Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 26. •La Hora de la Verdad•

Debajo de la ciudad, descansa en el silencio de los secretos mejores guardados, la Instalación Central de Procesamiento del Sueño, un lugar de máxima seguridad custodiado por lo más vil de la Casa Regia. Ocultos bajo los pasos adormecidos de los ciudadanos, quienes deambulan en el día a día, sin previo conocimiento del lugar en dónde terminan sus recuerdos y pensamientos, se encuentran los enormes servidores que conforman el Banco de Sueños. Un lugar tan grande y laberíntico que requiere de un imperioso sistema de enfriamiento, de lo contrario absorbería a la urbe a la primera falla del sistema.

Mc. Allistar, viejo conocedor de cada recoveco de la ciudad ejecutaba de guía. No era el momento de pensar en las causantes de los recientes acontecimientos, una situación que aún me atormentaba y lo haría por un largo tiempo.
Un mar de personas que desfilaban con notable alegría entre las acrecientes lluvias nos bloqueó el paso en la salida a la avenida. Nos vimos varados y sin posibilidad de avance dentro del vehículo. Los planes volvían a cambiar.
Mc. Allistar fue el primero en descender del auto mostrando un mohín frustrado en su rostro, conocía que no llegaríamos a ninguna parte a no ser que emprendiéramos la marcha de forma diferente. La Casa Regia había demostrado tener ojos por toda la ciudad, observando sin discreción en nuestra búsqueda, tornándose en una cacería personal. Movernos por nuestra cuenta era la única opción. Contábamos a nuestro favor con la distracción y algarabía causada por el festival.

La ciudad bañada por la humedad se mostraba alegre, el arremeter de las oscuras nubes era tomado por bendición. La lluvia salpicaba, tintineaba, humedecía y encharcaba cada rincón polvoriento de una urbe sedienta, alimentando con sus aguas el nivel del canal que atravesaba los diferentes sectores. Las pantallas, posadas sobre los edificios parecían no aquejarse del arremeter del clima, transmitiendo en vivo imágenes que contrastaban con el momento. En la cumbre de la civilización, en lo alto de la Casa Regía se respiraba un falso regocijo.

Nos abrimos paso a tropezones, de forma torpe, pero sin ceder ante la presión de la multitud, terminando en unos de los callejones interiores del sector más bajo. La lluvia nos dificultaba el avance, pero no desistiríamos.
Mi sorpresa fue nula al observar atrás y notar la deserción, de algún modo lo preveía, dado los hechos. Con una mirada furtiva contemplé los alrededores, pesimista, notando la ausencia del Modificado, quien había tomado a su favor la oportunidad de alejarse y escapar, seguramente de vuelta al cobijo de los brazos del Lirio Blanco.

Quedaban atrás las callejuelas, ahora precipitándonos a la parte despejada de la ciudad, cercana a la salida de la urbe. La entrada de la instalación se encontraba a pocos kilómetros. Sobre nuestras cabezas el cielo parecía no ceder. Aguardamos ocultos, haciendo uso de la quietud. Varios centinelas, con marcha apresurada patrullaban el área. Una estructura de metal oxidado, sobresaliente de una edificación, nos brindó refugio hasta que el peligro menguó.
—Entiendo que en este punto de los hechos es la Dama de Hierro o nosotros, pero, no podemos continuar así, hay soldados por toda la ciudad en nuestra búsqueda, seremos identificados al instante —señaló Victoria analizando los alrededores.
—Nos encontramos muy cerca de la instalación para desistir ahora —dije pensando en una solución alternativa—, me he mantenido todo este tiempo como un fantasma. Necesito probarle al mundo que no soy un criminal, mostrándole la verdadera naturaleza de la mujer que aclaman como su líder.
—Si el Lirio Blanco ataca la ciudad eso dejará de importar —mencionó la pelirroja.
—Nunca dejará de importar, aún con un nuevo gobierno o mando en la ciudad, la culpabilidad será la misma —interfirió Natasha en mi defensa, dando un paso en mi dirección.
—Debe de haber alguna forma —comentó Angelé.

Un grito sordo, causante de un intenso ardor invadió mis oídos, induciendo que cayera de rodillas sobre el pavimento. La sensación del golpear de la lluvia no disminuía mi pesar. «¿Qué sucede?» Suplicaba porque cesara, agonizante, hasta el punto del dolor. Al parecer nadie más podía escucharlo, observaban alarmados con extrañeza mi situación. Un súbito pulsar me abstrajo de la realidad. Quedé sumido en la blancura.

—No te alarmes, soy yo —mencionó la conocida voz proveniente de mi cabeza— No lo entienden, el tiempo se agota. ¡Deben llegar cuanto antes a la instalación!
—¿Por qué me haces esto? —supliqué, pero Eva no parecía entender mi dolor.
—Solo intento ayudar y esta es la única forma que tengo de llegar a ti sin tomar posesión de tu voluntad —dijo ella—. ¡Alguien menos necio ya hubiera escapado de la ciudad, lejos de todo! —un súbito silencio meditativo cortó sus palabras— ¡Los guardias saben de vuestra posición! ¡Una vez más van a por ustedes!
Observé atrás en la blancura, como si pudiese ver lo que acontecía afuera de mi mente, mas todo intento fue en vano. Solo veía blanco.
—Sabes que no pretendo huir.
—Los guardias se están acercando. Intento bloquear a los Rastreadores, despistarlos, pero son muchos ¡Necesitan moverse rápido! —continuó— En la salida este, cercana a vuestra posición hallarán aparcado un vehículo, parasitaré la mente del conductor, no tengo otra forma de ayudarlos. —Hizo una pausa— He aprendido mucho donde estoy, hasta el punto de poder acceder a los pensamientos de las personas sin necesidad de esperar a que estén en la fase REM del sueño.

Los colores retornaron a mi visión, devolviéndome al entorno de la urbe. El sonido del vuelo de varios drones celadores me puso al consciente de la realidad. Eva se había desprendido de mi mente, marchándose una vez más.
—Ella estuvo aquí, nuevamente, en mis pensamientos. ¡Debemos ir al este!
Al parecer todos entendieron sin necesidad de detallar la explicación. Las calles encharcadas amplificaban el sonar de los pasos de la nueva oleada de persecutores, que se acercaban a una velocidad sobrehumana, creando un estado un estado de alerta sin igual.
Echamos a correr, esta vez exponiéndonos aún más bajo la perspicacia de la urbe. Varias personas rezagadas del desfile nos obstaculizaban la carrera. Los centinelas nos pisaban los talones, mas no podían arremeter contra nosotros, no en medio de la celebración pública.

En efecto, en la salida este, aguardaba paciente un auto de transporte familiar, su color rosa chillón hacía imposible que pasara desapercibido. Desconocía si Eva cumpliría su cometido, aun así, me adentré en el vehículo sin dar explicaciones.
—¡Sujétense fuerte! —mencionó la mujer regordeta que ocupaba el puesto del conductor, hincando con firmeza el pie en el acelerador.
Era ella, vistiendo otra piel, me parecía irreal cada acción que surgía de su ideario. Eva, a pesar de las distancias, siempre se mantuvo cerca, velando por mí, desde el silencio.
El resto del camino transcurrió en total mutismo. Nadie se atrevió a preguntar sobre la situación. Colocamos nuestra confianza en las manos de nuestra guía.
Sin previo aviso, el vehículo comenzó a disminuir la marcha. Mi cuerpo se tensó mientras una respiración ansiosa tomó posesión de mis sentidos. Una enorme entrada nos mostraba el acceso a la instalación desde la distancia.
—Llegaremos pronto, manténganse en silencio hasta que noten la señal —mencionó la obesa mujer rompiendo la mudez.

La entrada nos cortó la senda. Quedamos alarmados al notar la intención de la conductora de aparcarse justo ante la mirada de los guardias. Observé boquiabierto el entorno, nunca había visto tal magnitud de seguridad. Múltiples celadores custodiaban las alturas sin perder un detalle de la periferia, cubriendo desde arriba cualquier punto de acceso. Las cámaras, colocadas en puntos estratégicos, no dejaban de girar inquietas, captando todo ángulo de visión.
Un par de guardias armados velaban la entrada. Notaron la presencia del auto recién aparcado.
—Cuatro días más y estaré disfrutando en las comunas de unas merecidas vacaciones —dijo uno de los guardias a su semejante, interrumpiendo sus palabras nuestra aparición.
—Victoria —inquirió la conductora en la quietud del vehículo—, necesito que las cámaras queden apagadas, sé que puedes hacerlo.

Victoria hurgó en sus bolsillos sin mostrar objeción, extrayendo un diminuto dispositivo, la chica sabía lo que hacía. Sobre la palma de su mano se iluminó un teclado, surgiendo, en la parte superior, una secuencia de código inentendible. Maniobraba a una velocidad increíble, asumía que la ranura luminosa en su frente facilitaba el trabajo por ella.
—Necesito un poco más de tiempo y quedarán fuera.
—No tenemos más tiempo, los guardias se acercan —advirtió Mc. Allistar. Una terrible tensión inundó el ambiente.
—Listo, las cámaras han cedido —susurró la pelirroja orgullosa de su destreza.
—Esperen por la señal —indicó Eva.

Con paso lento los guardias se acercaron al vehículo, sosteniendo en sus manos con firmeza las suntuosas armas. Parecían sorprendidos y a la vez divertidos con la situación. El tono rosado del vehículo resplandecía como un foco bajo la fina lluvia.
—Hola —dijo Eva con tono jovial, ocupando la piel de la desconocida mujer.
—¿Se encuentra perdida señora?… —titubeó el guardia observando con dudas el colorido auto.

La chica apenas tuvo oportunidad de responder, el otro guardia había notado nuestra presencia dentro del vehículo, alzando su arma sin piedad.
Me resultó de extrañeza notar a los drones que sobrevolaban el perímetro sucumbir sin explicación, cayendo en picada contra suelo, activando las señales de alarma.
Mostrándose desde las espaldas de los guardias, hicieron presencia los extraños seres de trajes negruzcos y máscaras puntiagudas, colocando su tacto de forma sorpresiva sobre la sien de los custodios. Implorantes, cayeron en un estado de letargo. Era nuestra señal. Descendimos del auto con prisas.
La conductora cayó en un sueño profundo, cabeceando contra el volante ajena de todo a su alrededor; Eva ya no estaba.

En la lejanía de la urbe, un fuerte y repentino estruendo me provocó un sobresalto incomparable en el pecho. Todos llevaban la misma expresión de sorpresa en el rostro, por momentos reflejando el temor.
El bramido parecía proceder del centro de la ciudad. Nunca antes habían usado pirotecnia en los desfiles y podía jurar que era algo más. Volvimos a escuchar el sonar, aunque en menor magnitud. «¡No!», sacudí de mi mente la descabellada idea, no podía ser. «El Lirio Blanco».

La barrera de acceso a la institución quedó despejada. El gran portón cedió, abriéndose ante nosotros. A partir de ese punto quedaríamos a la deriva.
La visión de un edificio de paneles blancos se magnificaba ante la mirada a medida que avanzábamos, absorbiéndome por completo. Finalmente, la entrada a la Instalación Central de Procesamiento del Sueño. Construida siguiendo el diseño estructural de una colmena. Un lugar hermetizado contra el mundo exterior, solo pocos conocían los verdaderos secretos que ocultaban sus paredes.
Natasha, de forma sorpresiva, nos arrojó a cada uno un gadget de pequeño tamaño, supongo que eran fáciles de ocultar entre nuestra vestimenta.
—Son explosivos de onda paralizadora, muy efectivos, pero de único uso, escojan bien el momento.

Me resultó insólita la poca concurrencia de personal en las inmediaciones.
Los desconocidos seres de vestimenta negruzca transportaban consigo autónomos de complexión vigorosa, sirviéndoles de protección y refuerzo. Los animales robóticos simulaban a la perfección la figura de enormes perros de cacería, idóneos para inutilizar a varios guardias que se interpusieron en nuestro camino.
Victoria, haciendo nuevamente uso de sus dotes tecnológicos, nos garantizó el acceso al interior de la instalación, desbloqueando los códigos de seguridad.
Los incógnitos personajes quedaron atrás, junto a sus bestias, nos enfrentaríamos sin ellos al resto del camino. Nuestros colaboradores habían cumplido su promesa.
Descendimos, tomando los ascensores subterráneos.

Anduve con prisas por los relucientes pasillos, siguiendo los pasos del Trío Maravilla. Pensar que meses atrás su único objetivo era entregar mi trasero a la Dama de Hierro. Tanto había cambiado desde entonces, en este punto confiaba con mi vida en ellos.
Algunas miradas dudosas se interpusieron en nuestro trayecto, mas resultaron de poca rivalidad para los agentes.
Arribamos, ya con los ánimos en declive, a un cuarto de mando; apenas comprendía lo que se dibujaba ante mi mirada, no obstante, Victoria parecía dominar cada centímetro del lugar. Un alargado tablero, conectado a distintas pantallas, ocupaba la mayoría del espacio de la estrecha habitación. El guardia encargado del área había sido inutilizado con anterioridad, permaneciendo en el suelo aquejado de los síntomas de la onda paralizadora.
—Continúen sin mí —dijo la guardiana sin ápices de dudas—. Desde aquí les seré de mayor utilidad. —observó el tablero de control, palpando algunos botones— Les desbloquearé el acceso al servidor, es lo mínimo que puedo hacer, una vez adentro y con tus recuerdos conectados los sincronizaré a las pantallas principales a lo largo de toda la urbe.
—Mantente segura —dije antes de partir por la puerta de vuelta a los pasillos.

La guardiana tenía razón, nos fue de suma utilidad en el resto del camino. Las puertas a nuestro paso posaban desbloqueadas, abriéndose de forma automática, gracias a ella. Quedarse atrás fue su propia decisión, acertada, se convirtió en nuestros ojos ante los puntos ciegos. Esta vez Angelé nos suplió de guía, había memorizado el camino señalado por la pelirroja hasta el servidor principal.

Situado en el nivel más bajo de la instalación, siguiendo la ruta marcada, se encontraba un corredor vivamente alumbrado. Al fondo, se alzaban un sinfín de columnatas luminosas. Nos adentramos en el servidor del Banco de Sueños. Un sitio atestado de guardias. No dudé en hacer uso de la onda paralizadora.

Un repentino temblor sacudió los cimientos con brusquedad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro