Capítulo 33
Alex Greyman:
La dulce luz de la habitación me recibió, me fije en la ventana antes de dirigir una mirada hacia la camilla en la que se encontraba ella.
Su mirada estaba en la ventana.
—Hola—mi voz sonó insegura para mis oídos.
Dirigió su mirada hacia mí, me observó y me dedicó una sonrisa cerrada. Una hermosa sonrisa que desearía guardar para mí.
—Hola Alex —su voz era un poco débil.
Mire el cuarto de hospital blanco, solo se encontraba la camilla en el centro con el regulador de su respiración, y unos cuantos artefactos más, pero aparte de eso solo se encontraba una puerta que daría al baño.
Me acerque con un poco de inseguridad, pero fui relajando poco a poco mus músculos. Volvió a fijar su mirada en la ventana.
Me senté en una silla al lado de ella.
— ¿Qué tal te encuentras?
— ¿No has sentido alguna vez las ganas de salir de esta bola de nieve? Es decir, cambiar todo. Siento algo dentro de mí que me asfixia, no quiere dejarme respirar. Como si quisiera recordarme que no me merezco vivir, que no y nunca seré recibidora de amor o cariño —comienza a salir de su pecho una risa triste —. Es gracioso, es como si por dentro estuviera rezando para que todo acabe, como si por dentro tuviera la leve esperanza de volar. De no estar aquí. Siento que vivo en un constante invierno, que cada paso que doy para escapar de él, la nieve me roza con una delicadeza espeluznante.
—No estás sola—mi mano tiembla pero la mantengo en puño, la acerco con lentitud a su mano. No deseo asustarla, eso sería lo último que desearía.
Pero para sorpresa mía, mira de nuevo al frente, yo retrocedo mi mano, pero ella la agarra con firmeza entrelazándolos, con la otra mano pasa sus dedos por los míos, y posa sus labios en ellos.
Mis ojos están abiertos de par en par.
— ¿Por qué...?—la pregunta no me sale.
—Tú has estado allí en todo momento, has visto lo que me atormenta delante de tus ojos, puede que no entiendas. O sea yo la que no entienda —da un respiro antes de seguir— Pero se muchas cosas. Se lo que es no poder respirar. Sé lo que es llorar durante noches enteras. Sé lo que es tener un padre que te odie e una madre que está ausente sin quererlo.
—Zara, por favor, para—quería que se detuviera ante lo que fuera a decir. Era doloroso oírla hablar de ese modo. Mi voz salía un poco rota—. Puedes vivir todavía.
Sus ojos penetrantes me observaban con seriedad pero algo en ellos que no sabía descifrar.
—Déjame terminar.
—Está bien —respondí un poco resignado.
—Sé que admiro que estés a mi lado sin pedir nada a cambio, sin hacerme daño. Pero antes había cosas que no sabía. No sabía lo que es que te miren con adoración, una adoración limpia de algo más. No sabía lo que es vivir sin dolor, y todavía no lo sé. Por desgracia los cristales de mi corazón me perforan, pero el dolor ha disminuido de una manera que me ayuda a respirar un poco. Y ahora sé que la vida no es blanca o negra, que hay más cosas que no he visto, que no he tenido la oportunidad de ver.
Estaba embelesado, cada palabra que pronunciaba de sus labios, cada facción de su rostro, imperfecta o perfecta me gustaba demasiado.
Sabía que me estaba arrastrando al dolor, que me arrasaría de nuevo.
Pero no me importaba si ella era mi dulce destrucción, ya que, no deseaba separarme de su lado. No quería, ni deseaba que ella me separara de su lado.
Vamos Alex, díselo.
Una minúscula parte de mi conciencia me decía que lo hiciera, pero sentía miedo.
Hazlo de una vez, antes de que te arrepientas de no haberlo hecho nunca.
—Alex, ¿Te encuentras bien? —desperté de mi debate entre mí mismo, cuando ella me lo preguntó.
—Claro, quiero decirte algo.
—Adelante—me apremio, con la curiosidad palpable en las líneas de su rostro.
—Bueno tu desde el momento en el que te conocí, sentí un poco de impotencia, pero también atracción. Es decir, a pesar de las cosas extrañas que he vivido contigo, sin llegar a hablar de las cosas que has llegado a hacer antes de que yo comprendiera todo. Mi opinión de ti no ha cambiado—me rasque la nuca—. Eres linda, fuerte, extraña de cierto modo. Pero eso me gusta. Es más, me encanta. Por eso quiero confesarte que estoy enamorado de ti.
Expulsé todo el aire que había retenido.
¡Por fin se ha sincerado! ¡Bravo!
Démosle un chuletón de recompensa.
Gritaba mi voz interior.
Sacudí la cabeza, dejando esos pensamientos descabellados que estaban cruzando por mi mente quemando las pocas neuronas que me quedaban en estos instantes.
No dejaba de parpadear, admire el aleteo de sus pestañas, y el brillo constante en sus ojos mieles, su cabello pelirrojo le cubría los hombros aniñando su rostro con leves pecas esparcidas por su nariz.
—Creo que ya hablamos de esto antes—se miró las uñas con un poco de vergüenza, como si sintiera miedo de mirarme—Yo no puedo. No te merezco, no soy lo suficiente buena para alguien.
Suspire, esto no iba a ocurrir de nuevo. No de nuevo. Me levante, me senté en un hueco, ella miro con un poco de asombro mi acción.
—Me dijiste hace poco que no me alejara de tu lado, pasara lo que pasase.
—Pero solo destruyo todas las cosas que toco—se miró las manos, cerró los ojos con fuerza, y volvió a girar su cabeza hacia la ventana.
—No lo haces. No es tu culpa. Sé que Adam te hizo daño, no hace falta que me lo digas, lo he visto en tus ojos cuando te intercepto, y en sus ojos se ve la obsesión que mezcla con amor según él. Pero yo estoy aquí para ti—acaricie su mejilla, apartando mechones pellirrojos de su rostro, admire su perfil, inhale con deseo su aroma, note el estremecimiento de su piel tersa—Déjame amarte como es debido.
Con el pulgar de mi dedo acaricie su barbilla, nuestros ojos estaban atraídos como imanes.
—Somos polos opuestos. Pero de los que son capaces de hacerse daño, no quiero dañar a nadie más.
— ¿Crees que es correcto entonces que te hagas daño a ti misma? ¿Crees que si me alejas culpándote a ti misma de todo me iré? Lo único que veo, es que estas acostumbrada a que haya personas que se vayan de tu lado, es como si esperaras a que ocurriera para auto-convencerte de que es mejor que estés sola.—hable con la voz de la experiencia.
—Yo no...—no podía emitir palabra.
—Si lo haces. Pero aquí no eres tú la que decide quién se queda a tu lado. Yo lo hago porque me viene en gana. Y si me rompo poco a poco por querer conseguir que me quieras aunque sea lo más mínimo, pues estoy dispuesto—acaricié mientras borraba con mi pulgar la lágrima que se deslizaba por su rostro—. Estoy dispuesto a que seas mi dulce destrucción.
Nuestros rostros estaban aproximándose. Estábamos solo a un centímetro de rozar nuestros labios.
—Te lo permito. Permito que me ames como tú sabes.
Sonreí, por esas palabras mencionadas. Asome una sonrisa mientras mis labios se posaban sobre los suyos.
Era un acto delicioso, delicado por mi parte, tímida por la suya. Pero que ella respondiera solo hacía que quisiera llorar.
Nuestras bocas hacían una danza lenta, saboreando todos los rincones posibles.
Ella era mi ritual favorito, quería aunque fuera hacerla feliz. Con ella me sentía otro.
Se nos dificultaba la respiración, éramos ajenos a todo lo que ocurría, solo éramos nosotros dos.
Nos separamos con nuestras respiraciones aceleradas.
Sus mejillas estaban sonrosadas, sus labios rojizos solo provocaban que quisiera otra ronda. Me lamí el labio.
Zara se mordió el labio, esquivando mi mirada fija en ella.
—Besas bien.
—Cállate—pidió ella.
—Eres hermosa.
—Mentira—entorno los ojos.
—Me encantas.
—No debería—su rostro estaba rojo hasta las cejas.
— ¿Sabías que tu hermosura ilumina mis días?—me encantaba verla nerviosa de este modo, no triste, ni gritando mientras su voz se desgarraba, o ensimismada mientras se consumía.
Me encantaba ver a la Zara Hills sonriente, vergonzosa un poco graciosa, pero feliz.
— ¿Sabías que tus piropos solo me dan ganas de golpearte?—hablo con seriedad, empujando con sus dos manos mi pecho. Pose mis palmas encima de sus manos.
— ¿Y tú sabias que me dejaría golpear por ti un millón de veces si hiciera falta para verte sonreír?
—Eres increíble, Alex Greyman—negaba con la cabeza.
—Eres hermosa tanto por dentro como por fuera, Zara Hills.
Intento empujarme, pero me agarre a ella, sonriendo.
— ¿Quieres que me caiga? Estoy sintiendo un dolor en el pecho inimaginable querida—hice muecas extrañas con la cara, y de ello escuche su admirable risa, pare de hacer payasadas con mi rostro— Me encanta cuando ríes. Tu risa de verdad.
—Eres tonto, déjalo ya—se recompuso poco a poco de su ataque de risa puntual.
Aclare mi garganta, estaba muy nervioso de nuevo.
— ¿Si hubiera una leve posibilidad?—fije mi mirada en la suya— ¿Saldrías conmigo?
Los colores se subieron a su rostro. Tosió con exageración. Me arrepentí de mis palabras, creo que ella lo noto.
—Eres guapo, cariñoso, atento y tienes un montón de cualidades. Pero necesito tiempo y solucionar la mierda de la que estoy compuesta, no quiero cometer los mismos errores que antes. —Quiero decirte esto, aunque seguramente ya lo sabrás. ¿Serias capaz de amar esa versión de mí? Esa que no dejo que nadie vea. Tengo unos cuantos traumas familiares, esos de los que no te avise. Así que dime, cuando me choque ¿Me ayudaras a respirar? Quiero que te quedes conmigo, que hagas acto de presencia en las noches en las que sale a relucir mis demonios. ¿Puedes amar esa versión de mí, que no dejo que los demás vean?
Acaricie con el pulgar su mano, con delicadeza delineando cada trazo que se formaba en él. Levante el rostro para mirar en sus ojos las lágrimas que relucían como estrellas.
—Estaré allí. Estoy dispuesto a amar esa versión de ti. Lo estoy más que nada. Quiero despertar contigo en mis brazos, aunque te estés derrumbando, deseo tomar el riesgo de estar a tu lado para ayudarte a respirar—me acerque, limpiando con el pulgar las gotas—Cada lagrima que salgan de tus ojos son estrellas para mí, pero no quiero esas estrellas que se denotan estrelladas, llenas de dolor. Quiero que esas estrellas sean de felicidad. Y hare lo que sea posible para que estés feliz—aparte mis cabellos negros de los ojos, las mejillas me ardían del calor que tenía—Este sentimiento que tengo por ti es inolvidable.
Sonrió con las lágrimas en su cara, pero me la brindo a mí.
—Me siento privilegiada de tenerte a mi lado. —Alzo una ceja—. Me encanta verte sonrojado, te ves más niño.
Me rasque la nuca de lo nervioso que me ponía que hubiera dicho eso.
—No suelo hacerlo a menudo. —Lo siguiente que dije lo exprese con un poco de indignación—. Soy un joven-adulto en el cuerpo de un niño, hermosa—guiñe el ojo hacia su dirección.
Negó con la cabeza repetidas veces.
Abría y cerraba los ojos. Se aproximó a mi pecho, se me erizo el vello de los brazos, sus dedos acariciaron con curiosidad mi brazo, apoyó su cabeza en mi pecho y susurro antes de cerrar los ojos.
—Eres una hermosa persona, Alex Greyman. Te aprecio.
—Tú eres una estrella que ha caído para iluminar vidas, Zara Hills.
—Espérame. —fueron sus últimas palabras.
—Lo prometo—pose mis labios en su coronilla, y rodee con mis brazos su cuerpo que se veía débil y frágil como de porcelana.
Me pase el resto del tiempo mirando por la ventana.
La hermana de Kate entro para cerciorarse de que todo estaba en orden, las enfermeras entraban de vez en cuando para asegurarse de que estuviera bien. En ningún momento me separaron de ella y eso me alegro. Solo quería protegerla.
—Aquí tenéis algo de comida—su hermana había venido con una bolsa, en ella había patatas fritas, unas hamburguesas y porciones de pizza—.Shh, lo médicos no saben de qué he colado esta comida.
Sonreí, me agradaba su hermana.
Se sentó en una de las sillas libres, y acaricio con delicadeza el rostro de su hermana.
Su cabello estaba recogido en una coleta alta.
—Debo decirte algo de Zara, antes de que des el paso importante de permanecer a su lado—asentí dispuesto a lo que fuera a informarme—Ella tiene un...—susurro a mi oído las palabras resultantes—. Nuestro padre no quería que nadie lo supiera, y nunca le importo su salud, me entere unos años después de ello en los informes del médico cuando nuestro mayordomo me lo confirmo de unos documentos que tenía Mathew. El caso es que ella no lo sabe, pero quería que lo supieras por si acaso.
Estaba parado del asombro, no pensaba que fuera tan grave.
—Ella también ha pasado por cosas de las que no he podido estar al tanto por mi trabajo. Quería que estuviera siempre a mi lado, pero estaba al caro de Mathew y mucho no pude hacer por ciertas cosas que me pasaron. Dejando todo eso de lado, quiero que sepas que hare lo posible para que no la metan en la cárcel. También Liam y Adam le hicieron algo de lo que, por desgracia no tengo constancia, pero seguro que la trastoco hasta tal punto de hacer,...eso. —Se rasco la nuca—. Necesito irme a descansar. Le he dicho al médico que te autorizo para quedarte. Ha comentado que ella ha tenido un ataque de pánico, y que por la energía que descargo contra la pared hizo que se desmayara. Y también ha explicado más cosas, pero bueno, lo que cuenta es que esta sana y salva.
Asentí. Se levantó, antes de tomar el pomo de la puerta hablo mirándome.
—Ella se merece ser feliz aunque ella misma piense lo contrario. Así que, si vas a quedarte, quiero que sepas que estaré allí para apoyarlos. Pero si veo una lágrima en su rostro por tu culpa, juro que te daré una patada tan fuerte en tus huevos, que ni siquiera tu madre te reconocerá. Ya que en el amor uno no puede darlo todo, también hay que recibir de él del modo correcto.
No me reí, ya que era serio lo que me decía.
—No lo hare.
—Ya lo sé. —dijo convencida
— ¿Cómo lo sabes?—cuestione con extrañeza.
—Solo hizo falta ver tus ojos, el modo en el que la mirabas, como si no quisieras que se fuera de tu lado, pero al mismo tiempo con miedo a perderla. Además, no se puede olvidar que tú le salvaste la vida peligrando la tuya en el proceso. Tus ojos brillan Greyman, y te ha dado igual el daño que te causaba ella con su indiferencia, has estado allí en las buenas y las malas a pesar de que no la conocieras de nada. —abrió la puerta y antes de salir dijo—. Se todo esto porque, tenía que investigar a la persona que quiere ser merecedora de mi hermana.
Salió sonriendo de oreja a oreja.
Me quede sorprendido mirando la puerta durante unos segundos, antes de despertar e asimilar todo lo que ocurría a mí alrededor.
Una vez que una flor se marchita,
siempre sale otra planta que reluce en el más desolado desierto.
Demostrando que es una flor salvaje,
a la que no se la manda y crece por si sola donde quiere.
Demostrando que ante las adversidades de la vida uno puede sobrevivir si se lo propone.
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