3. Pesadillas
Usualmente tengo pesadillas, pero nunca había experimentado unas tan reales y horribles, hay muerte, fuego y destrucción en todos lados. Temo por mi mentalidad, ya no sé en dónde estoy ni qué es real, sólo hay miedo y confusión. Siento que floto, que me quemo y que lloro, todo al mismo tiempo.
Cuando al fin puedo despertar es de día y estoy en la misma habitación donde dormí la primera vez. Todo me duele, no puedo moverme y me siento tan débil, siento náuseas y escalofríos.
Los cuatro chicos me están observando, y me alegra saber que lucen aliviados al verme despertar.
—Kassel ¿Cómo te sientes? Nos tenías tan asustados, llevas así dos días ya no sabíamos que hacer, lo lamento tanto.
—No fué tu culpa Ian, algo debió hacerme daño. Me duele todo y siento muchas náuseas pero pronto estaré bien.
—Escucha nos tenemos que ir, estos días hemos faltado a nuestro trabajo y hay muchas cosas atrasadas, Ian se va a quedar a cuidar de tí, espero que en la noche ya te sientas mejor.— Me dijo Thomas mientras me daba un beso en la frente, seguido de los demás.
Fue hasta que salieron que note que Ian lucía cansado y débil, probablemente no hayan dormido en estos días por estarme cuidando.
—Debes irte a dormir luces muy cansado, estaré bien unos momentos sola.
—Estoy bien, un poco de comida nos hará sentir mejor, Alec te preparó un caldo, necesitas muchas vitaminas.
Después de unos momentos regreso con una bandeja donde traía platos, vasos, cucharas, una pequeña olla y jugo, debió ser difícil subir todo eso por la escalera. Lo colocó todo en una mesa cercana a la cama, sirvió un plato, se sentó a mi lado y comenzó a darme de comer. Mi estómago me seguía doliendo pero me obligue a comer todo el plato. Me dió unos tragos de jugo pero ya no podía tolerar más comida.
—Voy a prepararte un té.
—Pero no haz comido.
—Está bien.— Se sirvió un plato y rápidamente se comió todo.
—Ya regreso.— Agarro los platos sucios y prácticamente corrió hacia la cocina.
Regresó con otra olla y una taza, las dejo en la mesa. Sirvió el té y con cuidado se sentó de nuevo a mi lado.
—Sé que no sabe muy bien, pero está hecho de plantas medicinales, te recuperarás muy pronto con esto.
Poco a poco me fue dando el té y yo me dediqué a observarlo, nadie me había cuidado así, ni siquiera de niña, sin duda esta es la mejor experiencia por la que puede pasar una persona, el que alguien esté dispuesto a sacrificar su tiempo y esfuerzo para que te sientas mejor. El té no sabía tan mal, y la sensación cálida me estaba haciendo sentir mejor, por largos momentos me perdí en sus ojos, son hermosos.
—¿Por qué me observas tanto?
—Eres muy apuesto, es agradable verte.
Él sonrió agradecido, dejo la taza en su lugar y saco una jeringa con una sustancia amarillenta.
—¿Qué es eso?
—Te conseguimos medicina, está es la última dosis, en los últimos días vimos que te estaba funcionando.
—Está bien, aunque odio las inyecciones.
Una hora después de que me puso la inyección comencé a sentir temperatura de nuevo. Ian lo notó, me tocó la frente y fué al baño.
—Puse a llenar la tina, no podemos dejar que te entre temperatura, ¿puedo quitarte la ropa?
Sólo me limité a asentir, espero no haber enrojecido. Ian quitó la cobija, y yo aún traía mi vestido rosa, me dió ternura el saber que ninguno quiso quitarme la ropa hasta que tuvieran mi permiso. Con mucho cuidado me senté e Ian sacó el vestido, seguido de mi ropa interior, por unos minutos me vió como sí fuera la mujer más bella sobre la tierra, me cargó y me llevó al baño, me metió en la tina y con una esponja lavó mi cuerpo.
El agua caliente relajó mis músculos, el dolor disminuyó, y yo seguía embobada viendo al chico rubio frente a mí.
—¿No tienes frío? Voy a traerte otro poco de té— no dejo que le contestará, simplemente salió y regreso con otra taza.
—Gracias ya me siento mejor.- le dije cuando me terminé la segunda taza de té.
Mi energía se recuperó rápido, Ian me dió una bata, salí de la bañera y me cargó de regreso a la cama, creo que ya puedo caminar, pero me gusta la sensación de estar en sus brazos. Después de que Ian me obligará a comer otro plato de caldo, ya me pude parar, fuí al baño a lavarme los dientes y cepillarme el cabello, cuando regrese al cuarto Ian ya había limpiado y estaba acomodando la cama. Me acerque a él, aún seguía de espaldas así que le sorprendió cuando acaricié la parte descubierta de su piel.
—Kass...— su voz sonó contenida como si estuviera luchando contra su reacción.
Volteo a verme y yo me quité la bata. Su cuerpo se tenso, con la punta de los dedos toco mi vientre y fue subiendo poco a poco, hormigueo y calidez se acumulaban en cada parte que él tocará, cuando llego a mi pecho, dió un paso para atrás.
—Aún estás débil, debes descansar.
—Estoy bien, ¿por qué huyes de mí?
Fue todo lo que necesite decir, él se acercó y me besó de la manera más tierna que alguien lo haya hecho, nos deshicimos de su ropa y fue repartiendo besos por todo mi cuerpo, metió mis pechos a su boca mientras que yo me retorcía bajo sus caricias. Se apartó y supuse que era mi turno, bese su torso y fuí bajando, cuando me hinque, Ian abrió los ojos y me apartó con mucha delicadeza.
—No, jamás te hinques ante un hombre.
Me levantó y me subió a la cama, donde pude seguir con mi exploración. Ian se colocó encima de mí, me besó y me hizo el amor de tal forma que entendí todas esas referencias de las estrellas color rosa.
Al terminar estábamos tan cansados que ninguno quería moverse. Ian se acostó y yo me acomodé arriba de él, donde me pude dormir sin pesadillas ni miedo.
Isa
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