Extra uno
Un Mark inocente y tonto fue lo que conoció Johnny en su juventud -hace casi ocho años-, pero lo que tiene en frente ahora mismo, no es nada de lo que una vez fue el menor. Nada.
—¡Ah~, Johnny! —chilla Mark, con su saliva escurriendo por su mentón.
Mark brinca con más fuerza, penetrándose más rápido; se deshace entre gemidos y lloriqueos, con su pecho bailando de arriba hacia bajo y su trasero soltando sobre la polla de su novio.
Johnny sonríe y se siente un total pervertido al sentirse satisfecho con la imagen que le da el menor. Pero no le importa, que se jodan las personas que piensen que eso es enfermo, porque para Johnny y Mark esto es más que excitante.
Mark está montándolo, utilizando su falda negra preferida para la hora de follar con Johnny; es lo suficientemente corta para mostrar sus muslos y los suficientemente floja para que no le moleste a la hora de penetrarse con la majestuosa polla de Johnny. ¡Es perfecta!
—B-bebé... creo que es suficiente castigo, por favor déjame tocarte —Johnny escupe esas palabras con su respiración entrecortada, con sus manos hechas puños a sus costados y solo sintiendo como el ano de su novio, lo devora.
Mark para por completo sus saltos y toma uno minuto para recuperar el aliento. Ve a su novio debajo suyo, con el ceño fruncido y viéndolo fijamente. Mark le sonríe de manera tierna y acaricia los brazos del mayor con la punta de sus dedos, sintiendo bajo su tacto las venas marcadas. ¡Carajo! Ahora está más excitado.
Johnny también toma un suspiro antes de volver al volcán de sensaciones que le provoca su novio, esperando pacientemente por una respuesta de su lindo leoncito; aunque sabe que lo más probable sea un no, él espera que Mark no sea tan malo y acepte su petición.
Mark deja de sonreír y se lame los labios, pasa sus manos hasta el pecho del mayor, yéndose lentamente hacia delante hasta dejar su rostro frente al del mayor. Johnny gime cerca de los labios del menor cuando éste se acomodó sobre él, dejando solo la punta de su polla adentro.
—No —es la respuesta que le da el menor, dejando un piquito sobre los finos labios de Johnny.
Johnny bufa, con intenciones de contradecir, pero pronto sus ojos se cierran y sus dientes se aprietan cuando Mark comienza con movimientos circulares; lentos y deliciosos.
Oh, rayos, comenzamos de nuevo.
Mark sonríe ante el rostro de su novio; con el ceño fruncido, mordiéndose el labio y soltando jadeos que chocan con su rostro.
—Mierda.
Johnny no puede evitar maldecir cuando siente que Mark combina sus movimientos circulares con movimientos de adelante hacia atrás, todo de manera muy, muy lenta. ¡Esto ya no era solo un castigo sino una completa tortura!
Mark ríe bajito, escuchando las otras maldiciones que lanzan aquellos labios rosados. Le encanta de sobremanera cuando Johnny dice malas palabras, eso lo calienta muchísimo más y solo lo provoca a que lo bese como si su vida dependiera de ello. Que, sin pensarlo mucho, Mark toma desprevenido a Johnny, besándolo y tomando su aliento.
Johnny enseguida le sigue el beso, aceptándolo gustoso y tratando de tomar el control; aunque el menor no lo deja, tomando su rostro entre ambas manos e imponiendo su ritmo. Johnny solo puede apretar con más fuerza sus puños hasta que sus mismas uñas se entierran en sus palmas, y esto solo lo hace para detener cualquier impulso de tocar a Mark -porque sabía que se podría venir algo mucho peor que ese castigo si lo hiciera, como dos semanas sin sexo. Y por nada del mundo podría permitir que aquello pasara-.
Los chasquidos de los besos y la habitación caliente con aroma a sexo solo hacen que el mayor se desespere más por tocar a Mark, ocasionando que de nuevo ruegue.
—En verdad necesito tocarte, bebé.
Las palabras salen entre el beso, pero aun así Mark no le hace caso y sigue besándolo y gimiéndole en su boca. Los movimientos de su cadera no han cambiado, siguen en círculos y de adelante hacia tras, sin saltos.
Johnny suelta desde su garganta un gemido de frustración, siguiendo el beso, porque es el único contacto al que está permitido a contribuir.
Pasados otros besos más, Mark rompe el beso y vuelve a su posición inicial, sentado en el regazo de su novio con su pene por completo dentro de él. Ambos gimen con el movimiento, ahora sabiendo que ya nada será lento a partir de ahora.
Para este punto, Johnny ya está resignado a cumplir con su castigo de no tocar al menor hasta que ambos se corran; castigo que se le otorgó después de que la semana anterior -después de una fiesta- Mark quiso tener sexo, pero el mayor -de lo borracho que estaba- no lo tocó en ningún momento y le dejó todo el trabajo a Mark, siendo su peor orgasmo.
Un castigo más que merecido para Johnny.
—¿Te gusta cómo salto, papi? —gime alto Mark, con su lengua afuera y sus pupilas dilatadas.
—M-me encanta, bebé.
Y sí, que esto es un castigo para Johnny, pero, vamos, que Mark le encanta llamarlo "papi", porque sus fetiches pueden más con él que su deseo por venganza. Que, por cierto, uno de sus juegos preferidos es el ser el dominado en la cama, pero esto de tener que ser el que domina, le está comenzando a fascinar.
Pero volviendo a la noche de venganza y de sexo descontrolado.
Mark rebota sobre su hyung, una y otra vez, gimiendo fuerte y disfrutando más de lo que debería. Pero Johnny ya quiere que termine ese infierno, porque ver como su novio se toca a sí mismo, mientras lo monta, es algo que lo vuelve loco, y no de buena forma; Mark frota sus manos sobre sus pectorales y juega con sus pezones y después bajan para tocar su abdomen, todo en una sensual danza.
Johnny lo maldice entre dientes, es como si bailara al ritmo del chapoteo que resuena en la habitación. Suelta un suspiro pesado, sintiendo todo su cuerpo caliente y desesperado, quizá porque quiere aún tocar al menor, quizá porque su cuerpo ya quiere llegar al orgasmo.
Mark no está mejor que él; sintiendo como su interior arde en llamas y como el pene de Johnny roza de manera deliciosa su próstata. Mientras que el mayor siente que ya no puede más, con su pene entrando y saliendo de aquel agujero húmedo y caliente; además de sus testículos rojos e hinchados a punto de tensarse para liberarse.
—Papi~, papi~.
Ahora Mark separa con ambas manos sus glúteos, dando sus últimos sentones antes de llegar a su orgasmo.
Hileras blancas y calientes caen en el pecho de Johnny, al mismo tiempo que siente como el menor abraza con fuerza su miembro, provocando que también él explote en éxtasis.
Ambos sienten sus músculos tensarse y sus cuerpos temblar; sus testículos se aprietan y dejan salir su esencia. Mark cae rendido sobre su hyung, jadeando y sintiendo como su cuerpo aún resiente su resiente orgasmo.
—¿Ya te puedo tocar? —sus palabras salen roncas y arrastradas.
Mark no le contesta, solo toma las manos del mayor y la deja sobre su espalda para que lo acaricie. Johnny sonríe cuando al fin toca a su bebé, acariciándolo desde sus hombros hasta sus pompis.
—Creo ha sido de mis mejores orgasmos, Johnny.
Murmura Mark con cansancio, dejando pequeños besos sobre el pecho del mayor. Johnny ríe sin ganas, dándole un pequeño apretón a ambas mejillas traseras de Mark, antes de decir:
—Para mí no lo fue, creo fue uno de los peores.
Mark ríe bajito, satisfecho con el resultado de su pequeña venganza. Johnny da un suspiro cansado y le da al menor un pequeño beso a su cabellera rubia, antes de tirar su cabeza hacia atrás.
Pero antes de tan siquiera pensar en quedarse dormido, recuerda que debe retirarse el condón y botarlo a la basura.
—Bebé, necesito quitarme el condón.
Con pequeños gruñidos, Mark se quita de encima del mayor, acostándose a un lado. Johnny se levanta de la cama y camina al baño de la habitación, con pasos tambaleantes, porque lo quiera o no, el orgasmo que tuvo momentos antes realmente fue arrasador -pero él dice que fue malo solo porque no pudo tocar en ningún momento a Mark-.
Cando llega al baño, prende la luz y lo primero que hace es mirarse al espejo, notando enseguida las marcas rojas que dejó el pequeño diablillo en su pecho. Suspira y se da la vuelta para tomar papel higiénico y sacarse el condón, pero vaya sorpresa que se lleva al notar que el condón está goteando.
Por un momento su respiración se corta y se le quita enseguida el sueño. Se quita el condón y lo bota a la basura, con las manos temblorosas sale del baño y prende la luz de la habitación, provocando que Mark gruña en desaprobación. Pero gracias a la iluminación, Johnny pudo observar como del trasero de Mark -quien está costado boca abajo- resbalan gotas blancas.
¡Mierda!
—B-bebé... —Mark no le hace caso, solo se remueve en la cama—. Mark, esto es importante.
—Mañana —murmura contra la almohada, con todas las intenciones de dormir.
—¡Carajo, Mark! ¡Se rompió el condón!
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