Capítulo 44
Miro al pájaro volar, mientras estoy sentada en el prado lleno de flores, no sabría explicar con exactitud lo que siento, es una liberación inhumana, fuera de lo normal. En un instante en el que mi cuerpo está muerto del cansancio me siento en el prado, cierro los ojos, mientras el viento empuja con vaivén mi cabello. Cuando abro los ojos, siento que todo está brillando, miro al frente y allí me encuentro a Rin en la misma posición, mirándome, nunca la había visto tan guapa, tan sana si habláramos de su físico sin llegar a un estado crítico. Porque cada cuerpo es cómo es.
Nuestras miradas entrelazadas no se separan, y es allí cuando comenzamos a reírnos a carcajadas, el mundo de repente es absurdo, todo lo es. Nadie sabe en realidad quién es. No logran entender que siempre hay alguien que los desea controlar, manipular, para que no sepan quienes son, porque ni ellos los saben.
Nos levantamos a la vez, entrelazamos nuestras manos, mientras corremos felices con nuestras risas libres de ningún prejuicio.
La vida es,...una muralla llena de basura, pero entre todo ese montículo hay una pequeña flor que a saber por qué, sigue sobreviviendo.
Era nuestro final feliz, pero siempre se encontraba a alguien o algo, que te despertaba con brusquedad sin importar tu sensibilidad.
Sentí como muchos litros de agua caían por mi cara, tragué y escupí con fuerza, ¿qué estaba pasando?, intente levantarme pero estaba encadenada, mire con terror donde me encontraba, estaba en una cama, mis ojos no se acostumbraban a la débil luz, pero empecé a oler el ambiente en el que estaba y fue allí cuando supe dónde estaba. En la cabaña privada, pero no de la que escapé la primera vez, sino en la de Adam.
Estaba muchísimo más lejos de lo que cualquiera creería, recuerdo que solo me llevó aquí una vez y hable sobre ello a casi nadie. Pero lo que si sabía por seguro es que si entraba en el bosque que se encontraba cerca, nadie me encontraría, porque el pueblo más cercano estaba a más de mil kilómetros de distancia. Ósea que estaría aquí durante mucho tiempo, a menos de que yo y ella, acabáramos muertas, que esa podría ser una de las situaciones más razonables que me tocarían vivir.
— ¿Qué tal te encuentras?—su estúpida sonría me quebró el alma, tenía ganas de vomitar mientras se acercaba a mí. Me agarró de la mandíbula con fuerza y me incrustó un besó. Miré su hombro, se notaba que estaba sangrando y que el brazo izquierdo no podía moverlo con normalidad.
Creo que el terror nunca me había invadido como si de un pegamento inseparable se tratase. Asco sentía de mi cuerpo en estos momentos. Odiaba ser mujer, mis muñecas y mis pies estaban encadenados a esa dura cama. No sabía cuánto tiempo había permanecido inconsciente, pero la espalda la notaba súper tiesa.
— ¡No la vuelvas a tocar, asqueroso!—gritó Rin, se la notaba súper cansada, mientras la veía con el cuerpo igual de empapado que el mío. No sabría decir con exactitud lo culpable que me sentía de su terrible estado. Todo esto era culpa mía. Estos son momentos que por desgracia a uno le tocan vivir, y desearía cambiarlo todo. Bueno, algunas cosas y ser capaz de no haberme encontrado con él en mi vida.
Pero si lo pienso con cabeza, nunca habría conocido a Álex, en mi vida tendría a alguien tan cariñoso y buena persona en mi vida.
Si consigo salir de esta situación, que lo dudo. Prometo a Dios o a quién sea que esté allí arriba, que seré mejor persona.
Veo con dolor, como le da un tortazo en la cara, la piel de Rin es tan pálida que se lo deja todo rojo. Aprieto con fuerza los dientes. La rabia quiere cegarme, pero debo utilizar la cabeza, con precaución.
Cuando la deja en paz, se acerca a mí, y empieza a recorrer con sus dedos por mis piernas, noto como cada uno de los pelos de mis piernas se erizan, el asco está por salir por cada uno de los poros de mi piel, pero me resisto a escupirle o decirle cualquier cosa, me encierro a mí misma, como si en realidad yo no estuviera viviéndolo. Esta no soy yo, no tiene que ser mi pesadilla ni la de nadie.
Es tan triste que todavía hayan que vivir pesadillas así, día a día. Quiero desprender de mi piel, no notar como mi corazón llora y se hunde en la miseria, quiero desaparecer, tengo muchas preguntas para el mundo. ¿Por qué hay tanto sufrimiento? ¿Esto me lo merezco? ¿No importa que yo quiera cambiar?
— ¿Te gusta?—me pregunta, mientras sus dedos van metiéndose por la bata sucia, esas palabras susurradas en mis oídos, no me provocan nada menos que arcadas. Quiero matarle, ver el sufrimiento en sus ojos mientras me suplica que lo deje vivir. Solo asiento, quiero que se trague mis mentiras, que piense que esto es lo que siempre he querido, deseo que se ilusione, y si algún día tengo la oportunidad, hacer que se trague todo el dolor que me ha ocasionado.
Hombres así, no sirven ni para fregar el suelo y dejarlo limpio. No sirven nada. No saben amar de una manera sana. Siempre quieren estar al control de todo, como si fueras una muñeca sexual hinchable a la que puedes utilizar y tirar cuando les dé la gana. No entiendo porque no pueden tener aunque sea, un mínimo de empatía. ¿No se imaginan la repugnancia que dan, si se lo hicieran a su madre, hermana, hija o amiga?
De repente, dejo de escuchar como sus dedos iban a llegar al final de mi privacidad, siento como me estaba violando. Tanto física como psicológica.
—Hoy paro, porque todavía nos queda suficiente tiempo para estas cosas. Te voy a torturar hasta que quieras hacerlo—se toca el pantalón con morbo, mientras las lágrimas caen por mis mejillas—, y te darás cuenta de que siempre tuviste que amarme y no haberme abandonado.
Antes de irse, le fulmina con la mirada a Rin y me dirige una erótica a mi cuerpo.
Escuchamos como sus pasos se van alejando hasta que escuchamos como cierra la puerta, y se arranca lo que pienso que será su coche.
—Siento que tengas que aguantar que te haya echo eso, Zara―habla mi compañera con tristeza.
―Da igual. Lo único que quiero es salir de aquí―mi voz está paralizada y pastosa por los lloros.
Por el cansancio nos dormimos.
Pasaron días, hasta que perdí la noción del tiempo.
Cada día era peor que otro. Había días en los que nos soltaba de las cadenas, y nos obligaba a limpiar la casa, me tocaba el culo sin mi consentimiento, hacíamos la comida, y por tirar sin querer un vaso, nos gritaba. No intentamos salir en ningún momento, era inútil. Solo lo tratamos una vez, llegamos hasta el bosque, pero nos acorralo en cero coma, nos agarró súper fuerte del cabello, con un cuchillo que llevaba nos hizo un pequeño corte y nos obligó a andar durante horas, mientras dábamos vueltas, hasta que acabamos inconscientes. Al día siguiente teníamos una venda en los pies, y estuvimos atadas durante los siguientes días. Solo nos dejaba salir de la cama, si queríamos ir a mear. Una vez cada no sé cuántos días, podíamos ducharnos. Pero sufrí un trauma muy grande cuando mientras me duchaba, Adam entró y se me quedo observando. El hambre perdía apetito en nuestros estómagos, por estas rejas llenas de mugre en las que vivíamos.
Pero nuestro cuerpo lo necesitaba, así que solo lo hacíamos para poder subsistir.
Me estaba matando por dentro. Pero yo todavía tenía una vaga esperanza. No quería ni dejaría que me destruyera por completo.
Cuando me abofeteaba y me obligaba a besarlo, me encerraba en mi capsula. Hubo un tiempo en el que dejó de encadenarnos. Ya nos había triturado, aparte de que creía que ya no lucharíamos ni intentaríamos liberarnos.
Pero eso era una faceta que había logrado adquirir con los años.
Solo había que encontrar un punto débil, sabía que tenía cámaras, que cada equis día salía a una tal hora y volvía en otra. Aunque no supiera diferenciar los días, a veces cuando abría las ventanas, sabía si era de día o no.
Debía encontrar la manera de poder encontrar algún artefacto afilado, cuando lo aviste, no gire la cabeza, solo con los ojos y empecé dando vueltas sobre mi misma, Rin me entendió. Nos habíamos inventado un idioma que solo las dos entendíamos. Estábamos en la habitación, así que era una ventaja.
Confiaba en que mi hermana sabría dónde nos encontrábamos. Y mentí cuando dije una vez que no temía a la muerte. Desde que recobre las ganas de vivir, era lo que más me horrorizaba. Quería estudiar, tener una relación sana, no quería tener un cuento de hadas, ya que no existen y son irreales. Pero deseaba vivir experiencias que me había perdido. Necesitaría terapia después de esto. Pero ni Adam, ni mi padre, ni mi primo o quien fuese me haría perder todo lo que había conseguido.
Alce las cejas hacia mi enana.
Y allí fue cuando empezó el espectáculo.
―Todo esto es tu culpa―en voz alta dijo, con un rencor que nunca pensé que sacaría hacia mí―. ¡Por tu culpa estoy aquí encerrada! ¡Si nunca hubieras estado con Adam, esto no me estaría pasando! ¡Te odio, desearía nunca haberte conocido!―se acercó con brusquedad y me dio una bofetada que me tiro al suelo, alargue los brazos lo suficiente, mientras ella con su cuerpo tapaba el objetivo, me dio una patada para que me encogiera y me acercara más, cuando ya lo agarre entre mis puños, empecé a respirar fuerte y gimotear, ella se acercó más, haciendo que mi cuerpo se tapara aunque fuera la parte de arriba. Escondí el pequeño trozo de cristal en un bolsillo grande que tenía.
Me levante agarrando con mis dos manos unos trozos de tela de la bata, mientras ella me empujaba hacia la cama y seguía gritándome.
― ¡¿Por qué me haces esto?!―allí fue cuando Adam entro riéndose, con las lágrimas saltando de sus ojos.
Me acurruque en la cama, envolviéndome en un ovillo, lo más cerca de la almohada, haciendo que mi cabello largo lo tapara todo.
—Estaba esperando con gusto que os odiarais de una vez, y supierais que todo en un momento u otro de la vida, se rompe en pedazos y no se salva—aproveche su habladuría para meter en la almohada el cristal.
Me senté en la cama, mientras me pasaba los dedos por el cabello, expresando confusión, mientras me convulsionaba en lágrimas, que me ardían.
Se acercó a mí, me paso un brazo por los hombros. Miro a Rin y le advirtió:
—Vuelve a hacer algo así y juro que no saldrás viva de esta. —sus ojos azules brillaban con una oscuridad que asqueaba. Su cabello rubio, me daban ganas de arrancarlo, pelo por pelo.
Asustada asintió y se sentó en la cama, a espaldas de mí.
—Duerme Zara, que hoy ha sido un día muy complicado. —me tapo con una manta que trajo después, y me clavo un beso en la coronilla.
Con las luces apagadas, Rin dijo las palabras exactas que necesitábamos escuchar Adam y yo. Eso nos traería ventaja en un futuro que no veía muy lejano.
—Cuando tenga la oportunidad, te mataré. Porque ten por seguro, que de esta no sales viva, puta―la brusquedad y el odio que transmitió, fueron esenciales.
―Da igual cuanto me odies. Yo nunca lo haré.
Por dentro saltaba de la alegría. Puede que fuera lo último que pudiera celebrar. Quién sabe.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro