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Mi lugar favorito

Para Sana existían dos cosas insoportables en el mundo, una que no le hagan caso y la otra que su novia no le haga caso, esta al parecer estaba demasiado concentrada en la música del auto mientras se dirigían a la playa y ella estaba ahí viendo la infinita carretera que parecía no tener fin, estaba tan aburrida que en cualquier momento se quedaría dormida pero el dolor que tiene ahora mismo en su zona baja hace que se despierta al instante como si le estuviera avisando de algo.

Volteó un poco y vió a Tzuyu que seguía tarareando la canción, rodó los ojos y se abrazó a si misma volviendo a cerrar los ojos con la esperanza de que parara y es que ayer en la noche solo lo hicieron una vez porque tenían que despertarse temprano, según Chou, para llegar temprano a la playa, como si tuviera hora de llegada.

La japonesa estaba enfurecida y por más que quería soltar el enojo con cualquier cosa no parecía que le estaba funcionando y es que el dolor se hacía cada vez más presente al punto en el que se retorció, gruñendo por lo bajo y no tuvo de otra que apretarse más a sí misma para probar si eso funcionaba y le quitaba el dolor.

— ¿Puedes subirle al aire? —. Preguntó con las cejas fruncidas.

— Pero si estás llena de sábanas —. Contestó extrañada. — ¿Ocurre algo? —. Subió la mano para tocarle el cabello y se impresionó al notar lo sudada que estaba. — ¿Te sientes mal? —. A pesar de que sus ojos estaban fijos hacia el frente mantenía la mano sobre Sana que se acurrucó a la misma. — Espera un momento —. Se orilló y movió todo el cuerpo hacia su novia para darle un fuerte abrazo. — La bebé ¿Se siente mal? —. Sana sollozó como respuesta.

— Eres una mala persona —. Le pegó con la poca fuerza que le quedaba. — Esto me pasa siempre que lo hacemos una sola vez, estuve toda la noche intentando calmar el dolor y las ganas que tenía pero no pude porque... —. Hipó. — Me dolía demasiado y lo intenté hacer yo sola pero te moviste y me diste un abrazo de osito gigante —. Tzuyu se aguantó la risa y le dió un beso en la mejilla. — Ahora me siento mal y tengo fiebre por eso —.

— Traje de la medicina que tanto te gusta por si pasaba algo así —. Estiró el brazo hacia un bolso que estaba en los asiento de atrás. — Agradezco haber traigo la suficiente como para darte todos estos días que estaremos aquí —. Minatozaki solo miró como ese jarabe del demonio pasaba por la jeringuilla.

— Sabes... —. Volteó el cuerpo hacia la ventanilla. — Ya me siento perfecta, creo que si me piden correr una maratón lo puedo hacer parada de manos —. La menor elevó una ceja y la tomó del mismo haciéndola gemir al instante. — Tzuyu... —. Se quejó aún más cuando comenzó a hacer masajes. — No quiero, detente —. Decía mientras su novia le intentaba abrir la boca para dar la medicina.

— ¿Por qué actúas como un pug? —. Le preguntó y en un descuido de Sana pudo darle la medicina, el rostro de esta era de alguien que estaba a dos segundos de escupir la medicina. — Si escupes la medicina así estés gritando no vamos a hacerlo esta noche —. Se la tragó con dificultad y pataleó por el sabor. — Esa es mi bebé gigante —. Le acarició el cabello y Sana le apartó la mano. — Amor... —. Le pinchó un costado del cuerpo. — No te pongas así —. La agarró de la cintura y la jaló hasta llegar encima suyo.

— Es muy peligroso que manejes con alguien arriba de tí —. Dijo sin despegar el rostro del cuello de su novia. — Eso podría matarnos y soy muy joven para morir —. Dejó de hablar cuando las manos de Chou estaban acariciando su trasero.

— Te di la medicina ahora viene la recompensa —. Los ojos de la mayor se iluminaron al escuchar eso porque sabía que por fin iba a tener lo que quería. — Quítate el short —. En menos de dos segundos ya estaba desnuda de la cintura para abajo. — Pero si te digo que te tomes la medicina te pones como niña pequeña —.

Sana obvió lo que acababa de escuchar y más aún cuando Tzuyu le permitió frotarse contra sus muslos. — Te necesito —. Sus ojos llenándose de lágrimas al instante, la contraria al escucharla así metió dos dedos y el gemido de Sana contra su cuello fue el suficiente incentivo como para comenzar a moverse despacio sintiendo cada apretón tan delicioso que le proporcionaba.

— ¿Crees poder terminar así? —. Hablo refiriéndose a lo lento que lo estaban haciendo.

— Si —. Asintió y se movió despacio contra  la mano de su novia que sonreía levemente al notar que poco a poco parecía que se sentía mejor.

Tzuyu subió la mano izquierda abriéndose paso en el pequeño top que tenía Sana y le acarició con cuidado los pechos provocándole gemidos que se alargaban cada vez que movia los dedos.

— Te amo —. Susurró y la besó sin importar qué la boca de la mayor estuviera llena del sabor de la medicina o si tuviera un virus, le daba igual, porque quería disfrutar del momento y hacer disfrutar a su novia que le mordisqueaba el labio mientras gemía.

— Te amo más —. Sonrió y se tensó al sentir como tocaba su punto. — Sigue así —. Frunció las cejas y jadeó mientras le montaba los dedos con un poco más de rapidez.

— No te imaginas cuánto me encantas —. Miró hacia abajo y sonrío mientras le acariciaba el clítoris más rápido a tal punto en el que Minatozaki la tuvo que tomar de la muñeca y un extenso gemido se hizo presente.

La japonesa temblaba descontroladamente y sacudía las caderas con fuerzas, había sido uno de los mejores orgasmos en su vida.

— Mierda —. Maldijo y cayó sobre el cuerpo de Tzuyu que la abrazó para luego darle pequeños besos por todo el rostro. — Eso era lo que necesitaba —. Dijo con una pequeña sonrisa.

— Soy tu medicina —. No fue una pregunta, más bien una afirmación que hizo sonrojar a la contraria.

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