5: Luchas
Elías
Aquella tarde programé dos citas. Una de ellas era con Maca, y no tenía ni idea de lo que debía llevar. ¿Le gustaba el vino o la cerveza? ¿La carne o el marisco? Sea lo que sea, había separado una cantidad considerable de dinero.
Ahora bien, mi otra cita era con un vendedor al que busqué durante años. Éste poseía las alianzas de mis difuntos padres, y necesitaba recuperarlas.
—No es lo que acordamos —pronunció él.
Era un hombre de mediana edad con aspecto desaliñado. Supe desde el principio que intentaría estafarme, pero me dio igual. Solo quería tener un recuerdo de mis padres. Al fin y al cabo, mis tíos vendieron casi todas sus posesiones cuando me mudé con ellos.
—Lo sé —dije desanimado. Me faltaba más de la mitad del dinero, gracias a que nadie me pagó por el último portafolio que hice—. Sin embargo, puedes quedarte los cuatrocientos veinte y... —pausé para sacar mi ordenador—. Esto. Siquiera debería alcanzarme para uno.
—No sé... —murmuró revisando el objeto—. Tendría que verlo con mi hijo.
Negué de inmediato. No era tan imbécil como para darle el ordenador por las buenas. —Para que sea justo, tendría que quedarme con un anillo.
—¡Sí, claro!
Intenté mantener la sonrisa. No quería que la mierda de nadie afectase mi estado de ánimo. Me había prometido a mí mismo que sería una buena persona, sin importar qué.
—Puedes confiar en mí —dije serio—. Me interesa el par, y volveré a contactarte cuando tenga el resto.
—Hm... —Me miró con sospecha, aunque era él quien cobraba mil cuatrocientos euros por unas alianzas que no superaban los mil—. Vale, pero nada de trucos.
Asentí. Al menos, la transacción no se fue al carajo. Ahora podía enfocarme en Maca, y en cómo debía actuar delante de ella (estaba claro que no era santo de su devoción).
Dos y media.
Fuera de lugar. Así es como me sentí cuando fui al restaurante del que todos hablaban en la universidad. Era mi primera vez dentro de ese establecimiento y se notaba muchísimo. Ni siquiera pude disfrazar mi sorpresa al ver los precios de la carta. El menú de degustación era lo más barato y costaba ochenta y cinco pavos. Pensé en pirarme de inmediato, no obstante, le debía a Maca una comida a su nivel.
Era lo justo.
Ya en el departamento, una cara desconocida abrió la puerta. Se trataba de una chica joven (quizás de la edad de Maca), no era demasiado baja ni demasiado alta, y por sus rasgos parecía latina. Algo que también llamó mi atención es que llevaba una camiseta dos tallas por encima de la suya.
—Hola, ¿está Maca?
La chica me miró con recelo. —Hola. Ha dicho que no se encuentra bien, pero que podías dejar la comida.
—¿Qué le pasó? ¿Está enferma?
—Emm, eso, creo que sí —balbuceó con torpeza. ¡Por Dios, qué mal mentía!—. Le duele la cabeza... —Al darse cuenta de que no bastaba como excusa, continuó: —Además tiene fiebre, escalofríos, náuseas y le ha salido una especie de ampollas en el cuerpo. A lo mejor es contagioso.
Con sinceridad, deseé que nada de eso fuera verdad. Y al mismo tiempo, me sentía defraudado, molesto y algo estúpido.
—Espero que se mejore —dije alzando las bolsas de la comida—. ¿Sabes si es alérgica a los mariscos? —La chica movió la cabeza de lado a lado—. Genial. He comprado paella. También cogí varios tipos de guarniciones y una botella de vino.
¿A qué sabría? Reconozco que me invadió la curiosidad. Algún día iba a descubrir por qué dos menús costaban la mitad de mi sueldo.
—Ella no me contó que... —murmuró sorprendida—. Espera. Puedes quedarte aquí un segundo.
Sin que pudiera responder, cerró la puerta y me dejó allí parado. Consideré irme, pero algo me lo impidió. Era una vocecita recordándome que Maca no me debía nada.
Me salvó la vida.
Entonces, la susodicha apareció. La había invocado con el pensamiento, y no estaba seguro de que fuese algo bueno.
—¿Ya estás mejor?
La chica forzó una sonrisa mientras examinaba las bolsas que llevé. —¡Joder! ¿En serio has ido al Ritz? ¿Cuál es tu problema?
—¿Mi problema? ¿No eras tú la enferma?
—Sabes que me lo inventé, así que corta el rollo —pidió con un ademán de manos—. Lo que no entiendo es ¿por qué? Dios, lo único que tenías que hacer era comprar algo sencillo y todos felices. ¿Es que no había ninguna hamburguesería abierta?
Mi ego sufrió un poco por su culpa. O sea, sí era pobre, y sí era consciente de mis limitaciones, pero eso no era impedimento para tener un detalle con una persona que fue agredida por mi culpa.
—¿Sabes? Lo que tienes de guapa, lo tienes de maleducada.
—¿Es un halago?
—Depende de cómo lo veas.
Ella bufó dando un paso atrás. —¿Quieres pasar?
Y antes de que mi orgullo hablase, ella me dedicó una de sus clásicas miradas. Un gesto tan lleno de sí que por alguna razón me atraía.
¿Qué cojones me pasa? ¿Desde cuándo soy un puto masoquista?
—No lo sé.
Muy bien, me felicité. Al menos ya sabe que no me ha gustado su actitud.
—Venga, ¿sí o no?
Suspiré a la vez que daba un paso hacia adelante. Intenté engañarme acerca de por qué lo hice, sin embargo, la verdad es que ella me intrigaba. Quería entenderla, estudiarla, y descubrir aquello que la hacía tan ermitaña. Vamos, yo me volvería loco si estuviese en su lugar.
Además, tenía otro motivo. Era un favor.
—Por cierto, ella es Harper —señaló desde mi espalda—. Y Harper, él es Elías.
La chica extendió su mano y desvió la mirada. Me dio la impresión de que era algo tímida.
—Bonito nombre, ¿de dónde...?
—Nada de ligar —intervino Maca—. Todavía no se me pasa la resaca, y os prometo que vomitaré como tenga que escuchar alguna conversación cutre.
—¡No era esa mi intención!
—Sí, sí, cómo no —masculló sarcástica. Acto seguido, apuntó hacia las bolsas de comida—. ¿Te importa si llevo eso a la cocina?
Sacudí la cabeza y le entregué una de las bolsas. Las fiambreras pesaban un poco, por lo tanto, la ayudé a moverlo.
—Vale, pon eso ahí y espérame en el salón —pidió abstraída—. Espero que no te importe que haya invitado a mi compañera.
No le contesté. Primero quería estar seguro de una cosa: —¿Le has contado lo que te dije el otro día?
El silencio se apoderó de la habitación.
Macarena giró el rostro para observarme. Otra vez, me enfrentaba a la zorra sádica. Así pues, se acercó y me di cuenta de que me había quedado completamente inmóvil.
—¿Puedo hacerte una pequeña confesión? —Ladeó una sonrisa. Yo asentí—. El día en que te conocí me pareciste un poco lindo... —pausó— pero ahora me resultas deprimente —sonreí y ella arrugó la nariz sin disimulo—. Harper no sabe nada.
—Entonces, ¿te gusto?
Hinché mis pulmones y liberé el aire. Mi secreto permanecía a salvo.
—¿Es lo que entendiste?
Me encogí de hombros. —Tranquila, no tienes que avergonzarte de tus sentimientos.
Me arrepentí al instante.
Joder. No piques. Por favor, no piques... Para empezar, no quería malentendidos entre nosotros. Y mucho menos quería involucrarme en una relación.
—Nada de ligar ¿lo recuerdas? —dijo con voz seca—. Venga, ve al salón. En un rato os llamo.
¿Cómo iba a cambiar la imagen que Maca tenía de mí si era tan hermética? ¿Y yo tan idiota?
De todos modos, no tuve más alternativa que obedecerla y esperar junto a su compañera. Y sí, me di cuenta de que no utilizó la palabra "amiga" en ningún momento.
—¿Os conocéis de hace mucho?
Me alivió descubrir que Harper no era ni la mitad de cortante que Maca. Ella fue amable y siento que hubo una progresión en sus niveles de confianza. Pasó de estar muy callada, a no cortarse ni un pelo. En resumen, me habló de su vida en Puerto Rico, de sus padres ultracatólicos y de que estaba haciendo un grado en Historia. También mencionó que sus interacciones con Maca habían sido muy escasas, a pesar de vivir juntas.
—¿Por qué es así? —indagué divertido—. ¿Habrá alguien que le agrade? Alguien normal quiero decir.
A esto, la chica respondió con una mueca. Mi comentario no le había hecho gracia y fue más evidente cuando se cruzó de brazos.
—¿Estás bien?
Exhaló. —Es solo que no me gustan los interrogatorios.
—No es un interrogatorio.
—Lo es si eres el único que hace preguntas.
"Vale. Es un hecho. Me urge un manual sobre las mujeres. La estoy cagando, y no sé en qué". De repente, me sentía atrapado en una jaula con dos fieras capaces de despellejarme.
—Si quieres saber algo de mí, adelante.
La sinceridad nunca había sido un problema, y quitando todo ese asunto de los fraudes y los portafolios, yo era más o menos decente. ¡Vamos que cualquier padre me querría como yerno!
"¿Cualquiera?, ¿a quién quieres engañar, Elías?".
—De acuerdo, entonces te haré una pregunta —advirtió más animada—. ¿Cuál es tu signo?
¿¡Eh!?
—¿En serio crees en esas cosas?
Harper empequeñeció los ojos y supe que no era buena idea criticar sus intereses. —Los signos y las personalidades van de la mano.
—Sí, claro —me reí provocándole un cabreo—. Entonces puedes decir cuál es el mío solo por mi personalidad, ¿no?
Ella me observó con cuidado. ¿Es que pensaba adivinarlo? De cualquier forma, no hallaría ninguna pista en mi ropa (misma que tomé prestada del armario de Cristóbal), ni en nada que estuviese usando.
—Vale, por tu carácter puedo descartar a los signos de tierra —dijo de repente—. Y no te ofendas, pero los signos de agua damos una vibra distinta. Lo tuyo es... irracionalidad pura y dura.
"¿Qué significa eso? ¿Insinúa que soy tonto?".
A pesar de ello, Harper me dejó boquiabierto. Sus posibilidades de acertar eran una entre doce y ya había descartado la mitad.
—¿Voy bien? —Levanté las cejas, aunque eso no la despistó—. ¡Genial! Ahora voy a quitar a Aries porque se nota mucho cuando una persona es Aries. Tampoco creo que seas Acuario ni Leo, son signos que me agradan y...
—¿Debería ofenderme?
Me ignoró luego de declarar: —Quedan tres.
Y por supuesto, mi signo estaba entre los finalistas.
—Me la voy a jugar —murmuró—. Mi intuición me dice que eres un signo de aire. Y si tengo que elegir, creo que es Libra.
Mierda.
—¿Por qué?
—De todos los signos, es el que más se obsesiona con la aprobación.
No estuve de acuerdo, aun así, debía darle la enhorabuena. Nací un veintinueve de septiembre, por lo tanto, había ganado.
—Ya podéis venir —señaló Maca en voz alta.
Harper y yo nos levantamos, e hicimos caso de las indicaciones de la chica.
—¿Puedes hacerlo de nuevo? —Me dirigí a Harper—. Inténtalo con ella.
—Ya sé cuál es el signo de Maca.
—¿Cuál es?
—Adivina —me retó mientras que la rubia nos miraba con severidad—. Te daré una pista —añadió: —Se le nota muchísimo.
—¿Escorpio?
—Peor.
—¿Géminis?
—Tampoco te pases —contestó riendo.
—¡Dejaos de tonterías!
Observé a Maca y no se me vino nada a la cabeza.
—Es capricornio —susurró Harper en mi oído. Después se echó hacia atrás para servirse un vaso de agua.
¿Capricornio? ¿Qué sabía de los capricornio aparte de su frialdad?
—Espera, ¿cuándo es tu cumpleaños?
Estábamos a dos días de comenzar diciembre. Y si era capricornio, no faltaba mucho para eso.
—¿Por qué? ¿vas a darme un regalo?
Le mostré mi mejor sonrisa. En algún momento se tendría que dar cuenta que mi humor no dependía de terceros. Es más, perdía su tiempo si su intención era molestarme.
—Lo que sea —Puso los ojos en blanco—. Cumplo en navidad, como el tío ese. ¿Jesús? Quien sabe, puede que yo sea su reencarnación.
Enseguida supe que no era una broma. Ella realmente cumplía en navidad. Y en el fondo se consideraba una especie de Dios.
—¿Piensas hacer una fiesta?
—Mi hermano y yo tenemos una tradición —respondió—. Compramos toda la comida basura que quepa en el maletero, elegimos un sitio al azar, y conducimos durante horas. Luego improvisamos nuestra fiesta.
—¿Nuestra?
—Es mi mellizo —dijo sin más—. Y antes de que lo preguntes, no sentimos lo que el otro siente, y tampoco nos parecemos en nada.
—Pues yo he visto a Andreas, y creo que sois idénticos —participó Harper.
—Ya quisiera esa cosa parecerse a mí.
En cuestión de segundos, Harper sacó su móvil y me enseñó el Instagram de Andreas. El chico aparecía sonriendo en casi todas sus fotos. Además, llevaba objetos caros y posaba junto a celebridades. En cuanto a su parecido con Maca, sí que vi algo; tenían el cabello igual de rubio, la misma nariz y daba la impresión de ser muy alto, es posible que superase mi metro noventa. Pero ya está.
Desde mi perspectiva, Maca era diferente. Ni siquiera su hermano era capaz de imitar la energía que emanaba de ella. De sus cejas perfectas, de su piel cálida...
Esta chica es una obra de arte.
¡Arte! No se me ocurre mejor palabra.
Maldita sea. Por culpa de Cristóbal, lo único en lo que pensaba era en pintar a Maca. Tanto así que, no conciliaba el sueño.
—Por cierto, ¿conocéis el Guildhall? —Las dos chicas pestañearon confusas—. Es la galería de arte que patrocina el concurso de pintura de este año.
Me ahorré los detalles innecesarios. Estaba seguro de que esto minaría los avances que había hecho con Maca, no obstante, como artista tenía que intentarlo.
Sin importar que me tildase de interesado.
—Hay que presentar una exposición en mayo —resumí—. Y me hace falta una modelo...
—Paso. No sé si a Harper le interesa.
—En realidad ya tengo una idea de lo que quiero, y para eso te necesito a ti —dije mientras ella me miraba horrorizada—. No nos llevaría más de uno o dos meses.
Nadie dijo ni una sola palabra. Fue como si el mundo entero se congelase.
Entonces, Harper intervino: —Em, ¿y de qué va tu exposición?
—El tema es la monarquía —contesté en un tono melancólico—. Así que estoy considerando hacerla sobre María Antonieta.
—¡Qué guay! —exclamó Harper—. La revolución francesa es uno de mis temas favoritos. Seguro que lo petas. Si quieres puedo recomendarte algunos libros.
Esbocé una sonrisa sincera, sin embargo, Maca era la única razón por la que había escogido a la última reina de Francia.
—Pregunta —habló Maca—. ¿Qué quieres?
—Yo no... —pausé para aclararme la voz—. Siento que haríamos un buen equipo. Eso es todo.
—Me refiero a qué es lo que vas a pintar.
Puede que su curiosidad no significase nada, a pesar de ello, albergué una pizca de esperanza.
—Ah, para empezar, utilizaré la técnica de claroscuro —expliqué breve. No quería marearla con esa clase de información—. Mi idea es hacer siete cuadros, en plan: camino de la decadencia. Quizás tome como referencia los siete pecados.
En cuanto a los detalles técnicos, quería hacer lienzos que jugasen con los contrastes y retorciesen el significado de la belleza. Tendría que tomar inspiración de Otto Dix, o alguien de ese estilo.
—¿Y bien?
—Es que no me interesa ser parte de algo tan morboso —contestó—. Evidentemente, no es una mala idea. Pero sería como guillotinar a María Antonieta por segunda vez.
—Vamos a ver, no planeaba retratar su muerte.
—En realidad, sí —replicó—. Quieres hacer hincapié en una sentencia injusta. María Antonieta no pidió ser reina. Fue una niña a la que sacaron de su hogar y a la que le exigieron cosas que no estaban bajo su control. En otras palabras, fue la cabeza de turco.
—Entiendo lo que quieres decir. Pero, así como María Antonieta no pidió ser reina, el pueblo no pidió ser pobre —establecí mi punto, y seguido a ello lo justifiqué: —Vamos a ver, si naces con privilegios lo mínimo que se espera de ti es que tengas consciencia social, y lo que ella hizo fue cerrar sus ventanas e ignorar lo que pasaba afuera. Y vamos, sé que no fue la única. Toda la monarquía francesa tuvo algo que ver con esas desgracias.
—¿Y cómo se supone que debía actuar si jamás la aceptaron como reina?
Abrí y cerré la boca. Tan solo había leído un par de artículos en internet. No quería pecar de ignorante.
—Venga, relajaos un poco —Harper volvió a mediar—. Debéis tener en cuenta que es otro contexto y no hay una verdad absoluta. Como dice Maca, María Antonieta llegó a un país que ya estaba devastado por el hambre... Estoy segura de que la mayoría de los cargos en su contra fueron calumnias. ¡Dios, tuvieron que acusarla de incesto para que nadie sintiese pena por ella! —A esto, la rubia gesticuló un "toma ya" con los labios—. Aunque eso no quita que haya sido imprudente. Su marido era un pelele, y es obvio que ella tomó muchas decisiones políticas. Creo que quiso experimentar. Y dadas las circunstancias, eso califica como un crimen imperdonable. Hoy en día encarcelan a los médicos por mala praxis, pues esto es más o menos lo mismo.
—Perdona, Maca, ¿qué decías? —ironicé cuando la experta en Historia terminó de hablar.
La respuesta de la chica fue un bufido y una mirada gélida. Que le llevasen la contraria entraba entre las mil y una cosas que odiaba.
Cómo no, terminamos de comer en silencio. Y antes de que Maca hiciese otro movimiento para sacarme de su vista, la acompañé a la cocina con los platos sucios.
—Elías, ¿me pasas tu número?
¿Eh? ¡¿Y ahora qué bicho le picó?! Debo reconocer que eso no me lo esperaba.
—Claro —La vi sacar su teléfono móvil— Espera, te lo apunto yo.
Seis, nueve, cero... ¿qué seguía? Joder, me sentí extrañamente nervioso.
—Listo.
—Guay —musitó—. En unos días te hago un bizum por la comida. Primero tengo que pedirle autorización a mi madre.
Justo ahí, logró que me sintiese mal conmigo mismo. Y pocas personas tenían el privilegio de influir en mi estado de ánimo.
—¿No te cansas de ser tan...? —callé. Por suerte, no solté ninguna burrada—. Chavala, tienes un problema y de corazón espero que cambies. Es por tu bien. La vida tarde o temprano pasa facturas.
Di la vuelta, y Maca me detuvo. —¿Quién coño te crees tú para darme lecciones?
Ladeé una sonrisa. Macarena era la persona más infantil que había conocido. Desde el comienzo hizo de todo para que no me le acercara. Y ahora se enfadaba por esto.
—Paso.
—¿¡De qué pasas!? —inquirió furiosa—. Joder, no sé quién te piensas que eres.
Si ella quería que le explicase con dibujitos el por qué pensaba que era una inmadura, entonces lo haría: —Con la comida intenté darte las gracias. Me salvaste la vida, y es frustrante no tener nada más que ofrecer —suspiré—. Sé que no estamos al mismo nivel, pero no hace falta que te preocupes por mi economía ni que menosprecies mi esfuerzo.
Vale, ya no hay vuelta atrás. Después de aquello era improbable que fuésemos amigos.
—Lo siento.
Por un instante, pensé que estaba alucinando. ¿Cuál era la probabilidad de que ella se disculpase? Di un paso hacia la salida.
—En serio, lo siento.
Presioné mi oído con la punta del dedo índice. Me había quedado helado.
—No trataba de ofenderte, lo juro —Se talló la cara, y respiró hondo—. Pero tengo mis propias reglas. Nunca acepto cosas caras de los tíos porque...
A pesar de que no acabó su frase, supe a lo que se refería.
—Yo no soy así.
—Eso no puedo saberlo con dos conversaciones —Touché—. Ya me ha pasado. Se piensan que les debo algo, y termino sintiéndome peor que la mierda.
Bajé la mirada. Ahora me arrepentía de todo lo que dije. —Perdona, parece que te malinterpreté.
Ella alzó los hombros, restándole importancia al asunto. Luego permanecimos en silencio. No en plan incómodo, más bien se trataba de una reconciliación (un acuerdo intrínseco de paz).
—Los tíos damos asco.
—Ya te digo —Sonrió—. ¡Sois tan básicos! Os idiotizáis con cualquier culo.
—Vale, tengo que defender a mi género —me reí, sin apartar la vista—. Sí que nos flipan los culos, pero nuestra debilidad son unos ojos bonitos.
Los suyos, en particular, tenían una forma llamativa. Eran oscuros, claro. Pero también eran almendrados e intensos.
—¡Dios, lo estás haciendo de nuevo!
—¿Qué?
—Ligar.
Ella se echó hacia atrás mientras jugaba con su cabello. En ese instante, Maca tampoco era tan inocente.
—No estoy ligando.
—Sí, ya, claro.
—De verdad. Ni siquiera se me dan bien las tías.
Para mi sorpresa, ella me dio un repaso nada discreto. De abajo hacia arriba (despacio, asegurándose de no perder detalles). Era más osada de lo que imaginé, y ansié leer su mente.
"¿Por qué hizo eso?, ¿qué significaba?".
—Eres un mentiroso —dijo de repente—. Seguro que ya perdiste la cuenta de todos tus ligues.
—Va a ser que no. De hecho, son muchas menos de las que estás pensando.
—¿Ah sí?, ¿cuántas?
Su curiosidad me pareció extremadamente sexy. Era la primera vez que mostraba un interés genuino en mí.
—¿Qué hay de ti?, ¿cuántos?
—No te lo diré.
—Entonces yo tampoco.
Ella torció los labios y maldijo en voz baja. "¿Qué hago?" Estoy seguro de que esa interrogante pasó por su cabeza unas cien veces.
Me divertí viéndola luchar contra la frustración.
—Tampoco he estado con tantos —murmuró. Tras esto, aspiró una bocanada de aire y alzó la vista con resolución—. ¡Bah, qué más da...! Incluso si cuanto los polvos de menos de dos minutos siguen siendo pocos. Nueve y ya.
—¡¡Espera!! —Exclamé, y Maca se puso en guardia—. ¿¡Dos minutos enteros!? ¿¡estás segura!? —Ella me llamó "tonto", pero también la vi relajarse—. Eso es más que suficiente. Hasta me da tiempo de ducharme.
Y no es por ponerme del lado de nadie, sin embargo, con una chica atractiva es muy difícil contenerse.
—¡Ja, ja! Me parto —ironizó—. Es tu turno.
—Pues... —Hice el amago de sacar cuentas con los dedos—. Solo he tenido tres novias.
—No era esa la pregunta —se quejó—. Es en general.
—Vale, en general, la cifra no cambia. Solo tres.
—Ni de coña.
Enarqué una ceja. La mayoría de la gente reaccionaba igual. Es absurdo como todos creen conocerme.
—Es la verdad.
—No lo entiendo.
De pronto, un atisbo de vergüenza atravesó la cara de Maca. No había motivos. ¿Por qué actuaba de ese modo? ¿se arrepentía de haber confiado en mí?
—En realidad es porque no me gusta decepcionar a nadie —Ella frunció las cejas. Yo, por otro lado, deseaba que esto le demostrase que yo era incapaz de juzgarla—. Hace un par de años conocí a una chica y empezamos a quedar, sin compromisos ¿sabes? Un día me dio un regalo de aniversario, y me di cuenta de que llevábamos un mes de novios.
Esa anécdota solo se la había contado a dos personas. Era patético.
—¿Y no le dijiste algo?
—Sí; "te quiero" —respondí al recordar ese momento. Maca aun no salía del asombro—. Me supo mal corregirla, así que estuvimos juntos por más o menos un año.
—¡¡¡Un año!!!
—Diez meses para ser exacto —aclaré—. Después pasó algo similar con mi segunda novia.
Ésta era una buena amiga. De la nada, se me declaró, y no le dije que no.
—¿Qué hay de Rumi?
Carraspeé varias veces. Mi relación con Rumi fue un martirio. Al principio, ambos nos gustábamos. No obstante, comencé a notar ciertos comportamientos que no encajaban con la imagen que tenía de ella. Era egocéntrica, al extremo de molestarse si mis trabajos recibían más atención que los suyos. También era superficial y mentirosa. Pese a esto, no tuve el valor de romper (me decía a mí mismo; "tarde o temprano tendrá que aburrirse").
—Fui un idiota —admití—. Rumi no era para mí y debí dejarla cuando me di cuenta. Tal vez le hice más daño quedándome a su lado.
A ella, y a mí. Todavía no superaba lo último que pasó.
—Entonces, nunca te has enamorado.
Negué con la cabeza. —¿Y tú?
—¿Te parece que me haya enamorado?
—No lo sé.
Maca arrugó la nariz.
—Pues no —contestó—. Ni siquiera he tenido novio.
Su voz se oyó dulce. ¿Cómo es que no me había fijado en la boca de esta chica? No sé si lo hacía a propósito, pero mordía su labio inferior cada vez que callábamos. Bastaba solo un impulso. Un beso, y ya.
¡DIOS! Estaba al borde del desquicio.
—¿Por qué?
Ella se encogió de hombros. —No me apetece.
—Ya —dije ronco—. Lo que no entiendo es por qué no hay una fila de tíos pidiéndote que seas su novia.
Sonrió ampliamente, dejándome ver su perfecta dentadura. Luego volvió a jugar con su cabello.
—Dime una cosa, ¿estarías tú en esa fila?
Oh, no... ¿qué cojones estoy haciendo?
Odiaría que esto se convirtiese en el nuevo capítulo de "Elías, echándose novia por accidente". No con ella.
—Perdona —murmuré golpeando mi frente—. No quiero confundirte.
—¿Qué tú qué? ¿En serio te piensas que puedes confundirme?
Bajé la mirada y Maca bufó molesta.
—¿Qué es lo que te preocupa? —cuestionó con malicia—. ¿Lastimarme? —En esta ocasión, se tapó la boca para ahogar una risita—. Si es el caso, puedes quedarte tranquilo. Sé gestionar muy bien el dolor, claro que nunca me ha rechazado alguien tan talentoso, atractivo, genial, inteligente, educado, amable,...
Noté su sarcasmo después del tercer adjetivo. Y por suerte, me ayudó a enfriarme.
—Vale, tú ganas. No soy tan genial —dije viendo cómo ella se recargaba sobre la pared—. Así que ya no hará falta que reprima nada, ¿correcto?
—No me cuentes tus problemas.
—Vale... —En tres pasos acabé con la distancia que nos separaba. Por consiguiente, Maca necesitó alzar la cabeza para hacer contacto visual—. Es que ahora mismo tú eres mi problema. ¿Tienes algún consejo?
Asintió. Acto seguido, relamió sus labios, y en un tono muy bajito me habló al oído: —No sé de dónde sacaste esta frase, pero mi consejo es que pases de ella. En serio, me ha dado muchísima vergüenza ajena.
Retrocedí desconcertado. La chica mantenía un gesto inocente casi infantil.
Éramos el día y la noche. Me preguntaba cómo sería ver las cosas desde su perspectiva. Quería averiguar si le daba miedo la soledad. O si alguna vez, como yo, se miró al espejo y no se reconoció. Quizás a ella no le importaba.
Era cruel, pero sincera. No se esforzaba en ser otra persona.
—¿Es demasiado pronto para decir que eres el amor de mi vida?
—¡Madre mía, con esta te has superado a ti mismo!
"Macarena Dimou. Ahora tengo un capricho, y es quedarme a tu lado". Aquel pensamiento me tomó por sorpresa.
Yo siempre había procurado no desear nada en exceso, al fin y al cabo, era la forma más fácil de sobrellevar mi vida. Sea un balón de fútbol, o una camiseta de mi equipo favorito, lo mejor era no tener expectativas. En navidad todo era muy caro, y en mi cumpleaños comenzaba la época de clases (además, mis tíos tenían a sus propios hijos). Me enseñé a mí mismo a sonreír y a no ser exigente.
—Eh, chaval —Maca chasqueó los dedos luego de que me quedase absorto—. ¡Oh, mierda! Quién me manda a tomarle el pelo.
—Tengo un plan de cinco años para volverme rico —confesé mi secreto más íntimo y vergonzoso. En él, guardaba el corazón de un Elías más pequeño—. No estoy jugando. ¡Va a pasar!
—Ok... —Me miró extrañada.
—¿Saldrás conmigo cuando llegue ese día? —Todo o nada, la apuesta más famosa del mundo—. Mientras tanto podemos ser amigos.
Amigos... Tenía unos treinta amigos, y a ninguno quería comerle la boca.
—Esa frase no es tan mala, —dijo seria. Sin embargo, el tono de su voz y el color de sus mejillas no combinaban en lo absoluto— ¿es de un libro diferente?
—Di lo que quieras, pero acabas de entrar en mi lista de deseos.
✪ ツ❥☼❥ツ✪
Esta tensión!!!
Hola... ¿qué pensáis de esto?
Para ser novia de Elías solo hay que pedírselo xD
Libra y Capricornio ¿creéis que tengan muchos problemas?
Yo quería utilizar los mbti's en lugar de los signos, pero preferí hacerlo más sencillo. De todas formas:
Elías sería un ENFJ
Mientras que Maca ENTJ (¿o puede que ESTJ?)
Reconozco que esta combinación me encanta. Tenemos a una tirana y a un héroe. ¡Qué la suerte los acompañe!
Atentos a lo que se viene.
BESOS ^^/
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