Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13

Magnus:

La pantalla frente a mí muestra las imágenes de la construcción del nuevo hotel, exhibiendo varias fotos de los avances que hemos tenido en el proyecto.

-Me complace informarles que la obra avanza según lo programado. Después de casi dos años, por fin estamos terminando la estructura del hotel. Como pueden ver en las imágenes, nuestro equipo de construcción ha hecho un gran trabajo siguiendo las instrucciones que se le han asignado.-habla Federick, el Jefe de Obra de la empresa.- Estamos iniciando los trabajos de acabado, incluyendo la instalación de pisos, azulejos, pintura y yeso. El equipo de diseño está trabajando en la selección de los muebles y la decoración para que se ajusten al concepto del hotel...

Me encuentro en medio de una reunión de la junta directiva en la constructora prestando atención a las imágenes que aparecen ante mis ojos. Todos están alrededor de la mesa enfocados en lo que Federick informa. Mis ojos se intercalan entre mi padre y Ierek. El primero está encabezando la asamblea sin despegar la mirada de las fotos que aparecen en pantalla y el segundo está sentado frente a mí al otro lado de la mesa adoptado la misma posición de Alex. ¿Cuándo demonios se va a acabar ésto?

Llevamos aquí más de dos horas hablando del mismo tema. Uno de mis pies se mueve inquieto bajo la mesa deseando que la junta finalice. Mi mente divagaba, escapando del presente hacia el momento sucedido hace dos días.

-Quería saber si se sienten tan bien cómo aparentan.

-¿Y qué opinas?

Reparé sus labios reteniendo en mi interior el deseo de tomarlos.

-No son la gran cosa -expreso con arrogancia.

-Para no ser la gran cosa, tu mano todavía sigue en mi trasero.

Una sonrisa sutil se dibuja en mis labios antes lo que acabo de rememorar en mi mente. Federick termina su exposición, pero no le presto mucha atención.

-Magnus, ¿alguna otra cosa que desees agregar?- la voz de Ierek me devuelve a la realidad.

-No. Eso es todo. - respondo con indiferencia, deseando que la reunión llegue a su fin.

-Bueno, señores, hemos terminado por hoy- declara mi hermano desde su lugar, y todos se levantan para retirarse.

Yo no soy la excepción, de hecho, creo que soy el primero en salir de la sala. Necesito una distracción. Desde mi encuentro con Hayla, no he podido estar tranquilo. Sé que ella está evitando cualquier contacto conmigo, y en realidad es lo mejor. Lo que me sucedió en la fiesta de Luciano no puede volver a pasar. Estuve a punto de perder el control, de ceder al deseo de devorarla por completo cuando la vi con ese vestido que resaltaba peligrosamente su figura. El recuerdo de esa prenda adhiriéndose a su cuerpo al salir de la piscina, la sombra de sus pezones insinuándose sobre la tela, invade mi mente a cada rato.

No puedo dejar que el deseo de tenerla me domine. Soy un Rabell, y a pesar de ser el más impulsivo e incoherente de la familia, tengo que lidiar con el libido que siento hacia ella.

Debo reconocer que se ha convertido en una joven muy agradecida, aunque sigue manteniendo esa personalidad de mocosa torpe y mimada. No sabe quedarse quieta, aún peor, me reta constantemente. Me pone límites y eso me enfurece. Quizás por eso la deseo tanto, porque esta vez, ella es el límite. Una línea que no quería sobrepasar por las consecuencias que traería. Mi padre la aprecia demasiado, Marta, su madre, fue la mujer que me cuidó en mi infancia y aunque Ierek lo niegue, sé que siente algo por ella. No soy tonto, le atrae, pero también sé que no va a hacer nada. Es demasiado moralista para estar con ella. Además, siempre busca la aprobación de nuestro padre, eso le restaría puntos.

Mas todos mis planes se fueron al garete una vez que probé sus labios. Es adictiva. La besé en un momento de ira y desenfreno. No pensé que me sentiría tan bien al hacerlo. Pero ni con eso se desvanece el odio que siento por su personalidad inflexible y desobediente. Siempre he tenido todo lo que he querido, cada orden que doy la gente la ejecuta sin chistar, pero ella no. Esa mocosa se rebela ante mí. Solo tengo que recordar la cantidad de veces que me ha desafiado: el dedo del medio que me sacó en la fiesta, la cachetada que me proporcionó en el baño, la cerveza que me vertió encima, el pisotón que me dió en el pie, sin contar todas las veces que se ha negado a cumplir una orden mía.

Desde pequeña siempre fue así torpe, inquieta y malcriada. Esas palabras aún me sirven para describirla.

No pretendo que se enamore de mí. Lo último que quiero es una mocosa fastidiosa con corazones en los ojos cada vez que me ve. Pero también debo hacer algo para satisfacer el deseo que brota en mi. Simplemente, jugaré un poco, disfrutaré y saciaré mi sed hasta que me aburra. Ella lo sabe, sabe que no me detendré hasta obtener lo que quiero.

Ambos hemos movido fichas en el tablero, y debo admitir que no juega nada mal. Pero, aún así, el último jaque mate lo daré yo.

Me dirijo a mi oficina con paso firme, decidido a liberar la tensión que me carcome por dentro.

-Señor Magnus, recuerde que tiene una reunión a las...- empieza Greta, mi secretaria, cuando paso por su escritorio.

-Cáncelala- la interrumpo con un bufido. -Llama a Vanessa. Dile que la quiero en mi oficina, ya.

-Pero señor...-intenta protestar.

-Haz lo que he dicho.

-Sí, señor. Enseguida- asiente con la cabeza.

Continúo el camino hasta mi oficina. Me detengo en una de las mesas donde reposa una botella de whisky. Me sirvo un vaso y me quedo observando la ciudad a través del gran ventanal que decora la habitación. Tras unos minutos, escucho el golpeteo de los nudillos en la puerta. "Pase", respondo.

La puerta se abre, y no necesito girar para saber quién ha entrado. Escucho el chasquido del cerrojo y el sonido de los tacones de Vanessa en el suelo.

-¿Me llamaste?-su voz me llega de manera seductora. Siento cómo me envuelve con sus brazos por detrás, abrazándome.

Rápidamente me giro, apartando sus manos y sujetándola del cabello.

-¿Cuántas veces te he dicho que no me gusta que me toquen? No tolero las muestras de afecto, lo sabes.-respondo soez.

Me irrita que siempre intente abrazarme o mostrar cariño de alguna forma. Ella es consciente de que no me gusta el contacto físico, a menos que sea en un contexto sexual. Considero que los abrazos y los mimos son algo demasiado íntimo para compartir con cualquiera.

-Estás de mal humor- replica, visiblemente molesta- Solo era un abrazo, hace días que no te veo. Te extrañé.

-No lo vuelvas a hacer- insisto, liberando su cabello y dirigiéndome a la mesa para dejar el vaso vacío sobre ella.

-Está bien. No lo haré de nuevo- la escucho decir a mis espaldas.

-Ven aquí- exijo con voz grave una vez que me volteo hacia ella.

Vanessa camina en mi dirección con una sonrisa sensual, consciente de lo que está por suceder. Lleva una falda color ocre que se ajusta a sus caderas, un par de dedos por encima de la rodilla, combinada con una camisa blanca de mangas largas y un chaleco del mismo tono de su saya. Su cabello rojizo está recogido en una coleta alta que cae en suaves ondas.

Una vez llega a mi lugar, la tomo por la cintura y la atraigo hacia mí. Enredo mis dedos en su moño, tirando hacia atrás, lo que la obliga a inclinar la cabeza, dándome acceso a su cuello. Tomo sus labios con fervor a medida que nos dirigimos a mi escritorio, donde la levanto sobre él. La exploro, tocando sus senos por encima de la ropa, buscando ese sabor único que anhelo, pero no lo encuentro. Ella comienza a desabrochar los botones de mi camiseta, dejando mi pecho al descubierto y acariciando mi abdomen mientras su mano se dirige hacia mi entrepierna.

-Deberías ser un poco más cariñoso. Al menos un abrazo algún día me deberías dar.-susurra entre jadeos. Le quito el chaleco.

-Te voy a follar, ¿qué más cariño necesitas?- respondo mientras vuelvo a capturar sus labios, despojándola de su camisa y dejándola en sujetador.

Siento que necesito más; esto no es suficiente. Estoy al borde de la explosión, pero esto no es lo que realmente busco. ¿Qué me está pasando?

El recuerdo de Hayla ocupa mi mente. Su figura en aquel vestido, la forma de sus pezones, sus labios, mis manos enredadas en su cabello, su cuerpo pegado al mío, nuestro baile, el beso que compartimos...

Todo eso invade mis pensamientos, creando una tormenta en mi interior que se vuelve cada vez más intensa.

Vanessa intenta desabrocharme el cinturón, pero yo la detengo al tomar su muñeca y parar el beso.

-¿Qué pasa?-pregunta, confundida.

-Vístete -ordeno, alejándome de ella y dándole la espalda mientras me abrocho los botones de mi camisa.

-¿Qué? No comprendo.

-Te he dicho que te vistas y luego te vayas -insisto.

-¿Por qué? -baja del escritorio y se planta frente a mí.-Si es por lo que dije antes, yo...

-Vanessa, vístete y lárgate. Fue un error llamarte.

Ella resopla, claramente molesta.

-Odio cuando actúas así.-expresa.

-Siempre actúo de ésta forma. Si no te gusta, ahí tienes la puerta. -respondo encogiéndome de hombros, como si no fuera importante.

-¿Sabes qué? Si me voy, no estoy dispuesta a soportar tu mal humor -dice mientras recoge su ropa para vestirse.‐ Pero quiero que sepas que estoy cansada de que me trates así. No soy tu puta para que me llames cuando te plazca y luego me eches sin más.

Después de ponerse su ropa, se dirige hacia la puerta. Opto por no decir nada y dejar que se marche, no estoy para entrar en contienda con ella y tampoco para uno de sus berrinches.

No entiendo lo que me está sucediendo. Desde que llegué, he tenido sexo con Vanessa, quien trabaja como arquitecta en la empresa y fue parte del equipo que diseñó la estructura del hotel. Es una chica bastante extravagante, tiene un buen cuerpo y, debo admitir, a veces su presencia me resulta agradable. Sin embargo, hoy esa mocosa malcriada a decidido ocupar todos mis pensamientos. La frustración me invade al darme cuenta de eso. Siento que mi deseo aún está late bajo la tela de mis pantalones y, por un momento, considero aliviarme yo solo para liberar esa tensión, pero no, no voy a darle ese gusto.

***

Al llegar a la mansión, avanzo eufórico hacia mi habitación. Hoy no ha sido un día del todo satisfactorio. Necesito un baño de agua fría para aliviar mi cuerpo de alguna forma.

-Magnus, hijo, ven a saludar al señor Sthatan...-escucho la voz de mi madre cuando paso por el salón principal, pero la interrumpo.

-No puedo ahora. Estoy ocupado. -siseo.

Continúo mi trayecto hasta llegar a mi habitación. Me introduzco en ella, decidido a entrar al baño, pero la bolsa negra sobre la cama me detiene por completo.

La ira que fluye por todo mi cuerpo aumenta al reconocerla e imaginar lo que contiene.

Me acerco a la cama y tomo la bolsa sacando la caja que hay en su interior, la abro, verificando lo que ya sabía. Los tacones negros que le regalé a Hayla se encontraban reposando allí dentro. Me doy cuenta de que hay una nota y la agarro para leerla.

No preciso de su caridad, señor Magnus. Estoy bien usando mis zapatos aburridos. Gracias por el gesto, pero no los necesito.
Hayla.

El papel termina completamente arrugado bajo mi mano convertida en puño. Me los ha devuelto, a pesar de mencionarle que los conservara. Siempre llevándome la contraria, mocosa malcriada.

Mis labios se extienden con una sonrisa malévola. A pesar de querer mantenerse a trenta metros de mí, realiza acciones que sabe perfectamente que me irritarán y a las cuales responderé.

Tenía conciencia de que mi gesto de obsequiarle un regalo no sería recibido de buena manera, por lo tanto decidí enviarlo junto a los zapatos que le compró mi hermano. Además, la expresión en su rostro al descubrir que fui yo y no Ierek quien le había dado los tacones fue algo que realmente disfruté.

Aprecio tu estrategia, Hayla, pero la ventaja aún es mía. La partida aún no acaba y es mi turno de jugar.

***

Hayla:

Salí de la universidad, respirando hondo el aire fresco que acaricia mis mejillas, liberando la tensión del día. Había sido una jornada frenética, llena de clases y proyectos. Pero ahora, por fin, podía relajarme. Era mi día libre en el trabajo, y la promesa de descanso me llenaba de energía.

Mi mente ya estaba trazando planes. Primero, debía ayudar a mamá y a Sasha con las tareas de la mansión.  Después, me dedicaría a estudiar. Los exámenes están a la vuelta de la esquina, y no deseo dejar nada al azar. Quiero tener las mejores notas, y para ello necesito zanjar todas las dudas que tengo en cada una de las materias.

Continúo caminando por las calles de Houston cuando una camioneta negra se interpone en mi trayecto antes de que pueda cruzar hacia la otra acera.

—Sube —su voz áspera y varonil resuena desde el interior del auto. <<Magnus>>

Él está sentado en el asiento del conductor, sin que la ventana de éste obstruya nuestra vista.

¿Subir al auto? Ni en mi peor momento de locura.

—No pretendo hacer eso. ¿Qué haces aquí? —cuestiono.

—¿En serio estás haciendo esa pregunta? —interroga en un tono burlón, como si supiera que tengo la respuesta.

Entiendo a qué se refiere con esa pregunta. Puedo intuir que tiene algo que ver con los tacones y la nota que le dejé esta mañana en su habitación. De otro modo, no estaría aquí. Sabía que no se iba a quedar quieto; Magnus no es de esos. Debía actuar, pero no pensé que vendría a buscarme. Más, no podía quedarme con esos tacones. Ayer finalmente le pregunté a Ierek sobre ellos y me dijo que todos los zapatos que mandó a comprar eran deportivos, ninguno de tacón. En ese momento lo confirmé, Magnus no me había mentido; fue él quien me los regaló. Por esa razón decidí devolvérselos; no pienso tenerlos en mi posesión.

—Prefiero ir en autobús. Gracias. —hablo. Claramente estaba mintiendo, pero no pienso ir con él en su coche.

—He dicho que subas —gruñe en un tono brusco.

—No eres quien para imponerme tal cosa. Vuelvo y repito, iré en autobús. —Me escucho igual de mordaz que él al sentirme enojada por su actitud.

Intento seguir mi camino, pero Magnus pone el auto en marcha, interponiéndose nuevamente ante mí.

—Rechazas mi invitación a llevarte, pero sí aceptas la de mi hermano—aprieta las manos en el volante y su mandíbula se tensa, evidentemente molesto.

¿Ahora qué pretende? ¿Por qué dice esas cosas? Como si de verdad le afectara en algo. ¿Está celoso? No, sé que no lo estaría de mí; simplemente tiene el ego herido, y me alegro de ello.

—Permití que tu hermano me llevara a casa porque ese día estaba lloviendo y se me había ido el bus, por nada más. Hoy no es el mismo caso. Además, no tengo por qué darte esas explicaciones.

—Y aún así me las estás dando. —percibo la sombra de una sonrisa que se oscurece, suavizando su rostro.

—No quiero malos entendidos. —aclaro.

—Y no los habrán si subes al auto. —agrega.

—Ya te dije que no voy... —pretendo repetir lo mismo de hace unos segundos, pero su voz me interrumpe.

—¡Podrías dejar de ser una mocosa malcriada por una vez y subirte al puto coche! ¿O qué? ¿Tienes miedo de que suceda algo? —Me remuevo al sentir el peso de la pregunta, alimentado por las fuertes radiaciones que emanan de sus ojos, dejándome la piel erizada. —No muerdo, Hayla, a menos que la otra persona desee ser devorada. Supongo que ese no es tu caso, así que estás a salvo.

<<No creo estar del todo a salvo>>. 
Claro que tengo miedo; no quiero volver a sentir la terrible tensión que experimento cada vez que me acerco a él. Es como caminar sobre una cuerda floja, sabiendo que en cualquier momento se va a romper, y anhelo que se mantenga intacta.

—Por supuesto que no es el caso —. intento sonar con un tono vigoroso, pero mi voz tiembla levemente.

—¿Entonces, qué estás esperando para subir? —pregunta.

—No... —intento negarme nuevamente, pero mi voz se debilita mientras mi mente comienza a analizar la situación.

Si vuelvo a rechazarlo, seguirá insistiendo hasta que finalmente acceda. No quiero entrar en una discusión; lo último que necesito ahora es una pelea innecesaria. Respiro ondo soltando un suspiro frustrado sabiendo que le he dejado ganar ésta batalla.

—Vale —murmuro, auque se que él me escuchó.

Rodeo la camioneta negra en frente de mí, abro la puerta de ésta y me adentro en ella, acomodándome en el asiento del copiloto.

Examino el interior del auto. Nunca había tenido la oportunidad de subirme a esta camioneta, ni siquiera la había visto antes. Seguramente es uno de los nuevos autos que compró al llegar a Houston. Espero que el motor arranque, pero antes de hacerlo, se gira para buscar algo en los asientos traseros. Regresa a su lugar y coloca la bolsa negra que dejé en su habitación esta mañana sobre mis piernas.

-No me agrada que rechacen mis regalos, Hayla -sus ojos inundan los míos y su voz profunda resuena en el interior del vehículo. -Especialmente porque no suelo brindar cosas con tanta facilidad.

-Ya te he dicho que no los quiero- reitero con firmeza, pero su mirada intensa me hace dudar.

-Entonces, ¿no aceptas un pequeño regalo de mi parte, pero sí los de Ierek?- pregunta con tono brusco, desafiándome con una ceja alzada.

-Acepté los regalos de Ierek porque él sí lo hizo de buena voluntad, sabía que estaba pasando por un momento difícil. Tú solo me los diste para humillarme y demostrar que siempre estarás por encima de mí. Por eso no los quiero...- mi voz, llena de furia, se escapa de mi boca como un torrente.

-¡Te los obsequié porque sabía que iban a quedar hermosos en ti, maldita sea!- brama sobre mi rostro, provocando que palidezca ante sus palabras.

Lo observo sin decir nada, su pecho sube y baja con fuerza. Me doy cuenta de que mis palabras lo han molestado de verdad. En sus ojos también hay un atisbo de confusión, como si él mismo no se creyera lo que ha dicho. Nunca pensé que me haría un cumplido tan directo.

Se reincorpora a su asiento y arranca el motor, poniendo el vehículo en marcha.

-Tienes razón- su voz rompe el silencio mientras sus ojos se fijan en la carretera y sus manos se aferran al volante. -También lo hice para burlarme de ti. Pero aún así, no aceptaré que me los devuelvas. Si quieres, véndelos o dónalos.

-Es irónico. Has dicho lo mismo que tu hermano hace unos días- murmuro.

-De ninguna manera me compares con Ierek- me fulmina con la mirada, volviendo su rostro hacia mí.

-Eres tú quien ha estado intentando compararse con él hace apenas unos minutos- le recuerdo con tono firme.

-Lo cual fue un error de mi parte. Ierek no es ni la mitad de lo que soy yo- pronuncia con arrogancia, girando el volante hacia la derecha, cambiando de dirección. El movimiento me pone alerta.

Decido ignorar su comentario y reparar el camino, dándome cuenta de que no es la ruta que lleva a la mansión

-Magnus, ¿qué haces? Por este camino no se llega a la casa- vocalizo.

-Dije que te llevaría, no que íbamos a la mansión exactamente- emite sin titubear.

‐¿Qué? No...-balbuceo- Dijiste que me llevarías a casa, por eso decidí subir al auto.

-No mencioné tal cosa, simplemente que te llevaría. Nunca dije a dónde- insiste.

Recuerdo nuestra conversación de hace unos minutos y me doy cuenta de que tiene razón. Nunca dijo específicamente que me llevaría a casa.

-Si no vas a dejarme en la mansión, entonces deten el auto. Voy a bajarme. - le ordeno, pero él me ignora. Solo continúa manejando.

-Magnus, he dicho que te detengas. Quiero ir a casa. -repito con más fuerza.

-¡Hayla, podrías callarte! No he dicho que no vaya a llevarte. Simplemente tenemos que pasar por un lugar- responde con impaciencia.

-¿Por qué no me lo informaste antes?- cuestiono molesta.

-De ser así, no hubieras subido. - responde con una sonrisa irónica.

Tiene toda la razón. Lo menos que quiero es pasar tiempo con él.

Opto por no decir nada más y mantenerme en silencio durante el trayecto, de todas formas ya estaba aquí y no podía hacer nada más.

Pasan alrededor de veinte minutos hasta que el vehículo se detiene.

—Llegamos —informa Magnus antes de apagar el motor— Baja del auto ¿o pretendes que te abra la puerta?

Se mofa de mí.

—¿Es necesario que baje? Puedes solucionar lo que viniste a hacer y yo esperarte aquí.

—Sí, es necesario —responde quitándose el cinturón— Sal de la camioneta.

Suelto un suspiro frustrado y abro la puerta del automóvil. Una vez afuera, reparo el exterior, percatándome de que nos encontramos enfrente de "Fashion Blackwood", una de las tiendas más grandes y costosas de moda en Houston.

–¿Qué hacemos aquí?- interrogo observando el enorme letrero que se encuentra en la entrada de la tienda.

- Es una tienda de ropa, creo que está más que claro a qué vinimos- me dice con sarcasmo.

Ruedo los ojos ante su comentario tan mordaz.

-¿Vas a comprarte algún traje nuevo?- le pregunto, sin comprender del todo por qué me ha traído a este sitio.

-No. Vamos a comprar ropa para ti- suelta con sencillez.

-¿Qué...?- la respuesta me deja atónita. ¿Ropa para mí? ¿En serio ha dicho eso?

-No debiste haber rechazado un obsequio de mi parte. Ahora estarás obligada a ceder ante todos los que a mí me apetezca darte. Los regalos de Ierek no son los únicos que vas a aceptar.

¿Tanto le ha molestado que le rechazara un simple par de tacones como para que recurra a esto?

-Magnus, no sé qué intentas, pero no voy a caer en tu trampa esta vez. No necesito que me compres absolutamente nada- intento alejarme, pero se interpone en mi camino. -Me voy.

-Me temo que ya caíste hace mucho en ella- responde.

-Si tu intención es burlarte de mí nuevamente, lo lamento, pero no lo vas a conseguir porque no pondré ni un solo pie dentro de esa tienda- musito con determinación.

-Esto es absurdo- murmura riendo con ironía.- Vamos, camina.

Toma mi brazo para arrastrarme hacia Fashion Blackwood, pero me suelto de inmediato antes de que fortalezca su agarre.

-He dicho que no. Respeta mi decisión, no puedes obligarme- bramo, alterada.

¿Por qué cada vez que nos encontramos, todo termina en discusión?

Da un paso hacia mí y vuelve a tomar mi brazo, esta vez con una fuerza bruta que me impide moverlo.

-No me agrada respetar las decisiones de otros, soy más bien de imponer las mías por encima de todo y de todos.

-Pues, en esta ocasión te va a tocar amoldarte a la situación, porque no pienso hacer lo que tú digas- trato de mantener mi postura.

-Tú nunca lo has hecho.

-Tienes razón. Me alegra que lo recuerdes- declaro con frialdad.

- Y tú recuerda que estás frente al hermano impulsivo y egoísta. Te advierto que, si sigues con tus berrinches, solo se me ocurre cargar contigo en mi hombro hasta que entremos a Fashion Blackwood. Así que tú decides...

-No serías capaz- es lo único que se me ocurre decir, mi voz apenas un susurro.

-¿Apostamos?- tira de mi brazo, acercándome a él.

-No...- intento hablar, pero me interrumpe.

-Bien. Si gano, me debes cuatro horas de tu compañía y si pierdo, te dejaré en paz por una semana- pronuncia con seguridad, como si yo ya hubiera aceptado la apuesta.

Antes de que pueda reaccionar, se inclina hacia delante, rodea mis caderas con sus brazos y me alza, colocándome sobre su hombro.

-¿¡Magnus, qué haces!? ¡¿Estás loco?! ¿¡Bájame ahora mismo!?- gruño histérica, mi aliento rozando su espalda y mi cabello suelto cayendo sobre mi rostro al estar de cabeza.

-Creo que gané la apuesta- se mofa de mí, riéndose. -Me debes cuatro horas de tu compañía, mocosa.

Comienza a caminar hacia la tienda. ¡Dios mío, qué vergüenza! Siento cómo el aire se me cuela entre las piernas al llevar un vestido puesto.

-No te debo nada. Yo no acepté esa ridícula apuesta. ¡Debes bajarme ahora mismo, Magnus! Traigo vestido y se me van a ver las bragas!- menciono con desesperación.

-Te lo debiste haber pensado mejor antes de acabar con la poca paciencia que tenía reservada. Ya se deleitarán las personas con tu hermoso trasero. - escucho una risita ronca por su parte. Seguido a eso, una de sus manos impacta contra mis nalga, dándome un leve azote.

—¡Hey! —me quejo por lo que hizo.

—Relájate, no es la primera vez que lo hago.

—¡Magnus, por favor, suéltame! Puedo entrar a la tienda sola.

—No. Tuviste tu oportunidad, ahora aguanta.

Él continua caminando hacia la tienda hasta que llegamos a la entrada. Una vez que cruzamos la puerta, Magnus me acomoda de forma brusca sobre su hombro.

—Troglodita —murmuro.

—Te escuché.

—Lo dije precisamente para eso —respondo, intentando inclinar la cabeza hacia arriba para observar el interior de Fashion Blackwood, pero no lo logro.

—No tengo la culpa de que estés pesada.

—Pero sí la tienes de cargarme —replico— Ahora ya estamos aquí dentro como querías, así que bájame.

Pienso que va a protestar nuevamente, pero se reclina hacia adelante, permitiendo que mis pies toquen el suelo. Intento organizar mi cabello y ajustar mi vestido.

—Imbécil—murmuro.

—Espero que te comportes —susurra, viendo que una dependienta se aproxima.

—No soy una niña —me quejo al oír su comentario.

—Con tus actitudes, pareces una. - responde y mis cejas se elevan.

—El que está actuando como un niño inmaduro aquí eres tú... —me defiendo antes de ser interrumpida.

—Buenas tardes, ¿qué desean? —pregunta la dependienta.

—Magnus Rabell —se presenta el chico a mi lado, y la trabajadora abre los ojos sorprendida; claramente, sabe quién es.—. Venimos a comprarle ropa a esta señorita.

La chica me observa rápidamente antes de volver a dirigirse a él.

—Claro, señor Rabell —asiente—. ¿Le gustaría algún estilo en particular o colores específicos para lo que desea comprar?

La pregunta va dirigida hacia mí, pero antes de que pueda decir algo, otra voz se adelanta.

—Desea varios vestidos que sean sencillos pero elegantes. La mayoría deben tener tres dedos por encima de la rodilla. Tienen que ser sexys sin mostrar más de lo necesario, y los colores que prefiere son lila, blanco, azul, verde oliva, negro y, aunque no usa mucho el rojo, vamos a incluirlo.

Me quedo completamente fascinada observándolo gesticular, y aunque parezca increíble, no me molesta que haya tomado la palabra, ya que iba a decir exactamente lo mismo. No entiendo cómo tiene esa información. ¿Acaso presta tanta atención a mi forma de vestir?

—En ese caso, podría llevarlos al salón de los vestidos, donde podrá elegir los que más le gusten y luego les haré un recorrido por si desea algo más.

—Me parece perfecto —respondo antes de que mi compañero pueda decir algo más.

La chica nos guía hacia nuestro destino y yo me quedo atónita por todo lo que me rodea. Esta tienda es como un centro comercial; cada sección está dedicada a un tipo de ropa y marca. Las paredes están revestidas de un suave tono rosado y el suelo está tapizado de lozas blancas. Hay grandes espejos dispuestos estratégicamente para que los clientes puedan verse con las prendas.

Veo varios maniquíes adornando el lugar con conjuntos de ropa, pero uno en particular capta mi atención. Lleva un vestido rojo de ensueño, sensual y cautivador. Su falda se extiende hasta los tobillos y tiene una abertura que comienza en la parte alta del muslo, dejando uno de ellos al descubierto. Los tirantes son un poco gruesos y caen elegantemente sobre la curba de los hombros dejando éstos al desnudo. En la parte posterior, se encuentran múltiples tiras entrecruzadas que simulan un corsé y permiten ajustar el vestido.

—Se vería bien en ti.—susurran a mis espaldas. Me giro rápidamente, sabiendo de quién se trata. —Si quieres, puedo comprártelo.

—No es mi estilo. Pero gracias.—miento. Seguro esa prenda cuesta una fortuna y no quiero deberle nada más.

—Si atrajo tú atención, es porque algo te gustó de él—me responde.

—Es precioso. No estoy ciega, por eso me acerqué a apreciarlo.

—Entonces, si piensas eso, ¿por qué no deseas que te lo compre?—pregunta.

—Simplemente porque no quiero deberte nada. Sé que en algún momento me lo sacarás en cara. Además, probablemente termine guardado en un cajón, ya que no suelo ir a fiestas tan elegantes como para usar un vestido así.

—Nunca está de más tener un vestido elegante en tu guardarropa.

—Para mí sí está de más.—Dicho esto, me alejo antes de que él tenga la oportunidad de decir algo más.

Los minutos se deslizan rápidamente mientras recorro cada rincón del salón, mis dedos acarician las telas de los vestidos que más me llaman la atención. La dependienta, con una sonrisa persuasiva, me anima a probarme algunos en el vestidor para ver cómo me quedan. Ya he pasado por cinco de ellos y la monotonía empieza a cansarme.

El vestidor es bastante espacioso y se divide en dos secciones. Una destinada a cambiarse, equipada con una cortina para mayor privacidad, y la otra con muebles y espejos en el exterior, donde puedes admirarte.

Alcanzo otra prenda, un vestido de color verde oliva, con una falda suelta. Lo levanto, para colocarmelo por encima de la cabeza, sintiendo la suavidad del tejido contra mi piel. Me volteo, planteándome frente al espejo, ansiosa por ver el resultado.

De repente, la puerta del vestidor se abre y mi corazón se detiene al ver que no es la trabajadora, sino Magnus.

—¿Qué haces aquí? ¡Sal inmediatamente!— le grito, apurándome a ponerme los tirantes que había dejado sueltos.

Él avanza hacia mí con tranquilidad.

—Oye, cálmate. No he venido a verte desnuda.— dice, deteniéndose justo frente a mí y recorriéndome con la mirada de arriba abajo. —A menos que eso sea lo que realmente quieras, claro.

Una sonrisa burlona se dibuja en su rostro, y yo respondo con una mueca sarcástica.

—Ni en tus mejores sueños— comento, intentando mantener la compostura. —Ahora, sal y espera fuera.

—No lo creo. Soy yo quien va a pagar los vestidos, así que es justo que al menos vea si te quedan bien.

—Eso es chantaje. Ni siquiera quería venir aquí— replico, cruzando los brazos en un intento de protegerme.

—Llámalo como quieras— vocaliza, ignorando mi resistencia mientras mira por encima de mi hombro hacia el espejo. Al girar la cabeza, me doy cuenta de que el diseño del vestido tiene un detalle en la parte de atrás muy similar al rojo que vi al entrar.

—Creo que puedo ayudarte con eso— su voz resuena en mis oídos, más profunda de lo habitual.

Un escalofrío recorre mi espalda cuando sus manos cálidas toman mis brazos con suavidad y me guían para dar la vuelta, quedando de espaldas a él. Mis palmas comienzan a sudar y mi corazón late con fuerza, desatando un conflicto interno. Debo rechazarlo, pero no deseo hacerlo.

Sus ojos grises se encuentran con los míos a través del espejo, y me siento atrapada en su intensa mirada. Aunque nuestros cuerpos no están completamente unidos, el calor que irradia me envuelve por completo. Sus dedos rozan mi cuello, provocando que mi piel se erice mientras aparta mi cabello hacia un lado con delicadeza.

Con firmeza, toma las cintas del vestido y tira de ellas. En ese instante, mi espalda se adhiere a su pecho, y el vestido se ajusta perfectamente a mis curvas. Él se toma un momento para observarme en el espejo, sin querer soltar las tiras de la prenda, inmovilizando mis movimientos. Justo cuando estoy a punto de protestar, se separa un poco y comienza a hacer un lazo en la parte posterior, intensificando la tensión entre nosotros.

—Gracias—musito al no saber que otra cosa decir.

—Ahora, vamos a ver que tan bien te quedan esos vestidos— se aleja de mi <<cosa que agradezco>>  y se sienta en uno de los sofás que hay en el vestidor.

—¿Pretendes que modele para tí?– interrogo incrédula

—Así es - indica sin más.

Intento replicar, pero al igual que en todas las confrontaciones que he tenido hoy con Magnus, he salido perdiendo y haciendo exactamente lo que él quiere.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro