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Capítulo 29

Zara Hills:

Me muevo con lentitud, cada una de las pisadas que doy retumba en la madera del suelo haciendo que esta cruja debajo de mí.

Me paro enfrente suyo, su cabello moreno canoso grasiento, le tapa toda la cara.

Miles de preguntas se disparan en mi mente, mientras aprieto los dedos de mis manos en los bolsillos negros de mi pantalón vaquero.

Me encantaría saber que se siente cuando un padre te quiere.

Me gustaría saber cómo es el brillo lleno de cariño que muchos describen como maravilloso, y que eso es el mejor regalo que podrían tener.

Me pregunto si alguna vez hubo risas entre nosotros, en vez de miradas llenas de odio y repulsión a mi persona.

Si las cosas fueran diferentes, si mi madre siguiera viva, ¿seriamos una familia feliz? ¿Reiríamos y nos gastaríamos bromas, o tendríamos discusiones tan tontas pero llenas de significado, sin necesidad de sentir un odio tan profundo como si una espada se clavara en tu corazón?

El caso es que eso nunca lo sabré.

No lo sabré ya que la realidad es diferente, no lo sabré ya que las circunstancias son diferentes.

Entorno mi mirada hacia la ventana, todavía es de noche, la luz de la Luna resplandece, mientras mi paciencia desaparece.

Agarro con mi mano izquierda un puñado de su cabello con fuerza, sus ojos se abren y me miran.

—Hija,...yo —lo acallo, negando con la cabeza.

—Yo no soy tu hija, deje de serlo el día en el que mataste a mi madre. —suelto su cabello y me siento en la silla que se establece enfrente de la suya.

Por la rendija de sus cabellos desparramados, veo en sus ojos algo que podría ser, ¿arrepentimiento?

—De verdad que lo siento —su aspecto no es el mejor, y me comienzo a reír por lo irónica que es la situación, él se relame los labios resecos, pero mi risa acaba siendo una llena de tristeza, las lágrimas se deslizan por mi rostro.

— ¿Cuándo dejare de llorar? —Me limpio con el antebrazo las gotas que no paran de deslizarse una por una— Un lo siento, no soluciona nada. Ese "lo siento" no traerá de vuelta a mi madre, no solucionara el daño físico y psicológico que tengo grabado en cada parte de mí.

Clavo mi mirada en la suya, traga grueso. Cruzó mis piernas.

— ¿Te acuerdas de pequeña cuando me decías que me querías, pero aun así me pegabas con el cinturón? —mantengo los ojos abiertos, pestañeo repetidas veces para no llorar, pero es inevitable. Esta vez, no me molesto en limpiarme. —O cuando decías que teníamos que sonreír, ya que habíamos matado a nuestra madre y que éramos unas desagradecidas, ¿no te acuerdas? —una lágrima resplandece de su pálido y sudoroso rostro — Yo si me acuerdo, en mi cabeza están memorizadas cada una de tus dolorosas palabras. Tengo grabado como si de un disco rayado, la pistola en alto, la mirada pérdida de mamá, su súplica, tu borracho y tambaleante, y el disparo atravesando su cuerpo. ¡Bum, bum, bum! Es lo que mi conciencia no deja de repetir una y otra vez.

Me levante para agarrar lo que necesitaba.

—Lo siento, por favor, debes creerme —exclamaba en alto, su mirada aterrada miraba la pistola que había sacado de uno de los cajones. La reposé en mi regazo, y lo mire sin inmutarme como seguía pidiendo perdón y se zarandeaba como una sabandija intentando escapar de su castigo.

Asomé una pequeña sonrisa.

—De vez en cuando el ser humano hacemos daño, sin pensar en lo que repercutirá el dolor que causamos. Solo bastan unas simples palabras para derrumbar a alguien, solo basta una mirada para hacer sentir insignificantes a otros —acaricio el arma de fuego—. Tienes miedo de que sea capaz de matarte, cuando tú fuiste capaz de matar a la mujer con la que concebiste matrimonio y tuviste hijos. No me bañaré las manos con tu envenenada sangre —veo alivio en sus ojos— Por ahora, si respondes a todas mis preguntas correctamente puede que te deje vivir.

Sonreí para mis adentros, no sabía lo que le esperaba.

Movió la cabeza de modo afirmativo con los ojos abiertos.

— ¿Por qué mataste a mi madre? —se veía dubitativo, estaba claro que estaba debatiendo en sus adentros.

Cerró los ojos con fuerza, los volvió a abrir y suspiro percatándose de que no tenía escapatoria, por mucho que mirara a su alrededor no había por donde se pudiera escapar.

—Y-Yo estaba borracho, ya que investigué si Kate era tu hermana, una vez ella estaba enferma y necesitaba que sangre, yo no era compatible con la suya, empecé a sospechar tu madre me contó que era normal ya que la sangre de tus hijos con la de los padres debe coincidir, pero la suya tampoco coincidía y fue allí cuando mis sospechas se fueron agravando, —una gota resbala de sus mejilla— el problema se resolvió cuando se encontró un donante para su sangre. Una noche, agarre un cabello suyo, y por si acaso un vaso del que ya había tomado agua. Mandé a que hicieran una prueba de ADN y dio negativo —una sonrisa triste se asomó por sus labios— Llegué a casa cabreado y borracho cuando me enteré de ello, no tenía la mente fresca e hice lo que hice.

—Pero sí que tenías la mente fresca para esconder su cuerpo y que los cargos no fueran contra ti —contraataque con rabia—. Querías dejar tu expediente impecable, a pesar, de que eres un ser despreciable.

— ¡Yo no quería hacerlo! ¡Cada maldito día me arrepiento de lo que hice! Si no hubiera bebido, eso no habría pasado.

— ¡Eso no quita el hecho de que nos maltratarás! ¡No es excusa suficiente, ya que has vivido tranquilo como si nada hubiera ocurrido! —Mi pecho subía y bajaba de lo furiosa que me sentía— Has paseado a mujeres por la habitación matrimonial que compartías con la mujer que fue y siempre será mi madre. No has tenido respeto a su muerte, no te he visto si quiera arrepentido de lo que hiciste. Disfrutabas viendo como nos destruíamos, ¿verdad?

Mis palabras podían llegar a ser mordaces para quién me escuchaba pero yo sabía lo que había pasado. Y dolía. Dolía más que una bala atravesando tu cuerpo. Dolía porque por mucho daño que me hubieran causado todos esos hechos, yo anhelaba tener un padre que me quisiera.

Un padre que estuviera orgulloso de mis logros, que me regañara cuando ni hacía lo correcto. Que fuera mi cómplice es las buenas y en las malas.

Y deseaba con todas mis fuerzas, tener a mi madre de vuelta. Sus canciones de dulces sueños.

Sus cuentos llenos de fantasía, encubriendo una realidad que a nadie le agradaba nunca del todo.

Si pudiera elegir mi vida, puede que en este mismo instante lo haría sin dudarlo. O por lo menos cambiar el pasado, si eso estuviera en mis manos.

No podía culpar a la bebida, ya que el culpable de sus actos era él. Caza uno, por muy directo que sonara, debía hacerse cargo de sus acciones y errores por igual.

Trago saliva, me siento inútil por derrumbarme ante su presencia.

— ¿Alguna vez, me quisiste como hija? —solo quería confirmar mis dudas y luego iría directo al grano.

Esquivó su mirada de la mía.

— ¡Responde, di la verdad! —mi dedo estaba en el gatillo. Sus irises negros se clavaron en los míos.

—No —Sonreí. Dolía, deseaba que no lo hiciera, pero por mucho que no lo quisiera él seguía siendo mi padre.

—La pregunta que te voy a formular deseo que respondas con toda la sinceridad que te sea posible. —Asintió— ¿Dónde enterraste el cuerpo de mi madre?

Desvió la mirada, el significado de ello era que me iba a mentir.

—Lo incinere y tiré las cenizas al váter —apreté el gatillo y la bala le atravesó el hombro, sus gritos no tardaron en escuchar, le tapé con la palma de mi mano la boca.

—Qué pena que la bala no haya atravesado otro sitio. Yo si fuera tú, no mentiría. En primer lugar no te conviene y quieres seguir vivo. Y en segundo lugar, hay muchas maneras de matarte y con una pistola deberías sentirte afortunado. —sus ojos me miraban con terror.

—No me puedo creer que seas mi hija, eres un monstruo —siseo con el odio cargado en su paladar.

—Tú me convertiste en el monstruo en el que me denominas. Si no fuera por ti, yo no sería quien soy ahora. Así que no me culpes de algo de lo que tú no te quedas exento. Tú eres el culpable de mis pesadillas, de que no sea capaz de reconocerme en el espejo. Soy el monstruo que me impulsaste a ser. —Suspire— Vamos a jugar a un juego. Respondes a mis preguntas con total sinceridad y puede que sigas vivo. ¿Qué te parece?—sonrío, y solo me responde moviendo su cabeza de un lado a otro asintiendo en respuesta—Das pena y asco.

—Yo no me esperaba que llegaras a esto. Nunca me lo imagine.

— ¿Dónde está el cuerpo de mi madre?—mi voz estaba a punto de romperse, pero me recompuse a tiempo, para que no viera que me rompía pronunciar a aquello. Iba a oír al grano.

—Y-Yo,... No me hagas esto por favor—rogó.

—Ahora es cuando ruegas—penetro mi mirada en la suya sin apartarla, está nervioso. Su cabello negro sudoroso y canoso se ve sucio. Por un segundo lo compadezco. Qué pena que no supiera que estaba jugando con fuego— Suplicas justo cuando te ves acorralado como una rata de laboratorio, es este tipo de momentos en los que te sientes mal. Pero cuando nos martirizabas verbalmente y físicamente, te reías diciendo que si mama nos viera estaría avergonzada de nosotras, ¿verdad? ¿O me equivoco? Pues te digo una cosa, estaría avergonzada de haberte conocido. Si fueras un trapo serias el desechable.

—Estas en lo correcto, pero...—no estaba dispuesta a oírle hablar de más.

—Responde a mi pregunta—sus ojos miraron alrededor, analizando cada centímetro de las paredes, buscando una escapatoria factible. Por fin se rindió, me miro y una lágrima escapó por su mejilla.

—Su cuerpo está depositado en la tumba de una tumba falsa, Gerard sabe de ello. —Me enfade cuando supe que nuestro mayordomo sabia de ello, pero lo siguiente que dijo me tranquilizó— Le hice prometerme que no dijera nada.

—Me resulta indignante que durante estos años pudieras dormir con la conciencia tranquila, sin remordimiento alguno—sonreí con nostalgia, y mi pecho comenzó a moverse a la vez que me reía y las lágrimas escapaban. ¿Cómo puede una risa expresar más que las palabras? Lloraba por el simple motivo de que mi vida era paciencia. Tener una madre muerta, un padre que no te quería. No eran una combinación saludable.

Los destellos de recuerdos vinieron a mi mente, los golpes con el látigo, el veneno que salían de sus labios mientras recibía los golpes intentando evitarlos.

Siempre tuve miedo, siempre me escondí en una máscara de perfección ante los demás. Solo me desenmascaré para una persona que creí que me quería. Nunca he deseado que los demás vean a través de mi mirada. Si no se darían cuenta de lo podrida que estoy.

Agarre los papeles que tenía en mis manos con fuerza, arrugándolos.

— ¿Por qué la mataste?

—Ella me engaño. Kate no es mi hija biológica, lo descubrí un día en el que ella estaba muy enferma y necesitaba sangre. Yo no era compatible y tu madre tampoco. Ella me convenció de que eso podía pasar, pero yo desconfiaba y teniendo el presentimiento de que no era cierto lo que me contaba. —Decía esto sin mirarme a la cara—. Una noche agarre su cepillo de dientes y un vaso de agua que había bebido y lo metí en una bolsa de plástico. Las pruebas salieron que yo no era su padre, y llegue a casa borracho—sus labios comenzaron a temblar— Y-Yo no quería hacerlo, no era consciente de mis actos, estaba borracho.

Expulse el aire por la nariz y la arrugue mirándolo de arriba a abajo con un desprecio tan grande que desearía matarlo ahora mismo.

—Deberías tener vergüenza de decir todo esto. Solo bebiste para disminuir el odio que sentías en esos instantes por ella. No voy a decir que sea correcto lo que ella hizo, pero tú no te quedas atrás. Sé que la engañaste durante tu matrimonio con ella tantas veces, que no mereces mirar las estrellas ni por última vez—apreté los puños—. Da igual cuanto bebieras, todos somos responsables de nuestros actos sin importar en qué condiciones nos encontremos. No puedes culpar a la bebida, no soy nadie para deducir nada. Pero estoy segura de que habrías buscado la manera de deshacerte de ella, aunque no estuvieras ebrio. —Revise las letras impresas en la hoja— Mathew Hills, obligaste a mi madre para que se casara contigo debido a el dinero que tenía su familia. Esta casa es una de sus herencias que dejó atrás después de su muerte. Y por consiguiente me pertenece, pero nunca lo dijiste, ¿Por qué? —Trago saliva, entorne los ojos— Déjame adivinar. Querías impedir que yo me quedara con lo que era mío, solo te casaste con ella para aumentar tu estatus social y conseguir más contactos. Ella estaba enamorada de otra persona, pero lo dejo atrás cuando te conoció a ti. Eres ruin, más que eso. Eres escoria humana.

— ¿Cómo sabes eso?

— ¿Por qué no debería saberlo? ¿Te creías que te dejaría ir así como así?—su cara de confusión tornándose al miedo más puro no tardo en reaparecer— No me he arriesgado tanto para nada. — de uno de los cajones agarre la pistola, sus alarmas se dispararon comenzó a gritar, le hice un gesto con la cabeza al guardaespaldas y le propino un puñetazo y con ello valió para que se callara— Grita más, y te aseguro que morirás lento. Deberías alegrarte de que no vas a sentir nada si te mato, ¿no crees?—pregunte con humor al hombre corpulento que tenia de pies a mi derecha, no emitió palabra alguna, pero eso era de menos, le pase la pistola y me miro sorprendido— Mátalo. —ordene.

Deposite el arma en sus manos, dirigió su mirada alternativa de mi al hombre atado en la silla y así sucesivamente, abrió y cerró la boca para decir algo. Solo me dedique a mirarlo con curiosidad. Las palabras se estarían atorando en su garganta.

— ¡Por favor, hija! No me mates, yo te quiero, es verdad que no lo he demostrado de la mejor manera, pero tú siempre has sido importante para mí —agarre un botella de agua que estaba en la mesa y la vertí en su rostro.

—Espero que se te haya refrescado la mente. ¿Has dicho que me quieres? ¿También has dicho que te arrepientes y que siempre me has querido pero no de la manera correcta?—asimile en mi mente todo lo que había dicho— Me has llamado hija, cuando antes me llamaste monstruo. ¿Cómo duermes, cuando me mientes?

El hombre corpulento tenía la pistola en su mano, y por fin hablo.

—No puedo matarlo.

— ¿Por qué?—su respuesta me importaba.

—Soy padre, tengo una mujer y una hija. Si mato a este hombre que en cuestión es su padre, no podría mirar a la cara a mi familia, y estaría arrepentido durante toda mi vida, mientras la culpa me carcome por dentro. Y-Yo no puedo con esto. —sus labios temblaban, quite la pistola de su mano, y la agarre entre mis manos.

Suspire, y lo mire mientras la mitad de mi cabello tapaba mi rostro.

—Puede irse—hable tajante.

—No tiene por qué hacer esto. Señorita, es demasiado joven para entrar en la cárcel, por mucho que le haya hecho, no se merece estar encarcelada. —tense la mandíbula.

—Gracias por su recomendación, ahora puede irse.

—Piénselo—fue lo último que pronuncio antes de desaparecer por la puerta, mirándome de reojo.

Me quede oyendo sus pasos hacían crujir a la madera hasta que dejaron de sonar.

—Vaya, estamos los dos solos, ¿Qué novedad?—no hablo. — Respóndeme a una última cosa. ¿Le tocaste a mi hermana?—me asqueaba preguntar semejante cosa.

—No, ¿a qué viene eso?—su labio temblaba.

Jodido mentiroso de mierda.

Levante el arma, cerré un ojo, haciendo caso omiso a sus gritos y apunte.

Se retorcía de dolor, ya que la bala le había traspasado el hombro, se movía sin éxito alguno. La sangre se extendió por su camisa blanca, haciendo de ello una obra de arte.

Una obra de arte retorcida y penosa ante los ojos de otra persona.

— ¿Vas a decir alguna verdad? ¿O vas a seguir mintiendo? No tengo toda la paciencia del mundo.

—Dependiendo de la respuesta que te dé, ¿me mataras?

Sonreí, estaba harta, pero matarle no estaba en mis planes.

—Eso está a mi criterio.

—Si lo hice, no estuvo bien, pero...—dispare al techo para que se callara, y se encogió en sí mismo.

—Si lo hice, no estuvo bien pero...—imite su voz— ¡Eres un jodido enfermo de mierda! ¡¿Cómo se te ocurre hacerle eso a mi hermana!?—le propine una bofetada en la cara, me sentí liberada, quería darle más bofetadas.

Salí de allí y agarre el bidón de gasolina, empecé a derramarlo en el suelo.

No lo hagas—me repetía mi conciencia una y otra vez.

Rebusque entre los cajones de la cocina y encontré una caja con cerillas, encendí una cerilla y deje que se cayera el fuego comenzó a propagarse. Subí las escaleras, y entre en la habitación, se encontraba con la silla entornada y estaba intentando desatarse las cuerdas que apresaban sus muñecas.

— ¿Te estás intentando desatar las cuerdas?—su espalda se tensó—. Pues tengo una mala noticia, el fuego te asfixiara y por desgracia morirás rígido entre el humo, mientras tu culo esta magullado—me carcajee como si de un chiste se tratase.

— ¡Estás loca! ¡¿No puedes hacer eso!? ¡No puedes dejarme morir aquí!—exclamaba indignado, su mirada era de furia y un miedo tan desgarrador que lo sentí en mis entrañas. Sus gritos me llegaban tanto que me sentía ida, dióxido de carbono que entraba por mis pulmones era tan sofocante, pero me aseguré de ir hacia el escondite en la mesa y sacar la cámara ante su atenta mirada y ponerla en pausa.

—Moriremos los dos. ¿Quieres decir tus últimas palabras?

—Me arrepiento de cada segundo, de cada minuto y de cada hora en la que os hice sufrir. Eso no quita nada, pero lo siento. No valdrán las palabras. Eso es todo lo que puedo decir, hija. —cerro los ojos, y cada lagrima resbalaba de su rostro. El humo se expandía por el aire.

Colándose en mi aparato respiratorio, asfixiándome y pensé.

¿Así es como se siente la muerte entre las llamas? ¿Esto es lo que de verdad quiero? ¿Este es el modo en el que quiero morir? ¿Dormiré para siempre después de esto? ¿Arderé en el infierno? Aunque es absurda esa pregunta, ya que he vivido en él durante la mayoritaria parte de mi vida.

Unas sirenas y alboroto en el exterior me despertaron de mis pensamientos. El humo en el aire me nublaba la vista, caí al suelo, tosiendo, convulsionándome poco a poco, sintiendo el calor en mi piel. Escuchaba gritos pero no distinguía si eran de mi interior o del exterior que no volvería a ver nunca más.

Me llene de buenos recuerdos, si iba a irme de la faz de la tierra, deseaba llenarme de buenos recuerdos. Recordé el cariño de mi madre, la risa y los ojos achicados de mi hermana, y la presencia de un chico de ojos como la niebla que nublaba mi ambiente. A pesar de todo, sentía no ser lo suficiente para un chico que dio mucho, aunque no llegamos a conocernos mucho. Esperaba que Alex Greyman tuviera lo mejor, prefería irme ya que era una decepción mi existencia.

Cerré los ojos y sonreí.

Este es el final que he decidido. No es el mejor final, pero es una despedida al sufrimiento que me atora la garganta, que me mataba lentamente propagando los parásitos por mis sistemas nerviosos.

Adiós, digo adiós a mi piel compuesta por carne y huesos. En los dedos de una de mis manos tenía la cámara.

Un golpe escuche, la madera de la puerta resquebrajándose, pasos apresurados y gritos de por medio.

—No morirás, no pienso dejar que lo hagas. Hare lo que sea para que quieras vivir, aunque deba dar mi vida por ti—una voz ronca escuche, y sus tosidos acompañándolo.

Me deje sumergir por las sombras. Paz era lo único que sentía por fin.

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