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Capítulo 1

15 de Febrero del 2024

Hayla:

Camino entre las personas del autobús, apresurándome para salir rápido de él. Me agarro de las barras que tengo sobre mi cabeza para no caer cuando el vehículo está andando.

-¡Oh, perdón! Lo siento- me disculpo con un señor cuando sin querer lo empujo con mi codo; el hombre asiente y yo, sigo sigo mi camino entre las personas con cuidado hasta llegar a la puerta del bus. Acto seguido bajo los escalones y salgo del vehículo.

Mis pulmones se llenan de aire fresco al estar fuera del autobús, ya que con toda esa gente no se podía ni respirar.

Mis pies empiezan a moverse involuntariamente por las calles de Houston. Saco de mi bolsa una goma para el pelo, el cual anda danzando por el aire, cómo las aves en el viento. Me recojo el cabello en una coleta mientras que mis pies siguen avanzando.

¡Por Dios! ¡Rick me va a matar!
Esta es la cuarta vez que estoy llegando tarde al trabajo. Miro el reloj en mi muñeca, son las 13:32 de la tarde. Mis ojos se abren, ya que presiento que hoy sí me van a despedir, llevo casi una hora de atraso.

Cuando menos me lo espero, ya estaba corriendo. Llego hasta donde está el semáforo, pero no me doy cuenta de que está en verde, así que cruzo la calle. Los autos pasan a mi alrededor, a medida que me desplazo ente ellos.

-¡Oye quítate, loca!-escucho a alguien gritarme desde su camioneta. Paro en seco para voltearme y ver quién fue el imbécil que me ha dicho loca.

Tras esa fracción de segundos, siento  que mi vida en la tierra ya hizo su función, cundo veo un auto que viene hacia mí. Mi pecho se acelera y solo cierro los ojos esperando mi hora.

La delantera del vehícualo impacta contra mi brazo, empujándome. Caigo al suelo dándome un leve virón de tobillo. El automóvil frena a tiempo, si no lo hubiera hecho ahora mismo estuviera volando por los aires.

¿Quién es el idiota que conduce tan mal? Debido a que, aunque infringí la señal del semáforo, él manejaba como loco superando el límite de velocidad establecido.

-¡Auch!- solté un quejido tocándome la cabeza e inspeccionándome mi cuerpo para percatarme de que estoy bien. Observo mi brazo, dándome cuenta de que tengo un raspón, la zona se encuentraun poco rojiza con pequeñas gotas carmesí, aunque nada grave. Intento ponerme de pie, pero el dolor en el tobillo no me lo permite.

-¡Joder!- gruño mientras que subo la mirada; veo como la puerta del carro se abre y vuelvo a ver la herida que tengo en el brazo.

-¡¿Pero qué mierda...?!-alzo la vista cuando escucho una voz gruesa y varonil maldecir por debajo.

Cierro los ojos antes de verle la cara al sujeto y tomo aire para hablar.

-Señor, lo siento, pero no se preocupe estoy bien...

-¡¿Eres idiota?!- escucho su pregunta. Lo observo con incredulidad al no entender sus palabras; pensé que estaba preocupado por mí.

-¿Qué?-digo abriendo los ojos y finalmente diviso al sujeto que iba conduciendo.

Es alto, por lo menos me debe sacar dos cabezas, su espalda es ancha y posee un cuerpo tonificado. Su figura está cubierta por las telas de un exclusivo traje azul cobalto, sin corbata, que se adapta perfectamente a su piel acaramelada. La espesa capa de cabello que le cubre la cabeza es de un castaño oscuro (casi negro), <lo suficientemente sedoso como para haber salido de un anuncio de shampoo en televisión>. Sus ojos son de un gris plomizo profundo, los cuales me dejan absorta por unos segundos de lo bellos que son. Me dan la limpresión de que están totalmente vacíos. Una ligera barba se asoma en su rostro, al rededor de sus labios gruesos. Detallé que en una de sus cejas gruesas, poseía una pequeña cicatriz, que le atraviesa ésta al final de ella.

-¿¡Que si eres idiota, niña!?-su voz se escucha molesta-¡Mira lo que le hiciste a mi auto!

La rabia me corrompe, deslizándose por cada una de mis venas; ¿quién se cree para hablarme así?. Yo fui la atropellada y él solo se preocupa por su puto auto.

Vuelvo a tragar saliva y lo reparo de nuevo para después mirar su camioneta y ahí me doy cuenta de mi error; un
Rolls-Royce Sweptail es la marca de su vehículo; lo sé porque el señor Rabell tiene tres de la misma marca en su garage. ¡Por Dios, como fui tan tonta como para pensar que un riquillo como él se preocuparía por alguien que no sea el mismo!.

-¡Oye, que yo tampoco tengo la culpa de que tú seas un mal conductor y hayas superado los límites de velocidad!-le suelto apoyando mis manos en el suelo para levantarme con dificultad, y cuando ya estoy parada me doy cuenta de que o yo soy muy pequeña o él es muy alto.

Su quijada se aprieta ante mi respuesta.

-Pues, mira por dónde. Llevo diez años conduciendo así y nunca había tenido un accidente- ríe con ironía y molestia- Claro, hasta que se me ha aparecido una loca por el medio del camino.- abro la boca con indignación, negándome a oír las estupideces de un prepotente.

-¿Sabes cuánto cuesta un auto de estos, niña?-pregunta señalando el carro con la cabeza. Me quedo callada y él me repara de arriba abajo, mirándome con desdén, la típica mirada que le darís a algo defectuoso -Por lo que veo no tienes ni remota idea. Tendrías que dar el culo más de mil veces para comprarte uno de estos.

Mi respiración se torna pesada y siento que voy a explotar de la rabia.

-¿¡En serio le importa más un puto coche que una vida humana!?- lo confronto dando un paso hacia adelante.

-¿Por qué me debería de importar? estás bien, ¿no? estas entera. -dice, dando un paso al frente y un escalofrío recorre mi cuerpo por la frialdad en su voz

-Pero estoy lastimada, por si no se ha dado cuenta.- busco una pisca de bondad en sus ojos, pero no hay nada.

-¿Y eso a mí que?. Ve al médico. Tú te interpusiste en mi camino. En todo caso, la culpa es tuya por no prestar atención al semáforo. -verbaliza y retrocedo; su actitud se me es tan conocida y sé que no tiene caso hablar y entenderse con este hombre. Él está vacío por dentro, no veo nada en su interior, así que es mejor no buscar más.

-Oye, en serio me encantaría quedarme aquí discutiendo contigo, riquillo de mierda, pero no tengo la vida resuelta como tú. Tengo que ir a trabajar.- expreso soez, sin medir mis palabras.

Doy media vuelta para largarme, pero siento como su mano toma mi brazo; trago saliva al sentir que su piel hace contacto con la mía y vuelvo a mirarlo.

-Mide tus palabras cuando hables conmigo, niña.- amenaza entre dientes.

-Yo hablo como mejor me parezca, idiota -veo como su mandíbula se contrae y me suelta.

- Lárgate -ordena y yo aprieto los puños controlándome para no pegarle.

Ruedo los ojos, desendo terminar con ésta escena. Volteo para continuar con mi trayectoria, pero no llego ni a dar tres pasos cuando escucho su voz de nuevamente.

-Pero antes, dime como me vas a pagar- la zona entre mis cejas se arruga al no entender la razón por la que me pide tal cosa.

-¿Qué?- giro hacia él y lo observo recostando en el capó del auto con la mirada en el teléfono.

- ¿Me vas a dar el dinero para el arreglo del carro por transferencia o en efectivo?

Siento un nudo en mi garganta al oír lo que a dicho ¡Yo no tengo ni en qué caer muerta, por Dios! ¡¿Como voy a pagar eso?!

-¿Estás bromeando?- inquiero asustada; él sube la vista para verme y su cara me dice que no es broma. Se encuentra completamente serio-¿No me ves?. Soy una persona sencilla no tendría como conseguir ese dinero...

-Cállate - parlotea y lo hago arregañadientes.

- No estoy para oír más tus lamentos y menos para volver a ver tu cara, así que me convenciste - abre la puerta de su auto y se adentra en él- Voy a hacer mi obra de caridad del año y olvidaré lo que sucedió aquí.

Yo solo lo observo por la ventanilla de éste, ya que no tiene puesto el vidrio, y me contengo para no vomitarle todas las barbaries que quiero decirle.

-Espero no volver a verla, niña malcriada -se despide mientras arranca el motor

-Lo mismo digo, riquillo de mierda - expreso con una falsa sonrisa hipócrita.

Una sonrisa santurrona se pinta en sus labios. El vidrio del auto sube, hasta obstaculizar mi vista. Oigo el motor del auto prenderse y se pierde en la carretera una vez que comienza a moverse. Suelto el aire que tengo retenido en los pulmones y empiezo a caminar cojeando, dirigiéndo todo lo que acaba de suceder.

                             ♤♤♤

Entro por la puerta de servicio del restaurante, me escabullo entre las personas hasta la habitación donde el personal se cambia de ropa. Me coloco por encima de la cabeza la camiseta blanca del uniforme. Seguido, un moño negro al rededor del cuello y agrego al conjunto una falda negra, con tres dedos por encima de la rodilla. Terminando con el chaleco negro; me quito lo zapatos que tengo cubriendo mis pies y me pongo las zapatillas de acuerdo con el uniforme. Al terminar, abro la puerta y me aseguró de que no haya nadie en el pasillo. Veo que todo está despejado, así que salgo y me adentro en la cocina. El olor a salsa y a otros condimentos invaden mis fosas nasales, mientras que observo a todos los cocineros que van de aquí para allá. Carly, mi compañera,  viene con una bandeja hasta donde estoy.

-¿Dónde estabas?- susurra entre dientes dejando la bandeja en la mesa, quitando los platos sucios y dejándolos en el vertedero para poner una jarra llena de hielo con una botella de vino.

-No vas a creer lo que me pasó- le comento a mi amiga.

-Rick está como loco, Hayla- anuncia -Será mejor que no te vea.

-Ni que lo digas -suelto.

-Toma, estas son las mesas que te tocan -me da un papel con los números cinco, siete, nueve y trece- Así que mueve el culo que esto está lleno.

Río ante la vulgaridad de mi amiga; ella sale por la puerta y yo hago lo mismo.

Voy hacia la mesa número sinco y saco mi libreta de notas.

-Buenas tardes, señores -saludo a la pareja que está sentada en la mesa y ellos solo asienten-¿Ya decidieron que van a ordenar?

-Sí, linda -responde la mujer amablemente- Para mi esposo trae un Risotto de langosta y para mí tráeme unos Escargots Bourgogne, de postre queremos una tarta mousse de chocolate y baileys, y de bebida queremos un vino Aubert Pinot.

Escribo en la libreta todo lo que la mujer me está pidiendo.

-¿Algo más?-le pregunto, cuando terminó de escribir.

-No, gracias. -asiento y recojo la carta

Me dirijo hasta la cocina. Arranco el papel de la libreta y le dejó la orden a Zack.

-La orden de la mesa siete- anuncia Ryan y cojo los platillos para ponerlos en la bandeja.

Salgo de la cocina, y dejo la orden. Una vez que termino, me dirijo a la mesa nueve donde hay dos hombres sentados en ella. Uno se encuentra de espalda a mi y al otro, lo diviso perfectamente. Un chico rubio, de ojos cautivadoramente azules.

Arreglo bien mi moño, ya que está un poco caído y saco la liberta para tomar la nota de su orden.

-Buenas tardes, señores.
- saludo amablemente a los dos hombres que están sentados en la mesa.

Mis ojos se abren con sorpresa al ver a la otra persona, no puede ser, esto tiene que ser una broma ¿qué hace él aquí?.

El chico, que me había parecido bastante presumido, seguía con la vista fija en su teléfono. Sólo levantó la cabeza para mirarme cuando apagó la pantalla, como si me estuviera concediendo su atención de forma condescendiente.

¿Me está siguiendo? pensé, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.

Tragué saliva cuando sus ojos se encontraron con los míos. Parecía tan sorprendido como yo, pero disimulaba su sorpresa con una expresión gélida que me ponía incómoda.

-Buenas tardes, señorita- me saludó su acompañante, el chico con una sonrisa amable.

-Buenas, ¿ya decidieron qué van a ordenar?- indagué, dirigiéndome al amigo del chico presumido. No quería volver a mirarlo, pero su mirada fija sobre mí me incomodaba.

-Sí- respondió uno.

-No- dijo el otro.

Ambos hablaron al mismo tiempo, y yo los reparé con confusión ante su contradicción.

-Sí sabemos qué pedir- aclaró el amigo, con una mirada de desaprobación hacia su compañero, quien inmediatamente volvió a fijar su mirada en mí.

-No, no sabemos- replicó el riquillo de mierda.

Mis ojos se posaron en él, en su expresión de hastío que no había cambiado desde que lo conocí hace una hora.

-Yo sí sé- centrémi atención en el chico rubio, quien al parecer ya había decidido su pedido.

-Pues yo no- objetó su compañero.

No pude evitar rodar los ojos ante su evidente estupidez.

-¿No íbamos a pedir lo mismo?- preguntó el amigo, confundido.

-No -respondió el de ojos grises.

El rubio suspiró con resignación antes de dirigirse a mí.

-Disculpa, linda, es que mi amigo a veces es un poco idiota- mencionó, y no pude evitar sonreír ante su respuesta.

-¿A veces?- pregunté, aunque sabía que no debería, las palabras salieron de mi boca sin que yo lo pudiera evitar.

El chico sonrió.

-Todo el tiempo- susurró, aunque sabía que el castaño lo escuchó. No pude evitar reír y voltear a verlo. Su ceja estaba arqueada, los brazos cruzados y me miraba con incredulidad.

-Y bien, ¿qué va a pedir, señor?- intenté mantener una expresión neutral.

-Primero, olvídate del 'señor'? me hace sentir como un abuelo- respondió, y una sonrisa leve se dibujó en mis labios.- Y con respecto a lo que voy a pedir, tráeme un plato de Chicken & Waffles, una ensalada Waldorf y un vino francés.

Anoté su pedido y volví a mirarlo.

-¿Algo más?

-No, linda, gracias- volví a dirigir mi mirada al señor que estaba sentado frente a él.

-¿Y usted?- esperé su respuesta, pero él seguía absorto en su teléfono.

<<Mal educado>>.

-Él no quiere nada, todavía no sabe qué pedir- comentó su amigo en su lugar.-Gracias, linda, ya puedes retirarte.

Asentí con la cabeza y me di la vuelta, lanzándole una última mirada al tipo tan desagradable.

Genial, ahora este idiota sabe dónde trabajo. ¿Por qué tengo que tener tan mala suerte como para encontrarme a este tipo justo en éste lugar?.

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