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Celos

Los celos son parte de la vida, para muchos es la peor cosa que puede llegar a sentir tu pareja por ti ya que puede ser un impedimento para que tengas otras relaciones, amistosas, laborales, entre otras más, para otros es un acto tierno ver cómo tú pareja rueda los ojos o se cruza de brazos al ver que estás con una chica que para sus ojos es guapa cuando tú solo tienes ojos para ella.

Minatozaki Sana era una chica con demasiada paciencia porque sabía que Tzuyu era atractiva para los ojos de cualquier persona que pueda ver, esas pequeñas cosas como acomodarse el cabello, estar seria e inclinar un poco la cabeza, cruzarse de piernas dejando ver la insinuante lencería que comúnmente llevaba puesta y sonreír un poco levantando la ceja.

La primera vez que ocurrió, es decir que un chico se le acercara, ella no se lo tomó a mal de hecho todavía están haciendo bromas sobre eso, el rostro de ese hombre cuando Tzuyu la tomó de la cintura y la besó era para enmarcarla.

Ver la vergüenza en sus ojos y como intentaba hablar, nada más gracioso que eso.

Las demás veces era un tanto más tedioso pero nada que no se pudiera solucionar, confiaba demasiado en Chou y es que le ha demostrado que solo quiere estar con ella y nadie más.

Hasta ahora todo bien, la cosa es que no solo pasaba con chicos si no con chicas y a la japonesa no le agradaba en lo absoluto, la razón es que Tzuyu es lesbiana y sabe que no hay peligro con los hombres que parecen moscas.

Una parte de ella sabe que tampoco pasará nada con las chicas porque si no lo hizo cuando estaban a distancia menos sabiendo que se puede enterar, entonces se podría decir que todo está seguro.

Sin embargo, todavía siente el escozor al ver como una mujer que para ella es excesivamente atractiva se le insinúa a su novia como si estuviera soltera o fuera un trozo de bistec para un hambriento.

Le hierve la sangre como si estuviera en el mismísimo infierno pero aún así se mantiene tranquila, con el rostro sin expresión y la mirada fija hacia la mesa en la que Chou la estaba esperando en dónde está una chica de frente con un escote que solo una perra usaría, según Sana, moviendo sus pechos casi que en la cara de Tzuyu que no se mueve para nada.

Hoy es su aniversario.

Un día en el que casi nunca salen solo que a a la menor le dió por hacerlo, que fuera especial y le agradeció por más que prefería las mañanas, tardes y noches en las que estaban en la habitación olvidando lo que era comer, salir al aire libre o tomarse un descanso, solo ellas disfrutando de sus cuerpos en cada rincón de la casa.

— Tzuyu —. La llamó antes de sentarse a su lado, no en frente, movió la silla en la que estaba apoyada la cabellos negros y se plantó al lado de su novia. — ¿Tú eres?

— Hola, soy Elkie, mucho gusto —. No contestó ni le estrecho la mano, más bien la miro de arriba hacía abajo como si no fuera nada. — La mesera —. Asintió lentamente.

— ¿Ya pediste algo, amor? —. Chou negó y sonrió viendo a la chica. — Bueno entonces las dos queremos carne, como a Tzuyu le dió por salir a un restaurante no podemos comer otro tipo de cosas... —. Se lamentó. — Apúrate que no tengo todo el día, quiero ir a mi casa para celebrar como se debe el aniversario —. Respiró profundo cuando la vio irse y fulminó con la mirada a Tzuyu que se estaba riendo.

— Vaya amor has mejorado —. Se inclinó para darle un beso en los labios pero Sana estaba ardiendo así que volteó la cara y al final los labios aterrizaron en su mejilla. — Sabes que soy tuya —. Bajó la mano y le masajeó el muslo. — No tienes por qué ponerte así —. Subió un poco la mano.

— Claro que tengo que ponerme así —. La miró directamente a los ojos. — Estaba restregandote los pechos operados en la cara y tú muy tranquila —. Gruñó y se tomó de un trago lo que se estaba tomando su novia. — ¿Qué carajos es eso? —. Tosió.

— Es que quería probar el mojito de aquí —. Sana estaba roja de tanto toser. — Bebé —. Se sorprendió al subir por completo la mano y darse cuenta que no llevaba nada puesto debajo del vestido.

— En estos casos uno no usa nada —. Se tomó un trago de agua. — Para que no se marque —. Era obvio que no lo hacía por eso, quería provocar a Chou y ver hasta cuándo podía llegar, deseaba con todo su ser que lo hicieran en el auto así que fue preparada.

— No te cansas ¿No es así? —. Se acercó un poco más, estaban en la mesa que daba a la ventana, no había casi gente cerca y la verdad es que el ambiente comenzaba a calentarse. — Te la pasas todo el tiempo queriendo que te folle —. Murmuró y colocó cuatro dedos justo sobre el vientre, el pulgar se movía con devoción por toda la intimidad de Sana que frunció las cejas intentando ocultar los gemidos que quería soltar. — ¿Te imaginas que lo haga delante de todas estas personas? —. Hundió el dedo._ Que exista la posibilidad de que nos miren, de ver tu cara mientras meto mis dedos en tu coño y que sepan que eres completamente mía —. Miró hacia el paisaje y se mordió el labio, sintiendo como Tzuyu movía el dedo a su gusto acariciando con suavidad y metiendo solo la punta de este en su interior, dando algunas vueltas y presiones antes de sacarlo.

Sintió placer al saber que puede que exista algo de exhibicionismo en el acto que estaban realizando.

Miró por encima del hombro a las personas que tenían sus venas tranquilas y que muchos se sonreían o reían por lo bajo, cada uno de ellos sin saber que su novia la estaba torturando y eso la calentó, su zona baja estaba ardiendo en fuego y sentía un nudo en la garganta por los gemidos y jadeos que deseaba soltar.

— Tú y yo sabemos que te encantaría que haga eso —. Separó el dedo y metió dos tan despacio que las caderas de Sana se sacudieron buscando más roce. — Me gusta saber que ya estás desesperada, que quieres que lo haga aquí y ahora sin importarte que nos veten de este lugar de por vida —. Se acercó y le dio un beso detrás de la oreja. — ¿O es que te gustaría que llame a alguien para que vea? —. Sana echó un poco la cabeza hacia atrás, sus ojos llenándose de lágrimas por el placer que estaba en todo su cuerpo bombeando más rápido que su propia sangre. — ¿Llamo a la chica para que se agache y vea como te estoy follando? —. Minatozaki gruñó. — Que vea lo bien que lo hago y que se moje al verte.

Sana no sabía en donde meter la cabeza, sentía que estaba sudando y que en cualquier momento iba a gritar por el tortuoso movimiento tan lento de los dedos de Tzuyu en su feminidad, introduciéndose tan despacio que le roba el aliento y saliendo apenas un poco.

— Te encantaría que sepa que soy tuya —. Ríe entre dientes aumentando los movimientos. — Y aún más que sepa que eres tú a quien me como todos los días de mi vida, que lo desee, como ponerle miel en los labios ¿No? —. La japonesa apoyó la cabeza entre sus manos y miró hacía la mesa, llevaba un mantel blanco que estaba segura que comenzaba a cambiar de colores o era ella que estaba próxima a correrse. — ¿Te gusta la idea? —. No quería aceptarlo pero claro que sí, deseaba que se diera cuenta. — No es necesario que me lo respondas, me estás apretando más que nunca —. Dijo con dificultad y le frotó el clítoris tan bien que solo bastaron unos besos en su cuello para que tuviera que morderse los dedos para no gritar. — Esa es mi bebé.

— Hija de pu-puta —. La miró mal.

— Feliz aniversario mi amor —. Se llevó los dedos a la boca y los limpió. — Te voy a seguir recompensando por hacerme tan feliz, por entenderme, amarme y respetarme —. Sana sonrió un poco.

— Feliz aniversario también para ti mi amor, gracias por todo y sobre todo por hacerlo tan bien —. Le acarició la nuca antes de besarla.

Y es que bueno, ambas se comprendían demasiado bien.

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