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❅ Capítulo XXVIII: Abandono ❅

~ ABANDONO ~

Arianna

Permanezco en silencio, durante más tiempo del que me gustaría.

—¿Eso dije? —Cuando vuelvo a hablar, mi voz retumba en mis oídos en un tono rasposo, apenas distinguible.

Da dos leves movimientos con la cabeza, mientras cierta sonrisa se expande en sus labios.

A él le parece gracioso, a él le parece gracioso ponerme en esta situación cuando yo deseo enterrar la cabeza bajo tierra para ocultar la vergüenza que calienta mi rostro, mientras permanecemos desnudos, luego de habernos conocido durante toda la noche e inicio de la mañana.

Tomo una de las mantas con las manos temblorosas con la intención de cubrir mi desnudez, pero apenas nota mis intenciones él toma mis manos entre las suyas y tira de mí; provocando que vuelva a estar cerca de él.

—No seas malo —replico, pero me dejo atraer hacia su cuerpo.

Él se encuentra medio recostado sobre las mantas, sosteniéndose de uno de sus antebrazos, mientras que con su mano libre me atrae hacia él.

—No estoy siendo malo, solo quiero saber si es así como me ves justo ahora.

Tomo aire.

—¿Tengo que responder la pregunta? —inquiero en un susurro.

Sus ojos, medio entrecerrados se pasean por mi rostro con tranquilidad, como si supiera todo e intentase que yo también lo comprendiera.

—Preferiblemente, de lo contrario, corres el riesgo de sufrir con un par de besos hasta que no soportes y me supliques más.

—Viéndolo así, prefiero no contestar —respondo, a un suspiro de sus labios—. Si quieres aplicar cierto castigo no voy a oponerme.

No me acerco demasiado, no por mi cuenta. Él me toma de la cintura y me sube a horcajadas sobre su regazo, causando que sienta su miembro en contacto con mi feminidad a través de las mantas. Mi respiración se agita mientras lucho con torpeza para liberar mi cuerpo de las telas y sentir ese roce de nuestras pieles una vez más, ese roce enloquecedor, que me vuelve sedienta, que nubla mi razón y que me lleva a tocar lo más profundo de su alma.

Stefan toma mis labios sin delicadeza alguna demostrando el hambre que al parecer no solo yo poseo. Abre mi boca para él, magrea mis labios y me besa como si intentara cobrarse cada una de las veces que quiso tomarme y se detuvo.

—Encárgate, dulzura —murmura contra mi boca.

Rodeo su cuello con uno de mis brazos y cuando me deshago de las mantas las lanzo con molestia lejos de nosotros, luego meto la mano entre nuestros cuerpos, tanteando su abdomen de chocolate, deseando besarlo, pero concentrada en saborear incluso aquellas palabras que no ha dicho. Desciendo por su cuerpo hasta tomar su masculinidad con firmeza y guiarla a mi centro. Es un pedazo de carne bastante grande incluso cuando no está erecto y cuando lo está, como ahora, podría llegar a asustar a cualquier mujer, mucho más a una pequeña como yo. Pero justo ahora me siento muy a gusto aquí, descendiendo sobre él, sintiendo como mis paredes lo abrazan como si quisieran ahorcarlo, recibiéndolo en mi interior resbaladizo y ardiente por causa de él. Porque él es quien hace esto en mí, él es quien hace esto más fácil.

Con su sola presencia hace que mi cuerpo lo necesite y junto a su olor, sus besos, caricias y gruñidos me prepara para él, como si estuviera hecho para mí y yo al ser suya con su sola cercanía me prepara para como un lobo hambriento y feroz hacerme el amor.

Mis ojos permanecen cerrados cuando lo escucho rugir y entre caricias, aquel beso sediento y el mover de nuestros cuerpos junto al privilegio de ser una sola carne, de ser nosotros, de ser esposos y amantes que atesoran el placer que nos desarma hasta el agotamiento cuando hacemos el amor.

Acuno su rostro entre mis manos, abro los ojos, encontrándome con los suyos, oscurecidos, apenas abiertos cuando dejamos de mover nuestros labios. Su cabeza cae hacia atrás y yo escondo el rostro en su cuello expuesto inhalando su olor exquisito cuando ambos alcanzamos el orgasmo.

Siento cada descarga de su placer inundando mi interior mientras mis paredes se aferran a él, sin querer dejarlo ir.

«Quiero que permanezcas dentro de mí hasta que la muerte nos separe». Susurro en su mente cuando el frenesí disminuye lentamente.

Sus brazos me rodean, manteniendo mis pechos pegados a su torso desnudo. Sus manos ascienden por mi espalda con suavidad al tiempo que yo uno mi frente a la suya.

—Hasta que la muerte nos separe —verbalizo, con la respiración entrecortada.

—Cada vez que quieras, donde quieras, como quieras —suelta en un gruñido—, delicado o salvaje... como desees. Soy completamente tuyo.

Me separo un poco para contemplar su mirada. Azul, ultramar, intensa y luminosa.

—Completamente mío —concuerdo.

—Y tú mía.

—¡Sí! —ladeo la cabeza cuando asalta mi cuello con su lengua.

—Solo mía —muerde su marca en mi piel.

Mis ojos se cierran por inercia y aun estando unidos volvemos a hacer el amor, esta vez con más calma, ahorrando fuerzas, gruñendo y jadeando por lo bajo.

El calor mengua y nosotros permanecemos en silencio, observándonos, envueltos en las mantas y besándonos cada tanto como si fuéramos el desayuno del otro. Los vientos hacen cesar un poco toda la calentura acumulada entre nosotros y junto al sonido del mar al golpeando las rocas, son los únicos sonidos que se escuchan a nuestro alrededor.

O los únicos que yo escucho.

Es ist zurück «ha vuelto» —susurra en mi lengua materna.

Mi frente se arruga al escucharlo, solo hizo esto en una ocasión, eso de hablar en un idioma que estando en Alaska no cualquiera podría entender. Cuando estábamos en la cabaña, cuando estuve en peligro por causa de la espía a la que persiguió.

Stimmt etwas nicht? «¿Ocurre algo?» —pregunto, igualando su tono de voz.

Observo su rostro, inexpresivo y concentrado en algo que justo ahora no se trata de mí.

—Der Vampir ist zurück «El vampiro ha vuelto» —Él empieza a deshacerse de las mantas que nos cubren.

Delilah sagte die Fußabdrücke seien die einer Frau «Delilah dijo que las huellas eran las de una mujer» —lo imito cuando él se levanta y empieza avanzar hacia el exterior de la cueva.

La incertidumbre late en mi pecho con una fuerza descomunal. No sé de quién podría tratarse. Sé que Wachsend aún tiene enemigos, pero ninguno de ellos sabe cuán importante soy para mis Líderes.

«¿O sí?»

No, eso no es posible.

Además, si se tratara de alguien poderoso no sería tan estúpida como para atacarme oliendo que el Líder de una manada como Luna nueva se encuentra conmigo. O a lo mejor se considera capaz de vencerlo y por ello está aquí, aunque yo no lo sienta.

Está lejos, por ello no puedo olerla, ni sentirla. Es la misma jodida estrategia que utilizó para que no la detectara cuando me espiaba en la caballa.

De pronto el miedo aflora dentro de mí, causando que un nudo ardiente se forme en mi garganta.

¿Y si lo lastima?

Wirst du ihr nachgehen? «¿Irás tras ella?» —trago saliva, quitándome las mantas yo también y sintiendo que el corazón se me quiere salir del pecho.

Él me mira con esos ojos, pero esta vez ya no reflejan todo lo de antes, lo único que veo es el reflejo de su instinto cazador de vampiros, nuestro enemigo por naturaleza, activado en él.

—Stefan...

Él se acerca para besar mi frente.

bleib hier «quédate aquí» —es lo último que dice antes de salir de la cueva por completo, convirtiéndose en aquel lobo negro dispuesto a eliminar cualquier amenaza.

—No esta vez —mascullo y salgo de la cueva, transformándome.

Tengo que seguir el olor de mi lobo para saber la dirección en la que ha ido. A lo lejos lo veo corriendo como una bestia persiguiendo a la espía, a quien ni siquiera puedo ver. Corro detrás de ellos tan rápido como todos estos meses de entrenamiento me lo permiten, y cuando Stefan nota que estoy detrás de él me lanza un gruñido molesto que en lugar de hacer que me detenga causa que aumente la velocidad.

Es allí cuando veo aquel cuerpo delgado, femenino, vestido completamente de negro y el cabello castaño ondeando con furia contra el viento. Ella empieza a trepar clavando sus uñas en las piedras para subir y dejarnos a nosotros abajo en el acantilado, pero Stefan, gruñendo cual lobo feroz a punto de desmembrar a su presa, salta contra ella, tomando el abrigo de la vampiresa con sus colmillos.

Ella lo patea y forcejea contra él, es entonces cuando freno debajo de ellos y procuro subir, a pesar de que mis pulmones queman por el sobre esfuerzo, a pesar de que las piedras lastiman mis pastas y de que la adrenalina me aturde. Su presencia me invade de lleno, causando que me detenga y que en lugar de seguir intentando atraparla me desplome contra las piedras.

Sus ojos grises conectan con los míos que se llenan de lágrimas, mientras mi esposo la muerde por distintas partes del cuerpo con toda la intención de devorarla.

Vuelvo a mi forma humana sin que me importe el quedar completamente desnuda.

—¡¡¡Stefan, no!!! —el grito sale desgarrador de mi garganta, provocando que sus ojos azules, furiosos, me busquen con preocupación.

En ese instante ella aprovecha para rodearle el cuello con sus brazos.

—¡Ya basta, perro! —grita, mostrando sus colmillos.

Stefan está vulnerable, podría seguir luchando, pero si lo hace ella podría matarlo.

Mis piernas se raspan contra las piedras cuando caigo de rodillas, sin fuerzas, sin poder creer lo que tengo ante mis ojos. A pesar de que muy en el fondo de mí alma era consciente de que existía esa posibilidad, de que ella podía estar viva, que la ausencia de sufrimiento de papá podía tratarse de esto, de que Ian tenía razón; con ella no sucedió lo qué todos pensábamos.

—¡Si te mueves de rompo los huesos! ¡¿Me escuchaste?! —continúa soltando amenazas contra mi esposo.

Stefan gruñe sin comprender, alternando la mirada entre nosotras, sin saber lo que sucede.

—¡Ya suéltalo!

Lo hace y él se posiciona entre nosotras cuando ella salta del muro para acercarse a mí buscando protegerme.

—Tranquilo —susurro.

Él bravea en su dirección, amenazante.

Si se acerca más a mí la va a despedazar. O a intentarlo, y al ser una híbrida de vampiro y hombre lobo, es ella quien podría matarlo a él.

—Es mi madre —mascullo.

El lobo la observa, conmocionado y ella continúa acercándose.

—Apártate, perro.

Stefan gruñe, pero se aparta, permitiendo que solo ella esté frente a mis ojos.

Amalia se quita el gabán prácticamente despedazado, se inclina ante mí, toma uno de mis brazos y pasa la tela del abrigo, para cubrir mi desnudez.

Cuando las lágrimas ruedan por mis mejillas, mis ojos vuelven a empañarse otra vez. Pero no digo una palabra, si lo hago voy a explotar. Mi respiración está entrecortada y lo único que puedo hacer es mirarla.

Su cabello ya no es de color carmesí como solía teñirlo para ocultar las similitudes con su gemela, ahora se encuentra largo, castaño en su color natural, ondulado... ella está limpia y hermosa como la recordaba a pesar de la reciente lucha; no está como la última vez que la vi encerrada en la zona de exilio por traición.

Sus ojos grises se pasean por mi rostro mientras me toma con delicadeza, inspeccionándome.

—¿Estás bien, cariño? —pregunta en inglés, mirándome con sus ojos conocedores, pero no le permito meterse en mi mente.

—Creí que estabas muerta —murmuro con la voz ahogada—, ¡te lloré! ¡sufrí por tu muerte!  ¡¿y ahora regresas como si nada hubiera pasado a preguntarme si estoy bien?!

—Arian, mi vida...

—¡No, mamá! —me safo de su agarre.

—Arian, escúchame... por favor —suplica, con la mirada empañada e intentando volver a tocarme.

Me alejo de ella y voy hacia Stefan, él me recibe siendo humano, más calmado, pero mirándome con compasión.

—Sácame de aquí —le pido. Mi pecho arde, siento que voy a ahogarme. Debería estar feliz, debería estar feliz porque ella está aquí conmigo, pero no puedo. No puedo estarlo porque ahora sé que me abandonó, que me abandonó a mí y a papá. ¡Ella nunca debió traicionar a nuestra manada!

Stefan me toma entre sus brazos y comienza a caminar.

—¡No, detente maldito pulgoso! —me aparta de él y me abraza, apretándome contra su pecho y por un momento me siento aún más débil, queriendo aferrarme a ella con fuerza para que no vuelva a dejarme, pero me alejo.

—Señora, no me obligue a volver a lastimarla. Arian no quiere estar cerca de usted, así que deje que me la lleve, o no respondo.

—¿Y tú quién eres para alejarme de mi hija?

—Basta —escucho los latidos de mi corazón palpitando contra mi oído, no tengo fuerzas, no puedo más.

—¿Este imbécil te ha hecho daño? ¿Te tomó a la fuerza? ¿Es eso?

—¡Ya basta! ¡Él no me tomó a la fuerza, Lukas lo hizo! —grito, sintiendo como mi garganta quema—. ¡Él, un traidor que estaba junto a tu celda se escapó y quiso llevarme a la fuerza, pudo violarme de no haber sido por Ian! ¡¿Y dónde estabas tú?!

—Cariño, por favor —veo el dolor en su mirada, noto el tono de disculpa, como lucha por no volver a tomarme entre sus brazos.

—¡¿Dónde estabas, mamá?! ¡¿Qué hubiera pasado si ellos lo mataban?! ¡¿Quién iba a salvarme?!

—Perdóname, yo quería ayudarte, pero no pude. Perdóname por favor.

—Me abandonaste —susurro, perdiendo el equilibro y el control de mi propio cuerpo—.
Tú me abandonaste...

—¡Arian! —Es lo último que escucho antes de perder la conciencia.

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