un contacto más directo, más profundo. Como si Magnus pudiera leer mis pensamientos, empezó a aumentar la velocidad de sus dedos.
-Magnus...- gemí su nombre, sintiendo cómo pellizcaba mi clítoris por encima de la tela, luego llevó a cabo una sonora palmada que me hizo temblar. -Por favor... quiero...
Mis pensamientos se desvanecieron ante esa mezcla exquisita de placer y tortura que me robaba la capacidad de formular una respuesta coherente.
-¿Qué quieres, Hayla?- su voz era sugerente, como si supiera exactamente lo que mi cuerpo ansiaba.
-Quiero que me toques- logré decir en un jadeo entrecortado.
-Lo estoy haciendo, pequeña.- ¡Joder! Era evidente que disfrutaba con esta tortura que me estaba infligiendo.
-Hazlo sin las bragas de por medio.- ordené, viendo cómo sus labios se curvaban ante mi petición.
Su mano se detuvo y, con un movimiento deliberado, la retiró de donde estaba, privándome de su toque tan necesario.
-No...- solté un gemido de protesta, negándome a aceptar lo que acababa de hacer.
-Si deseas que el contacto sea directo, debes quitarte la ropa interior, linda. Después, te daré el privilegio de que tomes mi mano y la guíes hasta tu sexo.
De algún modo, sus palabras me encendieron aún más. Era como si cada frase que pronunciaba explorara en el fuego que ardía dentro de mí. A pesar de que sabía que estaba jugando con mi placer, algo en su tono y en la situación solo incrementaba la excitación. El simple hecho de que me pidiera que me quitara las bragas yo misma era un mensaje claro por parte de él: aunque intentara resistirme, mi cuerpo siempre se rendiría ante su tacto.
Y eso fue exactamente lo que hize. Metí mis manos por debajo de la raja del vestido y deslicé la tela hacia abajo, dejándolas caer hasta mis rodillas. Él no parecía satisfecho con solo eso, así que las tomó y las llevó más abajo, hasta mis tobillos, para luego quitarme las bragas y guardarlas en uno de sus bolsillos. Nuestras miradas no se apartaban mientras él me ofreció su mano y la tomé.
-Guíame, Hayla. ¿Dónde quieres que te toque?
Deslicé ésta desde mis pechos hasta el punto donde quería sentir sus caricias.
Sus ojos, destilaban lujuria, hambre, deseo por demorarse cada parte de mi ser, aún cuando sabía que ésto traería consecuencias próximamente.
Mis labios se entreabrieron al sentir su toque, esta vez era directo, sin nada de por medio, solo la yema de sus dedos y mi clítoris. Comenzó a frotar la zona en círculos y mis caderas empezaron a balancearse con desesperación buscando más fricción, al mismo tiempo que él aceleraba el ritmo. Un enjambre de abejas recolectando miel se desató en mi caja torácica, bajando hasta ese punto palpitante que Magnus estimulaba de forma magistral. Uno de sus dedos se introdujo en mi interior, mis ojos se cerraron y me aferré fuertemente el borde del barandal cuando mis piernas amenazaron con ceder. Los labios de Magnus llegaron a mi muslo en un beso fugaz mientras introducía otro dedo en mí.
-¡Oh, mierda! - exclamé al sentirlos llenarme de forma exquisita.
- Dime, bebé ¿Te masturbas muy a menudo con ese vibrador que tienes? - escuché su pregunta, avivando la hoguera que ardía dentro de mí.
-En ocasiones - no sentí vergüenza en responderle, todo lo contrario, quería hacerlo.
-Espero que a partir de hoy lo hagas todas las noches recordando este momento, porque yo lo haré con tus bragas - contuve el aliento al escuchar sus palabras.
Sus dientes mordieron de forma sutil mi estómago mientras penetraba mi sexo con sus dedos una y otra vez sin dar tregua. Intentaba controlar mis gemidos, pero la sensación era cada vez más potente, más voluptuosa, más avasalladora. Mi vientre se contraía y mi espalda se arqueaba con cada estocada de sus manos, y yo me acercaba más a la liberación.
-Magnus, quiero... - intenté pedirle que me hiciera llegar al clímax, necesitaba deshacerme en sus brazos.
-¿Qué necesitas, bebé? - preguntó con malicia, aumentando mi excitación.
-Quiero correrme - logré formular entre jadeos.
-¿Dónde? - inquirió con una sonrisa malvada.
-Sobre tus dedos.
Cerré los ojos varias veces, sintiendo cómo me tocaba de una forma espectacular. Magnus no hacía otra cosa que brindarme placer mientras apreciaba cómo me deshacía en sus manos. En esa fracción de segundos, sus dedos se curvaron dentro de mí, detonando un grito que salió de mi garganta y luego fue retenido por la mano libre de él que tapó mi boca. Fue tan fuerte que me dejó sin aliento, pero la sensación placentera que Magnus me brindaba no paraba. El tiempo se detuvo y todo se desvaneció, dejando solo esa punzada de placer desbordándome. Mis piernas se contrajeron encerrando su mano entre ellas, experimentando cómo mis fluidos comenzaron a mojar mis muslos una vez llegué al orgasmo.
Fue fuerte, intenso, colapsador; tal cómo me imaginé que sería. Tuve que permanecer unos segundos quieta, intentando asimilar la magnitud de lo que acababa de ocurrir. Tratando de controlar mi respiración, pero ese intento se desvaneció cuando Magnus, con un gesto provocador, llevó sus dedos a su boca y los chupó.
-Creo que este se ha convertido en mi sabor favorito.- su lengua se deslizó por sus dedos de una manera increíblemente sensual, lo que desencadenó en mi mente visiones muy específicas y tentadoras sobre otros lugares que podría lamer.
-Déjame seguir probándote, Hayla. Permíteme limpiar el desastre que he provocado entre tus piernas.-sus palabras sonaban como una súplica, pero en un instante, tomó el muslo que se encontraba al descubierto por el vestido y lo colocó sobre su hombro, provocando que mi equilibrio se tambaleara. Mis manos se aferraron al barandal nuevamente, sintiendo cómo mi espalda se arqueaba involuntariamente. ¡Dios mío! ¡Pretende explorar mi intimidad con su boca!
-Magnus, no... - musité, mi voz apenas un eco tembloroso en el aire.
Hacía tanto tiempo que nadie me había ofrecido un placer así, y la verdad es que nunca había llegado al orgasmo cuando lo practicaba.
-¿Estás segura? Porque lo que el corazón grita y la boca no se atreve a pronunciar, tu cuerpo lo expresa de manera elocuente.- sus ojos se posaron audazmente entre mis piernas, antes de volver a encontrar mi mirada. -Tu cuerpo anhela que te chupe hasta que te corras una segunda vez, y para ser honesto, yo también ansío hacerlo.
Sus labios comenzaron a explorar la cara interna de mi muslo, dirigiéndose peligrozamente hasta el punto que desencadena una marea de nervios placenteros.
-¡Oh, Dioses!- gemí, sintiendo el contacto brusco de su boca contra mi intimidad. En un abrir y cerrar de ojos, estaba allí, saboreando y disfrutando de cada parte de esa zona. Mi cuerpo estaba a punto de explotar en mil fragmentos por todo el deseo que corría por mis venas. Su lengua se movía con destreza, provocando que arqueara mi espalda y mordiera mi labio interior para sofocar mis gemidos. Sus dedos se hundían en la carne de mis muslos mientras me sujetaba firmemente contra él, como un niño aferrado a un dulce que no quiere soltar.
Mis gemidos se volvieron más abrasadores a me medida que, mordía, lamía y chupaba mi clítoris. Mi cuerpo estaba a punto de colapsar contra boca.
- ¡Oh, carajo!- gemí cuando introdujo dos dedos, los movió dentro de mí con lentitud y luego fue aumentando la velocidad de ellos.
-Me encantan tus gemidos, Hayla, pero debes ser más silenciosa. Podrían escucharte.- dijo, aunque yo estaba demasiado ocupada disfrutando del placer que me estaba dando. Sus labios volvieron a mi intimidad y me estremecí deleitandome ante la ferocidad de su boca. Se sentía tan jodidamente bien, tan caliente. Estimulaba mi centro palpitante de forma maravillosa.
-Lloriquea para mí, pequeña.- experimenté sus dientes en mi nudo de nervios sensible, lo que provocó que mis gemidos se convirtieran en llantos de placer.
Comencé a chillar descontroladamente, sin poder contenerme. Una de mis manos se enredó en su cabello espeso, presionándolo más contra mi, impidiendo que se separara de ese sitio.
- ¡Oh, Dios!... No pares- mis caderas empezaron a friccionarse frenéticamente contra sus labios, buscando la liberación que necesitaba. -Magnus... no pares.
La intensidad del momento me envolvía, pero un sonido tenue, casi imperceptible, llegó a mis oídos. Un murmullo proveniente de las escaleras. Mi cuerpo se tensó y mi mirada se dirigió instintivamente hacia abajo. Las sombras que se movían lentamente, ascendiendo por los peldaños, me congelaron.
-Magnus- mi voz era apenas un susurro, ahogada por el deseo que nos consumía. -Hay alguien... subiendo.
-Entonces, apresurémonos antes de que lleguen hasta aquí.-Un brillo travieso iluminó sus ojos. Continúo comiéndome, más feroz y voraz que antes.
-Magnus, por favor...- intenté decir. Divisé cómo aquellas sombras ascendían por las escaleras. Aunque todavía estaban lo suficientemente lejos de dónde nos encontramos- Nos escucharán.
-Que se diviertan haciéndolo- replicó con una sonrisa cruel.- Seguramente, los corromperá la envidia.
Su lengua continuó follándome magistralmente, bebiendo todo lo que mi cuerpo liberaba como si fuera un manjar exquisito. Sus dedos tuvieron que detenerse y dejar de estimularme para tapar mi boca ante mis gritos desaforados.
-Alimentame, pequeña Hayla. Después ve a la fiesta y vuelve a besar a ese idiota con tu hermoso coño untado de mi saliva y los fluidos que acabo de causar. -sus palabras en vez de hacerme detestarlo, carbonizaron mi sexo. Sentí un enorme alivio cuando sus labios volvieron a entrar en contacto con él.
Varias palmadas chocaron contra mi intimidad, haciéndome gemir por el impacto de su mano, que dejaba mi centro ardiendo con una sensación tortuosa y deleitosa.
Comencé a temblar con espasmos involuntarios, mis ojos se pusieron en blanco, mi mente se desconectó de la realidad y mi espalda se arqueó, sintiendo cómo mis fluidos caían en su boca. Magnus no desperdició ni una gota, saboreando todo como si fuera lo más delicioso que había probado.
Intenté pedirle que se detuviera, pero él no lo hizo. Se mantuvo concentrado en esa parte de mi cuerpo, chupando y degustando todo lo que había liberado y dándole fuertes lengüetazos a mi punto más sensible. En cuestión de segundos, mi cuerpo se contrajo y, con un gemido que esta vez fui yo quien lo contuvo con la mano que tenía entre su cabello, experimenté otro orgasmo, liberando más líquidos sobre sus labios. No tuvo tiempo de saborearlos, ya que tuvo que levantarse rápidamente al escuchar a las personas que subían las escaleras hacia nosotros.
Luché por recuperar el control de mi respiración mientras arreglaba mi vestido y Magnus acomodaba su traje.
-¿Ves? Sí hubo tiempo -susurró él en mi oído, con un tono divertido -, y hasta para hacerte llegar a un tercer orgasmo.
Con el vigor de los últimos acontecimientos, no pude pensar adecuadamente. Magnus me había hecho no una, sino dos veces correrme con su lengua, a pesar de que a mí me cuesta llegar a la liberación con el sexo oral.
Mis mejillas se calentaron. A pesar de lo sucedido hace unos instantes, no pude evitar sonrrojarme por el contenido de lo que dijo.
Nos quedamos en silencio mientras las personas pasaban entre nosotros; eran dos chicas que también parecían buscar el baño. Ambos miramos cómo se alejaban escaleras arriba, y cuando finalmente desaparecieron, pude respirar con más facilidad.
Todo en mi mente empezó aclararse, como si la niebla que la había invadido se disipara, dejando paso a la claridad.
-Creo que podríamos continuar - mi acompañante me ofreció una sonrisa de medio lado, acercándose hacia mí. Lo aparto con un movimiento rápido.
-No haremos nada más, Magnus. Ya debo irme-respondo.
Sin darle tiempo hacer algún movimiento, desciendo por las escaleras a toda velocidad; dejándolo atrás.
-¡Hayla! -su rugido llegó hasta mis oídos, pero no me detuve a mirar atrás.
Continué bajando las escaleras.
-Hayla, detente -sus pasos resuenan cerca de mí, pizando mis talones, pero no me detengo.
Conseguí llegar al final de las escaleras y doblar a la derecha por el pasillo. En medio de esa persecución, me siento como una pequeña cierva perseguida por un león fuerte, imponente y hambriento. Magnus me alcanza, aferrándose a mi brazo y tirando de él con fuerza. Mi espalda impacta contra la fría pared. Intento esquivarlo y salir corriendo a su izquierda, pero es más rápido y bloquea mi camino con su brazo. Hago lo mismo cuando me propongo huir por su derecha, pero apoya ambas manos junto a mi cabeza, atrapándome por completo.
-Sabes que no puedes huir de mí, mocosa insolente. -musita con voz ronca junto a mi rostro.
-Magnus, basta ya. Nos verán. Estamos en un pasillo, por aquí pasa mucha gente.-protesto, inquieta.
-No veo a nadie merodeando por éste lugar.-verbaliza, sin dejar de reparar mi rostro.
-Ni siquiera has mirado a tu alrededor. -señalo con sarcasmo.
-Solo puedo verte a ti -el aire se me atasca en los pulmones al oírlo- ¡Desde que llegaste a esta maldita fiesta, solo puedo verte a ti y pensar en varias formas de quitarte ese vestido!
Mis defensas están a punto de derrumbarse tras sus palabras, pero las recompongo antes de que eso ocurra.
-Apártate -susurro.
-Pensé que no te irías sin esto - llevó la mano en uno de sus bolsillos y sacó mis bragas ¡Mierda! Con todo este lío, se me olvidó por completo que no las llevaba puestas- Pero veo que no te importa salir a la fiesta sin ropa interior.
-No seas idiota. ¡Dámelas! -exijo, intentando quitárselas, pero aparta la mano negando con la cabeza.
-Ahora son mías, pequeña Hayla - parlotea con malicia-. ¿O es que era tanto el placer que se te olvidó lo que dije que haría con ellas?
"Dime, bebé, ¿te masturbas muy a menudo con ese vibrador que tienes?"
"En ocasiones."
"Espero que a partir de hoy lo hagas todas las noches, recordando este momento. Porque yo lo haré con tus bragas."
Trago saliva al rememorar sus palabras, todavía muy presentes en mi mente.
-No... no digas estupideces. Dame mis bragas, Magnus. -procuro sonar severa, pero mi voz tiembla.
-¿Y qué piensas darme a cambio, Hayla? -inquirió con una sonrisa cínica, sus ojos brillando con una diversión cruel.
-Creo que ya te he dado bastante. Conseguiste lo que querías. Ahora déjame en paz y devuélveme mi ropa interior -contesté, intentando contener la creciente molestia que me carcomía.
-No he obtenido todo lo que deseo. -su mirada descendió lentamente hasta mis labios. Experimenté un hormigueo bajo mi carne. Mi corazón retumbó, golpeando con fuerza contra mis costillas.
Sus labios se posaron sobre los míos, reclamando mi boca con la misma veracidad que había anhelado momentos antes en la escalera. Llevé instintivamente mis manos a su pecho, con la intención de apartarlo, pero el impulso se disolvió al sentir el calor y la presión de sus labios sobre los míos. ¡Dios, se sentía tan delicioso besarlo! Era adictivo, como su aroma, cálido y masculino. Mordisqueó mi labio inferior y un gemido escapó de mi garganta. El roce de sus dedos en mi muslo, desencadenó una descarga eléctrica que me recorrió de pies a cabeza. ¿Qué rayos tiene este hombre que lo hace tan irresistible? Esto estaba mal, todo lo que habíamos hecho y estábamos haciendo estaba terriblemente mal... pero se sentía extraordinariamente bien.
Justo cuando me hundía en ese beso, completamente perdida en la vorágine de sensaciones que Magnus desataba, una voz conocida cortó el hechizo, trayéndome de vuelta a la cruda realidad. La culpa me golpeó con la fuerza de un puño.
-Hayla... -el susurro, a pesar de ser apenas audible, era firme y cargado de una gravedad palpable.
Empujé a Magnus con brusquedad, apartándolo de mí. Al ver mi acción, éste volteó atrás, su cuerpo se tensó al ver a quién tenía detrás.
No, no, no. Esto no podía estar pasando.
-Zack... -murmuré su nombre, en un hilo de voz.
Él empezó a negar con la cabeza, su rostro era una máscara de dolor, rabia, decepción y desesperación mezclados. Sus ojos, grandes y oscuros, reflejaban un torbellino de emociones que me destrozaban.
Él no necesitaba hablar; sus ojos lo decían todo. Era la peor mujer del mundo. Había ido a una fiesta con un chico maravilloso... ¿y qué había hecho? Engañarlo, tener un encuentro furtivo con alguien que ni siquiera me apreciaba.
Zack dio media vuelta y, sin decir una sola palabra, se alejó de nosotros. No podía dejar que se fuera, no así.
-Zack, espera -grité, avanzando para alcanzarlo. Pero antes de dar dos pasos, Magnus me detuvo, tomando mi brazo con fuerza.
-¿A dónde vas? - en su tono se filtraba la molestia que le causaba la situación. Sabía perfectamente a dónde iba. Y no estaba para sus tonterías. Lo único que quería era hablar con Zack.
-Suéltame -dije con firmeza, liberándome de su agarre y corriendo tras Zack, dejándolo atrás, a Magnus y a sus juegos.
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¡Holisss👋!
¡Espero que hayan disfrutado del capítulo 17 y del primer encuentro ❤️🔥 entre Magnus y Hayla! ¿Qué les pareció?
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