lxv. SUCEDER.
INNOCENCE.
( LIBRO UNO. )
Louis sonrió mientras ayudaba a un anciano del lugar sentarse en su silla de ruedas, para luego comenzó a arrástralo en dirección a la sala de estar.
Se encontraba en un asilo para ancianos, estaba haciendo servicio comunitario como lo hacia todas las semanas, al llegar, lo dejo en su lugar y su vista se posó en un grupo de ancianos afuera del edificio. Se despidió del hombre y salió para ver que hacían, y también preguntar en que podía ayudar.
— ¡Louis, muchacho! — exclamó una de las mujeres que vivían ahí, lo abrazó.
— Hola — le sonrió alegre, se separaron, miró todas las cosas que habían en varias mesas. — ¿Qué están haciendo? — cuestiona sonriente.
— Una venta de caridad, no hemos conseguido mucho, ¿quieres ayudarnos? — Louis asintió, su vista se posó en un pequeño gorro negro con orejas de gato, de pronto le llegó la imagen de Jade usando ese gorro, sin pensarlo se acercó a él y lo tomó, la vista de la anciana se posó en él. — Oh, ¿te gusta? Puedes quedártelo si quieres, mi nieta Eleanor lo encontro hace unas semanas en la calle y... — Louis levantó la vista de golpe.
— ¿Eleanor?
— ¿Louis? — oyó la voz de ella a sus espaldas, se volteó encontrándose con ella sonriente, le sonrió tontamente. — Hola — dice ella acercándose.
— Ho-Hola — tartamudeó. — ¿Q-Qué haces aquí?
— Tú que haces aquí, mas bien — ríe por mi nerviosismo, miró el gorro. — ¿Conoces su dueño? Lo encontré yo hace unas semanas, vi que una chica lo lanzaba al suelo — hizo una mueca.
— No — sonreí. — Pero voy a regalárselo a alguien — me aclaré la garganta. — ¿Qui-Quieres ir a tomar algo? — pregunté tímido.
— No puedo — hizo una mueca. — Estoy ayudando a mi abuela y...
— ¡Oh no, muchachos! Pueden irse, sin rencores — vimos a la Sra. Calder inseguros. — ¡Vamos! — exclama. Reí y comencé a caminar junto a Eleanor hacia el pequeño bar que había en el lugar, me miró, yo a ella. — Oye, tal vez suene acosador pero... — me rasqué la nuca nervioso. — ¿Ti-Tienes novio? — escondí mi rostro entre mis manos cuando sentí que me sonrojaba
¿¡Qué te sucede, Tomlinson!? pensé.
Ella rió. — No, no tengo, Louis.
Sonreí. — Perfecto — susurré.
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