Capítulo 32
Alex Greyman:
Existen diferentes tipos de dolores.
Cada persona percibe el dolor de diferente manera, de diferente modo. Por eso el sufrimiento es invariable. Depende de las personas, a algunas les perjudican las cosas mínimas y a otras no.
Hay personas que gritan ante la pérdida de alguien, otros solo se quedan callados ensimismados en su mundo, sus ojos podrían expresar muchas emociones contenidas pero ponen una muralla en sus sentimientos para que nadie sepa como en realidad se sienten.
Hay otros que lloran sin cesar, son transparentes, en sus facciones faciales se nota a primera vista que están sufriendo, que por mucho que quieran aguantar todo lo que les viene encima, no podrán ya que la situación se les sobrepasa.
También están las personas que destrozan todo lo que está a su paso, no solo lo material sino también pueden llegar a herir con sus palabras que son capaces de afilar cuchillos y clavártelos sin percatarse o lo contrario.
Al caso al que quiero llegar, es que todos de una forma u otra canalizamos nuestras emociones de diferente modo.
Por eso nunca juzgo el sufrimiento de otros, ya que no he pasado por sus situaciones y no puede y seguramente nunca podre saber cómo se sienten en realidad, por mucho que quisiera.
Hay pocas personas que se paran a hablar con familiares de lo que les pasa, ya que, no todos pueden aguantar las malas situaciones que viven los demás.
De vez en cuando llegamos a ser egoístas, pensando que somos los seres más desgraciados del mundo, que no hay ninguna otra persona que lo esté pasando peor que nosotros.
Eso es erróneo, eso no quiere decir que pensar en eso cuando se esté deprimido este del todo mal. Pero ahora me doy cuenta de algo.
Soy un desagradecido.
Mientras Zara está entre mis brazos, respirando con calma, me percato de cosas que no vi antes. La veo con diferentes ojos, pero no en el mal sentido.
Veo que hay una persona en mis brazos, que ha sufrido, que ha contenido tantas cosas en su interior que la están matando.
Observo que todos sus arranques de inestabilidad de personalidad, sus mareos, todos ellos derivan a traumas. Seguramente de la infancia.
Pero también veo algo más, a pesar de toda la mierda que de seguro se considerara a sí misma, veo a una luchadora, querría decir que más que eso.
—Debe salir de aquí, estas no son condiciones por las que debe pasar. —habla Kate, dirigiéndose a uno de los policías.
Miro a su hermana, analizo sus rasgos comparándolos con los de Zara, son maduros y delicados al mismo tiempo.
—Ella es un peligro para la integridad, antes de que salga de aquí, si es que lo hace. Debe someterse a un juicio—responde un poco dudoso a mi parecer el policía. Mirando con cautela a la chica que llevo en mis brazos— Lo que hizo no tiene justificación alguna. Podría haber matado a alguien.
La joven entrecierra los ojos, mirándolo de arriba a abajo.
—Tiene problemas, haremos lo que sea necesario. Pero aquí no puede quedarse, enloquecerá más de lo que ya está—insiste mirando al abogado, que esta de pies, observando todo con cierta cautela y seguridad—. Ella es menor de edad.
—Hemos ojeado su identificación en nuestra base de datos, dentro de dos semanas hará la mayoría de edad. Pero dejando de lado su edad, se la puede retener aquí hasta que llegue el día de su juicio.
—No hagan eso, por favor—suplica con una voz desencajada ella.
—Lo sentimos, son las normas. —responde el agente neutral hacia sus suplicas, mira de un lado a otro, se nota que está un poco nervioso.
Las normas están para romperse, iba a decir. Me reía por en mis adentros por lo estúpido de lo que acababa de pensar.
—Ella no hizo lo que hizo porque sí. Tuvo sus razones, por muy retorcidas que puedan parecer hacia la vista de los demás, algo pasó. Algo que estamos dejando atrás. Ella tiene problemas que se ha estado guardando todo este tiempo. Ha pensado que si nos lo ocultaba o si se lo explicaba a los demás, estos usarían la información en su contra y no la ayudarían, eso es lo que pienso que habrá pasado, pero no puedo estar seguro.
Todos se quedan enmudecidos mientras doy mi punto de vista. Quiero pensar
Recuerdo su lo siento, lleno de sentimiento. Parecía la chica a la que conocí en un principio, pero también recordé sus palabras llenas de no remordimiento en ellas la noche pasada.
La hermana de Zara que había estado hablando con ella el día anterior, me contó cosas que me hicieron llegar a esa conclusión.
¿Cuántas cosas te has estado guardando para ti misma? ¿Por qué no pediste ayuda? ¿Esto era a algo que te referías cuando decías que yo iba a odiarte un día de estos? Quería enfadarme con ella, olvidarla y comportarme como si nunca nos hubiéramos conocido o si quiera cruzado por el camino.
Pero sus ojos esa noche en el bosque me dejaron atrapado, se colaron en lo más profundo de mi alama.
Kate estuvo discutiendo con el agente de policía y el abogado que miraba todo como si estuviera intentando recaudar información o una base de datos en su mente.
Sus parpados eran transparentes, se notaban las venas en ellos, las ojeras debajo de sus ojos eran muy notables, me preocupe por su estado. Las faltas de sueño, las pesadillas, los gritos, todo eso podría haber derivado en que su estado empeorara aún más.
Bese su frente, queriendo transmitirla que estaba allí, con ella entre mis brazos.
Toque su frente, esta ardiente algo que no había notad antes. Su hermana me sonrió, avisándome de que podrían llevársela al hospital aunque fuera, la tendría en constante observación.
—Está ardiendo—avise un poco alarmado, su respiración era regular. Ella se preocupó un poco.
—Es debido a la inyección que le hemos metido dentro, eso pasa las primeras horas, pero después estará en perfectas condiciones—hablo uno de ellos.
Llamaron a la ambulancia para que se la llevaran, pero antes de ello tuvimos que firmar unos papeles, para poder cerciorarnos de que todo estuviera bien.
Nos dejaron entrar dentro del vehículo de emergencias, agarre su mano en todo momento. Rezando por dentro para que todo estuviera en correctas condiciones.
*****
—Su cuerpo está más caliente de lo establecido. Hemos sido informados de que estuvo sometida a temperaturas ardientes, su respirar es regular, seguramente por el humo que habría ingerido.
— ¿Se pondrá bien?—preguntamos al unísono con dejes de preocupación en nuestros ojos. Andamos entre los pasillos blancos. El olor de la lejía se impregna en mis fosas nasales. Asienten con la cabeza, mientras esquivan a las personas que caminan en el pasillo y se apartan cuando ven que hay prisa.
Todos los hospitales huelen de igual manera. Nunca he sentido una gran aversión hacia ellos, ya que, si no existieran millones de personas morirían.
Observo las paredes blancas, las sillas de plástico del mismo color. Los pacientes pasar de un lado a otro, unos escayolados, otros con heridas visibles en alguna parte de su cuerpo, unos que lloran o se notan frustrados. Diferentes caras, distintas situaciones, pero un mismo sentimiento: el miedo y la esperanza palpables en el ambiente.
Admiro a los doctores que son capaces de aguantar la presión que viven a cada momento. Ver heridas, personas llorando a cada momento. Y seguir cuerdos aun.
Eso me hace ver que todavía hay personas que se preocupan por el bienestar de los demás. Que el mundo todavía no estaba hecha una completa mierda.
—Esperen aquí fuera, por favor—nos piden, nos quedamos sentados en las sillas, excepto ella, que se queda de pies moviéndose de un lado a otro.
Los minutos pasan.
Escucho el sonido de los pasos de las personas, el constante golpeteo de las suelas de sus zapatos, el mástique de sus dientes con un chicle de una señora que está al lado mío, el roce de las hojas pasar de hojas de la revista de una niña que mueve sus pies de un lado a otro en la silla, el tictac del reloj solo hace que esto me enloquezca.
Estoy por querer gritar, si hace falta salir de aquí corriendo.
Hasta que oigo una pregunta que me descoloca.
— ¿Cuál es la parte favorita que tienes de ella?—sus ojos oscuros mieles me miran con seriedad. No entiendo con exactitud a lo que se refiere—. Quiero saber que ella te merece, que eres una persona que no le reprochara que ella sea diferente a los demás—entre-moja sus labios—. Necesito protegerla, saber que esta con la persona correcta.
Junto mis cejas un poco. Abro la boca para decir algo, pero la cierro. Vuelvo a hacer la misma acción, pero cierro la boca de nuevo.
—Es una buena pregunta...—sonrío, cierro los ojos recordando lo que me gusta de ella—Me gusta ver cuando de sus comisuras se asoma una sonrisa, me encanta cuando ríe, como sus irises mieles miran a su alrededor de vez en cuando con confianza y después con una curiosidad tan inocente que me enternece. Me gusta su cuerpo algo que no puedo negar, también el brillo de sus ojos. Podría decir que me gusta todo de ella. Tanto sus imperfecciones como sus virtudes—me doy un pequeño respiro—. Pero creo que gustar es una pequeña palabra con lo que siento—pestañeo, escapándoseme una pequeña gota que resbala por mi mejilla cayendo a mi regazo, froto con mis dedos por encima de mis cejas, paso mis dedos por mi cuello, mirando a la nada—, sé que estoy jodido. Lo sé, pero no puedo hacer nada con ello—admito con la voz un poco rota—. Pero haré lo que haya en mis manos, para que ella por los menos me vea y sepa que puede contar conmigo en todo lo que desee.
De las esquinas de sus ojos surgen rayas que achican sus ojos mientras una sonrisa la compaña. Se ve más niña cuando hace eso.
—No hace falta preguntar para saber que eres un buen chico. Gracias por todo lo que has hecho, ella es... un poco difícil. Pero ten por seguro que tienes mi apoyo y gratitud por lo que hiciste.
Nos quedamos en un silencio, cómodo.
Un silencio que decía más de lo que las palabras podrían expresar en momentos así.
Recordaba cada palabra de mi padre, también la conversación que tuve con la hermana de Zara cuando vimos como la arrestaban y se encontraba toda tranquila de la vida, como si no hubiera hecho nada malo. Demostrando que nada la interesaba. Eso era lo que demostraban sus facciones.
Todavía siento el pánico en mis venas recorrerme.
Las horas pasaban y con eso la tare se cernió en el cielo. Nos la pasamos turnándonos, salimos a tomar algo para comer y cuando volvimos, la enfermera ya había salido, se encontraba hablando con unos pacientes.
En el instante en el que ese percato se dirigió a nosotros.
—Zara Hills ya se encuentra en buen estado, necesita reposo. Si lo deseáis podéis pasar a visitarla—Kate me miro interrogante, le cedí el paso primero, seguro que necesitaba hablar urgentemente con ella.
—Gracias—agradeció pasando por mi lado. Vi como su silueta desaparecía de mi campo de vista. Espere ansioso, me mordía el labio nervioso, solo me faltaba comerme las uñas.
Los minutos pasaban con una lentitud asfixiante.
Hasta que salió Kate llorando, mi cara se tornó más de preocupación, pero me desconcertó cuando se acercó abrazándome con fuerza.
—Está bien. Sigue viva, todavía sigue entre nosotros—su fragancia dulce impregno mis pulmones, le devolví el gesto de alivio que sentíamos. Se me hizo extraño el abrazo, pero me acostumbre—Ella quiere verte—me separe con rapidez de ella.
Pase mis dedos por mi cabello por repetidas veces. Mire mi aspecto en la ventana de algún lado para observar mi aspecto.
Una risa se escuchó con claridad. Kate reía tapándose la boca, sin poder disimular lo bien que se lo estaba pasando.
—Lo siento. Me veo patético, ¿verdad?
Negó repetidas veces.
—Solo te ves adorable. No te preocupes, ella no se fijara en tu aspecto, más bien se alegrara de que ella no será la única que está hecha un asco en el aspecto físico—suspire, le dedique una mirada de nerviosismo—Te deseo suerte.
Tome con delicadeza, pero a la vez firmeza el pomo de la puerta, me prepare para lo que sea que fuera a pasar. Tanto bueno como malo. Me hago esta última pregunta:
¿Cuántos kilómetros, me faltan para llegar a su corazón?
Una vez que abres una puerta no sabes lo que te espera. Hay trazos de nuestra vida, sensaciones que dejamos en cada puerta que abrimos, una esencia que por muy extraño que parezca se queda allí en el aire, danzando en él, provocando un baile lleno de emociones.
Alex no sabía que estaba despertando una luz, entre los relámpagos de oscuridad. Y que puede que tuviera una oportunidad, para intentar hacer sentir un sentimiento que algunos pueden llegar a olvidar.
El amarse a uno mismo por encima de todo el sufrimiento, de todos los cambios meteorológicos y sobre todo por encima de los demás.
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