Capítulo 41
Álex Greyman:
Si hubiera que describir con palabras, la felicidad que se siente al levantarse al aire libre junto a la persona que amas, mientras estáis abrazados. Faltarían palabras suficientes para describirlo.
Ver a esa persona dormida junto a ti, mientras observas como su respiración sube y baja pausadamente.
Contemplar la belleza que tienes ante tus ojos, se podría decir que es algo que muchos no pueden llegar a concebir. Unos lo llamarían suerte, otros, felicidad y algunos pocos, que puede que estuvieran el cien por ciento seguro, dirían que esa sensación que sientes en tu corazón mientras palpita sin detención, se designa a encontrar a la persona adecuada.
Pero no estoy seguro, mientras veo su cabello pelirrojo desordenado y su belleza natural.
No estoy seguro, porque creo que todavía es demasiado pronto saber si lo nuestro seguirá a flote durante un largo período. Pero, ¿A quién le importa el futuro si se puede disfrutar del presente? ¿A quién le importa si seguiremos juntos después de esto, si por lo menos me puedo sentir servible a su lado, mostrándole lo hermosa que ella es, sin importar el mañana?
Verla con mi camiseta, que le queda ancha, es de los mejores placeres que un hombre podría sentir nunca. Me muerdo el labio, intentando contener todos los momentos de ayer que se me pasan por la cabeza. Percibo como una erección comienza a brotar me y me sonrojo con vergüenza. Espero que mi movimiento no la haya despertado.
La miró con disimulo y compruebo con alivio que sigue dormida.
Miro el cielo, mientras rodeo con un brazo su hombro, ella comienza a moverse y admiro como sus ojos se van abriendo con lentitud, bosteza y se estruja los ojos mientras intenta despertarse y darse cuenta de donde se encuentra. Cuando termina, desvía sus ojos hacia mi persona y me sonríe.
Su sonrisa.
Es el regalo más bonito que me podía proporcionar a este renacer deslumbrantemente irreal.
Creo que antes de ella, no llegué a sentir este sentimiento de regocijo cuando estoy a su lado. Nunca he llegado a sentir que con una persona en concreto, soy capaz de dar todo de mí, sin sentir que no soy lo suficiente. Mi relación anterior fue todo un experimento nuevo para mí, una manera no muy definida de decir que era nuevo en todo ello.
Soy consciente de que no todo será perfecto, que habrá problemas de por medio, discusiones que quedarán en una línea que dependiendo de cómo los dos las llevemos a cabo, marcarán un antes y después en el tiempo que pase.
—Fue grandioso—expresa Zara en voz baja y lenta. Me sonrojo, sabiendo a lo que se refiere y por un segundo aparto la mirada avergonzado. Antes, los dos por así decirlo, conteníamos nuestros sentimientos, ahora ya no. Siento como la línea que nos separaban se están juntando, y se me hace extraña la confianza que nos estamos teniendo, pero es un pequeño logro que estamos consiguiendo los dos por igual.
Acaricia con su mano mi mandíbula, cuando transcurren dos segundos me acaricia el torso y me gira un poco para besarme con lentitud pero intensidad. Sus labios acariciando mi boca, me hacen ser consciente de que no quiero hacerla daño.
No lo deseó.
Y sé que las personas, en muchas ocasiones inconscientemente de los hechos
que hayan ocurrido, lo hacemos sin darnos cuenta.
Creo en el perdón, en tener el valor de pedir disculpas. Pero cuando el daño ya está hecho, perdonar se vuelve en una acción muy difícil de llevar acabo. Porque es fácil, sin tener en cuenta el orgullo decirlo, pero no sentirlo.
—Deja de pensar y solo relájate. Sé que es difícil pero relaja tú mente—me aconseja su dulce voz.
Asentí, mientras la observaba. La notaba diferente. No sabría explicarlo con exactitud.
La apreté a mí lado, con cuidado me puse de costado y ella también imitó mi acción.
Nos quedamos embobados mirándonos, mientras el sol seguía despertándose de su descanso nocturno. El silencio que había era gratificante.
—Nunca he estado así con alguien. Tranquilos mientras nos miramos y solo pensamos en nada interesante en particular—una risa tímida salió de ella—. Ni siquiera con mi hermana he estado así, siempre me miraba con miedo o cautela, alguna vez con ternura. Pero rara vez, y en ocasiones era un poco incómodo. Creo que eres la primera persona, que de verdad me ve, con la que no tengo que esconderme a base de capas de personas que en realidad yo no soy. Y me tranquiliza su presencia lo suficiente como para no sentirme fuera de lugar.
—Me siento especial—me río con una risa tonta.
—Es que eres especial—me responde ella contundente y seria—. Nunca pienses lo contrario, porque está claro que no te lo diré todos los días, pero intentaré demostrártelo.
Dejamos de hablar y simplemente nos dormimos un poco, sé que hay un toque de queda en el que tengo que dejar que ella se marche. Y será un período largo, puede que cansado. Pero la oportunidad que me han dado a mí los del hospital, es una entre cien veces, es decir, que no es muy común.
Me dedico a recoger todo, mientras ella está dormida en la hamaca. Miro en mi mochila hasta que encuentro algo en particular, que hace mucho tiempo que no utilizaba, la cámara está allí mirándome, la acaricio con delicadeza. Hubo un tiempo en el que para mí era inseparable, me la regalo mi padre cuando era pequeño, en el pasado fue un gran fotógrafo. Dejé de fotografiar cuando la primera tragedia más triste acontecí, me sentía inútil, no era capaz de desahogarme con la cámara. Simplemente me alejé. Pero ahora he vuelto a donde lo dejé La agarro con las manos bien firmes, como me enseñó y dirijo el objetivo hacía la criatura que se encuentra dormida en la hamaca. Después de unas cuantas fotos ya tomadas, las miro con una sonrisa en los labios y sigo recogiendo.
Cuando termino, preparo unos bocatas y en unos vasos de plástico vierto zumo de manzana. Escucho como sus pasos, van provocando sonidos en la hierba, mientras esta se aplasta sobre sus pies. Miro como camina resuelta, cansada pero con ese brillo que sale de ella, no sabría explicar con exactitud que es. Mis ojos la miran de arriba a abajo, dándose cuenta por milésima vez, de lo bien que le queda mi camisa, que en su cuerpo parece un vestido. Dejo el desayuno en la mesa, para que no ocasionar un desastre.
—Hola, me he vuelto a dormir—me saluda con una media sonrisa cansada, y los ojos enrojecidos, mientras se estira y me rodea con sus dos delgaduchos brazos y me besa en la mejilla—. Hasta aquí llegan mis muestras de amor, que al final vamos a acabar siendo de esas parejas que llega un punto que llega a ser vomitivo solo verlas.
— ¿Seguro?—le robo un beso, mientras comienzo a correr y ella me persigue, fingiendo que está enfadada, de repente cuando me va a alcanzar se cae encima de mí, y yo que estaba dándole la espalda, me caigo de cara en el suelo, no como en las pelis, que no sé cómo se las apañan, pero siempre caen uno encima de otro pero de cara. Siento como su peso me aplasta la espalda.
Ella cuando consigue incorporarse, se ríe y se sienta cómodamente todavía encima de mi espalda. Con la voz casi rota de la falta de aire, le pido que se quite encima de mí. Lo hace y es allí cuando con mis dos brazos, la envuelvo y la beso en la mejilla.
—No nos vamos a volver a ver dentro de mucho tiempo, seguramente meses—expreso con pesar en las palabras—. Pero por lo menos nos queda esto y si las cosas mejoran muchísimas más aventuras.
—Sí—responde ella con la palabra atorándose en su garganta, respira hondo, eso me da a entender de qué quiere decirme algo—. Por un lado no quiero volver al hospital, pero por otro más importante, sé que debo volver, porque necesito tener un equilibrio sobre mi misma, porque ahora puedo estar bien, pero dentro de unas horas no.
La miro admirado. Me encanta que ella misma sea consciente de ello.
Eso es lo más importante, cuando uno se da cuenta de que no está bien y pone de su parte para mejorarse.
Falta como una hora para que ella tenga que volver, así que me dedico a reírme con ella, contarle anécdotas de mi vida, hasta que llegue el momento de dejarla enfrente de la puerta, con la caja más grande en sus manos.
El señor de seguridad, agarra la caja para meterla en un sitio para analizarla. Cuando termina, ella pasa por el detector y hasta allí a llegado mi misión, la despido con la mano, mientras viene una de las trabajadoras a llevársela.
Después de que su andar, su caminar y su persona desaparezcan de mi campo de vista, todo se queda en completo silencio, ya no tengo a nadie al lado mío, estoy en este momento solo. Pero al fin y al cabo, consigo pensar en lo positivo aunque una lágrima se resbala por mi mejilla. Hasta yo tengo mi parte dramática, quién me lo iba a decir. Actúo como si este fuera el fin del mundo.
Cuando estoy preparado, comienzo a andar con lentitud y luego a paso normal, es raro, pero siento que mi corazón se ha encogido en un puño.
Adam:
Hay momentos en que la observo y pienso porque no acabe con todo esto antes. No llego a comprender porque no es capaz de aceptarme, de quererme a mí.
No la entiendo. Pero sé que en realidad no lo quiere. Solo está fingiendo algo que en realidad ella no es. La conozco mejor que a mí mismo, mientras estoy atrapado en estas rejas que no me dejan ver el exterior. Pienso en como todo podría haber ido de maravilla, si la presa no se hubiera revelado a su presente cazador.
Nunca imaginé que recordaría, siempre estuvo rota por dentro, y las personas que están rotas no son capaces de recomponerse, necesitan a un instructor, para que los guíe bien por el camino del bien, como yo estuve haciendo todos estos años. Es injusto que ahora ella se esté "cuidando" por decirlo de alguna manera.
Siempre fue mi marioneta, cualquier cosa que le decía que debía hacer, lo hacía posible. La odio. Ella es solo mía.
No tiene derecho a hablar, ni a sonreír, siento no quiero.
Siento tanto odio en mi interior, pero no soy capaz de controlar está irá, mientras golpeo la pared con rabia.
Quiero matarla, y eso es lo que haré. Me desharé de ella, la encerraré, para que el mundo entero, no sepa de su existencia. Para que el mundo sepa de qué tipo de escoria está hecha.
La volveré a manipular a mi antojo, y todo volverá a ser normal.
Eso es, la voy a secuestrar.
Voy a hacerla sufrir, hasta que ella sepa que su felicidad está junto a mí. Desde un principio, no con ese chico que no se ha esforzado nada en camelarla y rendirla a sus pies. Nunca voy a permitir que alguien que en miles de años, no va a ser capaz, de ser mejor que yo, este con ella.
Así que la próxima parada, es el hospital psiquiátrico donde se encuentra, Zara Hills.
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