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Capítulo Doce

Siempre había considerado los bosques como una de las cosas más bellas que existían en el mundo.

Nunca estaban en completo silencio, siempre había algún tipo de ruido que te transportaba a una calma extraña. Ya fuese un animal yendo de una rama a otra, algún pájaro alzando el vuelo, una hoja cayéndose poco a poco por el cambio de estación o el sonido del agua fluir poco a poco por su cauce.

Era un sonido único, el que me transportaba a un lugar más que no sabría cómo definir y me aportaba una tranquilidad que amaba.

Mi madre siempre mencionaba que las hadas teníamos que estar en contacto constante con la naturaleza, que era una parte de nosotras, por eso, quizá, también lo sentía así.

En los bosques me sentía segura, eran mi refugio, el lugar en el que podía ser yo misma sin miedo a que me descubriesen, en el que nunca me sentía fuera de lugar.

Hasta hoy.

No entendí a qué vino la pregunta de Blake, ¿por qué me había ofrecido ayuda? Empezaba a resultarme extraño que desde que habíamos llegado a West Salem muchas personas dijeran eso.

¿Es que me veían como alguien débil?

Porque si fuese así no sabría cuál sería mi reacción, no me gustaba depender de los demás. Quería ser independiente, era una de las cosas que siempre había deseado.

—Aerith.

Blake pronunció mi nombre en un intento de llamar mi atención, pero no lo miré. Seguí con la mirada fija en un punto concreto del bosque, viendo cómo una hoja estaba empezando a caer de un árbol, descendiendo poco a poco.

—¿Por qué? —pregunté sin parpadear. La hoja era una buena distracción para que no perdiese el control. Necesitaba centrarme en algo que no fuese en lo que me había ofrecido.

Mi primer impulso al verla había sido quemarla, usar mis poderes para hacerla desaparecer, de ese modo me hubiera relajado un poco. Sin embargo, con Blake a mi lado no era una opción, por lo que cuando acabó en el suelo, la estruje con rabia en mi puño.

—¿Qué estás preguntando? —quiso saber—. Y agradecería que me mirases mientras hablo, por favor. Parece que esté hablando con una pared que ni me mira.

Suspiré y lo notó, pero hice lo que me había pedido, mis ojos verdes se encontraron con los suyos azul brillante que expresaban que no entendía mi actitud.

—Quiero saber por qué me estás ofreciendo ayuda —dije y apreté el puño en el que poco quedaba de esa hoja—. No somos amigos. Si quieres quedar bien con Lydia o con los demás, no te preocupes.

—Puede que no fuese la persona más amable cuando nos vimos en tu primer día —reconoció—. Pero...

—No, no lo fuiste —secundé y volví a apartar mi mirada.

Seguía teniendo en mente que él había sido la primera persona inmune a mi condición de hada. Jamás nadie que acababa de conocerme me había tratado de esa forma, no se había comportado como los demás. Lydia se había pegado a mí solo verme, las otras chicas habían sido muy amables, al igual que los otros chicos. Blake no. No buscó mi aprobación ni intentó ser mi amigo, ni siquiera me miró de forma directa.

—Me quedé sorprendido cuando te vi. Aunque te suena a excusa, esa es la verdad.

Sus palabras fueron que me conocía, lo dio por hecho cuando acababa de llegar a la ciudad. Ni cuando se lo negué pareció muy convencido, de hecho, creía que él aún lo pensaba.

Blake parecía más agradable que de costumbre, por lo que opté por intentar preguntarle a qué había venido su actitud cuando nos vimos por primera vez.

—¿Nunca habías visto a una pelirroja? —pregunté y de inmediato lo miré ocultando una sonrisa. Estaba rebajando la tensión entre ambos y dando pie a lo que yo quería.

Funcionó. Se empezó a reír y me uní a sus carcajadas, ya no parecía estar a la defensiva, lo que me beneficiaba.

—Sí, había visto a gente con el pelo rojo —habló mientras aún se reía—. No es por eso por lo que me sorprendí, fue por otro motivo.

—¿Cuál?

—No tenemos tanta confianza, tú misma lo has dicho.

—¿Sigues pensando eso? —pregunté directa, cansada de los rodeos que yo misma estaba dando—. ¿Crees que nos conocíamos de antes?

—¿De verdad quieres saberlo? —asentí rápidamente—. No va a cambiar nada mi respuesta, Aerith.

—Eso es un sí —asumí.

—O quizá un no. Lo que sí puedo decirte es que cuando te vi me sentí... extraño.

Quizá no era inmune a mis poderes como creía, por eso se sintió de ese modo. Cabía la posibilidad que tuviese una reacción distinta a la de los demás. Era probable que mis poderes de hada afectasen de un modo u otro, aunque no sabía la razón.

—Eso es raro —murmuré para no quedarme callada—. ¿Te intimido?

—¡No! —se apresuró a decir y lo acompañó de una carcajada—. Déjalo, es largo de explicar y aunque seamos amigos no tenemos esa confianza.

—No somos amigos —negué convencida—. Compañeros de clase, conocidos...

—Si no fuéramos amigos, no nos hubiéramos saltado juntos la última clase y no estaríamos hablando con tanta tranquilidad en el bosque —rebatió con una sonrisa ladeada—. Somos más de lo que has dicho, o de lo que quieres admitir en voz alta.

Se creía que tenía razón y le dejé que pensase eso. Había sido mi vía de escape para no ir a la clase del señor Fitzgerald, una que se preveía incómoda. Aunque debía reconocer que ese tiempo con él estaba haciendo que me plantease si de verdad era cómo se mostraba a los demás. Parecía muy distinto.

—Yo te considero mi amiga —insistió—. Por eso te he ofrecido mi ayuda y por eso estoy aquí. No paso el tiempo con gente que no me cae bien.

—Somos conocidos, no me harás cambiar de idea —admití—. Y no necesito tu ayuda.

Me molestaba mucho el hecho de que desde que había llegado a West Salem me sentía débil.

—¿Sabes lo que te voy a proponer? Primero escucha y luego decides, ¿no crees? Es como si estuvieras a la defensiva.

—No lo estoy.

—¿No? —Alzó una ceja—. Me gustaría saber el porqué, no he dicho ni hecho nada para que estés así conmigo.

—No me gusta que me ayuden —hablé sonando muy segura de mí misma—. Puedo sola con toda, no necesito a nadie.

Blake me miró después de que hablase y por la forma en la que lo hacía, quería saber la razón de mi actitud.

La respuesta era fácil; todo el mundo que me había ofrecido ayuda era por dos motivos.

La primera, mi condición de hada. Esa era la razón por la que la gran mayoría de gente hacía o decía todo tipo de cosas para agradarme, estaba en mi naturaleza y en la suya. Los humanos lo hacían por instinto, no porque lo quisieran de verdad.

La segunda era que cuando alguien te ayudaba siempre quería algo a cambio. Nadie hacía nada sin querer una recompensa por ello.

¿Cuál de las dos era la que había detrás de las palabras de Blake?

—Habla —cambié de tema, no quería que me viese vulnerable—. ¿En qué quieres ayudarme?

—Sé técnicas defensivas de lucha, de hecho todos en mi familia lo somos.

—¿Negocio familiar? —quise saber con curiosidad.

—Más o menos.

—¿Y qué relación hay en tu ayuda con lo que me acabas de decir?

¿Es que él me quería enseñar a defenderme?

—Creía que serías más lista —bromeó y lo miré sin reírme, no me había hecho gracia. El problema era suyo, que no se explicaba—. Estoy dispuesto a darte clases de defensa personal si así te sientes más tranquila y segura en West Salem.

—¿Hablas en serio?

—¿Por qué debería? —preguntó casi de inmediato.

—Porque según lo que he entendido, estás ofreciéndome ayuda para que me pegues de forma gratuita sin que yo pueda hacer nada —resumí.

—Qué humor el tuyo, Aerith —dijo y se río. De nuevo no lo hice, no era gracioso—. Nunca he dicho que vaya a pegarte, solo que te enseñaré a defenderte. Puede que en algún momento te dé un golpe, pero nunca de forma voluntaria. Si tienes algún problema puede enseñarte otra persona. Eso sí, mi madre ahora mismo no puede, y Zara no creo que sea una buena opción.

—No sé si es lo más adecuada.

—Eres muy tozuda —comentó como si nada—. Me lo había imaginado por lo poco que había tratado contigo, pero no creía que a tal extremo. ¿Qué hay de malo en aprender a defenderse?

Muy fácil, él me enseñaría a defenderme de humanos, y mi problema no era con ellos, es más, podía dominarlos con facilidad haciendo uso de mi son.

¿Qué podría enseñarme Blake para luchar contra un vampiro? Nada.

Y al pensarlo, me vino a la mente la propuesta del señor Fitzgerald, él sí había sido claro en ese sentido. Él me podría enseñar a tener ventajas sobre las criaturas sobrenaturales...

—No sé si a mi madre le parecerá bien la idea... —sugerí sin saber lo que ella pensaría, pero era una excusa que solía funcionar.

—Yo creo que dirá que sí. Es una gran idea, Aerith. Nunca está de más aprender defensa personal.

—No conoces a mi madre —sentencié. En lugar de decir algo más, miré la hora en el móvil y me levanté—. Deberíamos irnos, es tarde. Lo último que necesito es que me eche la bronca por haberme saltado una clase.

—Espera —pidió cogiéndome de la mano—. Si la convenzo, ¿aceptas mi propuesta?

—Por supuesto —sonreí. Mi madre no lo haría, todo lo que fuese ponerme en peligro o exponerme, lo rechazaba. Sin contar que quizá mientras me estaba enseñando perdía el control de mis poderes y podría delatar mi condición de hada delante de Blake—. Me voy a mi casa.

—No, te llevo —se ofreció—. Es lo mínimo que puedo hacer.

—No vivo lejos, puedo ir caminando.

—Aerith —insistió—. No podemos dejarte sola, ¿recuerdas? Piensa en lo que me haría Lydia si se entera de que te he dejado ir sola por el bosque. ¿Quieres que me mate? Porque yo no quiero morir, me gusta mi vida. —E hizo unos gestos exagerados para aportar dramatismo.

—Lydia no se enteraría.

Blake no contestó, me lanzó el casco para que me subiese a su moto y me llevó a mi casa como si nada. Al bajar del vehículo escuché las risas de mis hermanas en el jardín por lo que me hice notar, no quería que se acercasen haciendo crecer flores a su paso.

No lo entendería y no quería dar ningún tipo de explicación sobre ese tema. No quería que nadie más supiera lo que éramos, ya tenía suficiente con el señor Fitzgerald.

Además, por Febe y Hebe haría cualquier cosa, todo para que fuesen felices.

—¿Aerith? —preguntó mi madre.

—Sí, soy yo. No estoy sola —anuncié.

Mi madre al principio se acercó curiosa de que hubiese venido acompañada. Aunque hubo algo que me llamó más la atención, la forma en la que miraba a Blake.

—Hola —saludó mi madre y le ofreció la mano con educación.

—Buenas tardes, señora Ignis —contestó de forma educada—. Soy un amigo del instituto de su hija.

—Amigos como tal, no somos —murmuré—. Compañeros de clase.

—No seas maleducada con tu amigo —me regañó mi madre—. Un placer conocerte, ¿te apetece tomar algo?

—No, muchas gracias. Solo he acompañado a su hija por lo que pasó hace unos días. No queremos dejarla sola y nos estamos turnando entre nosotros. Sin contar que Lydia está siendo muy insistente con el tema.

—Lydia es una chica maravillosa —concedió mi madre con una gran sonrisa—. Es una gran amiga para Aerith.

—Lo es —admití—. ¿A que sí? —Miré a Blake para incomodarlo con el tema, quizá así se iba sin decirle nada a mi madre. Yo en su lugar no estaría cómoda—. Gracias por traerme.

—De nada, aunque lo que intentas no ha dado resultado —dijo riendo—. Señora Ignis, hay algo que me gustaría preguntarle si no le importa.

—Claro, ¿ocurre algo?

—Debido a que la han atacado, le he ofrecido enseñarle defensa personal. Toda mi familia sabe mucho de ello y a mí no me cuesta nada ayudar a una amiga con un tema tan importante. No quiero que le vuelva a suceder.

—¿Aerith ha aceptado? —Me conocía demasiado bien, sabía que no lo había hecho.

—Más o menos. Si a usted le parece bien, ella aceptará que le enseñe. Hemos llegado a ese acuerdo.

—En ningún momento he dicho que aceptase que fueras tú quien me enseñe —espeté rápidamente—. Solo que aceptaría la ayuda en una situación hipotética.

—Aerith, ¿podrías dejar de ser tan...?

—¿Tan qué? —interrumpí a mi madre.

—Deja que el pobre chico acabe —pidió y me miró dándome una reprimenda sin hablar—. Blake, continua.

Parpadeé varias veces. Yo no le había dicho cómo se llamaban la gran parte del grupo con el que me juntaba. Conocía el nombre de Lydia, y porque había hablado con ella. Además, no había dicho el nombre de Blake, no lo había presentado.

—Espera —pedí incapaz de quedarme callada—. ¿Cómo sabes su nombre?

—Lo has dicho al llegar.

—No, no lo he hecho. Estoy convencida.

—Entonces me hablaría de él, cariño. No me sé su nombre si no me lo has dicho tú, sería raro. Piensas en unas cosas...

Estaba mintiendo. Su tono de voz le estaba delatando, como casi siempre. Sonaba más nerviosa de lo habitual y no me miraba.

No obstante, había algo que me desconcertaba. Blake estaba tranquilo, demasiado tranquilo. Ni siquiera la miraba de la misma forma. Parecía que no la conocía, pero ella sí a él.

Y yo cada vez estaba más perdida.

¿Cómo era posible que mi madre supiese su nombre y Blake no conociese a mi madre?

No tenía sentido.

Estaba tan concentrada en mis pensamientos que desconecté de la conversación, no me interesaba.

—Es una gran idea, Aerith, ¿verdad que sí? —Mi madre me dio un ligero golpe al ver que no respondía—. Me parece muy bien que te enseñe a defenderte.

—No quiero que se sienta presionada, señora Ignis. Si no le parece bien, puede decirlo.

—Tranquilo, Blake. Me alivia saber que vas a ser tú, un amigo —añadió rápidamente—. El que le ayude en ese tema. Me quedo mucho más tranquila.

—Perfecto —sonrió—. Decidiremos el horario por teléfono, ahora tengo que irme. Ha sido un placer conocerla, señora Ignis.

Se fue despidiéndose con un gesto de cabeza, y cuando volvió a sonar el ruido de la moto, las gemelas vinieron corriendo para saber qué pasaba.

—¿Quién era, mamá? —preguntó Hebe—. ¿Era guapo?

—¿Era tu novio, Aerith? —cuestionó Febe—. Si es así, queremos conocerlo.

—No lo es —comenté riéndome con sus ocurrencias—. ¿Os apetece jugar?

—¡Sí! —chillaron al unísono, emocionadas y volvieron corriendo al jardín.

Blake se había salido con la suya, su expresión le había delatado. Y al pensarlo con perspectiva, quizá él ya sabía que mi madre aceptaría.

Intenté no pensar más en ello y centrarme en las gemelas. Eran tan risueñas que me contagiaban su estado de ánimo solo estando a su lado, me hacían feliz. Esa era una de las cosas que más me gustaba de pasar tiempo con ellos, la capacidad que tenían de cambiarme el humor.

Pasé lo que quedaba de día con Febe y Hebe, les ayudé a hacer los deberes y me explicaron todo tipo de cosas que les ocurría en el colegio, los nuevos amigos que estaban haciendo y lo que les gustaba la ciudad, que no querían mudarse de nuevo.

Todo parecía ir bien, sin embargo, cuando estaba a punto de acostarme volví a sentir la sensación de que me observaban.

Me levanté y miré por la ventana para encontrar quién o qué me observaba, aunque ya lo sabía.

De nuevo vi la mirada de ojos rojos.






¿Camille conoce a Blake, sí o no?

Muchos besos xx.


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