Capítulo 2: Problemas.
Vale, la Panadería del Tío Eddie ya está abierta a todo público, llevamos una semana atendiendo y ha sido de lo más gratificante, es un ambiente muy alegre y humilde el que vemos día a día. Todo va muy bien, todo el dinero que gasté en este negocio no resultó en vano porque bastante gente viene a comprar por las mañanas y en las tardes.
Gente humilde sobretodo, no sé, algo que de niño adoraba de Aberdeen es que es un lugar particularmente tranquilo, todo hasta que el terremoto llegó y la población anda robando por donde puede, las pandillas se volvieron más bravas y hay que tener cuidado.
Yo mismo soy el que se encarga de ir a cotizar los materiales para el pan y superviso que todos están haciendo un buen trabajo.
El día de hoy estaba haciendo la compra matutina de materiales para la tarde y... veo que a las afueras hay unos sujetos que venían persiguiendo de hace rato a una abuelita que apenas podía caminar, cargando varias bolsas de compras.
Aceleré la camioneta y ni me di el tiempo de estacionarme porque me bajé, entré a mi panadería y silbé muy fuerte, no era un silbido cualquiera, era uno daba una orden:
Los empleados que eran cercanos a mi edad, especialmente mis favoritos, salieron de sus puestos de trabajo con unas armas hechizas -o falsas, como quieran decirles-, salieron del negocio y les señalé a los asaltantes que amenazaban a pobre ancianita, mis hombres salieron apuntando las armas de inmediato, como los delincuentes sólo portaban una cuchilla cada uno, salieron corriendo al ver el peligro.
Silbé de nuevo y regresaron a su trabajo para hacer sus respectivas labores, la señora quedó atónita y temblando todavía por el miedo, coloqué mi mano sobre su hombro y amable consulté:
- ¿Está bien, señora?
- ¡Muchísimas gracias, caballero! -agradecía contenta.
- No es nada, mi deber es proteger mi negocio y a la clientela también -sonreí viendo las bolsas con el logotipo de MI industria, sí, el Tío Eddie es marca registrada ya-. ¿Vive muy lejos? Porque si gusta, puedo ir a dejarla.
Y eso hice, la acompañé hasta su morada y regresé a la panadería con una enorme sonrisa dibujada en mi rostro, me sentía honrado, que mis padres lograron educarme bien antes de perecer.
Entré a la zona de producción y oí un ruido subterráneo, como empezaba a temblar muy fuerte. Pareciera como si esta gente no hubiera vivido el anterior terremoto porque era mucho más leve, mis trabajadores estaban desesperados gritando:
- ¡'JO LA PERRA KHE NO VAMOH A MORIH!
- ¡AY, MIH HIJO, MI HIJO! ¿EHTÁH BIEN?
- AHHHH NOS MATARÁN A TODOS NOS MATARÁN A TODOS.
Vale, Eddie, mantén la calma que si ven que uno está tranquilo, van a estarlo ellos también...
- ¡JO'ER CASHENSE Y AL SUELO!
Hicieron caso y todos se agacharon, pasaron un par de segundos hasta que el sismo cesó.
- Un temblorcito, nada más -sonreí-. ¡Sigan trabajando! Que no ha pasado mucho tiempo desde el terremoto, ¡las réplicas son muy frecuentes! -advertí.
Ahre, y pensar que en cualquier momento podría venir otro terremoto más, aunque no sea una zona o un país sísmico en general, cualquier remezón puede tener consecuencias de un terremoto fuertísimo, las edificaciones estadounidenses no están preparadas para soportar cosas de este tipo.
Efectivamente, estoy insinuando que mi negocio no es la excepción.
Va, mejor conservar la calma porque o sino, los "obreros" enloquecen si los "jefes" no les garantizan seguridad máxima.
Sin contar que combatir la delincuencia es algo casi imposible, por mis propios medios no puedo herir a los ladrones porque los cargos penales irían hacia mi, por ahora me limito a decir que quién trate de meterse con la panadería del Tío Eddie tendrá un futuro muy oscuro y sangriento, nada más.
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