•Capítulo 26. Aiden•
No quería hacerla sentir mal, pero es la única manera que tengo de alejarla de mí. Estamos saltando al vacío y yo en mi puta vida, me había arriesgado tanto.
La siento tan cerca de mí que ya no logro estar separado de ella. A veces me dejo llevar por lo que siento en el momento pero otras veces me pongo a pensar y trato de hacer lo lógico, por eso la noche anterior no me quedé a dormir con ella, porque aunque no lo quiera estamos pareciendo una pareja y no lo somos.
Ayer esa chica se me acercó y me dijo algo al oído que no hice caso, pero me dió la oportunidad perfecta para alejar un poco a Keira. Fue egoísta, infantil o el nombre que le quieran poner, pero si seguimos así al final va a sufrir aun más.
No me acosté con ella, le inventé una escusa. Una cosa es alejar a Keira de mí y otra muy diferente es que me interese alguna otra chica.
Camino hacia el restaurant del hotel, el vuelo sale a las 15 horas. Es temprano, aún los demás no habían bajado. Desayuno algo rápido y salgo a caminar.
Voy al mismo bar de ayer. Pido un trago y me siento en la barra a tomar.
Llega la misma chica de ayer. Me saluda coqueta. Es de buen físico, así que debe creerse que ningún hombre puede resistirse a ella.
—Esta coincidencia debe ser por algo —comenta ella.
—Yo no creo que fue una coincidencia —le digo atendiendo a mi trago.
—Eres muy perspicaz —sonríe.
—No lo dudes —contesto.
—Que te parece si me llevas a donde te quedas para darte una despedida como te mereces —expresa.
No lo pienso mucho, la tomo de la mano y la llevo conmigo. Si Keira me ve con otra chica se alejará de mí y eso es lo que necesito porque yo no tengo fuerzas para separarme de ella.
Llegamos al hotel precisamente Keira salía de su habitación. Joder. Se pone tensa, su cara de decepción acaba conmigo. Ella sigue su camino.
No voy a acostarme con esta mujer, yo le prometí a ella que no tendría sexo con más nadie y pienso cumplirlo.
—Preciosa recordé que tengo algo que hacer. Vete a tu casa, que hoy no tendré tiempo.
Ella sonríe.
—Te vuelves loco por esa chica y le quisiste dar celos no sé por qué, entonces me utilizaste a mí —asegura.
—La verdad es que sí —me sincero—. Disculpa por eso.
El Aiden de antes no le hubiese pedido disculpas pero tampoco hubiese utilizado a una chica para dar celos a otra porque simplemente no conocía de celos.
—Me caíste muy bien. Yo también te quería para darle celos a alguien, así que estamos a mano. Si quieres te acompaño lo que te queda de día aquí para que termines tu trabajo. Solo hablaremos, no hay que llegar a nada más.
—¿Tomamos algo? —me dice ella.
—Mejor no. Ya le he hecho mucho daño y si me sigue viendo contigo será peor para ella.
—Entremos entonces a tu habitación. Algo tenemos que hacer antes de que te vayas —dice muy dispuesta.
Entramos a mi habitación, ella se puso a ver las revistas que habían sobre la mesita de noche y yo a ver la fotos de Keira en mi celular.
—¿Por qué quieres darle celos? —pregunta curiosa.
—Porque trato de alejarla de mí, ella puede encontrar a alguien mucho mejor.
—Porque no dejas que decida ella —sugiere.
—Porque sé que me querrá a mí por sobre todas las cosas.
—Pues entonces ella te ama, ¿no eres capaz de verlo?.
—Sí, soy capaz de verlo, pero precisamente porque la quiero no me gustaría que sufriera.
—Eso se resume en miedo —asegura.
—Tal vez sí —me sincero.
—Lo mismo que tienes de bueno, lo tienes de cobarde. ¿Tanto tamaño para qué?
—Imagino que para volver locas a las mujeres.
Ella ríe.
—Por lo menos tienes algo —me dice.
—Gracias por lo que me toca —comento.
—De nada —concluye.
Me pasé toda la mañana hablando con ella, como si fuéramos amigos de toda la vida. Me comentó que estaba aquí en París por trabajo pero que volvería a San Francisco pronto. Sí, ella era de allá, lo que después de graduarse le ofrecieron un trabajo aquí y no dudó.
Pedí servicio de habitación para el almuerzo, no quería que Keira me viera con esta chica.
A las catorce horas con cincuenta minutos salimos de mi habitación, otra vez chocamos con Keira, lleva puestas las gafas de Andrea.
Salgo del hotel y me despido de la chica. Quedó en llamarme cuando regresara a San Francisco.
Ya están saliendo todos, me miran extraño, como si fuera un monstruo.
—¿Cuál es el problema? —inquiero de mala forma.
—Te diera un carterazo ahora, pero respeto a mi bolso —manifiesta Andrea.
Keira camina, me choca con el hombro y se monta en el auto.
Andrea y Gabriela hacen lo mismo.
—Hermano —Dylan hace una seña, se pasa el dedo por el cuello. Eso significa qué si estuve con la chica.
Le hago una seña de que no.
Dylan ríe y pasa por mi lado dándome una palmada en el hombro.
—Sabía que no lo habías hecho —comenta Liam.
—Eso es actitud de crío —me dice mi cuñado.
En todo el trayecto de vuelta no se habla ni media palabra. La situación se vuelve incómoda.
Llegamos a San Francisco a las 12 de la madrugada, por la diferencia de horarios.
Keira no me mira. Es lo que he intentado hacer y ahora que ha pasado lo que estaba buscando, me duele.
Llego a mi departamento y me lanzo sobre la cama. Queda poco tiempo para que amanezca.
A las ocho estoy entrando a la oficina. Decido pasar por el almacén a revisar personalmente los cambios efectuados en él.
Luego paso por la oficina de contabilidad para que me entregue un balance de pagos.
Entro en la planta doce y no la veo.
Reviso los documentos que me entregó Abby. No puedo concentrarme en esta mierda, no puedo.
Gabriela entra en mi oficina.
—¿No te enseñaron a tocar la puerta? —inquiero.
—No te hagas el educado Aiden, que no lo eres —contesta furiosa.
—¿Qué quieres Gabriela?. No estoy de humor.
—¿Te acostaste con esa chica? —pregunta.
—Para que quieres saber eso Gabriela, ¿qué caso tiene?.
—Mucho Aiden.
No le digo nada. Ella se levanta, dispuesta a irse.
—No Gabriela —ella automáticamente se gira y me mira, curva sus labios en una sonrisa. Vuelve a sentarse.
—Mañana es el cumpleaños de Keira. Sé que no lo sabías, por eso te lo informo a tiempo. Estaba pensando en hacerle una fiesta sorpresa aquí.
—Adelante —confirmo.
—Hablé con sus padres también. Su papá recién se operó, no vendrán.
—¿Entonces?
—Entonces Aiden, que tienes que dejarle libre el día para que después que acabe nuestra fiesta aquí, ella vaya a celebrar con sus padres.
—Lo tienes todo planeado ¿no? —pregunto.
—Sí Aiden, es lo que debías haber hecho tú.
—No sabía que era su cumpleaños.
—Pues ya lo sabes.
—A mí no quiere verme.
—Tu te lo has ganado —me reprende.
Se levanta nuevamente de la silla para irse.
—Gabriela —la llamo—. No iré a la fiesta.
Ella me mira muy seria.
—Muy de tí Aiden —son sus últimas palabras.
Salgo para Gorjana una joyería de Fillmore en Pacific Height.
Innumerables tipos de prendas habían aquí. Opto por algo muy sencillo. Era una pulsera discreta, de tan discreta que era no resaltaba mucho en las manos. Elegí esta para Keira porque ella es muy sencilla.
La colocan en una cajita y me la entregan.
Estoy dispuesto a aparecerme en su casa o hasta en casa de sus padres, si se encuentra allí, pero algo me frena y es que traté de alejarla de mí y lo logré, sería mejor dejarla ir, no puedo hacerle más daño, ni tenerla así en esta situación. Se merece alguien mejor que yo.
Sigo para el club. Es temprano, así que estará un poco vacío. Igual y lo prefiero así.
—Aiden, tan temprano aquí —exclama Ian.
Lo saludo.
—Me apetece beberme toda la barra —inquiero.
—Toda tuya —me dice.
Saludo al camarero y este me sirve el whisky de siempre. Un vaso, otro vaso y otro, pierdo la cuenta de cuántos me he tomado. Lo único que quiero ahora es olvidarme de todo.
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