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Capítulo 07. •Decisión•

—¡No estoy de acuerdo! —refutó a toda voz uno de los presentes en el salón— ¡Si hay un traidor entre nosotros se merece la muerte!
Las remarcadas palabras dieron origen a los comentarios del resto, incitando a una multitud ávida a reflexionar sobre el asunto. Un murmullo indescifrable inundó la habitación.
—¡Corredores! —dijo Maximus usando un tono severo, pero sin llegar a perder la compostura— ¡Nadie hablará de pena de muerte bajo mi mando! Cuando encontremos al culpable este será castigado, sí, pero de forma justa.
—¡Silencio! No perdamos la calma —intervino una de las gemelas regentes, incluso su voz sonaba de fábula. Con un gesto delicado y coqueto colocó su mano sobre el hombro de Maximus mientras daba un paso al frente—. Tras este ataque quedamos expuestos, nuestra ubicación está comprometida —observó a su similar quien permanecía de pie a su derecha—. Maximus, no tenemos tiempo para un juicio o caza de brujas, nos corresponde movernos hacia una locación segura lo antes posible. Debemos buscar refugio en nuestros aliados.
La mujer hizo una pausa teatral, observó con énfasis el lugar de un extremo al otro y dejó escapar un largo suspiro que a mi parecer simulaba más un sonido orgásmico.
—Pronto la Casa Regia expedirá a sus tropas élite a por nuestra captura, representamos una amenaza para sus intereses. Hoy nos subestimaron enviando a simples drones celadores, pero no volverán a cometer el mismo error. —Esta vez la otra gemela continuó el hilo de la conversación dando un paso hacia la luz— Muy pocas personas conocían nuestra ubicación. Encontraremos al traidor, estoy segura, —Realizó una pausa, analizando el entorno con una mueca hostil— después de todo sus mentes siguen siendo un libro abierto para nosotras. —Por algún motivo la mujer se me quedó observando de forma fija al cruzar nuestras miradas, como si la frase que saldría de sus labios a continuación fuese destinada a mi interpretación personal— Recuerden que todo lo que brilla no es oro, a veces puede resultar simple oropel, sucede igual con las personas.

La tensión era más que palpable, tanto entre los regentes como en el resto de los expectantes. Los nervios comenzaban a ganar terreno en un ambiente irregular. No entendía del todo lo que acontecía o lo que significaba el discurso recién pronunciado por la mandamás, sin embargo, era una advertencia o una clara amenaza.

—¡Hey tonto! —Tayna Gray me golpeó con el codo en el intento de atraer mi atención— No dejes que la apariencia pulcra de esas dos te engañe, las gemelas son las más peligrosas del Consejo. Son capaces de adentrarse y jugar con tu mente hasta dejarla tan insípida como un puré de patatas, no hay secreto que no averigüen. Antes solían ser Rastreadoras, las mejores en lo que hacen. Según he escuchado respondían ante los más altos rangos asiáticos.
—El traidor hoy no saldrá impune de esta sala —interrumpió Londres, quien escuchaba la conversación desde su sitio—. Mientras hablamos ellas están hurgando en nuestras mentes, tienen ese don a diferencia del resto. No somos incapaces de sentir su presencia, pero siempre van un paso por delante. Le sacan provecho a que estamos reunidos en el mismo sitio, como las ovejas en el rebaño del pastor. Las gemelas son excepcionales, un paso en falso y no dudarán en mostrar sus garras. Los Corredores que acogen bajo su mando suelen ser extravagantemente eficientes, aunque herméticos y despiadados.
Tras un breve mutismo, Maximus retomó la palabra.
—Escuchen con atención. Tomen solo lo necesario, no tenemos tiempo que perder y dadas las circunstancias será un viaje duro hasta que alguno de nuestros aliados acceda a acogernos. Quiero al equipo tecnológico bloqueando la señal de todos los puntos de vigilancia de las fuerzas policiales. Hemos sido comprometidos, alguien nos quiere fuera del juego, tal vez es hora de enseñarles de lo que estamos hechos los Corredores. Nos vemos en la salida trasera.
Sin aguardar un segundo más el doctor Roderick giró sobre sus talones, alejándose con paso firme del lugar. La reunión había concluido. Las indicaciones eran claras.
Los antiguos intercambiaron una mirada cargada de complicidad, antes de tomar caminos separados. Maximus aguardó un poco más, dejando a las gemelas la encomienda de dar con el traidor.
—Cloud, ¿puedes acompañarme un minuto? —pidió Maximus con amabilidad ya cuando me decidía a abandonar la habitación— Creo que tenemos una conversación pendiente, aunque dadas las circunstancias no tenemos mucho tiempo. —Sin esperar respuesta alguna volteó sobre sus pasos y siguió su marcha asumiendo que le seguiría a lo largo del camino sin oponerme a la idea.
Me limité a asentir algo confuso en medio de la agitación. Aquel hombre que caminaba frente a mí, fundiéndose con la apresurada muchedumbre, parecía alguien digno de respeto, sin embargo, me asaltaban las dudas como de costumbre.
—Jum. —Un fino suspiro a mis espaldas me erizó cada pelo de la nuca— Interesantes los secretos que habitan en tu mente. —Reconocí de inmediato la vocecilla de la regente— Interesante —repitió esta vez mostrándose de frente una de las gemelas, observándome sin reparo de pies a cabeza—, para ser alguien tan joven tus recuerdos son muy valiosos. Puedes cambiar el destino de una ciudad o ser asesinado por ello. Jum, creo que nos encontraremos de nuevo. Nunca olvides esto: “si escarbas lo suficiente hallarás la verdad en los más profundos secretos”. No confíes en aquel que se muestra manso. Y ahora ve, no hagas esperar a Maximus, es un hombre ocupado.
Tenía la mente revuelta en medio de un ambiente laberíntico, por más que lo intentaba no era capaz de encontrar el sentido a las palabras de la mandamás, aunque si de algo estaba seguro era de que no debía confiar ni en mi sombra. La mujer había escudriñado en mi memoria, siendo participe de gran parte de mis recuerdos, entre ellos los que me condujeron a este punto, transformándome en un criminal ante la mirada publica e incrédula.

Una larga y a la vez angosta escalera de piedra en forma de espiral me condujo, en ascenso, hacia un acogedor recibidor. Me encontraba en la zona privada del refugio, el área de descanso de los regentes, si bien, por lo que pude escudriñar parecía más bien un bloque de habitaciones raramente usadas y polvorientas, indicándome el poco tiempo de estadía al que habituaban. Al final del pasaje se hallaba el despacho de Maximus.
Me adentré sin reparo aceptando la invitación del hombre al interior del lugar. Una vez traspasé el umbral quedé maravillado ante la pintoresca visión. Un par de enormes libreros de madera preciosa se alzaban imperiosos desde el suelo hasta el techo, almacenando los títulos más aclamados de la literatura universal en formato físico, muchos de ellos perdidos en el olvido o censurados ante las nuevas políticas del mundo moderno. Un formidable ventanal de vitrales de colores le daba un toque único a la habitación. Un familiar aroma invadía mis fosas nasales y de alguna manera lograba que me sintiese como en casa.
—Espero que disfrutes tanto como yo de una buena taza de café —mencionó el líder casi entre sonrisas, indicándome que tomase asiento en una de las butacas de color marrón que decoraban el centro del despacho—. Últimamente se hace bien difícil conseguirlo, pero vale la pena el esfuerzo. Al menos podemos darnos un gusto antes de abandonar este sitio.
—Sí, señor. —Una ola de torpeza transitó mis adentros al pronunciar dicha palabra, no sabía cómo dirigirme al hombre que se encontraba a solo unos pasos de mí.
—Solo llámame Maximus, creo que será más cómodo para ambos.
—Sí, señor —repetí. A pesar de su petición no me salía otra forma de llamarle. Me encontraba evidentemente nervioso—. Alicia, me envió a usted en busca de respuestas.
—Justo por eso estás aquí, chico, —Me acercó una taza humeante y tomó asiento en la butaca contigua, mostrándose en plena comodidad a pesar de las prisas— ciertamente te debo una respuesta. Veo que tus intenciones son sinceras y que desconoces del campo minado que pisas, así que te contaré solo lo necesario. Verás hace unas pocas semanas atrás acogimos a una chica, Eva, ese era su nombre si la memoria no me falla, una excelente maestra creadora de autónomos. Un genio en cosas que escapan de tu conocimiento, por el momento. Solo me atrevo a decir que es una chica sobresaliente.
«Sin dudas, es ella».
—¿Ella está bien? ¿Dónde está?
—Roderick le pidió que se uniese a nuestras fuerzas, teníamos un gran interés en ella, y sobre todo temíamos por su seguridad ya que la Casa Regia hará hasta lo imposible por su captura—Maximus prosiguió haciendo caso omiso a mis interrogantes—. La chica se mostró muy agradecida, pero rechazó la oferta, al parecer ya contaba con el resguardo de alguien más que también conocía con exactitud su valor. Partió recién, justo en el periodo de tu llegada a nuestra residencia. La escoltamos hasta las ruinas de la antigua ciudad, a partir de ese punto decidió continuar sola. Al único sitio al que se llega siguiendo esa ruta es al refugio del Paso Este, está más allá de las montañas,donde la arena del desierto se vuelve roca. Si quisiera encontrarla allí me dirigiría.

Parecía una búsqueda sin fin de la cual comenzaba a hartarme. Una pista solo me llevaba hacía la otra, pero al menos conservaba la esperanza de volverla a ver, como un rayo de luz en medio de la tormenta. Eva estaba bien y eso era lo primordial, aunque comenzaban a florecer un par de nuevas interrogantes en mi mente.
Por ahora la principal problemática se hallaba en que el Paso Este era uno de los sitios más peligrosos de todo el continente, así lo catalogaban las autoridades.

—Me disculpo por no ser de más utilidad, pero eres consciente de que atravesamos una situación compleja, los militares atacarán en cualquier momento —Maximus se puso de pie y me dio unas palmaditas en el hombro en señal de ánimo y a la vez indicándome que la conversación había concluido—. Puedo apreciar que eres un chico inteligente y los amigos del Lirio Blanco siempre tendrán nuestro apoyo, solo ten presente la regla más valiosa por la que nos regimos en este mundillo, nunca confíes —me observó con detenimiento por un segundo, como si intentase comunicarme algo con la mirada—, las flores también pueden ser letales.

A partir de ese momento volvería a estar por mi cuenta. Regresé con prisas al viejo cuarto de enfermería y recogí las pocas pertenencias que siempre cargaba conmigo. Le había cogido cierto cariño a ese lugar de descanso aquellas últimas noches, sintiéndome seguro entre sus paredes. El anciano ya no se encontraba en su habitual camilla, aunque llevaba sus palabras grabadas en mi memoria. Los Prodigios, ¿cómo poder olvidar tan atrayente ficción? 
Me coloqué la chaqueta y la mochila al hombro. Me encontraba listo para llegar a mi siguiente destino. Recé para mis adentros y sostuve con fuerzas la radio entre mis manos, una vez más. Llené mis pulmones con una bocanada de aire e hice un último intento antes de partir.
—Eva, hola. —Dejé escapar un profundo suspiro— Espero que te encuentres segura ahí afuera, no sé si te sientes tan ansiosa como yo por volvernos a ver, ni siquiera sé si estás escuchando mi llamada o si es la frecuencia correcta. No me gustaría decir cuánto te extraño y que mis palabras se pierdan en el aire al no llegar a tus oídos. Siempre me decías que eras una chica dura cuando notabas la preocupación en mi rostro, sin embargo, aun a sabiendas no podía dejar de velar por ti. Siento mucho que las cosas resultaran así para ambos. Espero que sepas que te quiero, espera por mí, tengo el presentimiento de que nos veremos pronto. Mantente despierta.
Dejé que el silencio ganase terreno mientras mantenía la mirada perdida en la pared.
—¿Cloud? —Una voz familiar intervino la comunicación, sonaba como el canto de los ángeles al deleite de mis oídos— ¿Eres tú?
—¿Eva?

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