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❅ Capítulo XXIX: Huellas del presente ❅

~ HUELLAS DEL PRESENTE ~

Stefan

—¡Arian! —La tomo en mis brazos antes de que se golpee la cabeza.

Palmeo su rostro intentando despertarla.

—Dulzura —mi voz suena desesperada. A mi mente llegan aquellos escenarios que a lo largo de estos años he vivido entre delirios. La angustia crece dentro de mí. Sé que solo se ha desmayado, que no ha podido gestionar tantas emociones, pero en mi interior siento como si una bala hubiera perforado su delicado cuerpo, como si esta situación se tratara de algo de vida o muerte. El instinto sobreprotector aflora dentro de mí como una bestia que solo puede ser calmada al tener a la bella entre sus brazos, y sí, justo ahora ella está en mis brazos pero inconsciente, después de haber sufrido un colapso emocional. El regreso de su madre ha traído consigo recuerdos del pasado y soy consciente de que todas las cosas acumuladas en su interior la han superado—. Despierta...

Mi corazón late ansioso, necesito que esos ojos verdes vuelvan a mirarme como hace tan solo minutos lo hacía mientras estaba sobre mí, arrastrándome con ella a su mundo, a su delicadeza y ternura; a la vida.

—Arian —continúa sin indicios de ir a despertar.

—Necesitamos alcohol —la voz angustiada de aquella mujer retumba en mis oídos, poniéndome alerta.

Es adulta, la madre de mi esposa que ella creía muerta, aquella por la cual sufrió y que ahora cree que la abandonó. No sé qué pensar. Solo sé que esta mujer traicionó a Wachsend y que ahora está enfrente de mí como si su traición hubiera quedado impune.

Cargo a Arian y la presiono contra mi pecho. Su cuerpo está débil, literalmente ha perdido la consciencia y dominio de sí misma.

Me apresuro para llegar a la manada sintiendo esa presencia detrás de mí.

—¿Crees que quiera verte cuando abra los ojos?

—No me importa, quiero estar cerca de ella y no vas a impedírmelo.

—No confío en ti —la miro por encima del hombro.

Cuando llegamos a mi territorio los guardias abren los portones al distinguir mi olor.

—El sentimiento es mutuo. Yo tampoco confío en ti —masculla—. No sé cuáles son tus intenciones con mi hija, pero te aconsejo que tengas cuidado. No pienso dejar que nadie más la lastime.

Si todos pudieran notarlo justo ahora me sentiría más orgulloso de lo que ya me siento al tenerla a ella entre mis brazos, sé que no está bien, pero el solo hecho de entrar a nuestro territorio mientras la sostengo resulta ser simbólico. Si notaran su olor mezclado con el mío tras haber sido una sola carne una y otra vez en esa dichosa cueva en la costa, todos entenderían cuán importante es esta dulce hembra para mí.

No quiero que lo nuestro siga siendo un secreto por más beneficioso que sea. No soy el mismo Stefan de hace siete años, no necesito ocultar a quienes son importantes para mí, no quiero seguir ocultándonos, huyendo en medio de la noche; quiero que todos sepan que ella es mía, que yo soy suyo, que con ella a mi lado soy más fuerte, que con ella a mi lado soy jodidamente feliz y que si llegaran a ponerle un solo maldito dedo encima sin su consentimiento se la verán conmigo.

Y no solo conmigo.

Sí, lo nuestro puede seguir siendo inédito incluso después de que todos entiendan de una vez por todas quién es Arianna Volk Pierce, de Black.

—Yo tampoco pienso tolerar que vuelvan a hacerle daño.

Cuando llego a la mansión casi maldigo ante todos los ojos curiosos que nos observan. Porque aunque quiera gritar a los cuatro vientos quién es ella para mí, no estoy seguro de que ella quiera lo mismo justo ahora.

—Dejen de estar de chismosos y busquen algo para despertar a Arian.

Solo mi madre se moviliza, los demás se quedan allí parados como estatuas de piedra, viéndome desnudo y cargando a mi mujer en brazos mientras una vampiresa con cara de pocos amigos planea mil formas de matarme.

¿Qué pasará cuando todos se enteren de que nos casamos a escondidas como en esas historias de romance prohibido?

Me imagino, y la verdad me importa una mierda.

Mi madre regresa con una toalla para mí y lo necesario para despertar a Arian.

—Gracias.

—De nada, mi amor —responde, inspeccionandola—. ¿Qué le pasó?

—Larga historia —maniobro para llegar a los sillones del vestíbulo y la acuesto sobre el más grande. Envuelvo la toalla en mi cintura, abro el pequeño frasco y hago que inhale el aroma del contenido. En apenas tres segundos su rostro se descompone con una expresión de repudio mientras ella aparta el frasco de su nariz, tosiendo.

Cuando abre los ojos estos se posan en mí con reconocimiento, y joder, me mira solo a mí, como si no hubiera nadie más, contemplandome como suele hacer con sus grandes y expresivos ojos verdes, esos que expresan tantas cosas que anhelo descifrar con ella debajo de mí, mirándome fijamente mientras de sus labios rosa sale mi nombre entre jadeos y suspiros de puro placer.

—Hola —susurra con timidez.

—Hola —respondo, atento a ella.

Tomo los extremos del gabán prácticamente destrozado, intentando cubrir su piel de los ojos indeseados tanto como puedo. Sus mejillas se tiñen de rojo cuando sus ojos evalúan mi cuerpo y yo casi sonrío por ello, pero me contengo.

—¿Qué sucedió? —Su voz se escucha ronca, pero aun así resulta ser como un bálsamo para mis oídos.

—Te desmayaste —susurro, pretendiendo que solo ella me escuche, aun cuando sé que eso no es posible.

Parpadea, confundida, hasta que observa a todas las personas a nuestro alrededor como aves rapaces a la espera de algún cadáver al cual devorar. Sus mejillas enrojecen aún más poniéndose de un rojo intenso casi morado y provocando que mi mente me arroje escenarios de esta madrugada. La recuerdo montándome como a un caballo salvaje, reduciendo a nada todos estos años de abstinencia sin siquiera ser consistente de lo que hace mí y ese sonrojo que llegaba casi a sus pechos invitándome a besarle hasta el alma.

Trago saliva.

Sus ojos vuelven a mí cuando toma la tela del abrigo con fuerza, y estos se entrecierran en mi dirección como si supiera lo que estoy pensando.

La petición en su mirada dice que aún no se siente lista para revelar lo nuestro. Puede que ya lo sospechen, a juzgar por nuestro acercamiento, pero estoy seguro de que, a menos que hayan notado nuestros anillos, ni se imaginan que estamos casados.

Vuelvo a tomarla en mis brazos.

—Nos vamos.

Me dirijo hacia las escaleras.

—¿Dónde est...? —empieza a decir Zack cuando paso por su lado.

—Cierra la jodida boca —miro sobre mi hombro buscando a alguien en específico—. Chris, tráele algo de comer a Arian, por favor. Y que nadie más nos moleste.

—Espera —coloca una mano en mi pecho—. Ich muss mit ihr reden. «Tengo que hablar con ella».

Bist du sicher? Ich möchte nicht, dass du wieder ohnmächtig wirst. «¿Está segura? No quiero que te desmayes otra vez».

Ella asiente.

Ich kann nicht zulassen, dass sie denkt, ich hasse sie. «No puedo dejar que piense que la odio».

Tomo aire y la acerco más a mí. En sus ojos se nota que todo lo que salió de sus labios en la costa en realidad fue un reflejo de lo mucho que ha extrañado a su madre, y aunque no confío en ella, por alguna razón se encuentra con vida y ahora es mi suegra. No voy a quitarle a Arian la oportunidad de recuperar algo que durante todo este tiempo pensaba que había perdido.

Kannst du uns verstehen? «¿Puede entendernos? —inquiero.

Ich verstehe sie sehr gut «Los entiendo muy bien» —se aleja de la puerta principal de la mansión y avanza en nuestra dirección bajo la atenta mirada de todos.

Zack me observaba como si me hubiera salido otra cabeza.

—Luego te explico.

Él asiente en respuesta, cruzándose de brazos.

—Creo que tengo una segunda meta para el próximo año —murmura con su sonrisa de sabelotodo estampada en el rostro.

—¿Cuál? —Christine se acerca a él sin dejar de mirarme y ocultando esa sonrisa que se muere por liberar.

—Aprender alemán para entender las mierdas que se dicen estos dos.

Ruedo los ojos.

—¿Y la primera?

—Poner mi primer cachorro en tu vientre.

—¿Cómo se hace eso, tío Zack? —giro el rostro hacia Ryan, quien desciende por las escaleras que yo pretendo subir con su entrenadora en brazos—. ¿Papá, por qué estás tocando a mi chica?

Mi frente se arruga y yo me quedo de piedra.

Los demás ríen, incluyendo a Arian.

Si tan sólo supiera.

—Los cachorros se hacen de la siguiente manera, pequeño Rey...

—Zack —mascullo entre dientes.

—Como macho tienes una semillita, cuando seas grande la podrás poner en...

—¡Zack! —Christine es quien lo silencia.

—Llévate a este animal de aquí o juro que le voy a arrancar la cabeza si sigue hablando porquerías.

El muy idiota solo se ríe.

—Pero papáaaa, quiero saber cómo se hacen los bebés.

—Ve a tu habitación, tenemos pendiente una conversación muy seria.

—¿Por favor?

—Arriba.

Ryan obedece y yo lo imito, ignorando que le ha dicho mi chica a mi mujer, que su enamoramiento preadolescente parece más serio de lo que creía y que la causante de ello está a punto de reírse en mi cara.

La subo hasta su antigua habitación en el ala para invitados para que pueda hablar tranquila con su madre, y luego me dirijo hacia el ala contraria para darme una ducha rápida y tener una charla con mi hijo.

❅ • .❅. • ❅

—¿Hice algo malo? —pregunta apenas me ve entrar, sentándose en su cama después de tomar un auto de su pequeña colección de deportivos de juguete.

—No exactamente —cierro la puerta de la habitación—. Pero tenemos que hablar.

Me siento junto a él en la cama, observándolo atentamente.

—Estoy orgulloso de ti, Ryan.

—Cuando sea mayor quiero cuidar la manada como tú lo haces, por eso me esfuerzo en ser el mejor en todas mis tareas.

Siento que se me encoge el corazón.

—Incluso liderando la manada serás el mejor, hijo, de eso estoy seguro —rodeo su cuerpo con uno de mis brazos y lo acerco a mí para dejar un beso en su cabeza—. Te amo, Ryan.

—Yo también te amo, papá —me abraza y luego de unos segundos se aparta.

Inclino el rostro hacia él para observarlo y lo encuentro mirándome con las cejas fruncidas.

—¿De qué debemos hablar?

Permanezco en silencio durante unos segundos.

—Sobre Arian —suelto—. ¿Te gusta mucho?

—Es muy bonita, parece una de las muñecas con las que juega Sophie.

—Sophie... —mi ceño se frunce—. ¿Quién es Sophie?

—Es la hermanita de Stephen, mi amigo.

—Sí sé quién es Stephen, pero no sabía que tenía una hermana.

—La tiene. Su cabello es rojo —lo dice tan distraído, pero no me pasa desapercibido el hecho de que la mencione cuando no tiene nada que ver en esta conversación.

—¿Y te gusta Sophie?

Él niega repetidas veces con cara de disgusto.

—Es muy gruñona.

—¿Te gusta una niña gruñona? —pregunto entre risas leves.

—No, y ella no es mi compañera, papá.

Mi frente se arruga.

—¿Y Arian, ella sí es tu compañera?

Sus ojos azules conectan con los míos y noto los engranajes de su cerebro buscando una respuesta.

—¿Qué edad tiene Arian?

—Cumplirá 20, muy pronto.

—Es muy grande para mí —dice, como si acabara de darse cuenta de ello.

—¿Y qué edad tiene Sophie?

A juzgar por la seriedad que adopta su rostro, esa tal Sophie no le agrada en lo absoluto, pero es curioso que hable de ella.

—Seis —observa su mano libre y por su gesto concentrado deduzco que está haciendo cálculos—. Tú tienes 25, Arian no es demasiado grande para ti. Tú eres 5 años mayor.

Me mira, con los ojos muy abiertos.

—¡Arian puede ser tu compañera!

Carraspeo.

—¿Sí? —me rasco el cuello con cuatro dedos. Esta conversación no debería ponerme nervioso, pero lo hace—. ¿Qué piensas tú sobre eso?

—No es rubia como yo y como mamá, su cabello es oscuro. Sus ojos son grandes y parecen piedras preciosas... es muy divertida y me gusta que sus sonrisas sean verdaderas —enumera con sus dedos.

—¿Cómo es eso? —elevo las cejas—. ¿Cómo sabes que sus sonrisas son sinceras?

—No finge nada, me trata de la misma forma cuando tú estás y cuando tú no estás. Siempre hace que me ría al contarme cosas de cuando entrenaba en Creciente, juega conmigo y dijo que soy un niño muy fuerte —dice, orgulloso.

Trago saliva.

—Pienso lo mismo.

—¿Y tú, papá? ¿Crees que Arian es bonita?

Permanezco en silencio durante unos segundos. Algo cálido se enciende en mi pecho al recordar como ella reía con mi hijo en medio de sus entrenamientos, al ver cómo ella lograba hacerlo sentir tan bien como ahora yo tengo el placer de sentirme a su lado. Arian es luz para mi hijo, para mí, y no existe en la tierra una mejor persona que ella para rehacer nuestras vidas juntos, unidos, como una familia.

—Yo creo que es hermosa —susurro, perdiéndome en ese lugar de mis pensamientos—. Es como una flor, bella, exótica, delicada y frágil; pero al mismo tiempo es tan fuerte y capaz. Sobrevive a las adversidades sin renunciar a quién es. Ha sufrido mucho y aun así es dulce con los demás, no se desquita con nadie solo... es dulce y a la vez amarga. Es valiosa y rara como las piedras preciosas.

—Lo sé, yo también he pensado eso —suelta una risita cómplice—, pero tú suenas más enamorado que yo, papá.

Al escucharlo río con él.

—¿Tú crees?

—Ella te gusta, ¿verdad?

Asiento.

—¿Y va a ser tu compañera?

—¿Me das permiso?

Él sonríe ampliamente, asintiendo.

—Sí, ella te hará feliz.

Joder.

Tomo una bocanada de aire, preparándome para mis propias palabras.

—Debo confesarte algo.

Él me mira con atención, con la emoción reflejada en sus ojos.

—Elegí a Arian.

Sus ojos se abren al compás de su boca que forma una "o".

—Y nos casamos —agrego.

—¡¡¡¡Sí!!!! —grita, eufórico—. ¡Le diré al tío Zack! —salta en la cama con toda la intención de salir corriendo a contárselo a mi hermano.

—¡Ryan, ven aquí! —voy tras él—. ¡Es un secreto!

Frena en seco.

—Pero debo decirle al tío Zack que nuestro plan funcionó.

Me tienen que estar jodiendo.

—¿Qué plan?

Él se paraliza, dándose cuenta de que ha hablado de más, pero suspira y empieza a explicarme:

—Cuando Arian vino a nuestra casa no te gustaba mucho —explica con la respiración agitada y haciendo gestos con las manos—, y querías que se fuera, pero el tío Zack me pidió que no dejara que la echaras, ¡porque ella iba a ser tu esposa!

Me tomo el puente de la nariz soltando un suspiro.

Así que ellos metieron a mi hijo en su sucio juego. Sí, fue un juego sucio y yo caí como un tonto ante esa mujer con rostro de ángel. Desde el primer momento en que la vi, supe que ella sería un grave problema para mis sentimientos enjaulados, temía que al gustarme tanto visualmente fuera capaz de arrastrar mi alma a sus pies hasta el punto de enamorarme.

Y lo hizo.

Joder, lo hizo.

Sin siquiera intentarlo me cautivó desde el primer momento y justo ahora no me importa que nuestras familias lo hayan planeado, no me importa que hayan tomado los hilos de nuestro destino porque solo sé que justo ahora estoy donde hace mucho tiempo anhelaba estar, solo sé que Arianna es más que una piedra preciosa, que ella ha reanimado esas partes de mi ser que creía muertas.

—Estás sonriendo mucho, creí que te habías enojado.

—¿Enojarme? —me acerco a él y lo levando del piso para terminar haciéndole cosquillas hasta que no soporta la risa y se retuerce pidiéndome que lo baje.

—¡No! ¡Papá, quiero hacer pipí! —grita riendo.

Cuando lo bajo sale corriendo hacia el baño y yo no puedo evitar reírme cuando él suelta una carcajada desde dentro.

—¡Te engañé!

—¡Ya verás cuando salgas, listillo!

Luego de jugar un rato con él le pido que guarde nuestro secreto y le hago la promesa de cuidar a (en sus palabras) nuestra chica.

—No dejes que se vaya al cielo —dice, aún sentado a mi lado en el piso de su habitación.

Mis ojos escuecen, pero no dejo que lo note, en su lugar le desordeno el pelo causando que suelte una risa leve. De repente él salta a mis brazos y me rodea el cuello con fuerza.

Cierro los ojos porque sé qué significa este abrazo, porque sé lo mucho que mi hijo quería que dejara de sufrir, porque es inteligente como no tiene idea y sabe lo importante que es Arian para mí, porque de alguna forma también lo es para él.

—Todos iremos al cielo algún día —empiezo a decir.

—O al infierno —agrega.

—O al infierno, pero, pequeño rey —rompo el abrazo y acuno su rostro para mirarlo a los ojos—, ella ha traído el cielo a nuestras vidas, y a menos que Lo divino así lo quiera, no permitiré que nadie la aleje de nosotros, no dejaré que nadie la aparte de nuestro lado. ¿Entendido?

Él asiente, volviendo a abrazarme.

Amo a este chico.

Amo que sea un niño sensible, inteligente, fuerte y curioso. Aunque a veces me moleste porque indaga en cosas que podrían dañar su inocencia.

Y no quiero eso.

Durante años Ryan fue el motivo por el que continuaba latiendo esa vena protectora que llevo dentro, pero ahora ella también lo es. Mi hijo la quiere y estoy seguro de que él no solo lo dijo por decirlo, de verdad piensa que Arian es nuestra, y cada día de nuestras vidas me encargaré de hacerle saber a ella que nosotros también somos suyos.

Después de todo, no solo a él le pareció bonita desde el principio.

No solo en él ella ha dejado huellas del presente que han aminorado los dolores del pasado.

No solo a él lo iluminó con su luz.

También a mí.

Ryan la eligió aun cuando yo ni siquiera pensaba en elegirla, y lo hizo pensando en mí.

Mi pecho se ensancha cuando inhalo profundamente.

Pasan algunos minutos y me doy cuenta de que mi pequeño se encuentra tan a gusto que empieza a dormirse en mis brazos.

Lo cargo y lo dejo en la cama, luego me acerco a su niñera y me aseguro de que haya realizado todas sus tareas como es debido. Y no me sorprende que así sea.

Lo cubro con su manta favorita de autos de colores chillones y salgo de su habitación tras besar su frente.

Cuando cierro la puerta freno en seco al notar la figura de la mujer esbelta que se encuentra recargada contra la pared en el pasillo.

Sus ojos me recorren de arriba abajo y la incomodidad que me inunda es mayor que en cualquier otro momento. Siempre ha sido clara con su gusto hacía mí, con su anhelo de vincularse conmigo desde que perdió a su compañero y tiempo después yo perdí a Rachel, nunca lo ha ocultado y una de las cosas que siempre he admirado de esta mujer es que va por lo que quiere cuando quiere.

Siempre y cuando eso no me incluya a mí.

No duré seis años de abstinencia porque fuera san Stefan, se trata de algo más delicado, los efectos secundarios de la anestesia. Sí, pero simplemente no puedo tener sexo con alguien que no me hace sentir nada, el placer no es mi único objetivo al estar con alguien.

Aprecio a Delilah, es una mujer única, pero simplemente no es para mí. Y siempre lo he sabido a pesar de que ella constantemente busca que la vea con otros ojos.

—Lilah, ¿necesitas algo?

Ella asiente, despegando la espalda de la pared y sacando las manos de los bolsillos de su pantalón.

—Hablar contigo —noto esa familiaridad que suele emplear cuando hablamos en privado, lejos de la gente no me llama Líder ni inclina la cabeza ante mí, solo somos Delilah y Stefan. La mujer que quería a mi fallecida esposa como si fuera su sangre y yo, el que quedó devastado tras perder a esa persona que ambos queríamos—. Y no, no puedo esperar, necesito que me escuches.

Mi ceño se frunce.

Evalúo su semblante, parece devastada, como si alguien le hubiera clavado un puñal por la espalda.

—¿Estás bien?

Ella no responde, solo me observa y señala la que antes era mi habitación de soltero a unas puertas de la de Ryan. Me encamino hasta allí. Abro la puerta para ella y deslizo mis manos hasta que estas están guardadas en los bolsillos de mis pantalones.

Ella rebusca entre los cajones hasta dar con un incienso silencioso.

—Te escucho.

Ella permanece en silencio durante unos segundos, y luego cuando ha dejado todo listo para que no nos escuchen desde fuera carraspea, acomodando la melena rubia perfectamente colocada sobre su hombro.

—Me conoces bien —empieza a decir—, llevamos años conviviendo en esta misma casa, juntos, como familia. Y sé que me conoces a mí tanto como yo te conozco a ti, Stef.

Asiento, con un sabor amargo en la boca, pero siendo algo caballeroso con ella, por eso la dejo continuar.

—He visto como esa niña atrae tus ojos en los desayunos, en las cenas y cada vez que estoy presente cuando ustedes están cerca. Buscando información sobre la espía revisé las cámaras y los vi en medio del bosque muy familiarizados, y, la verdad es que... —traga saliva—. Temo que ella se aproveche de tu vulnerabilidad y te enrede en sus garras.

—Lilah —murmuro entre dientes—, no soy un adolescente calenturiento al cual tengas que ponerle freno porque de lo contrario terminaría cogiéndose a toda la población femenina de este mundo. No es necesario que me controles.

—¡Es que ella te gusta! —bufa—. ¡Lo noté, desde el primer momento en que pusiste tus ojos en ella! Todos nos dimos cuenta de que había provocado algo en ti. Y esa es su jodida intención, es una niña, pero es astuta. Lo único que quiere es engatusarte y tú le estás poniendo todo muy fácil.

Me mantengo quieto, tenso y sintiéndome tan rígido como cuando estoy en un estado de alerta del que solo salgo si las cosas se calman o si se descontrolan.

—¿Y? —Mis dientes chocan entre sí cuando hablo—. ¿Cuál es tu parte dentro de este asunto? ¿Qué si me dejo engatusar por Arianna?

Sus ojos se cristalizan y la expresión de su rostro demuestra que se siente ofendida.

—¡¿Es que acaso no te das cuenta?! —grita, exasperada—. ¡No lo soporto! ¡No puedo dejar que eso suceda!

—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué mierda siempre intentas controlarme, meterte en mi cama y ofrecerte como si no valieras nada?! ¡¿Por qué te humillas de manera, Delilah?! ¡Entiende que yo no quiero estar contigo!

—¡¿Por qué?! ¡Yo te amo! —confiesa al borde de las lágrimas—. Hace años que te amo, te anhelo y he intentado demostrarlo de todas las formas posibles, pero simplemente no me notas, es como si yo no valiera nada para ti.

—Delilah...

—Sé que vas a mencionar a Rachel, sé que vas a mencionarlo a él, pero ellos ya no están —se acerca a mí y acuna mi rostro con desesperación—. Nosotros podemos estar justos, podemos repararnos uno al otro y ser felices.

Tomo sus manos y las aparto de mi piel con tanta delicadeza como puedo.

No puedo permitir que se haga esto, que se humille de esta manera, ella no es así.

—Lilah yo te aprecio, creo que eres una mujer increíble, fuerte y hermosa, pero yo no soy lo que tú quieres.

—Sí te quiero, es a ti a quien quiero, Stefan Black.

—No.

—Sí. Sí, yo te quiero a ti, ¿por qué no lo aceptas de una vez? —su respiración se encuentra agitada.

Yo solo puedo mirarla, incrédulo por este arrebato y esta confesión que, a pesar de que ha sido evidente, nunca contemplé.

—Yo no puedo ni quiero ser tuyo, Lilah —confieso, atento a cada mínima expresión de su rostro.

—¿Por qué? —noto el momento exacto en el que su alma se quiebra—. ¿Es por Arianna? ¿Es por esa estúpida niña?

—¡No la llames así! —algo, un instinto bestial se abre paso dentro de mí.

—¡¿Es eso?! ¡¿Es por esa maldita?!

—¡No te atrevas a llamarla así!

—¡¿Te enamoraste de esa zorra alemana?!

—¡Ya basta! ¡No te atrevas a volver a abrir la jodida boca para hablar así de la Líder de tu manada!

Ella retrocede, con la mirada igual de sorprendida que furiosa, conmocionada.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste —gruño, acercándome a ella lentamente—. Si vuelves a hablar así de mi esposa, te voy a arrancar la cabeza y me van a importar una mierda los años que llevamos conviviendo juntos.

—¿La elegiste...? —pregunta, con la voz entrecortada—. ¿La elegiste a ella?

Un gruñido más fuerte brota desde lo más profundo de mi pecho y ella se encoge en su lugar.

Es entonces cuando siento ese aroma.

Un olor dulce, a vainilla, rosas y bosque alemán, mezclado con el olor salado del mar, chocolate y bosque alaskeño.

Su olor.

Su olor, mezclado con el mío.

La puerta de mi antigua habitación se abre, pero antes de que pueda verla y pegarme a ella para inhalar ese aroma desde la fuente, Delilah salta a mis brazos toma mi rostro y me besa.

—¿Troglodita? —Las palabras mueren en su boca y cuando sus ojos encuentran los míos y veo en esas esmeraldas como algo se quiebra, aparto a Delilah con brusquedad. Y las ganas que siento de desmembrar su cuerpo cuando Arian sale corriendo lejos de mí no son normales.

Ni la necesidad inquietante de tener a mia dolcezza entre mis brazos.

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