[⭐] Las peor idea de la semana.
—¿De cual gel para manos compramos?
—¿Acaso importa?
—¿Acaso importa la marca de tus cigarros?
—Por supuesto que importa.
—Entonces esto también.
Touya no tenía idea de porqué se tomaban la molestia de decidir, después de todo Kai volvería, se quejaría, los llamaría inútiles y luego agarraría las cosas por su cuenta. Y eso era lo que estaba dispuesto a hacer mientras se acercaba con una botella de jugo en su mano enguantada.
Estaban en el supermercado, andando por los pasillos mientras buscaban las cosas necesarias para sobrevivir en el salvaje ambiente de un departamento compartido de hombres que apenas podían considerarse responsables.
Salir a hacer las compras parecía ser la única decisión responsable que habían tomado en la última semana.
Que Hitoshi lanzara una jarra de agua fría sobre la fuente de vidrio que había estado calentándose sobre la estufa para enfriarla. No fue una buena idea.
Que Touya le diera a Jin de tomar un té casero para su dolor de estómago que preparó con un montón de hojas que consiguió de la maceta del balcón vecino. Tampoco fue una buena idea. Aunque los más perjudicados fueron Bubaigawara y la alfombra.
Tal vez lo peor fue cuando uno de los trapos de cocina se estaba incendiando y Kai intentó apagarlo tapándolo con una lata que encontró por ahí. El fuego se apagó sí, pero Touya empezó a gritar indignado al notar cuál fue la lata que usó. Ni Shinso, ni Chisaki entendieron la razón hasta que aquel humo extraño los hizo empezar a alucinar. Terminaron los tres drogados luego de apagar un posible incendio, así de inútiles eran.
A Kai le sorprendía el hecho de seguir vivo, siempre se consideró alguien serio, inteligente y muy responsable, pero desde que compartía apartamento con aquel par de idiotas las cosas no salían del todo bien.
Cuando se colocó junto al carrito, sólo pudo llevar sus dedos resguardados por la tela para apretar su entrecejo. ¿Enserio vivía con un par de adultos jóvenes?
—¿Qué mierda hace Shinso dentro del carrito de compras? —Se cruzó de brazos, sosteniendo aún la botella.
Ambos le devolvieron la mirada, Todoroki sonreía estirando sus labios rosas y mordisqueando con sus dientes el piercing plateado que tenía, Hitoshi lo miró con los ojos entrecerrados de cansancio, él sólo quería dormir después de una noche entera estudiando para un jodido exámen pero lo habían arrastrado hasta la tienda para hacer las compras.
—Todoroki dijo que era más fuerte que su hermano menor, yo le dije “pruébalo”, me dijo que podía arrastrar con mi peso más el de las compras... —El de ojeras, miró su cuerpo dentro del carro, debía mantener sus piernas algo levantadas para evitar arrastrarlas por el piso y una de las latas de salsa se le encajaba en la costilla pero quería dejar en mal al pelinegro que se decía a sí mismo fuerte cuando no entrenaría jamás, ni aunque le pagaran. —Y pues aquí estamos. ¿De qué marca quieres tu gel para manos?
Ahora miró con más fijeza al muchacho tatuado, el castaño se había ido hacia poco menos de diez minutos mientras esperaba que reabastecieran las neveras con el jugo que le gustaba, Touya parecía respirar de forma pesada y su pecho se estiraba para luego contraerse, era notorio su cansancio por más que intentara ocultarlo, el menor lo sabía, sonriendo burlón desde su incómodo asiento en el carrito.
Chisaki bufó, tomó su gel para manos dejándolo sobre el estómago del menor, les dió la espalda y empezó a caminar.
—Si nos echan de la tienda va a ser su culpa. —comentó, caminando varios pasos por delante.
Atrás de sí escuchó como Touya suspiraba pesado, antes de empujar el carrito una vez más, las ruedas chirriaban bajo el peso, y las cosas sonaban al ser removidas de lugar en los vagos intentos que tenía Shinso para encontrar una posición cómoda.
—¿Qué falta de la lista? —preguntó el pelinegro, su voz sonaba pesada acompañada de un jadeo de cansancio.
—Fideos. —respondió luego de un tiempo el de las ojeras, haciendo sonar el metal del carro al removerse para encontrar la lista en su bolsillo. —Yo quiero fideos de arroz.
—¿Sabes prepararlos? Porque yo no soy ningún fanatico de los fideos instantáneos tampoco. —respondió Kai, mirando a los señalamientos buscando el pasillo de las pastas.
—Dabi sirve para algo y prepárame fideos de arroz. Tú eres el único aquí que puede cocinar sin matarnos en el proceso.
—Jódete, Shinso. Ya hago bastante con darles de lo que preparo, no voy a andar cumpliendo tus caprichos.
—Nunca te pido nada, sólo son unos simples fideos de arroz. —pidió una vez más, no andaría lamiendo las botas de ese idiota, si le decía que no una vez más pues bien, y que fuera a ver quién le ayudaba a corregir los errores de sus ensayos.
—Como jodes. Bien, te prepararé tus estúpidos fideos.
Hitoshi exclamó con felicidad, moviendo las piernas, con tal vez demasiada fuerza, logrando así patear a un sujeto que se encontraba cruzando de un pasillo a otro. El tipo tropezó y cayó derribando el pequeño exhibidor de botellas de vino, rompiendo un montón en el proceso.
La tienda pareció quedarse en silencio en aquel momento, escuchandose solo los jadeos adoloridos del sujeto en el suelo. Kai estaba un par de pasos adelante, y se arrepintió de volver por el pasillo para ver de dónde provenía el estruendo, dándose cuenta de que como temía, había sido culpa de los orangutanes sin sentido de auto preservación que tenía como compañeros de piso.
—¡Corre, Dabi! ¡Esas jodidas botellas cuestan más que el pago de la universidad! —gritó Hitoshi, sabía que lo que harían no era para nada ético, pero tampoco quería saber cuánto costaría todo.
¡Estudiaba gracias a una beca! Apenas tenía para pagar el suelo donde vivía, teniendo que compartir con el idiota con tatuajes hasta en el trasero y el chico con T.O.C que mantenía todo ordenado
Dabi apretó el agarre del carrito entre sus dedos llenos de anillos antes de acelerar, sacando fuerzas de la adrenalina que corría en su sistema, no era la primera vez que escapaba de los guardias de seguridad o la policía, unos tontos tenderos de tienda no podrían alcanzarlo. En otra ocasión se quedaría, y gastaría la tarjeta platinum de su padre pero este se la había quitado y no podía, ni quería irse de nuevo a la cárcel.
Chisaki no tuvo opción de pensar en una solución cuerda y de adultos, ya que Dabi derrapó las ruedas justo en el pasillo donde se encontraba, jalando de su brazo para que empezara a correr. Cosa que hizo, porque los trabajadores no eran tan tontos, y al notar que ese par de lunáticos venían con él, lo obligarían a pagar con un dinero que no disponía.
¿Creen que si tuviera dinero seguiría en el mismo apartamento que ese par? Si tuviera alguna otra opción, la elegiría por encima de esa.
Los tres, o más bien, los dos mayores corrieron como si no hubiera un mañana, el castaño ayudaba a estabilizar el carrito de compras que parecía ir de un lado a otro por culpa del peso del menor, que gritaba con pánico cada vez que el carrito parecía perder el control.
Hitoshi sentía el corazón en la boca. ¡Joder! Le gustaba su cara como estaba, y sus huesos intactos, pero su alma podría escapar con facilidad de su pecho si Dabi continuaba esquivando gente como un conductor ebrio. Ahora rezaba entre gritos, la cárcel no sonaba tan mal ahora, o quizás la cuenta de esas botellas costaría menos que su cuenta médica si este psicótico llegaba a chocar. ¡Maldición! Debió bajarse del carrito antes de gritar que corrieran.
Se escuchó las bocinas del detector de objetos robados al momento en que esos tres cuerpos atravesaron de forma violenta por la salida.
“¡Perfecto! ¡Ahora somos ladrones!” pensaron los tres sin detenerse, escuchando las exclamaciones de los guardias de seguridad a sus espaldas.
El asfalto del estacionamiento hacia las ruedas del carrito saltar, haciendo que los gritos de Hitoshi sonarán vibrantes y divertidos si fuera otra situación, en un momento un auto empezó a ir en reversa y el menor cerró los ojos creyendo que era su final.
De alguna forma Dabi logró frenar, derrapando el carrito hacia un lado haciendo que este cayera de forma estrepitosa contra el suelo. El cuerpo de Shinso salió despedido, dando un par de vueltas por el asfalto.
—¡Shinso! ¡¿Estás bien?! —gritó Chisaki, que venía unos metros por detrás al detenerse unos momentos para empujar una de las filas de carritos de compras que se agrupaban cerca de la entrada, obstaculizando así el camino de los guardias.
—¡Te revisamos en el auto! ¡No hicimos todo esto para que nos atrapen ahora! —exclamó Touya, jalando el brazo del menor para ayudar a levantarlo. El de las ojeras gimió dolorido, estaba seguro de tener un monto de raspones y moratones en las piernas y brazos, desconocía si el dolor en su costilla era por toda la persecusión con la lata golpeando su costado o algo peor producto de la caída.
Lo importante, seguía vivo. Y con su cara completa aún, lo cual era realmente bueno.
Chisaki pasó corriendo por su lado en dirección al auto, mientras Touya tironeaba del cuerpo del pelimorado, tanto correr le pasaba factura al de los tatuajes, como si ahora su cuerpo fuera consciente de que el menor era más alto y más pesado.
—Deberías bajar de peso, me duelen los músculos.
—Deberías hacer ejercicio, idiota. —comentó como respuesta, su voz venía acompañada de una exhalación de aire como si le doliera de verdad.
—¿Sobrevivirás hasta el apartamento? —preguntó con la preocupación mezclándose con la burla en su tono.
—No moriré tan pronto, mucho menos si eso te da el gusto. —respondió acompañado de una risa entre dientes.
—¡Suban ya! —gritó Kai, subiendo su cuerpo por sobre los cojines para abrir desde dentro la puerta de la parte trasera.
Todoroki empujó el cuerpo de su amigo dentro, casi sentándose sobre él para luego cerrar la puerta, viendo como la seguridad de la tienda se acercaba a paso presuroso.
—¡Arranca!
—¡Acelera!
Gritaron ambos que apenas habían subido, yéndose de costado y chocando sus cuerpos contra las puertas interiores cuando el castaño aceleró, rechinando las ruedas sobre el asfalto al cruzar con demasiada fuerza, saliendo a toda velocidad del estacionamiento.
Las respiraciones de cada uno eran fuertes como si apenas pudieran procesar la persecución totalmente ridícula que habían tenido. Touya fue el primero en reírse a carcajadas escandalosas, seguido de Hitoshi igual pero no tan fuerte y Kai no quería ser como ellos, así que se mordía la mejilla interna sin poder controlar la sonrisa que se estiraba en sus labios.
—Creo que por fin entendí para que son estas mascarillas que nos haces usar, Chisaki. —comentó Dabi con respiraciones largas entre risas. —Así jamás descubrirán nuestra identidad.
Shinso le dió la razón tocando con sus dedos la tela de su propia mascarilla con diseño de bigotes gatunos.
—Se supone que es para que no traigan gérmenes asquerosos a la casa, pero... —Ni siquiera Kai podía ser tan duro, se rió bajito, aunque lo que hicieron fue una locura y tal vez jamás podrían volver a dar la cara en aquel lugar sin correr el riesgo de ser reconocido.
Tenían la adrenalina corriendo por el cuerpo, se consideraba alguien cuerdo y se daba cuenta que lo que hicieron estuvo mal en muchos niveles pero supone que ahora tendría una historia ridícula que contarle a la pequeña Eri en su próxima visita y que esta dejará de decir que Mirio era más divertido.
—Fue la peor idea de esta semana sin duda. —Completó, cruzando en una esquina para dirigirse al apartamento sin las compras, con un Hitoshi magullado, y una experiencia irrepetible.
Tal vez no era tan malo vivir con ese par de lunáticos.
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