Capítulo 3: Por provocarte
No tenía idea de cuánto tiempo llevaban encerrados, pero agradecía tanto que la fiesta hubiese terminado ya y que todos estuvieran dormidos. A pesar de que sabía que era imposible sospechar de dos hermanos de edades tan distintas, la idea de que alguien se cuestionara qué hacían allí lo ponía de los nervios.
Claro que no tanto como el mismísimo Damian en ese momento. Parecía estar jugando con él.
Llegaba de madrugada a su habitación aparentando que las cosas iban como si nada, que sólo quería saber si estaba bien. Luego le decía que llevaba un tiempo conociendo sus sentimientos y le volvía imposible escapar del tema. De paso, lo confundía con esas palabras rebuscadas y frases que Dick no lograba entender del todo.
Bueno, lo de ser un mal mentiroso ya le había quedado claro, aunque no era que fuese malo, sino que Damian era demasiado inteligente como para mentirle. Fuera de eso, ¿ciego? ¿A qué demonios se refería con que era “un gran ciego”?
—¿Qué estás diciendo? —preguntó, casi tartamudeando. Empezaba a sentirse incómodo. Su mal presentimiento no dejaba de crecer a cada segundo.
Y la actitud nueva de Damian no ayudaba.
—No lo has entendido, ¿verdad? —devolvió él, vacilante. Parecía el gato de Chesire con su mirada juguetona y su sonrisa afilada.
—Lo único que entiendo es que estás... —Dick tragó saliva—. Estás demasiado cerca, Damian. Aléjate.
Intentó que sonara como una orden, pero al instante supo que no fue así. Los nervios que nunca dejaban de traicionarlo se evidenciaron fuertemente en el titubeo de su voz.
Damian pareció no escucharlo. Lo ignoró deliberadamente y se acercó todavía más, pintando una sonrisa socarrona y poniendo sus brazos a los costados de sus caderas. Un poco más y quedaría prácticamente sobre él, lo cual sería mortal para la estabilidad de Dick. Puso una mano en su pecho para intentar alejarlo, pero sólo pudo detenerlo; él no tenía intenciones de moverse. Se veía muy empeñado en... ¿Intimidarlo? ¿Asustarlo? ¿Provocarlo?
¿Qué demonios era lo que quería? ¿Y por qué ahora?
—Sabes que no me quieres lejos —afirmó él con toda la seguridad del mundo—. Trata de calmarte y entenderás lo que te digo.
—Damian, realmente no entiendo qué tengo que entender. Por favor, dejemos esto por la paz...
—¿Ahora que tengo lo que quiero?
—¿Lo que quieres?
Por segunda vez en la noche —la primera fue tras admitir que había bebido—, Damian pareció dudar. Lo miró por unos segundos antes de bajar la mirada y permitir que sus cejas temblaran. Se quedó pensativo. Después recuperó la firmeza que siempre cargaba en esos ojos tan bellos como nada más.
—A ti.
Su voz estremecía a Richard. Era insoportable que el menor estuviera haciendo una cosa así cuando él tenía una fuerte resaca, y ya ni hablar de la maldita cruda moral. Seguramente ese dolor punzante en su nuca no se debía al alcohol.
—¿De qué estás hablando? —balbuceó.
Pero no lo entendió hasta ese momento. Cuando, más osado que nunca, el moreno llevó su mano rasposa hacia el mentón de Dick, sosteniéndolo como si fuera de su propiedad. Dominante, firme y lleno de la más grande de las convicciones, pronunció:
—¿No es obvio? Sentimos lo mismo.
El brillo entusiasmado en sus ojos de esmeralda era algo completamente nuevo. Aunque lo quería mucho —estúpidamente, más de lo que debía—, no podía decir que era una persona entusiasta, por lo que ver esa expresión en su rostro era extraño. Muy extraño y escalofriante.
Sin perder su gesto, Damian se acercó como si pretendiera besarlo, y Dick sintió tal pánico que su corazón se detuvo por un milisegundo.
—Ambos nos enamoramos de quien no debíamos.
Finalmente se levantó de golpe, separando a Damian de él con un leve empujón y empeorando así los mareos de la resaca. Su cabeza dio tantas vueltas que pensó que se desplomaría sobre el suelo en ese mismo momento.
Tenía que ser una broma de mal gusto.
—Damian... —Pronunciar su nombre suponía un esfuerzo inmenso. Su mente estaba dividida en dos y era difícil equilibrarse, pero escogió la cordura ante todo—. Puede que yo haya cometido un error, uno muy grande, pero eso no significa que tú también tengas que creer que lo haces.
—No estoy creyendo nada —repuso Damian—. Es la verdad. Esto es lo que siento, Grayson. Tú no puedes decidir si es real o no.
Lo que siento. Mierda, Damian sonaba muy seguro.
Dick, por su parte, no sentía la más mínima pizca de alegría al saber que sus sentimientos eran correspondidos. Al contrario, sentía el más profundo de los miedos, porque era una oportunidad que no estaba bien tomar... Sin embargo, su instinto lo atraía hacia ella. Su instinto le decía que sus más oscuras fantasías podían volverse realidad.
Las mismas que, a sus ojos, lo volvían un enfermo.
—Esto no está bien —le dijo.
—¿Por qué? Me ves de la misma forma.
—Pero es un error.
Damian miró a otro lado, tratando de no sentirse mal por eso. No era culpa de Dick. Tenía que tener paciencia: el mayor apenas asimilaba lo que sentía. Que él lo hubiera logrado desde mucho antes no era motivo para presionarlo.
—Sé lo que te preocupa —aseguró con serenidad, dando un par de pasos hacia el frente. De nuevo estaba rompiendo la distancia que Dick consideraba segura, pero él ya no iba a molestarse en alejarlo.
—Ilumíname —respondió, cansado.
—No compartimos sangre ni crecimos juntos —apuntó Damian, levantando la vista para compensar la diferencia de altura—. Eso prueba que no somos hermanos.
—¿Crees que ese es el maldito problema? ¡Te llevo seis años, Damian! —gritó de vuelta Dick, exasperándose de pronto por la presión del momento—. Si sintiera esto por Jason, a quien le llevo un año... Incluso Tim, que es mayor de edad, esto sería más fácil. Nosotros somos adultos, podemos manejar nuestras vidas como queramos, pero tú... Tú eres un niño.
Ahí fue donde la paciencia de Damian se acabó.
A la mierda la comprensión y la espera tranquila. Grayson llevaba meses sabiendo lo que sentía por él y seguía sin aceptarlo. Damian ya le había dado más tiempo del necesario para superar la etapa de negación; que siguiera mintiéndose a sí mismo ya era una estupidez de su parte, pero ¿llamarlo niño?
Creció como un asesino jodidamente inteligente y hábil, tenía doctorados desde los siete años y dominaba el inglés y el árabe a la perfección. No era un maldito niño. Un niño jamás podría ser, hacer y sentir todo lo que él.
—¿Te parece que pienso como los idiotas de mi edad? No soy un niño, Grayson, y eres el único que nunca que me ha tratado como tal. No lo hagas ahora —espetó, furioso. Le rechinaban los dientes.
—Tu madurez no te hace menos ilegal.
Damian apretó los puños, empezando a sentirse impotente y acorralado. Creyó que llegar a su objetivo sería más fácil, pero el hombre frente a él estaba poniéndosela muy cansada.
—Tt, idiota...
—¡Demonios, que soy policía ahora! No puedo sólo pasarme las reglas por alto. Además, ese no es el problema. —Damian levantó la ceja. ¿Hay más?—. Apenas estás empezando tu vida, Damian, y yo... No puedo atarte a mí sólo por...
El menor se dio cuenta de su dubitación al instante. Queriendo aprovecharla, le incitó a seguir.
—¿Por...?
Dick calló, en una mezcla de resignación y vergüenza. Sabía que ese era el momento donde podían sincerarse finalmente, mostrar lo que sentían sin filtros de por medio, pero él no quería. No cuando Damian afirmaba tan confiadamente estar enamorado de él. Dick no quería darle cuerda a esa conversación.
—Nada —respondió al fin.
No podía entreabrirle la puerta a Damian, porque él la patearía con fuerza hasta derribarla, sin importar cuánto supiera que no le correspondía entrar.
¡Hola, queridos lectores!
Debo comentarles que este capítulo me quedó muchísimo más largo de lo que quería, así que lo dividí en dos partes; esta es la primera, y la siguiente la subiré mañana mismo. Igual perdónenme por poner el mismo contexto en cuatro capítulos. Ya sé que puede resultar muy aburrido. 😞
A partir del quinto, el escenario cambiará. Se verá lo que pasó en la fiesta mientras Dick dormía y Damian probaba el alcohol. En fin, estará bueno.
¡Muchas gracias por leer, votar y comentar! ♡
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