◦•●◉✿ Capítulo 09 ✿◉●•◦
22 de mayo del 2022…10:10pm
Pov’s Clarissa
— ¿Nuevo contrato? —pregunto estupefacta.
—Sí, deja contarte.
—Claro, te escucho.
—Una de las opciones es entrar al equipo de gimnasia de adultos, pero —En mis ojos se ve el brillo, aunque no todo es bueno —, sería en Los Ángeles, en la sede de allá. Vas a tener tu inscripción en una de las universidades, un apartamento para que residas en el tiempo que estarás allá y un boleto para visitar a tu familia aquí, una vez al mes —Enumera cada cosa que tendré —. Si quisieras venir antes, será con tu dinero.
— ¿Y la segunda? —Espero que no sea tan malo.
—Quedarte como maestra aquí, ya no puedes seguir como alumna.
— ¿¡Por qué!? —Me levanto de mi asiento alterada.
—Clarissa, calma. Te explico.
— ¿¡Qué explicación me van a dar!? ¡En el contrato no decía que después de un tiempo tendría que entrar como maestra!
—Pues, sí lo dice —De su gaveta, saca unos papeles y me los extiende —, lee las reglas, página dieciocho.
Busco con la vista la que mencione algo como esto.
Artículo 20: A los diecinueve años de edad tiene que convertirse en maestra o si los directivos lo aprueban, entrarán al curso de adultos. Si no acepta ninguna de las dos, estará fuera de la escuela de gimnasia.
—Pronto vendré a darte una respuesta, Eire —Determino con mis ojos llorosos, no puedo decir más nada.
Salgo de allí, no tengo deseos de manejar. Llamo a Gabriel, debe estar cerca de aquí, si es que todavía está en el gimnasio. Suena, suena y no contesta. Intento nuevamente y me apaga. ¿Qué le pasará a Gabriel? Le mando mejor un mensaje.
Clarissa: Te necesito, ¿me puedes venir a buscar a la escuela de gimnasia?
Nada de su respuesta, me resigno y le marco a Brianna, ella contesta rápido.
—Hola Bri, ¿estás ocupada? —Trato de sonar calmada, para no preocuparla mucho.
—Si, Issa, te llamo dentro de quince minutos —Cuelga sin yo poder decirle nada.
Entre mis contactos busco a alguien, mi padre debe estar ocupado también en el trabajo. Espero que este no me ignore. Me sorprende porque sucede todo lo contrario, contesta rápido.
—Adael, hola, ¿estás ocupado? —Espero que me diga que no.
—Voy camino al gimnasio, pero, ¿qué necesitas? Tu voz no suena muy bien.
— ¿Puedes venir hasta la escuela de gimnasia lo antes posible? —me echo a llorar nuevamente.
—Está bien, en cinco minutos estoy allí.
—Gracias —cuelgo y me siento en mi coche a esperarlo.
Los minutos pasan lentos, pero llega en el tiempo que había dicho, bajo del auto y él del suyo.
— ¿Qué sucede? —Me mira preocupado cuando me ve llorando.
—Muchas cosas, podemos hablar en lo que vamos al gimnasio, no me siento capaz de manejar.
—Claro —Me acompaña a buscar las cosas en mi auto y las lleva al suyo. Yo le dejo puesto el seguro al mío, más tarde lo busco con Brianna.
Le cuento que el día anterior Gabriel y yo casi nos acostamos, que se ha pasado todo el día ignorándome. Él me escucha atento y luego lloro de nuevo cuando le comento lo de la escuela de gimnasia. Adael me da su consejo y antes que nos bajemos del auto, seca mis lágrimas. Como ya llegamos al gimnasio, ahora voy a confrontar a Gabriel para que no se siga comportando como un crío.
Subimos hasta el segundo piso directo, Adael entra primero y yo le sigo. Gabriel está levantando pesas.
—Gabriel —Él se percata que estamos aquí, pero sigue en lo suyo —. ¿¡Qué coño te pasa!? —bufa levantándose.
—No me pasa nada. Tú eres la que crees que lo que casi sucede ayer, cambiará las cosas entre los dos.
—Pero… —Me interrumpe.
—Solo fueron unos besos y ya, admítelo. Ni llegamos a tener sexo, no seas tan intensa —Se levanta y va para las máquinas de correr, mi furia aumenta más y más, siento que voy a explotar.
Yo lo miro, creyendo que esto no sea verdad, le doy una oportunidad de remendarlo.
— ¿Qué?
—Lo que oíste —Pero no lo hizo, no quiero romper en llanto pero es lo que más deseo ahora mismo.
—Eres lo peor que me ha pasado —Le doy una bofetada tan fuerte, que todos los presente en la sala, se dan cuenta.
Salgo del lugar con lágrimas en los ojos, Adael le reprocha y me sigue.
—Clarissa —Me llama y me detengo, las lágrimas no dejan de salir de mis ojos —. ¿Quieres que te lleve a tu casa?
—Por favor —me abraza y nos dirigimos hacia su auto.
Al irnos, me lleva primero a un parque para calmar todo este dolor que siento por dentro, él me compra un helado, ya que es cierto que es lo que mejor sirve para la tristeza. Adael me comenta varias cosas del comportamiento de su amigo, trata de hacer que la situación anterior parezca menos fuerte de lo que es. Cuando me siento lista, le pido ir a mi casa y al llegar, sin saludar ni nada, voy directo a mi habitación a tomar una relajante ducha caliente en el baño. Llegada la noche y listos para cenar, Gabriel no ha llegado, como siempre y Greta está preocupada por él, por si fue a tomar, como es costumbre.
—Clarissa, cariño —me mira afligida —, ¿puedes llamarlo? A mí no me contesta las llamadas —no le puedo decir que no, así que termino aceptando.
Le marco a su móvil, y en ese momento, se abre la puerta principal, dando a ver que llegó a casa.
—No tengo apetito, voy a bañarme —menciona cortante.
Greta no le dice nada, una sonrisa sale de sus labios, ella solo quería ver que su hijo está bien. Cenamos, mi padre está en una cena de negocios, así que solo somos ella y yo. Lo pasamos tranquilas. Luego, yo le ayudo a fregar los platos y recoger los restos de comida.
—Gracias Clarissa, puedes si quieres, ir a tu habitación.
—Claro, que descanses.
—Tu igual —me da un beso en la frente y yo camino en dirección a mi cuarto.
Al entrar, lo veo sentado en mi cama, de espalda a la puerta.
— ¿Qué deseas, Gabriel? —él me mira —. ¿No te bastó con lo de la tarde? —mientras me voy acercando, noto sus ojos llorosos.
—Soy un idiota, Clarissa. No debí decirte eso, solo pensé que tú no querías recordarlo, ya que después no me hablaste más.
—Eso no es motivo, hubieses preguntado. Además, todo el día he estado tratando de hablar contigo y me has evitado, y no quisiste arreglarlo en el gimnasio, entonces, ¿por qué ahora? —mis ojos están llenos de lágrimas también —. Te necesitaba en la tarde y tuvo que venir Adael a buscarme, ¡eres un verdadero idiota! —sorbo mi nariz —. Vete de mi habitación, por favor —señalo con un dedo la salida.
—Lo sé, soy un idiota —se acerca a mí y toma mis manos para abrazarme sin que yo se lo impida —. Pero perdóname, Issa. Tengo miedo de no ser lo suficiente para ti —me mira a los ojos y noto que lo que dice es sincero —. ¿Me puedes dar otra oportunidad?
—No, Gabriel, no hay vuelta atrás. Por favor, sal de mi habitación —tomo un respiro —, ahora —sentencio.
Inmediatamente que cierra la puerta, yo rompo en llanto, no saben cuánto me dolió hacer esto y más decirle que no ante la oportunidad que siempre he querido, pero él no merece mis lágrimas, él no merece que sufra más por él. Lo mejor va a ser que me acueste a dormir, así no pienso más de lo que debería y me ahorro lo de cometer una idiotez.
Pov's Gabriel
26 de mayo del 2022...3:40pm
Carlos y mi madre han decidido que este aniversario de casamiento lo pasáramos en la casa de la cabaña que tenemos afuera de la ciudad, en el campo. Esa casa me trae muchos recuerdos, mis padres y yo solíamos ir cuando salía de vacaciones por la escuela. Decidieron que iremos este fin de semana y que podemos invitar a Adael y a Brianna para que no lo pasemos solo nosotros dos. Ambos aceptaron venir y Clarissa y yo estamos felices por ello.
Yo prefiero ir a despejar ya que la semana entrante es la competencia, aunque esté en forma, debo seguir practicando estando ese fin de semana allá. Tendré que despertarme a las cinco de la mañana para salir a correr unos kilómetros y en la tarde hacer ejercicios en el pequeño gimnasio que tenemos en la casa.
También le sirve a Clarissa para despejar, ya que su carrera aquí en Seattle se acabó, tiene la opción de continuar en Los Ángeles y todavía no sé porqué no ha aceptado, solo sé, que si no llega a aceptar, se quedará como maestra aquí.
27 de mayo del 2022...11:15am
Vamos en coche hacia la cabaña, mi madre está cantando con una canción de la radio, Clarissa y Brianna le siguen la corriente. Mientras, Adael y yo las miramos y nos reímos de las fallas que cometen. Yo siento que hay complicidad entre Brianna y Adael, pero no lo creo, que yo sepa, ellos nunca se ven, ¿o sí?
—Clarissa —ella me mira —. ¿Entre Adael y Brianna hay algo?
—No, no es el prototipo de ella —me asegura.
—Ah, es que no sé, siento que hay... —me interrumpe.
— ¿Complicidad?
—Exacto.
—No te preocupes, yo pensé lo mismo pero no lo creo.
—Bueno, tú eres la que la conoce.
—Chicos, dejen de hablar y canten con nosotros —habla mi madre con un enfado de mentira.
—Mamá, tu sabes que yo no soy de esos.
—Te voy a poner una que vas a cantar, te lo aseguro —lo da por hecho antes de que pase.
El resto del viaje nos lo pasamos entre risas por los cantos de los chicos y mi madre. Nos detuvimos unos minutos en un McDonald's para almorzar y después continuar el viaje. Aunque son casi tres horas el viaje, vale la pena.
Cuando por fin llegamos a la cabaña, al lado, hay una chica esperándonos. ¡No lo puedo creer! ¿Es ella?
— ¡¡Gabriel!! —viene corriendo efusivamente hasta que la tomo en brazos cuando me abraza.
— ¿!Karen!? —no la reconozco — ¡Cómo has crecido, enana!
—No me digas enana, gordo —yo me río ante nuestros apodos y recuerdos.
Clarissa se acerca a nosotros.
—Hola, Soy Clarissa.
Continuará...
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