•Capítulo 27. Keira•
Un golpe profundo en la puerta me despierta. Miro el reloj, son apenas las doce.
—¿Quién es? —pregunto.
—Ábreme —contesta Aiden.
—¿Qué quieres Aiden?. Deja el drama.
—Ábreme —vuelve a mandar.
—No voy a abrir, así que márchate.
—Keira, ya me conoces, no juegues con mi paciencia.
—No Aiden, no juegues tú con la mía.
Me voy a mi habitación, cierro hasta la puerta. No quiero escucharlo. Espero veinte minutos, en esos veinte minutos no logro dormir. Vuelvo a la sala, al parecer ya se ha marchado. Regreso a la habitación, dando vueltas de un lado para otro en la cama, me quedo dormida.
Me levanta la alarma a las siete. Es extraño que Andrea no haya venido, si ella siempre ha sido la primera en felicitarme por mi cumpleaños.
Después de mi rutina mañanera diaria, salgo para la empresa. Saludo a Flin, él me devuelve el saludo.
Entro en la recepción y no veo a Dafne.
Voy a la cafetería. Está bastante oscura. Camino un poco más adentro y...¡¡pum!! todo se enciende y los gritos deseándome feliz cumpleaños se escuchan por todo el local.
Río y coloco la mano en mi pecho para recuperarme.
Ahí estaban todos, mis amigos, incluyendo Enzo, los padres de Aiden, Abby y Dafne. Todos menos él.
—Feliz cumpleaños Keiri —me grita Andrea.
Los saludo a todos.
Sacan un pastel de chocolate que hace que mi boca se vuelva agua. Le ponen unas cuatro velas, ya veinticuatro es una exageración. Cantan feliz cumpleaños y apago las velas, deseando un montón de felicidad para mí y todas las personas que quiero. Pico el primer pedazo de tarta y como a todos ellos los quiero decido disfrutar del primer pedazo yo.
Se da el momento oportuno para un millón de fotos con ellos. Amanda prometió hacer un álbum.
Estuvimos casi toda la mañana bailando, cantando y comiendo dulces que habían traído ellos.
—Gracias a todos. El mejor cumpleaños, lo juro. Ahora tengo que ir a trabajar.
—Ni lo pienses- comenta Andrea—. Aiden te da el día libre. Tu ve a pasar la tarde con tus padres que en la noche te tenemos una sorpresa.
—¡Ah! —trata como de hacer en cuenta que le faltaba algo por decirme—. Déjame la llave de tu departamento.
El bicho de la curiosidad me pica fuerte, pero yo trato de matarlo.
Me despido de Enzo. No podía perderse mi cumpleaños y doy por seguro que quería ver a Andrea.
Voy a casa de mis padres. Mamá haría como siempre una comida, ahora que papá debe cuidarse, mejor yo voy a su casa para que no tengan que salir.
Mi madre me recibe con muchísimos besos. Después de desearme feliz cumpleaños, me siento con ellos en la sala.
—Escuché que te harían una fiesta sorpresa —comenta mi madre.
—Si, fue genial —le respondo.
—Nuestro regalo —expone divertida mi madre.
—Mamá, sabes lo que sucede conmigo y los regalos —protesto.
—Tranquila cariño, lo sabemos, pero esto es algo que hicimos tu padre y yo.
Me entiende algo doblado. Lo abro, es un pulover blanco con imágenes en la parte delantera.
—Son todas tus cosas favoritas —me dice mi madre.
—Me encantó. Gracias.
—Recuerdas cuando eras niña, como te gustaba ver películas de terror en tu cumpleaños porque decías que si te hacíamos una fiesta, te llenaban de regalos y a tí te daba pena.
—Sí mamá, lo recuerdo. Y creo que se me acaba de ocurrir una idea. Voy a preparar palomitas para ustedes y chocolate para mí. Apaguen todo, que vamos a ver una película de terror.
Hago precisamente eso, voy a la cocina y pongo a hacer las palomitas en lo que me sirvo chocolate.
Regreso a la sala con un bol de palomitas y mi jarra con chocolate. Mis padres tenían todo listo.
Comienza la película, es la de los Trece fantasmas. Muy buena, por cierto, para los amantes del terror, para el que no, es el infierno.
A veces los gritos de mi mamá se agudizaban, habían partes en las que ni siquiera lograba mirar. Mi papá y yo nos reíamos.
Acaba la película y mi mamá suspira aliviada. Fue un mal rato para ella, nunca le han gustado esas películas pero accedió por ser mi cumpleaños, es el único día al año que accedía.
Después de eso, comimos juntos.
Terminando de comer me llama Andrea, diciéndome que me esperaba en mi departamento. Me despido de mis padres y voy para allá.
Al llegar la puerta estaba un poco abierta, creo que si intentan hacer lo de la mañana no va a dar gracia.
Entro y me tapan los ojos con una venda. Una mano me aprieta la nalga. Ese gesto pertenece a alguien.
—Feliz Cumpleaños nena —me susurra al oído.
Me carga a horcajas sobre él. Y me lleva hacia algún sitio. Despacio va quitandome toda la ropa. Abre mis piernas. Amarra mis manos sobre mi cabeza. Aiden utiliza algo duro, que no se que es para recorrer mi cuerpo, primero pasa por mis senos, acaricia el pezón y sin esperarlo me da en la punta.
Al principio fue algo extraño y un tanto incómodo, pero bastó con que lo hiciera una segunda vez para que en vez de dolor despertara placer.
El objeto ve deslizándose por mi barriga hasta que llega a mi clítoris, de manera igual, lo acaricia para luego azotarme. Me muerdo el labio para silenciar mi respiración agitada.
—¿Te gusta? —indaga.
—Esta vez no esperes que te responda eso.
De un rápido movimiento me pone boca abajo, haciendo que levante el culo. Las rodillas dobladas, las piernas bien separadas y la cara contra la cama. Vuelve a acariciar mis nalgas para darme un azote. Gimo. Repite el procedimiento en la otra.
Siento su lengua en mi sexo. Desde esta posición le permite recorrerlo todo. En círculos se mueve sobre la entrada. Avanza un poco más arriba, su lengua no deja de moverse, conoce el lugar perfectamente por eso cada vez que llega ahí me hace vibrar.
—Para que te guste esto debes estar relajada. Y si no te gusta me dices y paro.
Escuchar eso, no me asusta, Aiden me hecho ver estrellitas de colores cada vez que hemos tenido sexo. Confío en él, todo lo que me hace me encanta.
—Confío en tí —le digo.
Como aquel día introduce un dedo en mi culo. Lo probé ya y me gustó.
—Aiden ven acuéstate debajo de mí —digo pero no logro nada—. Dale Aiden.
Al fin logro que se acueste bajo de mí. Le pongo mi sexo en su cara y yo meto en mi boca el de él. Mientras más rápido él movía el dedo y su lengua, más poseía su sexo. Estaba muy exitada. Introduce otro dedo dentro del culo. Al principio me quedé quieta, molestaba un poco pero intenté relajarme. Los dedos iban despacio pero la lengua no cesaba. Estaba en la nubes o por lo menos cerca.
Aiden se retira de abajo de mí. La punta de su erección estaba a la entrada de mi culo. Sin querer me puse tensa. No había probado esto tampoco y por lo que había escuchado era incómodo.
—Nena, relájate. Verás que no es malo.
La mano de Aiden baja hasta mi clítoris, jugando con él. Gimo. Logró relajarme. Va empujando su sexo, le debe haber echado lubricante porque no pasa trabajo para entrar. A pesar de que lo hace suave, duele. Es un dolor que se puede aguantar, pero al fin y al cabo dolor. Entra y sale despacio hasta que logra que el dolor poco a poco vaya desapareciendo. Ahora sí estoy mucho más relajada. Tira de mi clítoris y vuelve a acariciarlo. Gimo.
Esto es tan placentero como hacerlo por delante. Estos años me había perdido lo que es el sexo de verdad.
Aiden se sienta y poco a poco va introduciendo su sexo de nuevo por el mismo lugar.
Ya no duele, ya no se pasa trabajo. Comienzo a moverme sobre él. La mano de Aiden llena de saliba vuelve a apoderarse de mi sexo. Eso me vuelve aún más loca de deseo por lo que me muevo más rápido.
Aiden grita un joder. Oír su respiración agitada me fascina.
Su dedo entra en mi interior. Otro gemido que se me escapa. La otra mano en tirando de mis pezones. Me muevo rápido y en círculos. Mis gemidos se juntan con los de Aiden, él no puede más, yo tampoco. Alcanzamos el orgasmo juntos.
Me retiro de arriba de Aiden, él me quita la venda. Lo miro a los ojos y lo beso, no puedo aguantarme las ganas.
El coge algo de la mesita de al lado. Abre la caja rectangular y saca una pulsera brillante.
—No Aiden, no voy a aceptar eso —me niego.
—Keira, tómalo, es tu cumpleaños —me dice.
—Te dije que no. Tal vez si hubiese sido algo sencillo.
—Keira, la verdad, a veces no sé cómo entenderte. Esta pulsera es la más sencilla de la tienda, y la elegí simplemente porque sé que te gustan las cosas sencillas.
—Solo por esta vez Aiden. Solo está vez —aseguro.
Él coloca la pulsera en mi mano.
—Sobre aquel día...—comienza a decir, pero no quiero escuchar detalles de lo que hizo así que simplemente lo interrumpo.
—No necesito explicaciones de nada. Eres libre de hacer lo que quieras, al fin y al cabo dejamos claro como funciona esto. Ahora simplemente hemos eliminado las reglas. Puedes seguir viéndote con otras chicas y yo con otros chicos.
Su rostro cambia a algo que no puedo decifrar.
—¿Quieres eso realmente? ¿Qué me folle a otras mujeres? —pregunta, sin rastros de arrogancia.
—¿Tu querrías que follara con otros hombres? —indago.
La vena de su cuello de pronto parece explotar.
—Una pregunta se contesta con una respuesta, no con otra pregunta.
—Piensa en la respuesta que me darías tú, esa sería mi misma respuesta.
—Si algún día llegara el hombre indicado para tí, supongo que no tendría más remedio que alejarme —expresa mirándome directamente a los ojos.
—¿Quién mierda eres tú para decidir quién es el indicado para mí? —inquiero algo molesta.
—El hombre que conoce como nadie en este mundo cada cosa de tí, por más pequeña que sea.
—Eso no te da ningún derecho a decir quién es la persona correcta para mí.
—Al menos identificaría quien no lo es.
—¿Quién no lo es? —indago.
—Yo —responde. Incluso esa mínima palabra me provocó algo parecido al dolor.
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