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Capítulo 40

Hasley Wilson:

Me quité la venda y mis ojos no podían creer lo que estaban viendo, las lágrimas empezaron a saltarme de los ojos.

— ¿Qué te parece?—me preguntó, y note un poco de nerviosismo cuando lo escuche, estaba admirando todo lo que había hecho. Me giré para encararlo.

—Es...lo más bonito que han hecho nunca por mí—no era capaz de encontrar las palabras exactas para decirle lo que significaba para mí. Las lágrimas rodaron con más fiereza por mis mejillas y me tape con las palmas de mis manos la cara. No quería que viera lo rota que había estado por un tiempo que ahora mismo me resultaba indefinido—. Eres...—pero no pude acabar la oración. Sentí como sus brazos rodeaban mi cuerpo, pensaba que me rompería en pedazos.

—Shh, llora todo lo que quieras, pero recuerda que las princesas no lloran.

Eso me hizo reír, un poco. La sociedad en si te derriba, te hace creer que no serás lo suficiente para nadie. Que tienes que seguir unos cánones para ser perfecta para alguien, cuando la perfección en si no existe. No te enseña que debes intentar amarte lo más fuerte posible, porque si no nadie lo hará por ti. Solo te hace odiarte y desear ser otra persona, en vez de la mejor versión de ti mismo.

Yo a parte de tener problemas psicológicos, que después de mucho tratamiento, puedo admitir, tengo que intentar impulsarme, no solo por mí, sino también por las personas que creen en mí. Y debido a que yo por primera vez en mi vida, creo en mí.

—No te merezco-susurre, relajando mi respiración con una lentitud casi pausada.

—Soy yo el que no se merece a una mujer tan fuerte como tú—eso me hizo alzar la cabeza y mirarlo con detenimiento. A pesar de todo el daño que le había provocado, seguía a mi lado. Sin recriminarme nunca nada.

Me solté de sus brazos, me dediqué a admirar lo que había preparado.

Enfrente de mí, en el suelo había un camino de rosas blancas, que iban a parar en una mesa con un mantel del mismo color, con comida para dos personas, lo que lo hacía todo tan maravilloso, es que había luces de distintos colores decorando el recorrido. También había un árbol corriente, con una hamaca de color violeta colgada.

Estábamos al aire libre, y pude darme cuenta de que en una esquina cerca de la mesa, había dos sacos de dormir en el suelo con una lámpara de luz azul alumbrándolo.

Me giré para decirle estás palabras, que esperaba poder cumplir con todas las ganas que me daban de vivir:

—Voy a mejorar. —le agarre de las manos entrelazándolas con las mías—. Quiero mejorar y lo voy a hacer. Pero lo más importante es que lo voy a hacer, en especial para mí, por muy difícil que sea, lo lograre.

—Así me gusta. Estoy muy alegre de que desees hacer este gran cambio, no por los demás, sino por ti misma. Eso es parte del crecimiento de una persona, cuando se da la oportunidad de mejorar e ir creciendo psicológica y espiritualmente. —Depositó un cálido beso en mi coronilla—. Pero quiero decirte, que nunca creas que yo lo haga todo genial, o nunca te sientas que me debes algo, porque no es así, ¿ok?

—Ok—le brinde una sonrisa, que me salió natural, mientras dejaba que sus pasos y su figura me guiaran por ese caminillo.

Estar con él, me transmitió paz. Nos sentamos y comenzamos a comer, en las copas que estaban depositadas, decidimos echarnos zumo de manzana, aunque era lo único que había traído para beber, pero lo prefería así, la verdad.

—Por cierto, ¿acaso esta podría ser nuestra primera cita? —pregunte, juguetona, me encantaba verlo nervioso, era entretenido.

—Pues,...—tosió, e intentó acabar la oración— se podría decir que sí. Un poco formal para mí gusto. Suerte que no llevamos trajes—su risa broto de su interior, no pude evitar mirarlo con una sonrisa en los labios, cuando acabamos de comer, alzó un dedo en el aire como si se le hubiera venido una idea a la mente y sacó una caja de cartón grande de debajo del mantel y me lo dio—. Esto es para ti, pero no puedes abrirlo hasta que estés en el hospital de nuevo sana y salva, también tienes que prometerme que lo abrirás a las 12 de la mañana del día siguiente.

Fruncí las cejas.

—No tiene sentido, pero entonces, para que me lo das ahora. Dámelo antes de entrar. —Tenía en mis manos la caja que pesaba más que mi vida y estaba envuelta a saber con cuantos papeles de regalo—. Eres cruel, ahora tengo ganas de abrirlo—mis labios estaban por pelearse entre ellos, no quería pegar un berrido como los bebés. Lo dejé donde antes estaba, mientras lo observaba con fijeza.

—Técnicas de marketing, o eso creo—habló no muy seguro de sus palabras, mientras me miraba con burla.

Decidimos tumbarnos en el suelo, durante un largo rato que se me hizo relajado, solo nos dedicamos a respirar el aire puro de la naturaleza. Observamos la magnificencia que se servía en frente de nuestras órbitas llamadas ojos.

Se escuchaba nuestra respiración, componiendo una canción que solo nosotros dos entendíamos. Era un silencio tan lleno de significado, que sí un día alguien me preguntará en qué momento de mi vaga existencia me sentí por así decirlo viva, diría este sin dudarlo.

Y de repente, como si la conexión no podría ser más bonita, los dedos de sus manos comenzaron a entrelazarse con los míos con delicadeza, sentía esa sensación de que lo hacía con lentitud, haciendo participe de que si no estaba cómoda podía soltarlo. Pero aún, observando con deleite el magnífico escenario que estábamos presenciando juntos, decidí unir nuestras manos en un sello que no sabía si pertenecería a un lazo decisivo o no.

Pero, una voz cálida y grave comenzó a hablar en susurros que enviaron todo tipo de expansiones eléctricas a mi cuerpo, con un retraso leve me di cuenta de que era su voz.

—Siempre he pensado que la vida por muy difícil que sea, te trae cosas bellas si tú decides darle la suficiente atención que se merece—una lágrima rodó por su mejilla, y llegué a pensar luego reprendiéndome, que parecía una estrella y podría cogerla. Pensé en abrazarlo, pero descubrí que este no era el momento adecuado—. Puede que pienses que no puedes aportarle nada bueno a los demás, pero puede que sea porque tú misma no te das cuenta de la reacción que transmites a otros.

Quería hablar y decirle, no sabía el qué, pero algo para calmarlo y que no me hiciera llorar.

Yo sabía que las siguientes palabras que pronunciarán sus labios, abrirían un agujero en mi corazón y allí se quedarían, apartando espinas hasta encontrar donde estaba la flor que no quería mostrarse al mundo.

O puede que esa fuera mi percepción.

Besó la palma de mi mano y siguió hablando.

—Con esto quiero que sepas, que de una manera u otra, todos en algún momento hemos estado rotos y no pasa nada. Pero pedir ayuda es importante, hasta esencial—la voz le estaba temblando y mis ojos me estaban picando—. Creo que en algún momento me dijiste que estabas rota y que no me acercara a ti, —sus ojos estaban brillando mientras clavaba sus ojos en mí— ¿Pero sabías que las personas rotas, son las más hermosas? Porque todos los días tienen que recomponerse y salir al mundo exterior a pesar de todas las cicatrices que rodean todo su ser.

Mis ojos no dejaban de derramar lágrimas llenas de sentimientos encontrados, y sentía que algo dentro de mí se rompía y liberaba al mismo tiempo, la toxicidad tan acumulada.

Lo abracé, mejor me corrijo, me abalancé encima de él y le susurre estás palabras:

— ¿Tú en tu vida pasada fuiste poeta?, porque podría oírte hablar hasta que hicieras de nosotros dos una receta.

Era una propuesta muy directa, pero estaba sintiendo su magnetismo recorrerme, me acomodé encima de él para que pudiera verme la cara. Pero en un segundo, un rayo de lucidez atravesó mis ojos y me di cuenta de que estaba cometiendo un error. Sus ojos se habían oscurecido, intenté librarme de la posición en la que estábamos con vergüenza. Pero me agarró de la mano entrelazándolas con firmeza.

—Tú ya eres mi receta favorita, pero me encantaría saborearte—su voz se escuchaba ronca, sentía como mi corazón no paraba de palpitar con una rapidez desenfrenada. Sus labios comenzaron a rozar los míos, empecé a acercar los míos, pero paró, se acercó más y susurro entre mis dientes—. Déjame.

—Sí.

Nuestros labios comenzaron a rozarse de nuevo, mis dedos necesitaban recorrerle, así que actué a inconsciencia, le agarre del bordillo de la camisa, y me pegue más a su cuerpo, por un microsegundo se me paso por la cabeza que éramos los dos como el pegamento y que lo que estaba haciendo era muy descarado de mi parte, pero solo fue un segundo. Todo mi cuerpo ardía, sus dedos comenzaron a recorrerme, paseaban por cada resquicio de piel que había descubierta y cuando cogieron la suficiente seguridad, se colaron debajo de la prenda, sentía como la piel se me ruborizaba.

Sus labios se separaron de los míos para decir estas palabras:

—Podrá parecer obsceno de mi parte decir esto. Pero he estado esperando mucho para verte desnuda. Créeme, eres jodidamente hermosa. Aunque no sé si este es el lugar adecuado para hacerlo. —encaje mis ojos con los suyos, sabía que le estaba costando la vida retenerse y decirme esto, para saber si de verdad quería hacerlo.

Con las palmas de mis manos, acune su rostro.

—Es el momento adecuado y la ocasión perfecta para esto. —Las estrellas estaban presentes en este acontecimiento—. Deseo tanto como tú, quiero que me toques.

Las palabras ya no formaban parte de nuestra comunicación. Fueron las caricias, los besos, y la compenetración entre nuestras almas las que nos entendían.

Me quite el camisón con un poco de inseguridad. De repente me vino el miedo de que mi cuerpo no fuera lo suficiente, iba a quitarme el sujetador, pero Alex me acaricio, se sentó conmigo y comenzó a besarme el hombro, con sus dedos los entrelazó atrás con los míos y me desabrocho el sujetador.

—No te avergüences de tu cuerpo. No sabes lo ardiente que estas ahora mismo para mis ojos. —comenzó a dejar pequeños besos en mi hombro. Se quitó la camisa y recorrí con mis dedos su torso que no dejaba de arder. Busco a tientas en el bolsillo de su pantalón, y saco un preservativo, espere mientras él se lo ponía. Y se quita el pantalón.

Estaba preparada. Me miro a los ojos y me pegue a él. Me levante un poco y después me senté con cuidado para que su aparato sexual entrara dentro de mí. Tenía una gran erección. Me dolió un poco, porque hacía tiempo que no practicaba sexo. O más bien, se podía decir sin tomarse al sentido de la palabra, que era virgen. Y esta sería la primera vez que lo hacía con alguien.

Cuando ya estuve cómoda, comencé a moverme poco a poco, sentía como nuestras respiraciones se aceleraban, los gemidos empezaron a salir de mi interior, llenos de placer, mis ojos por unos segundos se conectaron con los suyos, poco a poco, fuimos aumentando la velocidad. Alex dejo de contenerse, su voz ronca, empezó a liberar gemidos, que para mí oído eran toda una maravilla.

Nunca había sentido comodidad, seguridad y sentirme amada en el acto sexual. Lo que los dos ahora mismo estábamos creando no era solo placer mutuo, era algo más que eso. Nuestros cuerpos desnudos, eran más que carne y hueso. Vi que por un segundo se le había parado, y eso me confirmo con alegría que había llegado al orgasmo.

No duramos horas, como en las películas, solo minutos.

Pero esos minutos me dieron años de vida.

Salió unos minutos antes de mí, y se corrió dentro del preservativo, eso había sido un detalle, porque el condón podría haberse quedado dentro de mi vagina y eso habría sido un problema. Ato el condón, y busco una bolsa para meterlo dentro.

Con el placer patente, sin miedo alguno se acercó a mí, y comenzó a masturbarme, con las uñas me agarre de su espalda, sentía como la cara se me enrojecía mas, y leves gemidos comenzaron a salir de nuevo de mí, a su lado no me sentía culpable o que debía contener que lo estaba disfrutando. Al final me vine y me derrumbe encima de él.

Nos quedamos unos segundos pegados, dejando que la brisa de la naturaleza nos golpeara. Era relajante, nuestras palpitaciones comenzaron a aminorar.

En la mochila que no sabía que llevaba, saco unas toallitas limpiadoras corporales. Cogió una y me limpio, algo que me incomodó un poco, pero me pareció tierno de su parte. El luego se dedicó a limpiarse, cuando acabó lo tiro todo a una bolsa de plástico, la misma en la que había tirado el preservativo usado.

Me tendió su camisa y un bóxer nuevo que llevaba en la mochila. Me quedaban enormes, pero lo agradecí.

—Tu siempre vas preparado, ¿no?—bromee mientras lo observaba ponerse su bóxer, y unos pantalones cortos.

—Sí, nunca se sabe—me mostro una sonrisa pícara. Mientras me rodeaba con sus brazos, agarraba con sus dos manos mi rostro y me besaba a la luz de las estrellas. Mientras el viento soplaba a nuestro alrededor.

Detuvimos el beso, mientras caminamos a la hamaca. Nos tumbamos como pudimos mientras nos reíamos, porque no dejaba de dar vueltas y en una de esas yo me había caído. Cuando conseguimos estabilizar nuestros pesos, estuvimos en silencio mientras mirábamos el bello firmamento que se estabilizaba a nuestros ojos.

Mis ojos fueron cerrándose, mientras me acariciaba el cabello.

—Que tengas dulces sueños—me susurró.

Sin ser casi consciente de lo que decía, susurré: "Te quiero".

Puede que no supiera si me había escuchado, pero en las buenas o las malas, siempre recordare este día. 




Nota de autora:

No sé si era el momento adecuado de que pasara todo esto y no sé si he escrito bien el capítulo porque nunca he escrito una escena sexual, pero espero que os haya gustado, he intentando hacerla lo más realista posible. Espero que os este gustando la historia, tanto como a mi escribirla. Creo que no lo agradezco lo suficiente, pero GRACIAS, por leerme. Leer a una adolescente que todavía le falta mucho por experimentar y aprender de la vida. Siento mi inactividad, he tenido temas familiares que resolver, he llegado a desconfiar de mi misma en lograr hacer una historias decentes, pero me he recuperado y he meditado sobre muchas cosas.  Agradezco TODO. También he empezado bachillerato de ciencias sociales, pero acabaré esta historia.

GRACIAS. Y quiero que recordéis, que sois SUFICIENTES, NO sois MENOS, porque otras personas lo crean. 

Gracias por el apoyo que me dais, Blessing. 




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