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Extra dos

Nueve meses después de aquella noche de descontrol, venganza y sexo, nació el pequeño Donghyuck.

¿Fue algo inesperado? Realmente no.

¿Fue planeado? Tampoco, pero la noticia más que mala, fue lo mejor que les hubiera pasado en la vida a Johnny y Mark.

Felicidades, Mark Lee tienes tres semanas de embarazo.

Ambos habían quedado perplejos con la noticia -que, entes de ir con el médico, ellos ya estaban mentalizados con un resultado positivo, pero aun así fue muy sorpresivo, tanto, que Mark ya estaba regando unas cuantas lágrimas-.

¿D-de verdad seremos padres? —Johnny estaba temblando de la emoción, dejando unas cuantas caricias en la espalda del menor y viendo fijamente al doctor.

No tendría motivos por los cuales mentirlesMark solloza con un poco más de fuerza, viendo con sus ojos cristalizados a Johnny.

Johnny de pronto toma al menor en un efusivo abrazo, solo pensando que tendría un hijo con el amor de su vida.

El embarazo de Mark los animó a muchas cosas, por ejemplo: a tomar -por fin- aquel gran paso de vivir juntos -formalmente, que, aunque Mark se pasaba la mayoría de su día ahí con el mayor, aún no habían formalizado aquella unión-; otro paso importante para sus vidas fue el casarse -porque a palabras del mayor, él no quería concebir a su bebé fuera del matrimonio-.

A Mark le pareció un poco tonta la petición del mayor, pero aun así terminó aceptando, porque también le emocionaba la idea de casarse con el amor de su vida, para después, tener a su bebé.

Toda su travesía de nueve meses fue como una montaña rusa, pues el planear una boda y tener un embarazo saludable es agotador; más para Johnny -quien no era el embarazado-, que para el mismo Mark.

¿Por qué? Bueno, digamos que Mark es como un lindo niño caprichoso -consecuencia de que Johnny siempre le consentía todo lo que quería, pero no se quejaba, porque ama cuando Mark le ruega un poco para conseguir lo que quiere-.

Pero volviendo al tema principal; Mark es un hombre de veintitrés años que es muy caprichoso y está embarazado. Un embarazado muy caprichoso. Johnny batalló desde principio a fin con todo; con los arreglos para la boda, siendo la búsqueda del salón, las invitaciones, la cena, la música y un traje para Mark que no lo hiciera ver gordo -porque, para ese entonces, Mark ya tenía sus crisis existenciales de que era un gordo por el embarazo-.

—Pero Johnny, es que sí me gusta... ¡Pero me hace ver muy gordo! —el séptimo traje que se probaba y el séptimo que amaba con su alma, pero pasó lo mismo que con los anteriores, le hacían ver gordo.

Amor, te juro que de verdad te queda muy bien. No te ves gordo como tú crees, solo resalta tu linda pancita.

Johnny le regaló una linda sonrisa, una muy sincera y reluciente, porque en verdad no mentía, Mark se veía como un ser celestial con aquel traje blanco; hermoso y brillante. Mark quiso llorar por el sentimiento que le provocó su próximo esposo con aquellas palabras.

¿Lo dices en serio, Johnny? —se miró una vez más en el espejo, viéndose de pies a cabeza—. ¿Crees que me veo bonito en este traje?

Creo que te ves hermoso.

Mark lloró desde ese momento hasta que habían llegado un poco más tarde a su departamento. Él decía que era por las hormonas del embarazo que lo hacían ser tan sentimental, aunque Johnny sabía que no era así -pues Mark era una de las personas más sentimentales que había conocido en su vida-, pero le daba el placer de que le creía que eran sus hormonas lo que lo hacían llorar, reír y enojarse al mismo tiempo.

Otra de las cosas que disfrutó -y al mismo tiempo sufrió- Johnny, durante el embarazo de su esposo, fueron los tan conocidos antojos, yendo desde los chocolates, helados, golosinas y el pan dulce; hasta cosas extrañas como pepinillos con crema batida, o tostadas con mermelada y pollo frito. Cosas muy poco apetitosas para los ojos de Johnny, pero que, para el embarazado Mark, era todo un manjar.

También, como olvidar aquella vez donde Mark despertó a Johnny en medio de la madrugada para que cumpliera otro de sus antojos nocturnos.

Johnny...

¿Humm?más dormido que despierto, le contestó al menor.

Tengo hambrepara ese punto, Mark ya estaba sentado en la cama, sin sueño alguno y viendo fijamente al mayor.

L-las... —un bostezo lo interrumpió, realmente estaba cansado, había tenido un día muy agotador en la universidad -al ser ya casi graduado- y en el trabajo, pero aun así se esforzó en seguir hablando—. Las galletas y los chocolates los coloqué hoy en la mañana en tu cajón. Los pepinillos y la crema batida en la cocina, al igual que el... el helado.

Johnny creía que, con aquella información, Mark ya lo dejaría dormir, pero para su desgracia, no quería nada de lo antes mencionado.

Es que, tengo antojo de otra cosa, Johnny —Mark estaba jugando con sus dedos, sintiéndose hambriento y culpable a la vez, porque él sabía que Johnny tuvo un día difícil, siendo que solo deseaba dormir—. Pero no te preocupes, tú duerme; yo iré a la cocina por un vaso de leche y galletas.

Cuando Mark había salido de la habitación, le tomó unos cuantos segundos a Johnny captar lo sucedido. Que más rápidos fueron sus pies en llegar a la cocina, que su mente en procesar lo que quería hacer.

Amor... —cuando llegó a la cocina, encontró a Mark en la barra, sentado en un banco, remojando su primera galleta en leche y con un puchero en sus labios—. Dime cuál es ese antojo.

Mark, al escuchar aquello, sus ojitos brillaron como dos estrellas, para después mostrar aquella linda sonrisa.

¿Estás seguro de que no prefieres dormir?Johnny negó y Mark sintió como si quisiera morirse de amor, valorando infinitamente que Johnny prefiera cumplir sus antojas antes que dormir—. Bueno, lo que quiero, es una hamburguesa con aceitunas, tocino, mostaza, aros de cebolla y... —bien hasta ahora no sanaba nada fuera de lo común— sardinas.

Oh, s-sí, claro. Ahora mismo te lo traigo —los antojos de un embarazado son los antojos de un embarazado y Johnny ya lo había aprendido a respetar.

Aquella vez, cuando llegó al McDonald's, la chica que tomó la orden de su hamburguesa al comienzo le negó que ahí podrían hacerle algo tan... grotesco, pero Johnny le insistió hasta decirle que era un antojo de su pareja embarazada. Al final, la chica accedió y Johnny se fue de ahí con una hamburguesa peculiar, y feliz por cumplir otro más de los extraños antojos a su futuro esposo.

Al llegar a su departamento, Mark le estaba esperando en la puerta, ansioso por comer de aquella majestuosa hamburguesa, que cuando la vio, se le hizo agua la boca. Y mientras la comía muy feliz, Johnny lo vía con un amor infinito, creyendo que valieron la pena las horas de descanso, con tal de ver como aquellos ojos brillan más que la luna.

Sin duda, en tan poco tiempo habían pasado por mucho, más cosas buenas que malas, lo cual agradecían ambos. Su boda fue mucho mejor de lo que esperaban y había fotos que lo comprobaba; para tres meses después, ver nacer a su primer hijo, el pequeño Donghyuck.

Cuando Johnny lo cargó por primera vez, sus sentimientos lo terminaron traicionado y casi terminó en llanto; porque aquella promesa que le hizo a Mark -un Mark lloroso y crudo- hacía casi cinco años, por fin la cumplió -aunque no fue exactamente lo que tenía planeado-.

Pero el punto es que ahora está felizmente casado con el amor de su vida, cargando a su primer hijo -porque sí, Johnny tiene planeado tener otros dos más-, y compartiendo toda su felicidad con Mark.

—¿En qué piensas, cariño?

Johnny se da media vuelta y sonríe, le extiende la mano y lo invita a acercarse. Mark entra por completo a la habitación, acercándose al mayor -quien tiene cargando a Donghyuck- y los abraza, ahora ambos viendo por la ventana a la hermosa luna llena que es protagonista de esa noche, entre ambos cargando a su hijo.

—Estoy pensando en lo feliz que me hacen Donghyuck y tú —contesta al fin de unos segundos en silencio, con su mirada bajando a su bebé dormido.

—Oh, tú también me haces muy feliz, Johnny, al igual que nuestro bebé —Mark deja una pequeña caricia en la cabecita del bebé sonriendo por lo lindo que se ve en aquel trajecito de oso.

—Sí... aunque aún me duele que me hayas mentido.

Mark deja de ver a su bebé y posa su incrédula mirada sobre el mayor, quien parecía un poco indignado viendo hacia la luna.

—John, Donghyuck sí es tu hijo.

—No, no estoy hablando de eso —Johnny lo voltea a ver con aún más indignación, claro que Donghyuck sí es su hijo—. A lo que me refiero, es que por mucho tiempo me mentiste que eras inocente.

La cara estupefacta de Mark es inigualable, tanto, que ni la cara que hizo cuando lo sorprendieron con su fiesta de cumpleaños se acerca en lo más mínimo a esta.

—En primer lugar, yo nunca te dije que era inocente.

—¡Pero actuabas como si lo fueras! —Mark pone un dedo en sus labios y susurra un: shh, para que no despertara a Donghyuck—. Lo siento, hablaré más bajo.

—Era un juego que planeé, ¿sí? —Johnny lo mira con la boca abierta, no dando crédito a lo que escuchó—. Me parecía excitante calentarte para que me desearas y te volvieras loco.

Que en verdad Johnny no da crédito a lo que escucha, simplemente es algo que nunca se le hubiera pasado por la cabeza. ¡Además de que Mark lo confiesa como si no fuera la gran cosa!

—En verdad... ¿Todo fue planeado? —Mark asiente—. ¿Y qué me dices de aquella vez que te emborrachaste y terminaste llorando porque según aún no tenías sexo conmigo?

—Hamm... Digamos que ese fue un pequeño chantaje.

Johnny lo ve aún más indignado, no sabiendo qué responder ante tal confesión tan... tan...

—Pero el punto es —retoma de nuevo el menor, descansando su cabeza en el hombro de Johnny— que ahora estamos casados, muy enamorados, con un hijo y disfrutando de buenas rondas de sexo.

—Pero, eh, t-tú... ¡Me hiciste un amarre! —es lo único que puede procesar la mente de Johnny sin caer completamente en la locura.

Hay que mantenerse serenos para no caer en la locura. Sí, claro.

—Shh —de nuevo lo calla Mark, viendo de reojo que no haya despertado a Donghyuck—. Te recuerdo que no fui yo el que escribió un diario relatando como me quería coger a mi novio, ¿bien? Además, que fuiste tú quien me pidió que fuéramos novios y también fuiste tú quien dijo que nos casáramos. En todo caso fuiste tú quien hizo el amarre porque me embarazaste.

Jaque mate, John.

Johnny trata de repelar, pero nada sale de sus labios, porque en realidad no tiene nada qué decir. Sin embargo, cuando por fin dirá algo, Donghyuck despierta, llorando y llamando enseguida la atención de ambos padres. Mark enseguida lo toma en brazos y siente su pañal, notando al instante porqué está incómodo.

—Voy a ir a la habitación de Donghyuck —camina hacia la puerta, con la mirada de Johnny siguiéndole la espalda—, lo cambiaré, le daré de comer y lo dormiré. Cuando regrese, ya no hablaremos del tema y tendremos sexo —se queda de pie en la puerta, viendo divertido la expresión de Johnny—. Y será mejor que mañana te deshagas de aquel diario, porque yo no tengo planeado hablar de aquello con Donghyuck si algún día lo encuentra. ¿Bien? Bien. En un momento regreso.

Mark se va, dejando solo a Johnny, quien se sienta en la cama y piensa todo lo que pasó en menos de diez minutos, preguntándose cómo es que evitará hablar del tema. O sea, tiene muchas preguntas.

Pero, está bien, dejará el tema a un lado, todo sea por tener una noche caliente con su sexy esposo, quien al parecer nunca fue inocente. 

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FIN

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