capítulo 1: Mathilda
Me encontraba haciéndole el amor a una rubia, a pensar que nos acabamos de conocer en una cafetería.
Ella me había llevado a su lujosa casa junto a la playa, para que ahí hicieramos lo nuestro, mientras la estaba cargando con mis fortalecidos brazos estando desnudos.
Su nombre es Mathilda y enlazó de la manera más dulce sus piernas alrededor de mi sintura, donde la sostengo por medio de sus nalgas penetrandola al mismo tiempo.
De esta manera le otorgo una penetración profunda y musculosa, dejando suficiente campo para que nuestras reacciones se han más que provocativas, deseandonos inalcanzablemente, donde la posicioné de espalda en una pared, sirviendome como apoyo de sustentación suplementaria.
Ahí beso cada uno de sus senos, mientras Mathilda aruña de mi espalda como toda una gata salvaje, provocandome un ardor insoportable y exitador.
Al costarla tumbada de espalda sobre la cama, levanté una de sus piernas donde le comencé a besar lentamente de su pantorrilla hasta llegar a su tobillo.
Luego desplazé mi lengua hasta sus pié, besando cada uno de sus dedos, posicionando su pierna sobre uno de mis hombros y la otra en mi antebrazo opuesto.
Saqué un poco de saliva de mi boca, para humedeser su parte íntima, mientras le acariciaba el clítoris. -provocandole una sensación que se retorciá en la cama, conduciendo su dedo índice en una esquina de su boca, para semejar que era mi pene entré medio de sus labios.
A la ver mojado lo suficiente de sus paredes vaginales, la penetré suavemente mientras levanto sus nalgas para maximizar el placer de ambos.
Por lo cuál, ella termina por aguardar sus músculos vaginales lo más apretado posible, para la movilidad de la pelvis de su acompañante, permitiéndole una penetración vigorosa.
Al ser llevada por el deseo y la lujuria, Mathilda no podía contener más el placer que transcurría por todo su cuerpo, por lo que acarició de sus pequeños senos y aumentando el volumen de sus gemidos.
Entonces como todo un caballero, puse sus piernas como las puertas de un narboyini, penetrandola con todas mis fuerzas. reproduciendo un aplaudido por el choque de mis piernas con las suyas de igual manera escuchaba el sonido que provenía de su vagina lubricada.
Esto hizo que ella alcanzara una eyaculación, poniendo sus brazos entré cruzados en sus pechos como si su cuerpo se haya contracturado, expulsando de su vagina un chorro de agua transparente. -Donde lavé de mi rostro e igual bebí de ella, como se tratase de un manantial.
Acambio Mathilda respiraba profundamente, tratando de relajarse, sin poder mover tan siquiera una parte de su cuerpo.
Extendi una sábana por encima de su cuerpo, para que pudiera entrar en calor luego de lo sucedido.
Ambos cerramos nuestros ojos, mientras que ella se encontraba tumbada de espalda sobre la cama, estando yo detrás de ella abrazandola esperando el anochecer.
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