La última cena.
Los días se hacían cada vez más tensos, la desaparición de Rose no había pasado desapercibida, la información se regó en la universidad y todos los chicos se encontraban buscándola y las chicas estaban recelosas de volver a salir solas a cualquier hora, fuese de día o de noche, y si lo hacían siempre era en grupos.
Habían pasado 5 días desde la desaparición de Rose pero la búsqueda estaba en pleno apogeo. David no se había separado ni un ápice de Andrea en aquellos días, evitando que esta fuera a su casa y que descubriera su pequeño bocadillo viviente oculto en el sótano hasta que llegara el momento propicio "La última cena", al puro estilo de Da Vinci.
Y es que David, que se consideraba ahora un artista del canibalismo, había pasado buenos ratos cada noche en casa cercenado a Rose, pero lo había hecho en partes estratégicas, donde se encuentra mucha carne y donde se viera lo menos afectada físicamente posible para no degradar "demasiado" su salud y que su tétrico juego gastronómico le durara lo más posible. Le había tomado una que otra foto y las tenía impresas y agrupadas en un álbum, pues la había comenzado a considerar su mayor obra de arte.
De día pasaba cada segundo pegado a Andrea, acompañándola a todos lados y fingiendo máxima preocupación por la desaparición de su amiga Rose, mientras por dentro lo recorría una adrenalina casi eléctrica, unas ansias infernales de que llegara el fin de semana para degustar aquel manjar junto a su adorada Andrea, la última cena de Rose; o quizás de ambas.
—Espero que no cambien nuestros planes del sábado en la noche mi adorada.—Dijo David con un tono de inocencia casi angelical.
—Bueno, pues en este momento no estoy para esas cosas, tengo demasiadas cosas en la cabeza, con Rose desaparecida me sentiría muy culpable por andar disfrutando mientras no sé si ella está sufriendo o si...—Se detuvo en seco, no quería ni siquiera pensar en la posibilidad de que su amiga estuviera muerta.
—Entiendo, no quieres pensar que en realidad su sufrimiento pueda haber dejado de pasar.—Dijo con tono de resignación.—Pero necesitas distraerte, has estado muy mal estos días y necesitas recobrar fuerzas para seguir buscando, porque buscaremos hasta debajo de las piedras y hasta el último sótano, hasta encontrarla.
—¿Sótano? ¿no sabrás algo?—Preguntó ella dubitativa.
—Es solo una vaga idea que pasó por mi mente, nada más, pero de verdad te hará bien alejarte un poco de todas estas preocupaciones.—Insistió.
—Está bien, está bien, igual ya te lo había prometido y creo que sí me hará bien desconectar un poco, estar entre tus brazos con películas y un poco de tu deliciosa comida.
—Y no te imaginas, tengo preparada una gran sorpresa, unos entremeses especiales esperando por ti, he estado planeado todo desde que dijiste que sí.—Habló tan rápido que casi se queda sin aliento de la emoción.
—Oh, eso me emociona también a mí, ahora quiero saberlo todo y probarlo todo, no puedo esperar.
De verdad será una deliciosa sorpresa mi adorada Andrea, no te imaginas.—Pensó.
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