Tacita de té
Dos de las amigas más importantes en la vida de Tzuyu habían ido a su casa para visitarla ya que hace demasiado tiempo que no se ven, para ser específicos el día que llegó Sana, estas tenían mucho trabajo y ahora más después de ir a Inglaterra para poder adoptar a su bebé llamada Margaret, ojos azules vibrantes, piel blanca como la nieve y cabello tan oscuro como la noche.
Era una belleza de niña y cautivó a cada uno de ellos con su ternura, carisma y mal coreano que obviamente iba a mejorar pero eso no quita que haya sacado risas de completa admiración en Sana que no se despegaba ni un segundo de la pequeña.
Toda la vida ha amado a los niños, ella era la que cuidaba a sus sobrinos cuando su hermana estaba ocupada o sus primas cuando fuera necesario. Muchos creen que es demasiado buena con los pequeños ya que ella tiene un alma de niña todavía que no ha cambiado, solo cuando está con Tzuyu es que eso pasa.
— Te agradezco mucho que estés cuidándola —. Miró a Jihyo y le sonrió tímida. — Ella es un poco traviesa y no le gusta mucho la cercania de alguien que no seamos nosotras —. Bostezó. — A veces ni duerme.
Minatozaki lo podía notar por las notorias ojeras que tenía Jihyo.
— Supongo que soy buena con los bebés —. Se encogió de hombros, todavía no entendía el por qué escogieron a una bebé que no fuera asiática, hay mucha discordancia entre ellas, Jihyo y Jeongyeon solo coreanas, la pequeña no puede ser más inglesa. — Es un amor —. Dijo con una pequeña sonrisa.
— Esta pequeña princesa nos escogió al instante en el que llegamos, se robó nuestros corazones por la emoción que tenía al vernos —. Eso hizo que entendiera. — De todos los niños ella fue la única que tuvo la iniciativa de decir como se llamaba, lo que le gustaba y que le encantaría formar una familia —. Los ojos de la coreana brillaron al ver como su hija jugaba con algunos legos. — Fue suficiente para mí y para Jeong —. Asintió.
— Ya veo... —. Infló más mejillas y vió a su novia que estaba hablando animadamente con Jeongyeon, de pronto el tiempo se detuvo y más al verla con la corbata suelta y la camisa un poco desarreglada, no era normal que estuviera así normalmente estaba tan perfecta que hasta le provocaba hacerle algo para que se viera como estará hora.
— ¿Sana? —. Volteó y levantó las cejas. — ¿Estás bien? —. Se encontraba bastante desorientada. — Estás roja y sudando —. Se levantó y con las piernas tan juntas como si las hubiera pegado con algún adhesivo industrial fue directo hacia el baño.
Tzuyu la vió extrañada. — ¿Qué pasó? —. Preguntó y Jihyo se encogió de hombros.
— Se puso roja y estaba sudando —. Al escuchar eso se levantó al instante.
— Ya vengo —.
Sana se apoyó del lavabo y se echó agua en la cara repetidas veces, odiaba sentirse así y estar así ya que eso significaba que volvería a tener esos dolores que hacen que se desmaye, estaba comenzando a desesperarse y la ropa estorbaba tanto como el hecho de que hayan personas en la casa y no pueda hager nada con Tzuyu.
— ¿Amor? —. Tocó la puerta y Sana desvió la mirada hacia la misma. — Por favor abre —. Luchó contra sus instintos y la abrió con una sonrisa de "todo está bien". — No tenemos mucho tiempo —. Sus ojos se llenaron de lágrimas al escuchar el sonido del pestillo, no le gustaba que Chou estuviera haciendo esas cosas sabiendo que hace mucho tiempo que no ve a sus amigas. — Ábrelas —. Le mordisqueó el cuello y parte de la mandíbula, movió las manos por todo su cuerpo y le subió la falda que llevaba puesta.
Estaba tan caliente que le daba igual los sonidos que hiciera.
Al abrir las piernas sintió una oleada fría pasar por su intimidad y estuvo por gemir cuando los dedos de Tzuyu se plantaron en sus bragas frotando tan bien su clítoris que maldijo por lo bajo.
¿Había algo mejor que tener que hacerlo en silencio para que no se escuche?
— Eres toda una zorra —. Esos comentarios la calentaban aún más, se aferró al cuello de Chou que metió tres dedos abriéndola tanto que aquel dolor que hace mucho no sentía se hacia presente mezclándose con el placer que la estaba llenando de los pies a la cabeza. — Te calientas por nada —. La pegó contra la puerta y comenzó a penetrarla con tanta rapidez que rezó porque no sé escuchará.
Abrió los ojos solo un poco y vió el espejo, Tzuyu apoyando una mano contra la pared y la otra perdiéndose en su falda ella era la única que sentía lo que estaba haciendo, el aliento caliente de su mujer rozando su oreja derecha diciéndole cosas tan sucias que ya no podría ni pasar frente a la iglesia.
— Estás tan abierta para mí —. Gimoteó y sus piernas se debilitaron. — ¿Todos los días de nuestra vida serán así? —. Preguntó y una sonrisa ladina apareció en el rostro de la japonesa.
— Te prometo que todos serán así —. Habló con felicidad pero a la vez frustración ya que sabía que Tzuyu tenía el control absoluto de cada parte de su cuerpo.
— Eso me encanta —. Volvió a cerrar los ojos, al sentir como la pelinegra estaba frotando su clítoris se vino abajo, esta la tuvo que sostener de la cintura para que no cayera al suelo y más cuando la oleada del orgasmo le llegó de golpe, fue tan fuerte que se tuvo que morder la mano a tal punto que botó sangre.
Nuevamente sus ojos se cristalizaron, esta vez más que todo por el placer, gruñó por lo bajo para que nadie la escuchará mientras sus caderas se movían involuntariamente contra la mano de su novia que seguía moviéndose solo que más suave para que pudiera pasarle todo lo que estaba sintiendo.
— ¿Ya te sientes mejor? —. Asintió y se acomodó la ropa interior. — Ahora ve y haz como que no pasó nada, yo iré ahora después de... —. No quiso escuchar lo que haría porque si no otra vez estarían haciéndolo.
Apoyó la cabeza en la puerta del baño antes de caminar hacia la sala con una gran sonrisa. — ¿Está todo bien? —. La que preguntó fue Jeongyeon con esa expresión de preocupación que siempre hacía.
— Es que se me bajó un poco la presión pero ya estoy mejor —. Caminó directo hacia la cocina.
— ¿Gustan una taza de té? —. La pequeña comenzó a aplaudir. — Al parecer una de ustedes si quiere —. Sonrió y miró de reojo hacia el pasillo.
Tzuyu se iba a tardar.
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