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•Capítulo 28. Keira•

Llego en la mañana, recojo el café de Aiden y llamo a Flin para que me ayude a subir el elevador.

Agradezco a Flin.

Toco la puerta de Aiden.

—Adelante.

—Buenos días señor —coloco el café sobre la mesa.

En resúmen de mi noche anterior, le pedí a Aiden que se marchara pues estaba cansada. La verdad es que como se estaba tornando la conversación no me gustaba para nada.

—Buenos días Buckett —me saluda con una sonrisa. ¿Estará de buen humor?.

—Señor se está llevando a cabo el inventario de las mercancías de las próximas entregas.

—Si Buckett. Estaré en el almacén. Dile a todos que dentro de una hora hay una reunión.

Sale de su oficina y yo hago lo mismo.
Llevo más de dos semanas aquí y sigo siendo secretaria. El plan era solo dos semanas.

Me acomodo en mi puesto. Me ocupo de planificar la reunión.

Treinta minutos después regresa Aiden.

—¿Cumpliste con lo que te pedí Buckett? —pregunta al pasar por mi lado.

—Sí señor —afirmo.

Llega una mujer, al estilo de un ángel de Victoria Secret. Con un cuerpo casi perfecto, un rostro bellísimo y para que hablar de su porte.

—¿Esta es la oficina de Aiden? —pregunta arrogante como si al frente de ella hubiera alguien inferior.

—Sí. Buenos días. ¿Qué desea?

—Hablar con él, obvio —dice repugnante.

—Señor Ai...—toco la puerta.

—Cariño, yo no necesito presentación —abre la puerta y entra.

—¿Eres hermana del señor o tienes acciones en esta empresa? —inquiero, no de la mejor forma.

—Ninguna de las dos cariño —dice con aires de superior—. Estudié con Aiden en la universidad.

—Ay cariño —imito su voz. De reojo veo como Aiden curva los labios hacia arriba—. Lo siento, pero no eres tan importante como para entrar así en esta oficina o es que acaso en tu grandiosa universidad no te enseñaron a esperar que te permitieran pasar —la tomo de la mano y la saco de la oficina.

—Suéltame secretaria de quinta —comenta mientras se pasa las manos por su pelo.

—Yo podré ser una secretaria de quinta pero a tí ni todas las colecciones de Ralph Lauren, ni los cosméticos de Kylie Jenner —bienvenidas fueron las compras con Amanda, así supe identificar su vestido. Y lo del maquillaje lo sé por Andrea que después de los zapatos, los cosméticos son su pasión— harán que te veas más flaca, ni más linda al contrario cariño. No sé como te habrás visto en el espejo pero con ese vestido se te ven unos quilos de más —la chica no sabe que responder. Aiden se ríe.

A las chicas como ella que le digan que está gorda es de lo peor. Ese es un truco de Andrea. “Dile gorda” para que veas lo mal que se sienten con solo una palabra.

—Deja que pase Buckett —dice Aiden.
Ella sonríe y entra.

—Aiden no vas a decirle nada a tu secretaria. ¿Cómo vas a dejar que me trate así? —dice la irritante.

—Vanessa, no tengo por qué decirle nada. Esa no es la manera de entrar en mi oficina —le responde él.

—Llevamos años sin vernos y es eso lo que me dices Aiden.

—¿Qué se supone que tenga que decirte? —pregunta él.

—Que estás encantadísimo de verme y que me extrañaste —afirma ella.

—No tengo por qué decir lo que no siento —responde.

—Aiden tu como siempre tan cariñoso —rodea los ojos—. ¿Qué vas a hacer a la hora de almuerzo?

—No sé, trabajar —responde tan frío.
—Señor Aiden, tiene una reunión ahora —le informo.

—Enseguida voy Buckett. En cuanto a tí Vanessa nos vemos más tarde.

—Te espero en tu departamento —le dice ella.

—Sí —responde él—. Te envío la dirección en un mensaje.

Sobre mí caen truenos y relámpagos. No soy tan importante como creí.
La chica pasa a mi lado y me choca. Ni siquiera se toma la molestia de pedir disculpas.

Aiden se marcha a su reunión.

Voy a la oficina de Abby y me encuentro con Dafne. Está muy agitada.

—¿Dafne qué te sucede? —le pregunto.

—Necesito atender a mi hijo, esta enfermo —esa palabra me deja en shock, Dafne tiene un hijo, y yo que el primer día le dije que su vida era fácil—. Con su padre no puedo contar, no se ocupa de él.

—Dafne tranquila, yo te cubro.

—¿De verdad? —habla como si le hubiese salvado la vida—. Muchas gracias Keira.

Asiento con una sonrisa.

Llamo a Flin para que me ayude a bajar por el elevador. No quiero bajar tantas escaleras.

Flin sube y muy amable me ayuda a bajar las escaleras.

Ocupo el lugar de Dafne.

—Buenos días Keira —me saluda Christian.

—Christian —le devuelvo el saludo.

—Mi padre tiene una reunión con Aiden ahora —dice él.

—Esperen un segundo por favor.

Llamo al teléfono de mi mesa a ver si Aiden ya salió de su reunión. Si salió él cogerá el teléfono. No contesta. Vuelvo a intentarlo.

—Dime —responde de mala gana.

—Señor Aiden, soy yo Keira, estoy ocupando el puesto de Dafne, el señor Christian y su padre lo esperan.

—Que suban a mi oficina.

—Está bien.

—El señor Aiden los espera en su oficina. Elevador, última planta.

—Padre encárgate tú de eso. Te esperaré aquí —le dice a su padre.

—¿Tu eres recepcionista aquí? —pregunta.

—Es una larga historia. Soy un poco de todo.

—Keira, no dejas de sorprenderme.

—Espero que para bien —comento.
—Me debes una salida Keira ¿recuerdas?

—Christian hablé claro contigo aquella vez afuera del club. No quiero tener ningún compromiso con nadie.

—Keira tranquila, solo será como amigos —insiste.

—Está bien Christian, salgamos hoy al club. Iré con mis amigas espero que no te moleste.

—Por supuesto que no —afirma.

—¿Y tú a que te dedicas? —pregunto porque no tengo ni idea como seguir con la conversación.

—Responsable de Marketing. Trabajo en la empresa de mi padre que pronto será mía.

—Bien por tí.

—Christian ya podemos marcharnos —le informa su padre.

—Más tarde nos veremos —mi cara no lo atiende a él sino a Aiden que acaba de llegar a nosotros.

Asiento con una sonrisa fingida.

—Buckett me marcho, tengo asuntos que atender —me dice distante.

Me pasé todo el día ocupando el lugar de Dafne. Cada media hora miraba el reloj, quería marcharme, ya no quería estar ahí. La hora de almuerzo pasa y yo no pruebo bocado. El tiempo se me hizo eterno. A las tres horas y cincuenta minutos recojo mis cosas y me marcho.

Llego a mi departamento. Me siento terrible y no sé cómo controlar esto. Las ganas de lloran retumban en mí.
Tocan la puerta. Le ruego a Dios que sea él.

Incorrecto. Es Gabi.

—¿Qué pasa bella? ¿Por qué esa cara? —me dice. Yo la abrazo.

Nos sentamos en el sofá.

—Gabi, ¿conoces a una tal Vanessa que estudió con Aiden? —ella se pone a pensar.

—La verdad es que no. Aiden estudió en Nueva York.

—Llegó hoy a su oficina muy arrogante y parece que se verán hoy. Aiden no cambia Gabi. Lo peor de todo es que aunque delante de él me haga la persona más fuerte del mundo, me enamoré de él y esto me afecta.

—Kei, mi hermano siempre ha sido así. Será mejor que te alejes un poco de él. Te va a hacer más daño. Yo lo quiero Kei, es mi hermano, a pesar de ser como es, como no quererlo pero ha sido un mujeriego siempre. Aiden no se acostaba  con la misma chica dos veces, ya para él con una vez valió. Luego te conoció a tí y ha cambiado de verdad, esas atribuciones que se ha tomado contigo, no se las ha tomado con nadie, créeme, hasta se ha acercado mucho más a nosotros, pero... al final es Aiden y con él nunca se sabe.

—Lo sé Gabi... lo sé —suspiro al terminar la frase.

—Necesito contarte algo —le digo—. Algo que no le atribuía importancia pero ya hoy si me doy cuenta del problema...

—Keira me estás asustando —me interrumpe ella.

—El día que me quedé con Aiden se me pasó por completo la píldora. Me acordé mucho después. No le di importancia, pues, llevo años tomando la píldora, salir embarazada creo que no será tan fácil después de la cantidad de hormonas que le he suministrado a mi cuerpo. Sin embargo, mi periodo debía haber caído ya.

La cara de Gabriela ahora sí es un poema. No sé si preocupación, lástima o incluso felicidad.

—No sé que se dice o se hace en estos instantes, me ha tomado por sorpresa la verdad, pero sea cual sea la situación, te apoyaré.

Vuelven a tocar la puerta.

Gabriela se encamina hasta la puerta y la abre.

Es Andrea. Saluda a Gabi.

—¿Dónde está mi marida? —bromea Andrea, pero al ver mi cara se da cuenta que algo no anda bien—. ¿Qué te sucede?.

—El día que dormí con Aiden, se me olvidó la píldora. Me acordé días después. Pensé que por esa única vez no pasaría nada, pero la verdad ya debería haber pasado mis días y nada.

—Salgamos de duda entonces, vayamos a comprar un test —expresa rápidamente Andrea.

Vamos a la tienda a comprar el dicho test. De ello se encarga Andrea. Regresamos a casa lo más pronto posible. Los nervios están a flor de piel. Sigo los pasos y espero impaciente el resultado.

—Keira podrías dejar de moverte tanto, me pones aún más nerviosa —comenta Andrea.

Sigo caminando desesperada. Miro el test.

—Nada aún.

—Si es positiva ¿Qué harás? —pregunta Gabriela.

—Tenerlo. No importa lo que decida Aiden, será mío. Hablaré con mis padres.

—Keira, si estas embarazada, te apoyaré en todo —expone Andrea.

—Igual yo Kei, será mi sobrino, a pesar de tu situación con mi hermano, voy a estar muy feliz.

Vuelvo a mirar la prueba. Aparecen dos rayas. Se me cae el test.

Por primera vez en mi vida sentí miedo de verdad. Me sentí perdida, en un camino donde no logro ver salida. Sentía que perdía la voz. Mis ojos se nublaban. Terror, susto, pavor, preocupación, alarma, esas eran las únicas palabras que retumbaban una y otra vez en mi cabeza.

—Positivo —digo con un hilo de voz.
Ellas me abrazan. Y aquello se vuelve el momento más lindo y triste de la historia. En el que comparten mi mismo sentimiento, e incluso Andrea tiene los ojos aguados.

—Estás embarazada, joder —expresa Andrea—. Voy a hacer tía. Tendré que enseñarla a bailar, a usar los tacones, a maquillarse como una reina...—Andrea habla en carretilla, como si estuviese nerviosa.

Tengo sentimientos encontrados.

—Kei, sé que apenas estás procesando esto, pero, se lo contaré a mi madre. Sé que ella estará muy feliz. Aiden puede hacer lo que quiera, pero su familia no te dejará sola.

—No Gabriela, ustedes no tienen porque hacerse cargo de él, fue mi culpa, mi descuido.

—De qué hablas. Es responsabilidad de los dos, ese niño no se hizo solo —expone Gabriela con molestia en su voz.

—Disculpa Gabi, se como ustedes son y estoy muy agradecida, pero los nervios aparecen. No estoy segura que hacer.

—Por favor Gabi, no le digas a Aiden aún, no estamos bien ahora.

—Eso es algo que te corresponde a ti decirle. Tu decides cuándo será el momento correcto.

—Y esta noche iremos al club, ya quedé con Christian hoy.

—¿Segura? —duda Andrea.

—Segura —afirmo—. Ahora iré a hablar con mis padres.

—Mi niña, que bueno que hayas venido —me saluda mi madre—. Norman, Keira está aquí.

—Princesa —me besa mi padre.

—Papá ¿como estás?.

—Bien, no ves —está lleno de grasa, eso quiere decir que ya está trabajando.

—Papá sabes que debes guardar reposo.

—Estoy bien —exclama.

—Quería hablar algo importante con ustedes.

—Me estás asustando pequeña. ¿Qué sucede? —inquiere mi madre.

Nos sentamos en la mesa del balcón.

—Llevo semanas con Aiden...

—Lo sabíamos Keira —afirma mi madre.

Mi padre no habla ni una palabra y eso me preocupa. Esta muy serio.

—¿Keira que sucede?. Llevas semanas con Aiden y no lo habías dicho, porque lo dices ahora —en el fondo el sabe que pasa, nunca he podido mentirle.

—Papá no les había contado porque no somos una pareja formal.

—¡Ah! Keira no son una pareja formal —mi padre se está impacientando.

—No papá, no lo somos, aunque lo quiera muchísimo.

—Keira acaba de decir que sucede, aunque creo que es obvio no, estás embarazada —dice mi padre, está un poco molesto, mi madre trata de calmarlo.

Yo no los miro. Fui tan irresponsable.

—¿Es cierto eso Keira? —pregunta mi madre.

—Sí, es cierto —digo segura—. Estoy embarazada y voy a tener a mi hijo, lo voy a cuidar con ayuda o sin ayuda. Puedo ocuparme de él. Fue una irresponsabilidad mía, pero ya está hecho, ahora solo me queda mirar hacia adelante y luchar por mí y por él —toco mi barriga—. Vengo a hablar primero con ustedes porque pensé que me apoyarían. Ya me marcho.

Me llaman, no me detengo.

Recibo un mensaje de un número desconocido.

Cariño, soy Amanda. Ven a la casa.

Rompo en llantos. La situación se vuelve incómoda.

Salgo para casa de los Stone.

—Buenas tardes Trini —saludo cuando me abre.

—Mi niña ¿estás bien? —pregunta ella preocupada.

—Si Trini. Gracias —le toco las manos.
—Mi niña estás muy fría. De verdad te sientes bien.

—Si Trini —disimulo una sonrisa—. ¿Dónde está Amanda?

—Sentada con la niña Gabriela en el jardín. Ahí te esperan.

—Gracias Trini.

Camino hacia el patio. Y me encuentro con ellas.

—Kei ¿te encuentras bien? —Gabi camina los pocos pasos que me faltaban para llegar a la mesa—. Estás muy pálida.

—Si —me siento en una de las sillas—. Estoy bien —afirmo.

—Keira —Amanda me toma de las manos—. Gabi ya habló conmigo. No tienes de que preocuparte nosotros te apoyaremos en todo. Jamás estarás sola. Ese niño es bienvenido en esta familia. Yo personalmente estoy muy feliz con la noticia. Sabía que tu y Aiden estaban juntos, sé cómo es mi hijo, no quise meterme en su relación.

—Amanda lo siento, de verdad —rompo a llorar, no aguanto más—. Yo no lo planifiqué, no quería que pasara, fue mi descuido sí, pero no fue con el fin de obtener nada, ni retener a Aiden. Yo no quiero comprometerlos, yo puedo ocuparme de mi hijo.

Amanda se levanta de su silla y me abraza.

—Cariño, tu piensas que no sé como eres. Keira desde que te conocí supe lo maravillosa que eres y aún hoy no tengo dudas. Jamás pensé que eras interesada, ni que buscabas algo. No fue solo un descuido tuyo, fue de los dos. No cargues con la ''culpa'', si se le pudiera llamar así, tu sola. Y no digas tonterías, ese niño es mi nieto, él va a criarse con el amor de su familia.

_¿Qué sucede cariño? —pregunta James.

Qué vergüenza esta situación. No sé qué hacer.

—Gabi lleva a Keira a tu habitación, necesito hablar con James.

Vamos a la habitación de Gabi. Me recuesto en su cama, ella se coloca a mi lado.

—Tranquila Keira, saldremos de esto juntas —me consuela Gabi.

—Gabi, me siento perdida. No sé cómo hablar con Aiden, cómo se lo tomará. Es que no estoy segura si deba hablar con él.

—Sí, Keira, tiene derecho a saberlo. Cómo actúe después será problema de él.

—Es que ni siquiera me quiere Gabi. No quiero obligar a nadie a que esté conmigo, no soy así.

—Keira vamos a darle el beneficio de la duda.

Tocan la puerta. Entran Amanda y James.

James se sienta en la cama.

—Keira, querida. Ese niño es una bendición. Es mi nieto y va a crecer como tal. No tenemos duda del tipo de persona que eres y sé que no lo planificaste, sucedió y ya está nosotros te apoyaremos en todo, por supuesto. Desde que llegaste a nuestras vidas has cambiado mucho a Aiden y eso te lo agradecemos.

—Muchas gracias a los tres, de verdad. Yo no le he dicho nada a Aiden, así que por favor, déjenme a mí que hable con él. No quiero nada obligatorio, si quiere conocer a su hijo que lo haga porque es su voluntad, conmigo no tiene ningún compromiso.

—Respetamos tu decisión, —dice James— pero él tiene que responder, es su responsabilidad. No lo eduqué para que se comportara así.

—No pongo en duda los valores que le enseñó, pero Aiden vive su vida como quiere, nunca le interesó el compromiso, menos le va a interesar un hijo. Así que por favor, lo que él decida también respétenlo.

—Tranquila Keira. Así va a ser —dice Gabi—. Mamá, papá nos iremos ya.
James asiente. Amanda me abraza una última vez.

Volvemos a mi casa. Ahí estaba Andrea con la comida ya preparada.

—Mucha ensalada —comenta ella colocando un bol lleno de ensalada y unos platos sobre la mesa—, para que crezca sano mi ahijado.

—¿En serio? —me siento en la mesa—. Ya le buscaste madrina y todo.

—Sí —comenta segurísima Andrea—. Yo por supuesto. Gabriela es la tía.

—Está bien —respondo.

—Hablé con Enzo —expone Andrea—. Dice que lo llames.

—Después lo haré —concluyo.

Terminamos de comer, las chicas fregaron los platos. Nos fuimos a arreglar para ir al club.

—Gabi, ¿y Ryan? —pregunto mientras busco que ponerme en mi armario.

Voy a ir al club. Debo comprobar que Aiden no haya ido con esa chica.

—Lo llamé. Me esperará en el club. Sabe que la familia crece y está feliz también.

—Le recordaste que no hablara nada delante de Aiden.

—Si, Kei.

Elijo un pantalón negro rasgado en la parte inferior, un pulover blanco ancho que lo acomodé dentro del pantalón y unos tenis blanco.

Andrea me hizo ondas en mi cabello. Me pinté solo los labios.

Llegamos tiempo después al club. Ryan nos esperaba afuera.

—Felicidades —me dice al verme.

—Gracias Ryan.

—¿Entramos? —pregunta Andrea.
—Vamos —digo.

Al entrar al club  lo primero que veo es a Aiden. Junto a él se encontraban Liam, Dylan, Christian y Vanessa. Al verla a ella me paro. Definitivamente Aiden no es el hombre con el que formaré una familia.

Continúo el paso.

Llegamos hasta ellos. La tal Vanessa me observa de arriba a abajo.

—¿Se te perdió algo? —le pregunto de mala manera. Todos me observan.

—Dudo que a alguien como yo, se le pierda algo en tí. No te ves.

Sonrío como si sus palabras no me afectasen.

—Alguien como tú querida no es la envidia de nadie, todo lo contrario, tu deberías sentir envidia de otras —me defiendo.

—Ven acá —salta Andrea—, muñequita de papel, has visto lo gorda que estás. Te miraste en el espejo antes de salir. ¡Hay no que lástima!. Yo si fuera tú en ves de comprarme vestidos me metería dentro de una caja.

—Ya basta —dice el señor.

—No estamos en tu impoluta empresa. Aquí no se hace lo que a tí se te antoje —declaro y sigo hasta Christian ignorando cualquier comentario que puedan hacer.

—Christian, has llegado pronto —le digo.

—No aguantaba las ganas de verte —comenta. Yo sonrío y Aiden me fulmina con la mirada.

—Liam, Dylan —los saludo—. ¿Cuándo van a parar? —bromeo.

—Eso nunca princesa —dice Liam, quién me saluda muy cariñoso.

—Gusto en verte de nuevo Buckett —comenta Dylan imitando a Aiden.
Le sonrío.

—¡Que educado Jones! —expreso.

—De eso nada, ya eres parte de mi clan —me recibe con un abrazo.

—¡Que afortunado eres! —manifiesto con una sonrisa.

—Dime Kei, ¿un whisky? —pregunta Liam.

—En primera —me saca del apuro Gabi—. Kei le digo yo —Liam ríe—. En segunda no puede tomar —Aiden me mira confuso. Él no tiene no pizca de bobo.

Sabemos cómo son los hombres de despreocupados, pero, algo se tiene que oler, cuando llevamos tanto tiempo teniendo relaciones a cualquier hora, cualquier día y nunca ha habido “días” no activos.

—Está tomando pastillas —se apresura en decir Andrea pero no ha sido muy creíble la excusa.

Aiden me hace un seña con la cabeza para que salga.

—Andrea puedes acompañarme afuera. Tengo que hacer una llamada —pongo como excusa.

Andrea me mira confusa pero al ver la seña que le hago cumple sin más.

—¿Vas a hablar con Aiden? —pregunta como si fuese lógico.

Dos minutos más tarde llega Aiden.

—Keiri te espero adentro —me dice Andrea.

Pasa por al lado de Aiden y lo mira como si quisiera asesinarlo.

—¿Qué te sucede Keira? Te noto diferente —coloca un mechón de pelo detrás de mi oreja.

Pienso si decirlo o no, pero, no tendré otra oportunidad para ello. Así que es mejor no darle más vueltas a este asunto.

—Te voy a hablar sin rodeos. El día que dormí en tu casa se me olvidó tomarme la píldora...

—¿Qué coño estás hablando Keira? —me grita—. Habla Keira.

—¿Eres estúpido Aiden o te haces?. Necesitas que te lo diga —grito más alto. Andrea sale con Gabriela, Ryan, Liam y Dylan—. Estoy embarazada —saco de mi bolso el test de embarazo positivo y se lo tiro en su mano.

Él coloca las manos sobre su cabeza. Grita un joder. Se monta en su coche y se marcha.

Las lágrimas brotan de mis ojos. En el fondo yo lo sabía pero tal vez algo en mí tenía una esperanza.

No me importa nada ya. Yo sola puedo con mi hijo.

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