Capítulo 19
Zara Hills:
Estoy corriendo con todas las fuerzas que me quedan, mis pies llenos de rasguños se van hundiendo en el barro, de repente todo lo veo de color rojo, siento un ardor en el pecho, las lágrimas salen de mi rostro, me las tocó con las palmas de mis manos y me doy cuenta de que es sangre, mi pecho no deja de subir y bajar, no puedo ralentizar mi respiración, siento un agujero dentro de mí que no deja de oprimirse.
La vista se me nubla, solo puedo ver el color grisáceo, la niebla que se cierne sobre mis ojos, esto es una pesadilla en la que la orientación es lo único que te puede salvar, tengo pocas posibilidades de salir de este pozo sin fondo.
Estoy acurrucada en un rincón, fragmentos de la historia se van agolpando en mi mente, algunos son nítidos otros borrosos.
No logro recordar que hice, me veo a mi misma, cada versión de mi es diferente, me agarró la cabeza con fuerza todo me da vueltas, no logro recordar cosas, es como un bloqueo en mi mente.
Ahora estoy en una habitación, con una bata blanca, mis pies descalzos pisan el frío suelo, escalofríos estremecen mi alma, mis manos temblorosas no paran quietas, me atragantó con mi propio llanto, cada calada de aire que consigo retener durante unos segundos y expulsar después, son una quemazón que me impide hablar, no puedo ni siquiera controlar lo que pienso, este cuerpo no me pertenece, está no soy yo.
Miro mi reflejo en el espejo, y no sé quién realmente soy, las tinieblas que me rodean, esas sombras que me acechan a la noche, siempre espero a que amanezca para poder ver el sol, mientras la niebla que me rodeaba va desapareciendo ante mis ojos.
Los demonios que llevo dentro están batallando entre sí, cada parte de mi está intentando llevar la parte dominante, mi mente me juega malas pasadas, la parte dominante de mi mente está tomando el control, está ganando terreno a cada paso que intento dar hacia la luz, extiendo los dedos de una de mis manos hacia el poco resplandor que puedo divisar en el pozo sin fondo, en el que estoy sumergida.
Me despierto con mis pulsaciones latiendo a mil por hora, el sudor frío recorre mi rostro, los ojos llenos de miedo e incertidumbre se incrustan en mi rostro.
Me levanto de la cama tambaleante, me dirijo al baño y me miro en el espejo, y no puedo creer lo que veo, hay una silueta deforme que se podría dar por mi cara, sin poder evitarlo doy un traspié, está no soy yo.
« ¿Quién eres? ¿Quién eres? » No se deja de repetir esa palabra una y otra vez en mi mente
— ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? —miro mis ojeras, esas bolsas que están debajo de mis ojos.
Me miro al reflejo que da el cristal del espejo.
Con temor lo intento de nuevo y la sombra que se podría dar por mí cara, se va desdibujando hasta que puedo ver mis pecas, mis ojos miel y mi cabello pelirrojo que siguen intactos, sin poder evitarlo me palpo la cara para cerciorarme de que sí, soy yo en carne y hueso.
Este miedo que me perturba, las pérdidas de memoria constantes no me dejan vivir la vida que querría, muchas veces me he preguntado si no soy una ilusión, siempre que recuerdo aunque sea un trazo de esa noche, la escena se va desdibujando hasta que solo queda una línea negra vertical, hasta el punto de quedarme en blanco.
Intento presionar a mi mente para que me abra las puertas a la memoria, a esos secretos que sigue tapando para no desvelar un secreto, no sé si quiero recordar lo que me inquieta, puede que yo misma sea la que interpone una barrera invisible, puede que sea mi subconsciente el que decide si quiere recordar o no.
Me pregunto a mí misma cada día que pasa, cada noche que se cierne la oscuridad. No sé si soy yo la culpable de mi falta de memoria, un error más que cometa y todo se irá al garete, un paso en falso que dé y todo se acabará para mí.
Todo empezó en esa fría noche de verano, ya hace mucho tiempo, todas las falsas esperanzas que me dieron, todo eso desencadenó la persona que soy.
Dicen que la venganza nunca llega a ninguna parte. ¿Pero qué pasaría si no tuvieras elección?
¿Qué pasaría si te arrebatan lo único, que te mantenía con vida?
Mi conciencia nunca descansará hasta que no recuerde.
Yo Zara Hills seré la causa de las lágrimas que cada uno de ellos derramará, seré la pesadilla que los irá consumiendo poco a poco hasta no dejar ningún aliento de vida.
Porque a pesar de todo, siempre hay una fuerza sobrehumana que te empuja a hacer cosas, que tu verdadero yo no haría. O eso es lo que pienso.
¿Pero y si estoy loca? ¿Y si necesito ayuda?
¿Pero cuál es tu verdadero tú?
¿Cómo puedes saber quién eres realmente?
¿Cómo se puede saber cómo reaccionar, dependiendo de la situación o entorno?
Exacto, no puedes saberlo. Es imposible saber qué pasará después, dentro de una semana o unos meses.
No puedes saber si lo que haces es lo correcto o no.
No puedes saber si tus decisiones son las buenas o las malas.
Porque cuando la venganza, o un sentimiento más fuerte y negativo que es lo contrario del amor, te ciega. Ya no puedes distinguir si lo que haces dañará a otros, porque solo te fijas en llevar a cabo tu cometido.
Sé que esto me destruirá.
Sé que lo que hago, hará daño a personas que son ajenas a la verdadera cara, de los que creen que conocían a la perfección.
«Sé que al final, la que acabará con todo esto seremos nosotras dos.»
Sé que puede que haya una posibilidad de que pierda la cordura, o puede que ya la perdí hace tiempo.
Sigo en el baño, me hago una bolita.
Este dolor dentro de mí, no se mitiga sino que se expande como una enfermedad terminal.
Es como si yo fuera mi propia final. Pero no ese final que todos esperan, sino ese que no te esperas.
Busco en el baño, no puedo seguir así.
Encuentro unas tijeras, y con ellas empiezo a cortarme.
En el momento que noto el filo de una de sus partes, rasgarme la piel, siento unas satisfacción.
Es como si el dolor fuera menos, veo con detenimiento como la sangre gotea y cae al suelo.
« No hagas eso, no deberíamos infringirnos dolor a nosotras mismas.»
« No puedo, solo quiero salir de mi cuerpo, quiero desvanecerme como el humo »
«Para, deja el cuchillo. Ellos quieren esto, quieren que nos destruyamos poco a poco, ¿Lo vas a permitir? ¿Vas a hacerte esto?»
No, no debo hacerme esto, suelto el cuchillo, y cae sobre el frío suelo.
Lo miro con detenimiento, como la sangre está esparcida por el suelo. Estoy aterrada de mi misma.
—Necesito ayuda —susurro. Me levanto pero es como si algo me golpeara.
Mis ojos están desorbitados, pongo una de mis manos en la pared, ya que todo me da vueltas.
Me vienen palabras cargadas de dolor.
Eres estúpida.
No vales nada.
Ojalá te hubieras muerto.
Eres mía, y si no eres mía no serás de nadie más.
¿Te gusta? Porque yo estoy disfrutando.
Eres tonta, estás enferma, loca.
Quiero gritar con todas mis fuerzas, pero no puedo hacerlo.
Pero de pronto todas esas voces que siseaban palabras hirientes van haciéndose inaudibles, hasta que escucho una palabra que me devuelve un poco la razón.
Vive.
Vive para que cada día seas la mejor versión de ti. No pienses si para mañana seguirás viva, si no que piensa, si para hoy seguirás teniendo ganas de vivir.
¿De quién es esa voz?
Me agarro la parte superior del pecho, limpio la sangre que se encuentra en el suelo.
Observó cómo lo sangre de mis dedos se entremezcla con el agua y se va por el desagüe.
Vive
Esa palabra me golpea.
Respiro profundo. ¿Cómo vivir, si estoy muerta por dentro?
Con las mangas del pijama me tapo mis muñecas, no deseo que nadie vea los cortes.
Podrá sonar masoquista, pero es una manera de sobrellevar el dolor de no saber qué es lo que exactamente me pasó.
Cada corte, representa lo dañada que estoy, cada dolor físico es como si aliviara el dolor de mi putrefacta alma.
Estoy hecha una mierda.
Arrastro mis pies cómo puedo hasta la habitación, me siento en el respaldo de la cama.
Intento dormir, pero mis ojos se abren.
Me tapo los oídos, no quiero oír esas voces.
Cada una de ellas me recuerda la mierda que soy.
Flashback:
—Abre la boca Zara —sus firmes dedos largos, me agarraban con firmeza de la barbilla para poder abrir mi aparato bucal.
—No, no estoy enferma —negué, pero consiguió que ese medicamento pasará de mi lengua a deslizarse por mi tubo digestivo, con enfado me dio de beber el agua. Tosí de la brusquedad con la que lo hizo. Siempre conseguía lo que quería, y yo no era la excepción.
—Así, te sentirás mejor —mi manos no dejaban de temblar me, me miré las palmas de las manos, y parecía como si fueran algo borroso —. Ahora puedes dormir.
— ¿Por qué me haces esto? —llore como nunca lo había hecho antes.
—Necesitas recuperarte —sus palabras sonaban suaves, como la caricia del terciopelo. Pero sus ojos claros, reflejaban un brillo de malicia, comí cuando bebés de un manantial de agua envenenada, al principio lo ves apetecible, pero luego te das cuenta de que no debiste caer y dejarte llevar por tu impulso de querer saciar tu sed.
— ¿Por qué me haces daño? ¿No te basta con tenerme aquí encerrada en contra de mi voluntad? —Intento mirarlo, pero todo me da vueltas—. Respóndeme —demando con voz apremiante, pero solo me mira impasible sin ningún atisbo de preocupación. Los párpados me pesan.
—Dulces sueños —mis ojos se van cerrando, quiero abrirlos pero hay una fuerza que me lo impide.
Lo último que veo es su sonrisa lobuna.
Mi cuerpo tiembla, miro a través de la ventana del cuarto.
¿Qué será de mí?, pienso con temor.
Me acurruco como puedo en las mantas, procurando que mi mente no siga vagando por los terribles recuerdos que no se con certeza si son de mi pertenencia.
Hasta que por fin, logro dormir a pesar de estremecerme en las cobijas de las mantas.
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